Nos hemos montado una sociedad que indemniza a alguien por dejar su cargo, de forma forzada, después de que se demuestre que utilizó dinero público para fines particulares. Sorprende… ¿o ya no? La justicia es cada vez más un concepto de libro.

Tenemos una familia Real salpicada por los cuatro costados por presuntas corrupciones, presupuestos suntuosos en época de vacas flaquísimas, y cacerías de elefantes poco honrosas. Hace gracia… ¿o da pena?

Gozamos de una clase política acomodada, apalancada en la silla, poco exigente consigo misma, altanera… poco eficaz, endogámica y atiborrada de chulería. Una estirpe complacida con el hecho de que, hasta ahora, nosotros también hemos sido poco respondones… demócratas de marca blanca, con poco estímulo y pocas ganas de ejercer. Algunos políticos, digo algunos, no todos, nos han salido comodones, maleducados, mentirosos, desmemoriados… pésimos gestores… pero callamos. Sí, de vez en cuando, de forma legítima, nos manifestamos y les llamanos chorizos a todos, sin distinguir, y con ello cubrimos mucho nuestro derecho a pataleta… pero… ¿de verdad creemos que eso cambia algo? Sí, genera opinión y nos da fuerza, quizá… pero luego llegan las elecciones y nos quedamos en casa. El único día en el que se les obliga a escucharnos y tenemos una pequeña parcela de poder… dejamos las urnas a medias…ridículo, ¿no? Como no asistir a una culminación democrática… como fallar el día del examen final… y pasa lo que pasa, nos ignoran.

Tenemos multitud de entidades, institutos, fundaciones, organismos subvencionados que nos saquean las arterias de dinero público. Entes duplicados hasta la saciedad que se demuestran estériles, yermos, inútiles… capitaneados por viejas glorias…

Contamos con cementerios de ladrillo de faraónica desmesura, muertos de asco… donde se entierra nuestro dinero… ese que ahora nos hace falta para alimentarnos, pagar nuestros impuestos de país rico y levantar la cabeza al caminar por la calle.

Da asco… ¿o ya no?

Y nos encogemos como sardinas enlatadas cuando notamos como si fuera una punzada el dedo que nos señala desde Europa, que nos pide más sacrificio y carnaza. Nos pide exprimir más, rebañar hasta llegar al hueso, dejar la piel … para asegurar la continuidad de esa casta que todo lo inunda.

Duele… eso duele ¿verdad? Pero… cuando esto termine… tampoco pasará nada.

Nos hace falta una cura de ética y de Democracia, un par de gritos, un buen meneo y una bronca de órdago para volver a nuestro sitio. Para que no se nos olvide exigir y no parar, involucrarnos y dejar de criticar sin conocer… y ejercer de demócratas… recuperar el trabajo colectivo que supone mantener en pie eso denostado que se llama Democracia y que está dormida.

Si no aprovechamos esta crisis para hacer limpieza y borrar la desidia, la ineficacia, la estupidez, la corrupción… es que tal vez las merecemos.

Si no la usamos para dar el vuelco y buscar la honradez, la eficacia, la superación… es que tal vez… no los deseamos con la intensidad suficiente.

Al menos, que tragar tanta ignominia sirva para algo. Que esta historia dolorosa tenga moraleja.