Amo esta tarde, aunque yo la hubiera dibujado de otra forma. La hubiera llenado de risas y voces. Estaría repleta de caras, abrazos y un aire tibio que me invitaría a salir y contar historias. La contemplaría de lejos, sin dejar que me golpeara las sienes y me hiciera sentir insignificante. Sería eterna.

Amo que mi mente vuele mientras yo permanezco sentada.

Amo la imprudencia de mis palabras.

Amo la lluvia remolona que ahora cae, porque me recuerda que estoy viva. Vivo, eso es un premio y un privilegio temporal. Esta lluvia fría me salpica en la cara y lo agita todo hasta anegar mis sentidos. Su tintineo repetitivo auspicia un silencio superior. Casi se oye… Mis ojos cansados caminan con sus pupilas entre las gotas de agua, ahora fieras y casi heladas. Me sacuden la pereza y levantan las ganas de todo. 

Adoro mi búsqueda insaciable de miradas. Ese pequeño reducto en mí, indomable e impaciente, que me obliga a atravesar muros y dar enormes zancadas. Adoro la ingravidez de mis pensamientos.

Adoro la inquietud y el desasosiego de cambiar de camino para burlar la monotonía y jugar a ser otra, volver loco al destino, poder notar que la doy un zarpazo a ese reloj vital que tiene escrita para mí un fecha de caducidad. Ser eterna y eternizar lo que toco y tocar lo que amo. Y amar sin medida…

Amo este lado salvaje que me hace adicta a los sueños.

Amo su osadía y su irreverencia. Amo esta capacidad inmensa de imaginar imposibles y hacer que casi parezcan realidades.

Necesito pensar todo lo pensable hasta quedar en blanco y que ya nada me importe por un segundo… creer que todo es relativo, todo se reescribe, que nada es del todo vulnerable y nada muere. Que todo es mutable y perdurable. Todo se pega, todo se cose, todo se apaña. Que nada caduca excepto el llanto y el asco… Que los rezos se escuchan y los monstruos se encogen.

Necesito fuego y aire.

Necesito pensar que puedo superar límites y borrar fronteras.

Amo el cansancio de un día repleto de emociones y pequeñas locuras, de grandes renuncias y pasos en falso. Uno de esos días en los que la conciencia te crece un palmo y maduras a bocados. Ese intentar curar las heridas que sabes que siempre estarán abiertas y perdonarse las pequeñas torpezas. Descubrir que tienes un lado oscuro y soltarte. Adorar las imperfecciones propias y ajenas y saber que a pesar de tus miedos el saldo es positivo.

Adoro quedarme quieta junto a mi amor gigante y notar que existo y que existe, que me completa, que detengo el tiempo y me río ante él, que todo lo consume. Pensar que nuestro amor supera este pedazo de tierra que nos rodea y el tumulto de substancias que nos componen y nos hacen perecederos. Que pase lo que pase, vamos a tenernos, encontrarnos y compartirnos. Que estamos fabricados para perdurar… Compuestos de mil sacudidas, arañazos, temblores y recuerdos. Que somos substancia eterna.

Necesito fundirme con lo que amo. Ser líquida, de un material que todo lo impregne y todo lo inunde.

Necesito creer y tocar.

Necesito liberar espacio en mi alma contando historias tristes para que me quepan los sueños. Para dejar un rincón a mis pequeños logros y albergar todo lo que deseo que sea para siempre.

Para siempre.