Otra vez. No sabe por qué, ni cómo. La vida le da la vuelta de nuevo a su piel blanca y cansada. Jadea en su cara de niña y despierta todos sus temores. Grita su nombre.
El mecanismo ha fallado. La red se ha convertido en telaraña y se ha roto al caer. Su cuerpo pequeño ha golpeado contra el suelo y, aunque no muestra rasguño, ha quedado astillado. Por fuera, se ha colocado una sonrisa floja, fácil de llevar. Se ha coloreado las mejillas y ha rebuscado entre todos sus siglos de existencia una mirada firme con la que contemplar el mundo. Ese lugar extraño donde anidar sueños y luego contemplar como mueren antes de nacer.
Sabe qué ha sucedido. La historia se repite. Se ha dejado llevar por la emoción y el brillo incandescente de unas pupilas oscuras, se ha intoxicado de ilusiones y su cabeza ha bailado sin cesar hasta pensar que eran realidades… y casi las toca. Ha rozado con la punta de los dedos fríos una piel caliente, un deseo incapaz de sofocar. Las ganas le han cambiado la cara y las facciones. Ha sido niña y diosa. Se sintió volar. Se sintió todopoderosa y por un instante grandioso de esa sensación, pagará una eternidad de lamentos…
Era pequeña pero su deseo era gigante.
Ha creído que podía… Y en algún momento, ha podido.
Ha pensado que era distinta… Y en algún momento, lo ha sido. Ha cerrado los ojos y ha confiado ciega, cogida de la mano, asida a su sueño. Tiritando de ganas ha tocado a tientas el futuro y ha creído que era suyo. Por un instante, lo era. Él lo dijo y ella lo creyó. Ella soltó la mano para volar y él la dejó caer. Ella lo sabía, siempre lo sabe cinco minutos antes… Y sin embargo, no lo evita.
Ha permitido. Ha consentido. Ha dicho sí, sin preguntar. Ha aceptado una sonrisa a cambio de regalar un cielo. Ha dejado hacer. Ha olvidado. Ha decidido ceder y dejarse guiar. Ha confiado tanto que se ha quedado casi vacía.
Y ahora, se siente agotada, rota, descompuesta. Se siente minúscula, aislada, floja. Se toca la cara e intenta reír. Logra tan sólo una pequeña sacudida que le recuerda que está herida y amoratada, que en cualquier momento se puede descoser.
Ha quedado colgada, sola, casi muerta. Está triste, dolorida, encogida, sucia. Se siente barata, vulgar, mezquina. Se siente usada y fácil de engañar. Se siente polilla atraída hacia la luz.
Está seca, por dentro, como un árbol seco que se sujeta a la vida sólo por la raíz. Ahora, hay tanto llanto y rabia almacenados en su pecho que apenas consigue respirar.
Se siente revuelta pero también se siente orgullosa de sentir. Por ser capaz de levantarse y esculpirse de nuevo. Abrir los ojos y disimularse las heridas. Por saber cauterizarse las penas y volver a imaginar. Por no poder tener la mente quieta, ni los deseos a raya. Por ser ilusa y fácil. Por saber amar sin medir. Por poseer verbo fácil y nunca callar… Por dejarse engatusar y creer. Saber que arriesga y asentir. Intuir lo que viene y, a pesar de todo, lanzarse. Asumir la derrota por un instante de placer…
Debería odiar, pero no sabe. Debería endurecerse pero entonces no podría bailar y se rompería del todo al caer… Ella es arena fina y siempre se esculpe de nuevo. 
Quién realmente le da pena es él, porque no sabe querer. Porque jamás sabrá cuanto amor tenía ella guardado y apunto de darle, justo antes de caer.