Si quiere algo, lo pedirá. Aunque sea imposible, aunque se le sonrojen las mejillas y tenga que aguantar un montón de rostros compungidos que la miran, que la interrogan con la vista y parece que le reprochen su osadía. Lo dirá con todas las letras, en voz alta. Con la mirada puesta en otra mirada, con una ganas incansables de abrir los brazos para recibirlo. Con el porte de quien sabe que se lo merece. Lo merecerá.

Si necesita aliento, lo gritará. Buscará las palabras para expresarlo claramente. Que sepan que es falible y vulnerable. Que teme estar sola, a veces. Que busca apoyo. Que cuando la abrazan y comparte sus miedos, se siente más grande. Que puede ser muy grande si se lo propone, porque sus ganas son infinitas y sus necesidades gigantes. No le importa, que sepan que sin otros está incompleta, que a menudo se siente débil… Que es una niña todavía. Que necesita contar su historia y que está dispuesta a escuchar.

Se podrá en evidencia. Se hará pesada, constante en la súplica y en la réplica. Dirá muchas veces que no y muchas que sí. No será complaciente si no lo desea y, sobre todo, no lo será para mendigar cariño, ni esquivar malas caras, ni evitar problemas. Será justa, si puede. Será considerada, si resiste. Caminará por el muro estrecho, al borde del precipicio, sin sujertarse, si hace falta… Se tragará un océano de un sorbo, si se le pone por delante. Derribará muros de asco y de apatía…

No le importa que se den cuenta de que no es perfecta. De que es altamente feroz y volátil. Que raya la impertinencia a pesar de su eficacia. Que es exigente. Que es susceptible, mandona y bruscamente sensible. Inquieta y obsesiva. Que siempre tiene la última palabra… No le importa, que la juzguen, pero que sepan que ama, sin limitarse en el fondo y en la forma. Que siempre da más de lo que recibe. Que busca sueños y vive de ilusiones. Que a quién más exige es a ella misma. Que es leal y comprensiva. Que perdona más allá de lo admisible. Que compensa cada grito con mil besos y cien caricias. Que está siempre ahí, como una almohada, como un sueño… Como un fondo de pantalla, pero siempre activa, siempre atenta… Buscando un camino hacia lo que parece inalcanzable. Con las manos tendidas y los ojos alerta, puro brillo, pura selva, puro delirio. Deseo en bruto de mantener la esencia, de surcar un mundo, de no poner más freno que el necesario para tomar carrerilla. Arriesgar por un todo.

Y hará el ridículo. Lo hace, lo sabe. Lo asume. Lo prefiere. A veces, imagina no hacerlo. Callarse, hacerse a un lado y dejar pasar. No importunar. Ceder. Tragarse las ganas. Blindarse los sueños. Encogerse para no molestar. Recogerse las ansias y cerrar los ojos. Ponerse la risa y la mirada de otros. Borrarse la libertad de la cara. Disimular. Fingir que no busca, que no necesita, que no se desespera… No le sirve.

La libertad es adictiva. La vida es corta. Su alma está muy llena. Tiene mucho por hacer y aún no ha encontrado todas sus armas y sus porqués. No ha explorado todos sus miedos… Todavía no ha hecho suficientemente el ridículo. Aún le falta… Está dispuesta.