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Desear. Soñar. Imaginar que lo tienes con tanta intensidad que lo tocas… Que lo rozas y percibes su aroma cuando el viento te acaricia la nariz. Saber quién eres. Saber quién no quieres nunca llegar a ser. Qué no vendes, qué no compras, qué no quieres perder y qué estás dispuesto a sacrificar para poder ganar. Saber ganar sin perder la esencia, ni la humildad. Saber perder sin dejarse las ganas de volverlo a intentar por el camino. Tener claro a qué no vas a renunciar. Qué no desperdiciar ni dejar que se agote… Qué dejar pasar. Qué sujetar fuerte para que nunca se escape. Qué soltar para descubrir si vuelve o se desvanece. Qué aprender y qué olvidar o al menos intentarlo. Qué tatuarte en el alma para recordar…

Saber buscar. Saber encontrar. Saber perder las pupilas por los rincones hasta que aciertan en lo auténtico. Encontrar lo único. Distinguirlo de lo vulgar. Agarrarlo y hasta llorar. Llorar si no lo puedes agarrar.

Respirar y dejar que el aire meta un pedazo de mundo en tus pulmones, esbozar una sonrisa antes de tener ganas para que te vengan ganas, si vas flojo de vida y de ilusión. Arriesgar. Madurar. Sujetarse a la vida por un sueño. Cerrar los ojos y dejar de pensar. Actuar.

Correr. Saltar. Apasionarse con lo mínimo. Exprimirlo al máximo. Detenerse a contemplar lo que pasa y moverse para que pase… Y no parar hasta llegar. Tal vez sin saber adónde. Sin recordar el por qué. Gritar. Arañar, si hace falta. Morder, si la presa merece la pena… Si la noche es larga e implacable, si el día cuesta de llegar. Si notas que tus ojos se funden con las sombras y no distingues la realidad.

Obedecer o saltarse algunas normas que no te definan. Responder con tu cara. Dar palabra. Amanecer cansado y pedir vida para poder descansar. Descubrir lo que te engancha, lo que te invade los sentidos y rompe tus barreras, lo que te inunda la conciencia, lo que te suelta las cadenas y te libera de mordazas. Lo que te seduce y revuelve. Lo que no puedes ni quieres evitar. Lo que evitas no poder…

Caminar. Que los pies te lleven, que te duelan. Que recuerden el recorrido y, un día lejano, te ayuden a regresar.

Bajar la vista y descubrir un tesoro. Mirar al cielo y ser nube. Mirar al horizonte y ser mar. Dejarse querer. Dejarse besar y dejarse llevar por el calor. Ser vapor. Dejarse la fatiga en casa y bailar.

Encontrar un rincón alejado del delirio y el ruido. Construir un nido y una fortaleza de ramas y quejas… Blindarse a mil miedos. Llorar mil veces, desesperarse mil más. Descubrir que no puedes porque no quieres, que nunca has querido. Buscar excusas y deslizarse medio dormido ante la propia compasión. Arrastrase ante mil complejos e inventar mil argumentos para no decidir. Decidir que no decides… Que vives en pausa. Que tragas tiempo hasta conseguir saber qué rayo te alcanza. Qué subsistes mientras no logras existir…

Y al caer la noche, pensar. Casi rezar. Recapacitar. Susurrar perdón y acurrucarse a un lado de la vida para esperar a que llegue la mañana y todo vuelva a empezar. 

Desear. Desear tanto que el estómago se te encoge al soñar y tus hombros se estremecen al imaginar. Querer que pase. Notar que pasa de tanto querer. Tocarlo, degustarlo sin aún poderlo ver. Verlo sin poderlo degustar.

Que te suba la fiebre y te cambie la cara. Que te haga salir de la cáscara y te estalle en el pecho… Que te rompa el pasado y te sacuda el presente. Que te haga respirar…Que te invite a devorar. Que te devore sin apenas respirar. Explotar de ansia y ansiar explotar.

Ser nube, ser cielo, ser esa esquina donde todo es posible antes de girar… Girar y ver una avenida de esquinas donde poder buscar y buscar. Sin cesar, sin saber dónde empieza tu necesidad ni dónde acaba tu cordura. En circuito cerrado, en recorrido circular.

Soñar. Saber notar cuando está cerca. Saber que está cerca sin notar.