MUJERES

Hay tantas cosas que no sé… Tantas que ni siquiera imagino. Cosas que he vivido y que podría haber sentido de otra forma, que podría haber almacenado en mí con otra etiqueta. Cosas que escogí no vivir y aún arañan… Momentos que golpean mis muros y zarandean mis recelos. Punzadas en el pecho con doble lectura. Miedos que ocultan grandes sueños recortados. Sabores amargos que podrían ser dulces. Aromas y sensaciones que se me escapan y que continuarán existiendo el día que yo ya no esté. Vidas que dejé colgadas. Puertas que dejé cerradas al escoger entre un libro u otro, al esquivar una mirada o al echar a correr en lugar de detenerme a escuchar una disculpa. Instantes prendidos en un peldaño de escalera cada día menos frecuentado. Pequeñas eternidades retenidas en la memoria que continúan quemando a pesar de que el fuego ya está extinto.

Un día decides casi sin pensar no contestar al teléfono o no asistir a una cita y, al siguiente, te das cuenta de que han pasado diez años. El tiempo es como una losa pesada. Lo recuerdas y sabes que el hilo invisible que te unía a algo o a alguien está roto y por más que sigas lo que queda de él no te lleva ningún sitio. Y sabes que nunca más podrás recuperarlo ni tejerlo de nuevo, no podrás volver por más que tu cabeza se esfuerce en pasar los recuerdos hacia atrás. Y cuando rememoras lo que era, notas una soledad tan rotunda que puedes escuchar el ruido que hacen los ladrillos de tu alma cuando pasan del calor al frío intenso. Cuando se dan cuenta de que has perdido un pedazo de tu existencia sin avisar.

Hay vidas que se escapan por el sumidero del tiempo y dan paso a otras vidas. Decisiones que nos hacen saltar de rama en rama hasta cambiar de árbol, de bosque, de hemisferio, de universo… Nunca llegamos a saber cuáles son o serían mejores. Cuáles colmarían más nuestras ilusiones. Nunca descubrimos lo que podría haber sucedido. No sabremos si nos equivocamos. Sí, tal vez lo hicimos pero puede que eso forme parte del proceso. Quizás hiciéramos lo que hiciéramos acabaríamos en el mismo lugar y con las mismas incertidumbres. Esa sensación que tienes cuando notas que las situaciones se repiten e intuyes que es porque son asignaturas pendientes.

Cuando escoges, cierras los ojos a un mundo y te concentras en otro. Sin embargo, dentro de ti, continúan habitando todas las personas que podrían haber vivido esas otras vidas. Todas las posibilidades, todas las elecciones imaginables y algunas que parecen imposibles ahora. Ese tú que se atrevió a salir al escenario aquella tarde, ese tú que dijo sí a un viaje al otro lado del mundo, el que se quedó en casa aquella tarde trágica, el que tuvo el valor de dejarlo todo por un amor grande. Los “tú” que huirían de la rutina, los que darían un paso más y cruzarían la linea llevados por la pasión, los que siempre se levantan cinco minutos antes y cierran los ojos pasada la medianoche. Los más libres y los más asustados.

El tú que contestó la llamada y acudió a la cita y que ahora no leería estas palabras porque la vida le habría llevado a buscar otras voces y navegar por otras aguas.

Hay tantas cosas que no sé y no conozco. Tantas personas dentro de mi conciencia deseando salir y escoger camino. La que me dice que siga, que haga el ridículo si es necesario pero no me quede con las ganas. La que me recuerda que quizá no podría soportalo. La imprudente, la voraz y deseosa. La más divertida de las payasas sabias que me recorren la mente. La más recurrente de las mojigatas dulces y amables que se sonrojan y esconden tras unas gafas. La que lo explora todo antes con la imaginación y la que no se atreve ni a pensarlo. La que busca la tentación para caer. La que huye de cualquier ocasión que cree peligrosa para su ego reciclado y maltrecho.

Todas esas mujeres dormidas esperando turno para salir y pedir pista. Todas las mujeres que habitan en mí y buscan rezo para encontrar un destino, para notar la vida y no quedarse en la última fila mirando lo que pasa sin hacer nada. Para ser la acción. Para tomar las riendas. Ser su propio destino y abrir todas la puertas posibles… ¿Cómo saber cuál elegir? ¿cómo notar si aciertas?

Tal vez, a veces tenemos que cerrar esas puertas porque no es el momento de abrirlas. Y esperar. En ocasiones, nos pasamos la vida dando rodeos hasta escoger al final el camino que deseábamos en un principio. Deambulamos en círculos, como nuestros pensamientos más recurrentes. Como un baile que se repite una y otra vez que nos permite dilatar el tiempo hasta tener el valor de escoger, hasta saber que resistiremos la presión del momento en que decidamos seguir un rumbo y dejar otras vidas posibles atrás. Dejar encerradas en la conciencia todas esas mujeres muertas de ganas de intentarlo. Dejar en suspenso a todas la mujeres que habitan en mí… A casi todas … Menos a una. La liberada de esa prisión de mujeres marchitas esperando turno, la que ha sido escogida para seguir el camino… Las demás permanecen dormidas. Al final, siempre se paga un precio por la libertad.

Por ellas