luna-media

Está cansado y furioso, aunque no sabe por qué o prefiere no recordarlo. Siempre mira los anuncios de complementos vitamínicos, por si dicen algo que tomar para poder cambiar su vida. Ha probado mil y con ninguno consiguió el efecto esperado. No hay magia en las cápsulas, tan sólo esperanza perdida. Y a él de eso le sobra, es experto en invenciones y en esperanzas. Está convencido de que la suerte le ronda. Es una cuestión de estadística. Un día cambia todo y te quedas con la boca abierta. Está convencido de que ese día se acerca.

Se ilusiona fácilmente. Siempre ha detestado esa tendencia a creer que todo irá bien incluso después de cien mil patadas en el estómago, pero no puede evitarlo. No quiere, le gusta. Luego, la realidad le devora las tripas, le sacude la dignidad y el zarandea la conciencia… Cuando no pasa lo que creía que tenía que pasar el alma se le cuartea, se le cae a pedazos y rueda por los peldaños de su autoestima hasta tocar fondo, pero ¡qué caray! Mientras crea realidades alternativas lo pasa en grande, está vivo, es sumamente feliz. Sueña despierto, sueña mucho y muy despierto. Imagina, imagina cada día más… Y se le va la cabeza y todo empieza a girar y casi nota que los pies se le elevan del suelo. No es cierto, son las ganas, el deseo… Un entusiasmo que no le cabe en el pecho. Parece que durante un rato inhale oxígeno puro, vida pura… Esencia de alguna substancia altamente dopante que le lleva a pensar que su vida dará un giro, que todo está a punto de dar el vuelco que espera. Se transforma, acelera el paso y sería capaz de ir a la oficina y tragarse todas las caras agrias de un bocado. Les diría lo que piensa, lo que busca, les diría incluso lo que sueña y esperaría a contemplar sus reacciones de asco y de mofa sin miedo. Sería capaz de mirarles a los ojos fijamente y soplar para ver cómo se esfuman. Son humo, en realidad…

Cuando imagina, vive más que cuando vive. Cuando sueña está más despierto que cuando lucha por estar despierto.

Ahora que lo piensa, ahora que cierra los ojos se da cuenta de que guarda rabia porque nunca toca lo que sueña, porque dura poco, porque sabe que no es real. Tal vez debería dejar de chutarse esas fantasías y pisar el frío suelo. Poner cara de melón demasiado maduro, como su compañero José, que parece que vive pero sólo es a medias. Que fabrica problemas para estar ocupado y no sentirse solo. Que cierra puertas para luego abrirlas y creerse hábil… Que busca sólo sueños asequibles para no dejar de muscular sus emociones y no reventar de dicha… José, viviendo en una burbuja y a medio gas. Lo suficiente como para acariciar una vida casi plena y no demasiado como para no desconcertarse y partirse en dos si luego no sucede lo que anhela que suceda. O como Laura, que nunca espera nada de nada. Desconfía y casi araña si te acercas. Laura, preciosa al extremo e ignorante de tanta belleza. Con el ego hinchado para contrarrestar una autoestima subterránea, hundida por un amante que le arrancó los pétalos y la despojó de todos los rincones donde guardaba locuras pendientes y deseos por conseguir. Si Laura le escuchara, si supiera que no necesita construir muros ni inventar dragones. Si se contemplara con sus ojos engulliría el mundo entero al mover sus caderas y pestañear. Es diosa pero se cree esclava.

Tal vez él podría vestirse de gris y guardar las formas. Vaciarse de historias absurdas y contener sus ganas de desbordarse e inundar todo lo que colinda sus paredes. Dejar de suplicar que algo nuevo suceda, que pase lo que tenga que pasar y que pase pronto porque teme que se le agoten las hormonas que chutan sus ganas locas de seguir. Porque se siente tan quieto que le asusta que le trepe la hiedra y le salgan raíces.

Quizás podría quedarse sentado y teclear un rato ante el ordenador, sin que sus pies bailaran solos y su cabeza saltara las paredes de la oficina, bordeara los más altos edificios, surcara mares y se hundiera en la tierra. Sin que pudiera imaginar una, dos, tres, mil, un millón de vidas paralelas que le llevan a despegar y salir por la ventana y vibrar sin moverse, sin dejar de mirar la pantalla, sin emitir sonido y con el ruido de la máquina de café de fondo y la impresora pidiendo papel como un niño reclama a su madre.

Quizás pero no… No podrá. Se quedará callado y regresará de golpe a su puesto sin haberlo dejado nunca. Cerrará los ojos para fijar en su mente la última imagen del sueño, un sucedáneo de felicidad completa que colma sus necesidades un rato. Un efecto placebo maravilloso.

Es tan placentero el sueño y el propio deseo como la felicidad que le aguarda. Tal vez, ser feliz sea este intento desesperado, este deseo gigante, esta noria continua en su cabeza en la que todo pasa sin que pase. Tal vez esto ya sea la estela de esa felicidad que casi toca, que huele, que saborea sin poderla coger y tomar. ¡Qué suerte! Piensa, tan cerca ya… Como un cometa.

Lo único que le molesta es ser tan feliz y que sea sólo en su cabeza. Y no compartirlo, no contarlo, no poder llevar a nadie a ese otro lugar donde es libre. Tal vez mañana toque su sueño. Sí, seguro, mañana todo dará la vuelta y la felicidad será completa.

Cada día piensa que mañana empieza su nueva vida. Un día de estos, será cierto. Tocará la luna… Las estadísticas están de su parte. Las ganas están de su parte…