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Voy a contar hasta cien. Seré paciente, aunque duela y arranque mis costuras flojas. Me comeré las ganas y fabricaré momentos dulces para poder seguir caminando. Parecerá que duermo, pero en realidad estaré atenta a todo, escuchando mis vísceras y desmontando mis dudas. Siempre pendiente para no perderme una brizna de vida, una chispa de nada que caliente mis días más fríos como una mueca golosa, un beso tibio, un abrazo tierno y escandaloso. Estaré tan preparada que con la intención moveré el mundo, mi mundo, hasta fabricarme otras circunstancias y cambiar el suelo que piso para que sea más fácil, más llevadero, menos abrupto. Pararé el tiempo y también aprenderé a acelerarlo. Moveré las montañas como si fueran cromos. Cada vez que baile, seré capaz de darle un mordisco al cielo y tocar la luna con mi falda.

Dejaré las respuestas pendientes a un lado y me concentraré en las preguntas. Notaré que amo sin preguntar por qué. Amaré sin pedir, sin esperar más que amar. Aunque mi amor a veces sea mudo y sólo se grite bajo el agua, aunque ruede acantilado abajo, perdiendo el sentido, perdiendo el sueño…

Me encerraré en mis esquinas, sorteada por mis pensamientos locos, acariciada por mi caparazón transparente… Me notaré demasiado grande ya para esta coraza, demasiado pequeña para un mundo triste.

Contaré hasta cien de nuevo. Sabiendo que cuando acabe volveré a empezar, aunque mi espíritu impaciente se revuelva dentro de esta cáscara frágil y mi mirada se escape perdida y encuentre lo que busca. Aunque no lo toque, aunque se conforme con observar e imaginar. He creado imperios en mi cabeza, he vivido mil historias de oído… He acariciado con las ganas y el pensamiento. 

Seguiré erguida y dispuesta. Profundamente alterada, sin domar, sin riendas por las que poder someterme a nada ni nadie por quién no desee ser sometida… Sin bozal ni cadenas que puedan esclavizar mis inquietudes e ideas… Sin más remedio que seguir. Sin querer remedio para mi alma inquieta y burlona pero buscando un bálsamo para sobrellevar las lágrimas, las ganas dormidas y las heridas que sólo cicatrizan en sábado.

Contaré siempre. Seré una eterna contadora que espera, que sueña sin perder esa punzada en el pecho que la impulsa a continuar enredándose en la vida, jugando a pescar risas y alegrías ocultas tras caras grises. Seré el bufón más callado, el cardo más hermoso de los cardos que crece en un campo de flores rojas, el único canto rodado en un lecho de pequeñas rocas afiladas. La primera gota de lluvia después del infierno más seco, la única caricia de un letargo sin mimo ni cariño… 

Llegará el final de los tiempos y yo estaré esperando, sonriente, vivaracha e irónica… paciente pero despierta, activa como la luz que rompe la oscuridad y divide los días y las noches… Sin dejar de sentir, sin dejar de arañar pequeños instantes felices… Devorando cada segundo de este preludio inmenso y delicioso. Con un saco enorme de dudas e incertidumbres acumuladas, repleto de miedos, pero con una necesidad enorme de no parar nunca… Con un deseo gigante cosido a mi pequeño cuerpo de bestia dulce y salvaje. Con un pedazo de bosque metido en la memoria… 

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