camino-luz

A veces, hay que arriesgar aunque sepas que vas a perder. Aunque tengas claro que no llevas las mejores cartas y que la partida está decidida. Aunque creas que vas a hacer el ridículo y después vayas a pasar cien años escondiéndote… Aunque te des cuenta de que el listón está muy alto y el reto te va grande. Aunque te sientas pequeño y pienses que lo que deseas conseguir es demasiado bueno para ti, sobre todo si piensas eso, entonces es urgente que arriesgues y salgas de tu rincón, que dejes la concha y des la cara ante ti mismo.

A veces, es necesario decir en voz alta lo que siempre le susurras a la noche, lo que escribes en la arena cuando nadie te mira, lo que pensabas que nunca serías capaz de admitir… Aunque ya sepas que no servirá de nada. Aunque tengas la certeza de que te espera una punzada en el pecho o una cara larga, aunque genere incomodidad e inquietud, aunque durante un tiempo, vayas a tener que mirar fijamente el café cuando te sientes en la mesa de siempre porque no te atrevas a surcar el horizonte y topar con unos ojos inesperados.

Hay cosas que uno tiene que hacer, decir, contar… Hay capas de piel que tienes que sacarte de encima para liberarte. Tal vez para preparar tu piel para una nueva herida o esperar el zarpazo más duro mientras muestras tus penas, aireas tus pensamientos… Debes mostrar tu alma ante otros, exponer tus miedos y titubeos, dejar que merodeen en tus entrañas y pedirles compasión, si pueden, para que entiendan tus amarguras, para que sepan qué te duele y qué deseas encontrar… 

A veces, hay que arriesgarse pero no por nadie, sino por ti…

A veces, tienes que dejar tus heridas al sol para que se sequen y cicatricen, a riesgo que algún desalmado disfrazado de justo les eche sal y ría en tu cara.

A veces hay que sacarse la máscara cómica para ponerse la trágica, enfrentar las pupilas más fieras, sortear las carcajadas más sonoras… Quedar como un estúpido, según algunos, como un loco, como un iluso… Para cerrar puertas y abrir ventanas. Para recomponerte y saber qué te queda. Para recordar quién eres y saber que puedes.

A veces, hay que hacerlo porque los ilusos mueven montañas. Los que no saben cómo, pero cada día empujan, cada día caminan y cada día se levantan temprano y hacen algo que cuesta, que escuece, que pica, que araña.

A veces, hay que arriesgar y hablar claro aunque sepas que no podrás hacer nada de nada, que quedarás el último y que, como mucho, aspiras a quedarte imaginando si algún día podrás o preguntándote si lo que sueñas estará a tu alcance.

A veces, hay que arriesgar para perder, sobre todo, si lo intuyes y te asusta. Si pensarlo hace que huyas y salgas del mapa, si aquello te quita tantas horas de sueño que ocultarte ya no te compensa… Si no podrás vivir sin intentarlo. Si no imaginas el mundo sin estar cerca.

A veces, hay que sacar el corazón a paseo, cogerlo entre tus manos y mostrarlo en alto. Poner nombre a tus sueños, citar tus tormentos, pronunciar en voz alta las palabras que retumban en tu pecho y esperar…

A veces, hay que enseñar la yugular aunque sepas que van a morderte… Por ser capaz, por hacer el ejercicio, por aprender a combatir el pánico… Por ponerte en el lugar de esa persona que deseas ser y que arriesga y consigue. Porque si haces lo que no harías nunca, eres otro… 

Porque el riesgo cambia tu mundo y te cambia a ti.

Porque tú eres quién pone en marcha la máquina que fabrica tu futuro a través de tu presente.

Porque no eres de esos y  siempre has querido serlo… 

Porque eres de los que saben lo que cuesta y no pierden la esperanza.

Porque tú vales más que tu miedo. Porque te mereces más que tu sueño. Porque no llegas a imaginar cómo es la recompensa a este esfuerzo…

Porque aunque la respuesta no sea la que quieres o ni tan sólo preguntes nada y no consigas lo que buscas, cuando todo termine y superes ese momento, tú serás otra persona. Habrás cambiado tu inercia. Habrás puesto en marcha un destino distinto, un engranaje distinto, un mundo distinto. Y serás de los que lo hacen, de los que lo intentan, de los que arriesgan. 

A veces, hay que arriesgarse aunque sepas que vas a perder porque el premio eres tú.