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Que sepamos agotar la vida hasta la última brizna, hasta el último aliento que deje nuestro cuerpo cansado de batallar y existir. De amar sin preguntar, sin pedir, sin esperar.

Seamos voraces. Que la noche nos pille sin haber decidido aún si somos bestias, pero satisfechos y exhaustos. Que se nos acaben antes las fuerzas que las ganas y el miedo que nos contrae nos deje sueltos para dar abrazos y erguir la espalda para recibir honores justos. Seamos dignos.

Que caminemos sin saber a dónde porque ya sabemos cómo, porque tenemos un sentido y un reto que contar en la punta de la lengua. Que el deseo se acurruque en nuestras entrañas y no deje nunca de morar en ellas para tenernos inquietos y espabilados. Que no importe qué sino cómo y por qué… Porque lo que nos mueva no sea destino sino el paso, el camino, la mirada compartida mientras este viento que arranca conciencias nos sacude ahora las sienes y nos recuerda que el otoño se acerca. Que amemos al otoño como retozamos en la primavera y jaleamos al verano… Que seamos libres, tan libres como nos deje nuestra mente y nos permita la conciencia.

Seamos sublimes. Que el sueño nos alcance la nuca, nos bese tras las orejas y caigamos hechos un ovillo de caricias y de recuerdos aún por engendrar… Llenos de grandes certezas sobre credos inventados, de alegrías por llegar e historias felices que aún tengan que escribirse en mundos que aún no existan pero que podamos soñar sin apenas cerrar los ojos. Y al despertar, que tengamos la risa floja y la mandíbula suelta y ávida de carcajadas sin medida y besos consistentes, de esos que largo rato después de recibirlos aún dejan calor en los labios.

Que el último día nada nos llegue rancio por desuso, que hayamos bebido de todas las copas y surcado todas las gotas de agua que nos quepan en la memoria. Que no haya pedazo de tierra sin pisar o soñar, ni remedio que no hayamos probado contra el desamor y la amargura. Que nadie nos pueda escuchar una mala palabra o un reproche… Seamos justos.

Seamos consistentes. Que los pies estén agotados de baile y los brazos rotos de abrazos. Que los ojos miren aunque ya no vean y los labios busquen beso. Que nos sepamos todas las palabras de todos los libros y todas las melodías que seamos capaces de recordar.

Seamos valientes. Que no nos queden espinas clavadas por lo que podría haber pasado si nos hubiéramos atrevido, que prefiramos acumular fracasos a quedarnos con asignaturas pendientes… Corramos todos los riesgos y caigamos en todas las trampas. Que no nos quede mirada por cruzar ni rostro que escrutar buscando verdades necesarias. Seamos felices… Que nuestro último baile sea el más dulce y frenético, el más sincero. Que se nos rompan las esquinas y las fronteras, que se abran nuestras puertas más cerradas y al aire más puro sondee en nuestros rincones más ocultos.

Seamos eternos. Que nos busquen y ya no nos encuentren porque no quede nada más de nosotros que bruma en el aire y unas huellas en la arena. Seamos mar y que nuestro legado sea la risa y nuestra prenda todo el amor que hayamos dado.