beso

Hay besos de cielo, de esos soñados y esperados… Esos besos que empiezan a sentirse antes de que los labios se rocen y sepas qué pasa por tu cabeza. Besos de fuego, intensos y apresurados. Besos de piraña, esos que besos que causan al final más dolor que placer,  más placer que sentimiento. Besos de verano fugaces, besos desesperados de invierno. Besos de arena que se escurren entre tus labios, besos de sal y de media tarde en la playa. Besos esponjosos y besos sumamente arriesgados. 

Hay besos para olvidar y para recordar. Besos que se borran en alguno de los pliegues de tu tiempo y caen un día de tu memoria como los pétalos prensados entre las páginas de los libros viejos. Besos de terciopelo rojo y suave. Besos sabrosos y besos insípidos. Hay besos de esquina poco transitada y besos anónimos entre multitudes. Besos perfumados de menta y de flores frescas de campo. 

Algunos besos son de risa, otros de pena… Hay besos que se te quedan prendidos y jamás te dejan. Esos que querrías repetir a todo costa, pero sabes que es imposible porque ya nunca sentirás lo mismo otra vez. Hay besos de pantera y de rana. De príncipe azul trasnochado y de caballero de armadura abollada y vaso de gin tonic. Hay besos de luna, ásperos y fríos pero estimulantes. Besos de amigo, de roca, de pez, de viento que sopla y te arrastra aunque no lo desees y se ríe en tu cara. Besos de última vez y de primera, de peldaño de escalera y columpio en el parque…

Hay besos de un país lejano donde el cielo nunca es gris y se habla un idioma extraño. Besos de repente, sin pensar, sin esperar, rápidos y casi volátiles. Besos de camino largo, de aburrimiento, de broma y de efervescencia máxima.

Hay besos de adiós, de remordimiento, de “no tengo ganas pero vale» de “no te acuerdas nunca de mí” y de “no me has llamado desde hace días”. Besos compactos y besos con alma. Besos con chispa, con prisa… Con mordisco y con calma.

Hay besos de tarde-noche de domingo de invierno melancólicos y acongojados. De “a ver si así me dejas tranquila” o de “ya tenía muchas ganas”. De pasión, dulces y salados, de hielo, fríos y contundentes, de tormenta y atormentados. Suaves, etéreos y deshilachados.

Hay besos que nunca llegan a ser besos, que no existen más que en nuestro pensamiento… Son besos soñados. Siempre perfectos, siempre deliciosos y nunca decepcionantes.

Hay besos de amor intensos y alocados. Besos de sentimiento puro y de cáscara rota, de abrigo verde, de botas altas, de compromiso y de mañana en el campo bajo un árbol de frondosas ramas.

Besos de barco que se aleja de la orilla, de confeti, de seda, de camisa de fuerza y de gala… De hojas secas de otoño, de escarcha y de mermelada.

Hay tantos besos como personas que besan, como sueños, como historias que se empiezan y acaban.

Tantas clases de besos como momentos de cada vida, como súplicas, como ventanas en el alma por las que el recuerdo de esos besos pasados se escapa.

Hay tantas clases de besos como montañas. Como astillas clavadas y cantos de río. Como granos de arena y gotas de lluvia.

Hay tantos besos por ahí esperando… Tantos por dar y por recibir. Tantos buscando dueño… Surcando conciencias y alentando deseos. Contando las horas y rebotando en los espejos. Meciéndose entre las ramas de los árboles y haciendo cola atados a las patas de la cama… Nos miran desde las azoteas y flotan en el aire. Esquivan nuestras mejillas esperando un mejor final y susurran a nuestros oídos palabras de aliento para dar el paso y acariciar el cielo. Son besos huérfanos que buscan morada, presos de noches frías y tardes eternas, esclavos de bocas perezosas y miedos ocultos en cada mirada. Besos cansados de vagar y esconderse en nuestros pliegues construyendo fantasías y eludiendo lágrimas.

Hay tantos besos perdidos, tantos besos encerrados… Liberémoslos… Sucumbamos. Consumamos todos esos besos por si un día se escapan y no vuelven…