light-2401495_640

Todos necesitamos una vez en la vida encontrar un amor loco. Una pasión ciega y desbordada. Un deseo bárbaro que nos arrastre a un cruce caminos, en una esquina oscura a la que nunca debimos llegar. Todos soñamos con abrir una puerta prohibida, beber una pócima desconocida que nos transforme y nos haga sentir…Todos buscamos una mirada cálida que nos arranque la monotonía de las pupilas y la pereza de las alas…Y dejarnos llevar por ella hasta un precipicio del que no vemos el final.

Todos buscamos alguna vez caer en la trampa, dejar a un lado la cordura, montar al caballo salvaje, bailar bajo la lluvia más intensa… Morder cuando esperan una caricia, besar cuando esperan un saludo, reír cuando las lágrimas tendrían que cubrirnos el rostro…

Todos deseamos llorar cuando otros ríen, alguna vez, y escondernos cuando otros nos obligan a dar la cara.

Todos queremos un minuto de gloria y una noche mágica que recordar. Queremos perdernos en un camino sin destino, que acaba en una charca de barro llena de ranas que nos miran con los ojos fijos y nos recuerdan que no debimos ceder. Y saber que nos equivocamos buscando el mar, pero teniendo claro que de poder volver atrás no cambiaríamos nada.

Todos tenemos derecho a recibir un consejo sabio de un amigo bueno al que decidamos no escuchar, seducidos por otras voces menos honestas. Todos soñamos un abrazo largo, una caricia lenta y una palabra dulce para poder seguir.

Alguna vez en la vida todos necesitamos mentirnos y pensar que nos quieren cuando sabemos que no es verdad. Lo hacemos porque recibimos tanta indiferencia que deseamos cerrar los ojos y y construir una realidad paralela para poderlo soportar. Todos suplicamos cariño y bajamos el listón de nuestra tolerancia alguna vez. Todos, de vez en cuando, nos hacemos los tontos y aceptamos menos de lo que merecemos para no perder algo que, en el fondo, no nos hace felices.

A todos, en ocasiones, nos gusta pensar que no vemos lo que vemos. Necesitamos, a veces, ver lo que no está.

Todos, alguna vez en la vida, callamos cuando deberíamos hablar y usamos palabras duras cuando tendríamos que optar por el silencio.

¿Quién no sueña con ser libre para gritar aquellos pensamientos que oprimen su garganta? ¿quién no fantasea como pisar tierra prohibida?

Todos perdemos la paciencia, construimos el muro, cerramos nuestras puertas y nuestras mentes y, un día, decidimos aislarnos y dejar de pensar.

Todos somos injustos un día y tragamos injusticia cien días más.

Aunque nosotros no somos esos días, ni nuestras dudas. No somos nuestros momentos de ridículo, ni los de gloria. No somos esas personas que tienen miedo, que están cansadas de esperar, que suplican amor y reciben un sucedáneo, que se conforman con disimular porque no se atreven a pedir… Esas que alguna vez son injustas, que son infieles, que no saben a dónde van, que se esconden, que sueñan con otras vidas mientras la rutina se les come la conciencia. No somos nuestro pasado, somos nuestro presente.

Somos el resultado de cada una de nuestras torpezas y moralejas. Lo que somos capaces de sentir después de cada paso en falso y de cada camino que no lleva a ninguna parte, pero no hay nada que nos ate a esas personas que fuimos y que deseamos dejar atrás.

Somos lo que decidimos que queremos ser. Empezamos cada día un camino nuevo, no importa lo que hemos dejado atrás. No estamos obligados a arrastrarlo. Nada nos condena a repetir nuestras acciones ni a culparnos por ellas. Podemos quedarnos con lo que aprendimos y lo que nos hizo reír y soltar todo lo demás. Pensemos en nuestras equivocaciones como pequeños tesoros, porque son los cimientos de quiénes somos ahora y deseamos llegar a ser. Nuestros errores necesarios para aprender a vivir. Hay un día en que todos necesitamos despertar y no reconocernos a nosotros mismos para poder volver a empezar…