alcachofa

La forma es muchas veces tanto o más importante que el contenido. Suena mal, lo sé. No me refiero a que la belleza exterior sea más importante que la interior y que puestos a escoger entre el envoltorio o el caramelo, vayamos a quedarnos con el papel brillante… Eso nunca, no se trata de deslumbrarse y perder el norte. Lo que quiero decir es que si algo es bueno debe darse a conocer. Que una buena idea mal explicada se convierte en mala idea, que muchas veces un grito o una mala cara borra toda una tarde de caricias y que ser maravilloso por dentro sin mostrarse al mundo no permite que el mundo te conozca y pueda compartir lo bueno que puedes ofrecer.

Curiosamente, por ahí danzan muchas personas que han hecho de vender una buena forma un modo de vida. Algunas no tienen fondo y otras, por suerte, sí. Las que verdaderamente triunfan (cada uno defina triunfo como quiera pero para mí es saber que has hecho todo lo posible para conseguir ser quién deseas y sentirte bien contigo mismo) son aquellas que han conseguido transmitir la belleza que tienen en su interior. Aquellas que han puesto a servicio de los demás su conocimiento y su talento. Las que han encontrado el equilibrio y se han sacado de encima todas las capas de dolor que les impedían deslumbrar… Las que se han dado cuenta de que si esconden su luz, se les acaba apagando y al final, no les queda nada.

Hay personas hermosas y personas que hermosean la vida de los demás. Personas que no temen exponer sus debilidades y sus fortalezas al mundo, personas que no temen ser vulnerables y que se han dado cuenta de que la única forma de llegar a los demás es mostrarse tal y como son. En un escenario tan competitivo como el que tenemos ante nosotros, los que queremos vivir acorde con nuestros sueños, tenemos que apurar las formas y encontrar el modo de darnos a conocer. Hacer que el mundo sepa qué buscamos, qué queremos, quiénes somos y sobre todo, qué le podemos ofrecer.

Somos nuestro escaparate. Lo son nuestros tuits, nuestra forma de enfrentarnos a los problemas y la manera de peinarnos… No solo nuestro modo de andar sino el camino que escogemos… Somos la forma en que tratamos a otros y el ejemplo que damos, lo que subrayamos en los libros y lo que leemos, la gente a la que seguimos… Somos los gestos que usamos cuando alguien nos pregunta por qué nos debería contratar y aquello en lo que focalizamos nuestro interés. Todo lo que hacemos para proyectar nuestra forma de ver la vida y que va formando un equipaje que arrastramos y que debería siempre ser más llevadero de lo que es a veces y, sobre todo, muy honesto. La forma adecuada siempre es la sincera, sin fórmulas copiadas ni artificios. Sin arrastrar nuestros valores ni perder la esencia, sin dejar de tener presente qué nos mueve y nos motiva.

En este contexto, tener un gran talento y ocultarlo esperando el momento adecuado es un lujo que no nos podemos permitir. Como ser una alcachofa de corazón tierno y jugoso, esperando a que otro nos saque de encima todas la hojas y acabe encontrando lo que vale la pena… Esperando el momento idóneo de maduración y soñando con que alguien se decida a encontrar nuestro valor. Nadie hace cola para encontrarnos porque nadie sabe lo que podemos llegar a ofrecerle.

Demasiado tiempo perdido, demasiado sueño malgastado esperando el momento perfecto… Demasiado riesgo inútil apostando a que sean otros quiénes decidan explorar nuestro interior. Sobre todo porque la alcachofa se pone oscura y se pudre y nuestro potencial se ahoga bajo tanta capa de protección. Un talento oculto es un talento inexistente, una promesa de humo, un sueño vacío que se esfuma…

Aunque no sea fácil, hay que sacarse uno mismo las capas de rutina, miedo y sentido del ridículo absurdo que esconden lo que nos hace distintos y especiales.

En un mundo de buenos y malos, se necesita a los justos. A los que pueden ofrecer algo diferente. A los que no se limitan a marcar territorio y nos conmueven con sus actos y con sus palabras, con sus ideas.

En un mundo de claros y oscuros, se hace necesaria la luz. El éxito es salir al mundo y darse a conocer y mostrarla…

En un mundo donde todos aceleran sin pensar, se necesitan corredores de fondo. El esfuerzo continuo para cada día ofrecer lo mejor y seguir sacándose de encima los complejos estúpidos y las capas de autocompasión que acaban convirtiéndose en gruesos muros…

En un mundo de blancos y negros, de extremos, se necesitan matices… ¿Y si los aportas tú? ¿Y si los tienes encerrados en ese corazón de alcachofa triste que no se atreve a brillar? ¿De qué sirve lo bueno que eres si no lo compartes?

La verdad es que por muy excelente que sea el contenido, no sirve de nada con la forma equivocada y menos aún si no se muestra de ninguna forma.

Lo bueno no es bueno si no se da a conocer y nadie lo ve. Lo grande no es grande si está oculto y se va empequeñeciendo porque no se ejercita… Si no destapas tu talento, nadie sabrá que lo tienes…

Sin forma, nadie conocerá tu fondo… Es lo que les pasa a las alcachofas. Se quedan mustias esperando…

Y no temas por perder tu esencia, se puede llegar a ser muy grande sin dejar de ser humilde.