AMARILLO CHICA

Vengo repleta de ilusiones rotas, pero con ganas de emociones nuevas. Llena de deseos inflamables y con mil carpetas por abrir bajo la leyenda “urgencia”.

Adoro mis impertinencias, porque algunas de ellas me han llevado a cumbres altas desde donde he podido ver mi pequeñez y mi grandeza…

Vengo hambrienta… Vengo viva y esférica, rotunda y deshilachada.

Vengo con los cabellos revueltos y los ojos repletos de lágrimas. No llevo puesta la armadura ni el sombrero, nada me cubre de nada.

Adoro mis complejos, porque para superarlos conseguí algunos retos que creía imposibles…

Tengo terciopelo en las garras y me he arrancado las espinas. Quiero sin normas, ni fisuras. Quiero para querer no para vencer, gano para compartir y no para llegar a la cima si en la cima no me esperan ni caricias ni palabras…

Vengo con las pupilas ansiosas de contemplar belleza, aunque esté oculta bajo una capa de indiferencia y tenga, a veces, un sabor amargo.

Adoro mis cicatrices porque hablan de todas mis batallas…

Por las veces que he perdido y me he levantado zurcida y remendada, vengo con las manos abiertas y temblorosas. Con las risas cosidas por si se me escapan…

Traigo tantas heridas y jirones que cuando estoy a contraluz, el sol traspasa mi cuerpo pequeño y poco denso y se ven mis penas a través de los cristales de mis ventanas … Se dibuja en una sombra mi cuerpo de cometa que busca un sol cercano en el que acurrucarse a ver pasar los días y sobrellevar las mareas…

Adoro mis sueños porque mueven mis días y apaciguan mis entrañas inquietas…

Traigo los recuerdos tan revueltos que ya no sé si son míos o los tomé prestados para imaginar haber tenido una vida más intensa o los desdibujé para que dejaran de arañarme la garganta…

Almaceno besos en cada pliegue, en cada rincón donde mi alma cobija desvelos y escarcha.

Adoro mis miedos, porque me obligan a salir de la concha y desnudan mi magia… Porque me sacan del quicio de mi vida plácida y me obligan a caminar por el lado áspero de mis pensamientos.

Ahora huelo a flor común y hierba mojada, al aderezo de una noche triste y al pan recién hecho de esta mañana.

Vengo con unos zapatos rojos que toman impulso solos y un abrigo que no calienta demasiado cuando la noche es cerrada y el dolor aprieta, pero que esboza mi alma.

Adoro esos zapatos porque me llevan a un destino que se escribe a cada paso y nunca sé si todo empieza o acaba…

Camino lento, con paso firme, por si a mi lado pasa un genio con tres deseos y se me escapa. Camino lento por si el viento trae algo más que arena fina o paso por el lugar más hermoso del mundo y me pilla con los ojos cerrados…

No vengo siguiendo los pasos de nadie, porque prefiero los míos sin atino a los de otros con una gracia que no sea mi gracia.

Adoro mis errores porque de ellos cuelgan algunas de mis medallas…

Vengo con un millón de pensamientos acumulados en una cabeza atormentada por todas la preguntas aún sin respuesta…

Adoro mis palabras porque dibujan otros mundos y, a veces, traen esperanza…

Traigo tormenta y marea baja, para que queden al descubierto todos los secretos, para que el mundo vea que nada oculto cuando muestro mis entrañas en cada palabra…

Traigo palabras y las encadeno a mis labios y a mis manos para que lleguen a tus oídos flojos y sepas que voy a quedarme.

Adoro mis torpezas porque me recuerdan que soy humana.

Vengo dispuesta a echar raíces. Vengo sembrada de sueños y ávida de alegrías…

Adoro mi temperamento de fuego y mi carácter apasionado, porque el trecho es largo y hace falta apetito para comerse la vida y asumir el riesgo de atragantarse en cada paso…

Porque yo sólo junto palabras, no sé más…