Muchas veces, la persona que puede llegar a ser más cruel contigo eres tú mismo. Puedes ser el más duro de tus enemigos. El más despiadado de los villanos que te encuentres… Quién más veces te dice que no y te cierra la puerta, quién más te encasilla y te sella los labios, quién te deja en un rincón sin atreverte a pedir ni a reivindicar… Quién más veces te dice que no puedes, que no sirves, que no debes…

mujer-espejo

Hay tantas cosas que sabes de ti y no te dices a la cara nunca. Tantas que intuyes y no abordas. Tantas cosas que tienes ocultas y guardadas dentro, haciendo rincón y suplicando salir para sellar heridas. Y no las dejas, las encierras, las obligas a penar y supurar, te evitas así mirarlas a la cara pero, sin querer, te corroen por dentro…

A veces, te dicen que no y te lo crees, lo aceptas sin a penas oponer resistencia. Y a partir de la idea que tienen otros de lo que tú debes o no hacer o de lo que tú eres, fabricas un mundo. Parece absurdo, cuando lo escribes y le pones palabras, se hace difícil entender cómo somos capaces de dejar que los demás nos dicten bajo qué normas debemos vivir… Aunque lo hacemos constantemente. A veces, aún es más irónico porque ni siquiera nos lo dicen, sencillamente lo imaginamos y antes de que abran la boca o incluso sin tener intención de decirnos nada, ya actúan sobre nosotros… Y ni siquiera lo saben. A veces, actuamos de una forma concreta para satisfacer a personas que no saben que lo hacemos y que, si tal vez, les preguntáramos, nos dirían todo lo contrario.

Más absurdo y triste todavía… Vivimos pendientes de qué pensaran de nosotros algunas personas que ni siquiera piensan en nosotros… Por lo tanto, aspiramos a ser bien vistos por personas a las que les somos indiferentes. Y en realidad, quién mueve los hilos somos nosotros… Eres tú quién pone palabras en sus labios y decide imaginar qué piensan.

Tú puedes llegar a ser el más severo de los jueces con los que te cruces. El más insobornable de los carceleros que te atan a los miedos más antiguos que acumulas. El que más se reprocha no ser, no llegar, no conseguir… El que se castiga por imaginar y no tocar, por soñar y no tener… El que cuando se mira sólo ve lo que le falta y nunca lo que tiene… Tus ojos son los más crueles contigo, los que más desdibujan tu belleza y más aumentan los que decides son tus defectos…

Tú eres quién puede arañarse con el pensamiento y herirse  con él, con la dejadez de tus ansias, postergando las soluciones y condenándose a situaciones que no suporta con alguna excusa. Tú eres quién se somete y calla, quién ridículamente soporta y otorga, quién se baja el listón y se adjudica menos de lo que le corresponde. Te tratas con usura y falta de respeto. Abusas de tus aprensiones y te rindes a tus recelos.

Eres tú quién se cierra la puerta a los deseos y se deja sin pedazo de tarta cuando debería estar celebrando la vida. Te oprimes las ideas, te comprimes las emociones, te retienes las lágrimas… Te dejas secar los sentimientos porque, a veces crees que no los mereces, te niegas amor porque ridículamente imaginas que no eres digno… Amas sin notar porque no bajas la guardia ni te quitas la coraza que te protege de querer tanto que no puedas resistirlo… A veces, eres el más eficaz verdugo de tus sueños, la criatura más despiadada con la que negociar tu futuro.

Tomas pastillas para no sentirte desgraciado que no te dejan sentir feliz porque te duermen el alma y obligan a tu mente a divagar por los relieves de las cosas  que la rodean…

Pierdes el tiempo porque temes que tu tiempo se acabe y la sensación de apurarlo te asusta. No estrechas lazos por si se rompen… No pides deseos por si no se cumplen… Casi no vives por si la vida te engancha y luego descubres que no siempre puedes estar en la cima…

Quieres ser espectador de tu vida y luego pides honores de protagonista.

Tú eres quién reparte los momentos de felicidad y dosifica las alegrías. Quién pone más trabas a tus intentos de cambio y boicotea tus momentos de lucidez y riesgo. Tú eres el principal obstáculo entre tu mismo y tu sueño, entre tus ganas y tus intentos… El que pone las piedras en el camino y se estorba todo lo que puede para encontrar excusas, para seguir sin hacer nada  y para que esa  nada tenga sentido.

Tú te privas de sensaciones deliciosas y de bailes dulces, te evitas los zarandeos y te escondes cuando reparten magia… Pasas la vida bajo la mesa cuando se reparte el festín y luego lloras controladamente y culpas al mundo por no tener tu parte…

Pasas de largo cuando hay risa. Buscas la sombra cuando el sol brilla y escondes tus ojos de otros ojos por si la mirada te dice algo que no te gusta saber…

Niegas tu belleza, porque no la puedes ver y la comparas con la de otros…

Niegas tu inteligencia, porque no le das importancia…

Niegas tu valor porque lo ignoras y no lo buscas, te niegas a ti mismo porque no te conoces.

Te llamas feo, te llamas inútil, te maldices, te recortas… Te metes en una concha, te encierras y tiras la llave…

A menudo, de entre todos, el más temible de  tus monstruos eres tú…