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Es tan importante dar un primer paso… Te da poder, te da fuerza. Te mete de golpe en el camino, a veces sin retorno, y te obliga seguir. Los primeros pasos nos dan la dignidad y nos devuelven la esperanza. Por ello, aunque sean pequeños, minúsculos, insignificantes… Siempre importan. Son más un símbolo que un hecho, a veces.
El primer no, el primer sí… La primera ocasión en la que eres capaz de no entrar o no salir. Cuando tomas la decisión… Cuando decides que eres tú quién escoge. Esa sensación de saltar y ver que no era tan alto, seguida de la emoción de saber que podrás saltar más porque ya sabes que eres capaz. Ayer una persona que ha dado un primer paso me decía que aquello la había reconfortado mucho y que tenía la sensación de haberse dado la mano a ella misma para poder seguir adelante…
Es ese primer paso que te remueve por dentro, que te modela, te cambia. Mirarse al espejo y dejar de ver a la persona que sueña con ser, para ver a la que ha empezado a serlo. Ver al emprendedor, al luchador, al valiente, a la que ha sabido vencer el miedo… Ver al que ha confiado en sí mismo. Esa fuerza que te impregna desde la cabeza a los pies y que te da la certeza de que vas a seguir. Tal vez porque ya no tienes más remedio, pero sobre todo, porque ya no eres la misma persona que no se atrevía. Porque ya no eres de los que nunca lo hacen. Formas parte de ese grupo selecto de personas que han sido capaces de vencer el pánico.
Siempre hay un antes y un después del primer paso. No sólo porque sea una declaración de intenciones, un manifiesto de tus valores, sino porque te transforma.
Porque una vez hecho, no hay marcha atrás. Y ves que puedes, sabes que puedes y eso implica mucho más, que a partir de ahora, siempre podrás.
Los primeros pasos te colocan en el tablero. Te abren la puerta. Te dan la llave. Y, puesto que una vez los has dado, ya eres una mejor versión de ti mismo, nunca sabes hasta dónde puedes llegar… Cada paso, te abre un nuevo camino con más posibilidades, más oportunidades, más mejores versiones de ti mismo por conquistar… Más rincones tuyos hasta ahora ocultos por conocer.
La mayoría de personas sueña con cambiar, con atreverse. Les encandila imaginarlo, les emociona pensar que algún día lo harán… Les emociona tanto pensar que lo harán que nunca lo hacen, porque lo que realmente les gusta es imaginarlo. Soñar que cambian se convierte en su droga, en su placebo. En una dosis de esperanza para seguir que nunca les llegará a suponer el esfuerzo de tener que arriesgar, de dar un paso y situarse donde hace frío y el viento sopla más fuerte y hay que hacer equilibrios para tenerse en pies y abrazar la incertidumbre… Esa mayoría de personas sólo se decide cuando luce el sol y ven que saltan sobre mullido. Esas personas que pasan la vida esperando una  oportunidad en lugar de fabricarla. Que dejan pasar trenes porque no les acercan a un metro de su casa y no tienen asientos reclinables. Esas personas que siempre esperan una señal, que creen que para hacer las cosas hay un momento correcto y adecuado y nunca cazan al vuelo las ocasiones.
Lo que pasa es que muchas veces las oportunidades llegan a destiempo, en el peor momento, cuando ya tienes planes, cuando hace más frío, cuando estás más cansado, cuando has llamado a mil puertas… Y llevan puesto un traje absurdo y tienen un nombre inesperado. Y por supuesto no tienen asientos reclinables ni te dejan al lado de casa para que estés cómodo.
Las oportunidades no son cómodas, ni fáciles. Casi no se distinguen de las complicaciones porque a menudo llevan puesto el mismo disfraz, se ven sólo si llevas puestas las gafas del entusiasmo, si estás alerta y con ganas de verlas, si las has dibujado tú desesperado, si las sueñas tanto y haces lo que sea para que sucedan…Porque, al final, todo llega pero debe encontrarte en la puerta aguardando, con los deberes hechos, los ojos hambrientos y las ganas puestas.
Si no eres de esas personas que adoran soñar que cambian para no cambiar, tienes un trabajo pendiente… Entre ellas y tú, sólo hay una diferencia, el primer paso.