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Quiere dejar de vivir sin querer.

Fundirse en abrazos.

Levantar las baldosas de su alma dormida a toque de baile y de beso. Sentirse las puntas de los dedos y notar como la vida recorre las esquinas de su cuerpo cansado de estar cansado.

Quiere bailar con una música que aún no se ha imaginado, ni compuesto. Al ritmo sordo de una caricia, por un camino donde no hay nada a lo que agarrarse más que a las propias ganas de seguir… En un lugar desconocido del que no sabe si se regresa pero en el que no le importaría perderse.

Quiere soltar las amarras que la sujetan a un claustro antiguo, a un cuarto chico en el que se encerró hace cien años, donde sólo toca el sol cuando el sol pierde brillo y la lluvia es tan intensa que siempre salpica su conciencia asustada.

Quiere viento.

Para que se lleve las semillas de angustia esparcidas por su cama desolada.

Para que le borre de la cara el gesto triste y la risa amarga.

Para que le recuerde que su pecho de luna rota está vivo aún y late aunque su latido es tan sordo que a veces duda de estar viva.

Quiere viento porque el viento entrará en el cuarto y se llevará las lágrimas evaporadas que aún quedan en el aire suplicando volver a ser lloradas…

Porque arrancará las flores ridículas de las paredes y quitará las cortinas para que ya nunca deje de entrar el sol. Porque arrastrará las tardes de domingo acumuladas en la nuca, llenas de presagios y nostalgia.

Quiere una palabra. Tal vez dos. A lo sumo una frase, que le recuerde que aún es hermosa, que aún hay esperanza. La quiere para repetirla sin parar, hasta que entre en su cabeza y estalle en su alma perezosa  para dejarle claro que ahora va a vivir.

Quiere palabras que le traigan a la memoria constantemente que es maravillosa. Por si se olvida ante la indiferencia de algún amante ciego o la impertinente mirada de alguna oruga que aspira a mariposa y que ella sabe que nunca saldrá de su larva.

Quiere acabar con todas las paredes que ocultan sueños. Con todos los sueños aletargados que nunca llegan a nada. Con el reguero de migajas de amor que dejó a su paso por si alguien las recogía… Con las pistas que dejó en las esquinas por si alguien las buscaba y la quería encontrar.

Ya no mendigará más. No suplicará por nada…

Se vestirá sin miedo a que la vean. Se peinará para que la miren. Pondrá color en sus mejillas y se quitará las medias. Dejará que el mes de abril se le prenda en el cabello y saldrá a la calle para notar que los días son más largos…

No le importará qué piensen los que siempre piensan.

No le importará qué susurren los que siempre susurran.

El sol acariciará su piel pálida y sonará esa música que aún no ha sido inventada.

El camino será largo y el miedo a veces enredará sus pies en algunas zarzas…  Aunque no le importa porque ya no está cansada ni triste.

Cuando abrió sus ventanas, el viento se llevo el dolor más rancio y la rabia contenida en su garganta…

Ya no habrá más tardes de domingo.