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Siempre hay una noche en la que se te corta el aire. Cuando miras alrededor y te das cuenta de que llevas una eternidad mirando sin ver y respirando sin notar… Cuando ves claro que has edulcorado las señales para soportar la derrota, para fabricar una realidad paralela donde las paredes no se te caen encima  y las puertas no están tan cerradas como parecen…

Siempre existe ese momento sombrío en el que todo se derrumba y piensas que no puedes, que no sabes, que se te acaban las ideas fantásticas para fingir tienes claro el camino a seguir…

Siempre hay una hora cruel, despiadada… Una hora oscura donde los pensamientos te arañan el alma y las palabras hacen jirones tus sueños… Cuando te susurras tragedias y te escondes todas la moralejas que has descubierto mientras caminabas.

Es ese momento de cansancio extremo. Cuando te duelen las esquinas que no conoces y las calles que no te atreviste a cruzar. Cuando te pesan las decisiones que no tomaste y la cobardía acumulada te presiona tanto las sienes que crees que tu cabeza va a estallar.

Siempre hay un instante negro cuando la punzada de culpa se te clava en el pecho y parece que te va cercenar. Un segundo en el que la vida que no has vivido te comprime el cuello y las palabras que no has dicho te arden en el estómago y empiezan a rabiar.

El sudor frío de los sueños no cumplidos te invade la nuca. La mano enorme del pánico a lo desconocido se te acurruca en la espalda… No eres lo que buscas porque no haces, porque no sientes como deseas sentir, porque no dejas atrás el camino asfaltado y no te sumerges en el sendero salvaje de lo que notas que sueñas, de lo que te atrae…

Siempre hay un lapso de tiempo, más largo, más corto, más lento… Ese  en el que todos los momentos de ridículo, todos los “qué dirán” que movían tus músculos y agarrotaban tus pies con ganas de baile empiezan a perder sentido…

Siempre hay un día en el que descubres que mientras te decidías te has hecho viejo y se te ha incrustado el traje gris de la resignación y la desgana…

Aunque nunca es tarde si aún lo sueñas, si aún imaginarlo posible te clava la conciencia a la cama.

Aún estás a tiempo si cuando lo hueles te transporta y te impregna de vida.

Si aún no estás muerto de rutina.

Si aún tu risa tiene alas…

Puedes, aunque no sepas cómo, aunque el miedo se te pegue como una manta…

Toma el camino sin margen y no pares hasta llegar a una playa imaginaria. Si no puedes pensar que puedes, no pienses… Si no puedes decir nada bonito, calla.

Si el cansancio te supera, te coses las ganas y sonríes.

Si no te encuentras la sonrisa, la finges hasta poder encontrarla.

Aún estás a tiempo… Usa el dolor que sientes para propulsar tus piernas y utiliza el asco almacenado de vivir una vida insulsa para acelerar el paso y dejar atrás tus penas imaginarias.

Siempre hay una noche para despertar a la vida y un día para vivir tu sueño postergado.