heart-742712_1920
Ya no se sentía como una bestia…
Sus ojos brillantes y fieros eran ahora más dulces y menos huraños. Respiraba emoción y bebía sueño. Bailaba…
Era por amor y por ganas.
Caminaba lento buscando el amor de los cuentos.
Susurraba suave pidiendo el calor de un abrazo.
Calmaba su sed de llanto buscando miradas nuevas y risas perdidas. Soñaba que andaba horas y horas hasta encontrar el camino.
Soñaba que ella era el camino y en él todo se mezclaba en una fiesta dulce. En su nueva vida, desde que ya no era fiera y no se enfurruñaba, había algo distinto en el aire… Desde que había dejado de quejarse por lo que no tenía y había podido detenerse a mirar la luna, sus fauces eran sonrisas y sus arañazos eran besos.
Había encontrado pistas que antes le pasaban desapercibidas y que llevaban a algún lugar donde seguro había algo hermoso esperándole…Lo sentía, lo veía, lo notaba. Su instinto de casi bestia la guiaba siempre.
Era por amor y por sueños.
Aunque ya no se sentía como una bestia y no aullaba.
No pasaba las noches maquinando batallas absurdas ni conjuras terribles.
No gritaba para calmar su dolor ni vaciar su angustia.
No se vestía de negro ni se ponía  la cara furiosa porque no tenía que demostrar nada a nadie… No tenía miedo de existir ni de ser vista. No pensaba que podía ser odiada, ya no…
Ya no era una bestia y, si lo era, no le importaba.
Era por amor y por haber aprendido a caminar sin el equipaje pesado del dolor y la rabia.
Cada paso que daba se sentía cerca de algo grande. Cuando miraba el mundo se sentía parte de él y se observaba segura de noche cuando se dormía esperando que llegara la mañana.
El lugar que buscaba no salía en los mapas porque estaba en sus entrañas cansadas de guerrear y en sus pasos aún inseguros.
Ya nunca se sentía cansada, ni rota, ni hueca porque algo la empujaba a buscar y seguir.
Era por amor y por haber borrado de su vida todo aquello que lo recordaba la tristeza.
Sus pies sabían el rumbo y sus manos se acostumbraban a las caricias. Había aprendido palabras nuevas que sonaban dulces y maravillosas, que construían nuevas realidades y castillos en el aire que nunca se borraban de su cabeza inquieta.
Tenía tanto miedo que, a veces, aún se escondía, pero era tan feliz de haberse encontrado consigo misma que le duraba poco.
El amor que soñaba llevaba su nombre. La diosa de sus rezos tenía su cara.
Ya no era bestia porque se amaba…