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Este tal vez sea mi texto más personal. Lo escribo sin tanta poesía, quizás, porque quiero asegurarme de que se entiende y no me enzarzo en las ramas y me dejo llevar por las palabras sin tener en cuenta lo que siento…
Se me quedan cortas a veces y me gustaría dejar claro algo… Me metí en esto porque necesitaba soltar dolor y demostrar que la niña perdida y humillada podía hacer cosas hermosas… Para decirle al mundo que después de menospreciarme iba a enterarse de que se había equivocado y yo valía la pena… Para ayudar a todas las personas que como yo durante mucho tiempo se sintieron tan miserables que pensaron que nunca podrían salir del pozo… Lo que pasa es que no era el mundo el que debía cambiar sino yo… Es más, ni siquiera debía cambiar yo, tan sólo tenía que quitarme el disfraz y dejar de pelear y demostrar para sólo sentir y existir. El mundo no nos debe nada, somos siempre nosotros que nos lo debemos a nosotros mismos porque no sabemos amarnos… 

Me he sentido perdida tantas veces, algunas de ellas, hay personas que me han leído y habrán pensado «menuda suerte, qué claro lo tiene todo» y no es cierto. No sé nada. Lo que escribo y cuento es fruto de lo que he sentido y me he encontrado por el camino… Cuando te enfrentas a situaciones duras en la vida, los cursos, los Máster de inteligencia emocional y las lecciones sobre coaching no te salvan… Te recuerdan lo poco que sabes todavía y lo mucho que te falta para aprender… Lo mucho que evitas mirarte dentro y el miedo que sientes todavía. La teoría te recuerda lo lejos que estás de conocerte y lo que te falta para amarte… El otro día escuchaba a Covadonga Pérez Lozana decir algo así como que uno siempre acaba siendo un «maestro» de aquello que más le ha costado conseguir, acaba enseñando a los demás eso que más se le ha resistido en la vida… Y es cierto. Yo no soy maestra de nada porque no sé nada, sólo puedo contar lo que he descubierto a base de fastidiarla… Lo que aprendí mientras intentaba conseguir mis sueños, mientras mis deseos se resistían… Mientras me di cuenta de que los soñaba porque necesitaba demostrarle al mundo que valgo la pena…
¿Sabéis qué pasó? que mientras escribía para soltar lastre y mostrar al mundo de lo que era capaz, empecé a tropezar más que nunca y a darme cuenta de que cada tropiezo era magia… Me convertí en experta de mis miedos, en comadrona de estupideces y en el más hábil testimonio de un ser humano que se resiste a ceder, a aceptar, a dejarse tocar por la vida y soltar en control… Y me convertí en esto que ahora soy, que todavía es algo a medias, por supuesto… Y mientras escribía para gritarle al mundo que estaba harta de ser del montón… Me enamoré de la vida en el montón y descubrí que el montón es lo extraordinario, lo mágico… Mientras os quería decir que estoy aquí y puedo aportar, solté mi resistencia y descubrí que en realidad no necesitaba demostrar nada y quería hacerlo por amor… Por amor a mí y a todos los que me cuentan que necesitan que alguien les escriba porque están encontrando su voz y todavía no saben lo maravillosos que son…
Mientras me desnudaba para sacar lo mejor de mí y recibir reconocimiento, me di cuenta de que lo que buscaba era amor… Quería formar parte de ese club donde la gente se siente segura y pisa fuerte, donde todo parece perfecto y nadie te mira de reojo y si lo hacen es por envidia- Que quería encajar en un mundo en el que para encajar hay que recortarse y perderse… Me he sentido tan rechazada, siempre… El rechazo me convirtió en una fiera peleona que buscaba justicia y estaba enfadada con el mundo por no amarme, no quererme como era, no aceptarme… La rabia se me acurrucaba en la garganta y una manaza enorme me sujetaba del cuello y no me deja gritar… Si algo tiene la ira es que es osada y poco temerosa porque no te deja recapacitar si por ir detrás de algo a luchar y pedir justicia te caes por el barranco… E incluso, cuando aprendí a quererme, tenía todavía tantas ganas de encajar que no me encontraba… El mundo no te ama si no te amas. El sueño más maravilloso es humo si no te amas… Nada tiene sentido si no te amas y no encontrarás ese amor en nada ni en nadie si no eres capaz de dártelo tú… Y el club de los seguros y envidiados es en realidad una invención de alguien que se siente pequeño y mira a los que son como él como si fueran gigantes.
Y mientras perseguía sueños, aprendí a quererme y buscar mis debilidades… Encontré mi oscuridad y me atreví a ponerla en primera fila porque me di cuenta de que si no eres capaz de admitir que no eres perfecto, que no siempre tienes razón, que guardas secretos y que hay cosas en ti que te asustan, no te queda nada…
El mundo te trata mejor si tu te tratas como mereces. Y las miradas inquisidoras cesan cuando tu dejas de mirarte con esos mismos ojos a ti mismo.
El caso es que mientras buscaba ahí afuera mil parches para tapar mis heridas y llenar el vacío, me di cuenta de que no necesitaba nada que no estuviera en mí… Y me sumergí en un camino lleno de fantasmas que llevaba a mi pasado para ser capaz de vivir el presente. Y saqué tanto dolor acumulado y basura emocional que me sentí desboradada… Aunque aprendí que el mundo sólo puede echarte en cara lo que no eres capaz de decirte a ti mismo… Y que si ya no te callas nada, los gritos cesan y el camino se dibuja a casa paso…
Y escribo esto para que sepas que no pasa nada. Que no hace falta descubrirlo todo hoy. Que puedes estar años sin notar nada y luego dar el gran salto en un mes… Que lo más terrible que descubras es lo que más va a ayudarte a salir del pozo… El campo base para tu ascensión y el paso necesario para llegar a la cima…
Sin ti no hay sueños. Sin amarte no hay nada. No eres menos que nadie… No te encierres cuando no lo soportes, sal y muestra lo que escondes… Eso aprendí yo, que me equivoco tanto, que quise ser faro y me di cuenta de que aspiro a farero y que eso me llena todavía más…
Mientras quería deslumbrar al mundo, encontré mi luz y descubrí que no estaba ahí para recibir amor a cambio de su brillo sino que era el resultado de haberme amado antes... Si no te amas, no brillas. Si nos surcas todos tus miedos y besas tus miserias, no eres pan, ni camino ni sueño. Yo no me amaba porque hace mil años, cuando era niña, decidí que era mejor no ser yo misma porque cuando lo era, el mundo no me respetaba…
Todos somos maestros de nuestros miedos más absurdos, de nuestros tropiezos más salvajes… Podemos contar lo que más nos ha roto y como nos hemos zurcido y recompuesto… Y siempre estamos aprendiendo, de todos… Si supierais cuántos por quererme tirar al suelo me dieron el empujón que necesitaba… Cuántos para aprovecharse de mí me enseñaron a cambio la más hermosa de las lecciones de la vida… Y ellos podrán contar lo mismo de mí, en otra versión, porque seguro que he dado mil golpes mientras intentaba encontrarme y no podía soportar existir sin no parecerme a mí misma…
Y hasta que no ves lo que es en realidad, motivo de gratitud y aprendizaje maravilloso, no eres capaz de abrir la puerta y subir el siguiente peldaño.
Y junto a los que te arañan porque no soportan verse en ti, en tu reflejo, están los que te aman sin pedir… Los hay a puñados, pero a veces no se muestran porque tienen miedo…
En realidad todo esto es un juego. Hay que salir dispuesto a perder para ganar y tener claro que parte del triunfo es la improvisación… Hay que confiar en la vida y en nuestra capacidad para ver las señales y decidir por dónde pisar. Hay que saber ver que tras cada muro que saltar hay un aprendizaje valioso… Y que en e fondo esto va de amar y saber llevar las riendas sin desesperarse… En saber dejarse llevar sin perder el equilibrio y usar el miedo para propulsarse…
Hasta que no dejas de controlar y aceptas tus cartas, no hay magia. Porque mientras te aferras a algo que ni tan siquiera es tuyo, no ves lo que se te escapa…
Mientras me caía me di cuenta, no sé nada, pero cada vez le encuentro más sentido a cada golpe y cada risa y me caigo cada vez con más ganas de levantarme…
La vida es decidirse a intentarlo y asumir que no importa si no sale bien porque en el trance aprendes a amarte tal y como eres…

Esta soy yo. Como tú, como todos… No sabemos nada… Vamos a tientas e intentamos descubrir con qué tropezamos. Cuando creemos encontrar el final, es el principio. Cuando adivinamos la respuesta, nos cambian la pregunta… Cuando nos sentimos satisfechos y nos creemos por encima, un  golpe de humildad nos pone en nuestro sitio… El lado, siempre… Esta soy yo… Maestra en golpearse contra el muro y ser incapaz de ver y ceder, en perder la razón aferrándose a la razón… Maestra en caer y levantarse, en andar en círculo y tropezar, en creerse que ya he llegado al final y darse cuenta de que estoy al principio… Maestra en bucear en mí y casi ahogarme… Maestra en equivocarse y no ver cómo ni por qué… Maestra en este juego absurdo de negarse a uno mismo por cumplir unas normas que nadie recuerda quién inventó. Esta soy yo. Maestra en nada… Aprendiz de todo… Aquí me tienes, aprendiendo a vivir siempre.

A Louise L. Hay un ser humano enorme, una verdadera maestra que se marchó ayer después de aportar luz a millones de personas durante años. Por su capacidad de explicar y transmitir lo que es el amor de verdad, el amor por uno mismo sin el que nada crece ni sobrevive… Porque leyendo sus palabras descubrí que me tenía a mí misma y que mi vida era mía y yo era responsable de cómo la afrontaba… Porque me mostró un camino que yo no sabía ver. Su legado maravilloso es eterno, como ella… Mil gracias por tanto… Hasta siempre.