Como si ya fuera realidad

Como si ya fuera realidad

woman-3303696_640 (1)

Vamos a ser de verdad y dejarnos de «vender» lo que no somos. Y con esto no me refiero a no confiar en nosotros ni en nuestras posibilidades, ni en dejar de visualizarnos siendo lo que soñamos, ni dejar de sentirnos capaces… Soñemos, por favor, al máximo, pero no perdamos el norte ni la substancia que nos hace humanos.

Nuestra grandeza no está en parecer sino en lo que ya somos, en ser capaces de vivir a través de lo que nos rodea sin necesitar que sea de otro modo... En ser capaces de bailar con la vida cuando nos toca la canción más triste. Sin queja contínua pero sin tener que ir demostrando todo el rato que somos algo que no somos, sin construir una realidad paralela para que otros hurguen en ella…

El otro día una mujer sabia que me da grandes consejos siempre sin pedir nada a cambio,  María A. Sánchez, me recordó que la única forma es llegar es ser ya desde este momento esa persona que sueñas. Me dijo que actuara y sintiera «como si»«como si ya fuera realidad» (As if) para integrar en mi vida lo que tanto busco… Eso es tanto como decirme que deje ya de buscar porque lo que busco está en mí… Llevo unos días dándole vueltas a la idea (yo siempre doy tantas vueltas a todo que al final se me desdibuja en la mente y se vuelve tosco, triste)… Podría llegar a convertir «Sonrisas y lágrimas» en «El resplandor» si me das una tarde en casa y un pensamiento ofuscado.

Imaginad cuánto poder tenemos para convertir en porquería nuestra vida a partir de un solo pensamiento… Y no es que todo dependa de eso, claro, pero vemos lo que decidimos ver a partir de nuestras creencias. Eso hace que tengas delante una oportunidad y solo percibas un obstáculo…

Lo de vivir tu sueño y actuar «como si ya fuera realidad» es una herramienta muy poderosa que me ha costado mucho comprender. Yo que siempre soy tan transparente sufro como una hoja en plena tormenta al mostrarme fingiendo que todo va bien cuando por dentro pienso que estoy al borde de la debacle, no me va eso de hacerme fotos con el traje de noche mientras todavía llevo las zapatillas porque en realidad me quedo en casa… Pero es que eso de actuar «como si» no consiste en hacer postureo en las redes y fotografiarse sonriendo mientras por dentro te mueres de pena o acondicionar una parte de tu casa para que parezca un lujo asiático mientras hacinas en el otro lado todos tus trastos… Actuar «como si» es sentir que puedes, que mereces, que ya está en ti toda la fuerza y poder que necesitas para actuar y conseguir, tal vez no lo que quieres porque no sabemos casi nada de lo que realmente necesitamos, pero sí lo que te llevará a desplegar tu potencial y estar en paz.

Actuar «como si» es reconocer en ti la persona que ante el muro trepa el muro, lo salta, lo rodea o lo convierte en un lugar de referencia para crear algo hermoso… No hace falta a veces derribar nuestros obstáculos, a menudo podemos usarlos para decorar nuestros sueños y convertirlos en catapultas para lanzarnos más allá, en el mobiliario de nuestra nueva oficina, en el lugar donde edificamos nuestra nueva vida.

Actuar «como si» es saberse ganador sin tener que competir, saber que estás de tu parte siempre, incluso cuando fallas porque sabes que tus errores son necesarios… Porque tus errores son un peldaño más en esta escalera que subimos todos para descubrir que en el fondo, antes de empezar a subirla, ya lo teníamos todo pero éramos incapaces de verlo porque cargábamos un lastre enorme de culpas inventadas, miedos atroces, emociones por sentir y comprender, creencias rígidas y dogmas absurdos.

Actuar «como si» no es nada que se vea o se huela o se toque, aunque irremediablemente acaba tocándose y percibiéndose con los sentidos porque todo lo que te transforma por dentro más tarde o más temprano se ve ahí afuera… Donde no hay nada, en realidad, más que el espejo de lo que hay en ti y los espejos de todos los que nos rodean.

Actuar «como si» es mirar dentro y dejar de buscar respuestas fuera, dejar de esperar que llegue un salvador que te arregle la vida (no significa no buscar ayuda, soy la primera que recomiendo al menos una vez cada día a alguien ir al psicólogo). Significa saber que el gran hacedor de cambios en tu vida eres tú y dejar de llamar a puertas esperando una limosna esperando piedad para empezar a decir en voz alta «estoy aquí y puedo aportar» y ver como esas mismas puertas se abren.

Hay que ser de verdad para conseguirlo. Y eso implica conocerse y encontrarse en dolor acumulado y decir basta y saber que no eres tu dolor, ni tu miedo, ni tu rabia, ni tu asco, ni esa culpa enorme que se pone cada día más gorda y oronda porque la alimentas a base de creer que mereces la porquería que encuentras.

Seamos de verdad, pero no quejándonos de lo que todavía no somos (yo lo hago, no te preocupes) ni falseando lo que vivimos.. Seamos de verdad por dentro, admitamos lo que nos perturba, lo que nos conmueve, lo que nos paraliza y limita, lo que nos asusta, lo que nos hace sentir una envida inmensa, lo que estamos evitando y lo que cada día nos hace tropezar. Seamos de verdad, observemos lo que pensamos y decidamos que no somos esos pensamientos ni esa punzada en el pecho inmediata, ni esa sensación de revolcarnos cada noche en la misma porquería cuando parece que todo falla y a pesar de los esfuerzos no cambia nada…

Quiero ser de verdad… Ayer me hundí y durante tres horas no vi nada más que esa porquería, ese dolor, ese miedo, esa necesidad de salir a flote. Durante algunos de esos minutos de las tres horas o más (el tiempo es relativo y me pareció una eternidad) no fui más que mi sombra, mi asco, mi sufrimiento… No vi más que la película de mi vida distorsionada y manipulada por la más grande de las manipuladoras que he conocido… Mi mente, mi ego, yo misma… Mi gran enemiga, mi gran aliada… Un dolor de cabeza atroz me golpeaba las sienes mientras unos tambores de guerra que sonaban a difuntos cantaban un himno terrible que me decía «nunca consigues nada».

Aunque no es cierto… Esta mañana, al notar mi dolor macroimpulsado, mi cabeza golpeada por mis pensamientos lúgubres y mis articulaciones inflamadas me he dado cuenta del gran poder que tengo… Si puedo convertir mi futuro en una tragedia en el presente, si puedo crear toda esa basura gracias a mis pensamientos, si puedo generar un dolor de cabeza inmenso, es que puedo crear a pesar de todo…

Sólo tengo que aprender todavía más a gestionar mis pensamientos y emociones. Sólo tengo que aprender a usar a esa magia a mi favor y no en mi contra… Sólo tengo que poner a la gran manipuladora de mi parte y abrazar a la enemiga para que sea mi gran aliada… Y dejar de alimentar a mi ego con esa carnaza inmunda para que deje de contarme historias de terror y de pedirme explicaciones porque todavía no soy lo que sueño… Para que deje de culparme por todo y de subirme tanto el listón.

Sólo tengo que hacer lo que he hecho siempre… Coger ese dolor y transformarlo en algo hermoso, en algo mágico, en la puerta de entrada a ese yo que llevo dentro y clama por salir, que grita mientras los tambores suenan y me dice «no te preocupes más Mercè, ya lo tenemos todo, vamos a vivir».

Este camino no está siendo fácil. Seguramente porque hace siglos que el ego gordo e inflado así me lo dice y yo me lo he creído y cumplo, puesto que soy una cumplidora nata que busca aceptación por los rincones, para tapar en enorme vacío en su interior de aceptación propia. No ha sido fácil,  pero todo puede cambiar ahora y decidir que el camino se allana… Tenemos tanto poder, en realidad, y lo usamos para ponernos la zancadilla, para limitarnos a vivir en una burbuja.

Esta es mi verdad… He aprendido mucho pero no todo está integrado en mí y a menudo el miedo me vence y me acorrala y no temo decirlo porque sé que eso no me hace mejor ni peor… Porque sé que reconocerse vulnerable no te hace débil sino fuerte, porque decir alto y claro que no puedes con todo no te convierte en inútil sino en alguien sincero, de carne y hueso, con matices, con ganas de aprender y crecer… Ya lo ves… A veces lo hago bien y otras me equivoco. A veces (cada vez más) estoy de mi parte y otras manipulo la vida para fastidiarme. Esta es mi verdad, esta soy yo y lo digo en voz alta. Y decido actuar «como si» desde dentro hacia fuera.

Tú también eres de verdad y en esa verdad están tu poder y tu fuerza.

Basta de «postureo emocional» y de fingir lo que no somos… Nuestra verdad va a salvarnos de nosotros mismos. Las evidencias de ello están en todas partes. El amor está en todas partes y el dolor también. Hay que aprender a usar a ambos para cambiar tu vida…

A pesar de mis dudas, he aprendido mucho… Te invito a leer un poco de mi último libro, va de amarse y conseguir que ese amor cambie tu vida… Haz click aquí 

Un solo corazón

Un solo corazón

heart-2041866_1280

«No se puede tener un corazón para el amor y otro para el odio» eso leía en voz alta Luís Castellanos dando voz a Svetlana Alexievich el pasado jueves hasta que me saltaron las lágrimas… Nada tan cierto, la vida es tomar decisiones. Decidir si estás aquí para construir o para destruir, si te apuntas a perdonar o a mantener viva esa llama que todo lo devora cuando el rencor te llena… Si quieres ceder o tener la razón en la soledad más absoluta, si te resistes a lo que es o te dejas llevar a ver qué pasa… Me dijo Luís el otro día (tuve la suerte inmensa de comer con él y con otras personas maravillosas) que todo está en la mente. Si tengo que decir la verdad, a pesar de estar muy de acuerdo, yo siempre he creído que hay algo más (tal vez la forma más apropiada de expresarme sería decir que he sentido, porque lo que creo quizás forma parte de esa gran inventora que hay en mi cabeza y que a veces por la noche me cuenta historias para no dormir y me las creo). Y quería hablar de ese algo, de lo que siento, aunque tengo que decir que eso tal vez sea una invención más de mi mente imparable que siempre maquina.

Todo es mente. Si creo que es posible, lo es… Aunque eso no haga que pase, no todo pasa, ya lo dije y ya me da igual que algunas personas se enfaden, les deseo lo mejor incluso si  todavía no lo han pensado o imaginado, igualmente no depende de mí, mis palabras no pueden abrirles o cerrarles puertas, tan sólo lo que ellos hagan con mis palabras lo hará… Aunque para que exista primero hay que imaginarlo, cierto. Hay que hacer los planos y comprar la idea ahí en tu cabeza, hay que creer que somos capaces e ir a por ello. La primera parte de esto es la más importante, la otra, una vez crees, llega casi sola…

Lo que sucede es que todo lo imaginamos desde una mente dormida, una mente que mira y no es capaz de inventar porque se niega a sí misma lo que es, su capacidad para crear, para ver, para imaginar algo más de lo que se sale de la rutina… Dibujamos con el mismo lápiz en nuestra cabeza a pesar de tener todo el estuche de colores… Creas lo que crees, dicen, pero es que crees que hay poco, que está sucio, que no sirve, que es feo, que jamás llegarás… Creas lo que crees a partir de como te ves a ti mismo… Y el mundo que nos rodea se convierte en una imagen fiel de lo que no nos damos ni permitimos. El más cruel y necesario de los espejos…  Uno vive a través de lo que se imagina que es, lo que ve, lo que percibe. Hace un rato decía María Jesús Giménez Caimari en Facebook, de forma acertada, desde mi perspectiva mental y parcial seguramente,«escribes «me gusta la lluvia» y hay gente que piensa que escribes eso porque a ella no le gusta la lluvia. Porque estás ofendida, porque le envidias, porque yo que sé. Hay gente que ve daño en un «no me gusta el café». Y es verdad, mi verdad, vemos la vida a través del embudo de nuestras creencias y lo que pensamos que es acaba siendo para nosotros… No es que sea, es que así lo percibimos. Cuando sales a la calle ofendido con la vida todas las personas con las que te cruzas te ofenden, aunque te sonrían y atraes toda ofensa posible… Y esto se puede explicar desde la psicología, desde la antropología, desde la física cuántica, desde la espiritualidad y desde las recetas de mi abuela que decía eso de «tú tómatelo todo con buena cara, niña».

Vamos por la vida sin sentir lo que somos y lo que llevamos almacenado dentro y necesitamos sacar toda esa basura que llevamos agolpada, esperando turno para ser vomitada, quemándonos las garganta, el pecho, el estómago, retorciéndonos los dedos de las manos… Y si no sale, pudre, quema, araña, explota, supura… Y vemos a alguien que sonríe y nos duele su sonrisa porque no es la nuestra… Y vemos a alguien que llora y nos llora porque nos recuerda que tenemos tanto llanto acumulado que ya es insoportable…

¿Sabéis una cosa? A veces, cuando me dicen que estoy guapa me rompo por dentro porque me ofende, me golpea, me aturde… Porque no me siento guapa y creo que no puede ser verdad, que se ríen de mí, que esperan que lo sea y les decepciono … Aunque cuando lo dice un buen amigo, te das cuenta de que eso no puede ser y entonces una marea de lágrimas me sacude por dentro y me siento en una tierra de nadie en la que noto que el mundo ve algo en mí que yo soy por ahora incapaz de percibir… Comos si estuviera desnuda por más que me cubriera, como si nunca hubiera llevado la máscara que hace tiempo me puse para poder sobrellevar mi absoluta imperfección. Como si no tuviera más remedio que enfrentarme ya con la insufrible verdad de que me queda mucho recorrido por hacer en mi interior hasta llegar a mi esencia.

Vemos el mundo tal y como nos han dicho que era, como lo construimos a partir del dolor que almacenamos, a través de las rendijas que nos deja libre nuestra mente asustada y atada a las creencias. Es ella la que hacen que nuestras pupilas se posen en el dolor y no en la belleza y vean la ofensa y no la sonrisa… La que hace que vean mis lágrimas en lugar de las lágrimas de los demás.

Si ignoras tu dolor te conviertes en una ser incapaz de comprender el dolor de los demás. Si no te escuchas, te conviertes en un ser incapaz de escuchar… Si no hurgas en tu basura, cada persona a la que mires te recordará ese trabajo pendiente… Vemos lo que creemos ser y lo que llevamos tiempo escondiéndonos esperando a que no sea, a que desaparezca…

No va a desaparecer. Se hará más grande, más intenso, más omnipresente. Lo invadirá todo hasta que no te quede más remedio que aceptarlo y acurrucarte a su lado y descubrir que no eres eso… Que no hay ofensa sino en tu necesidad de sentirte ofendido porque te crees digno de serlo… Porque no te amas suficiente. Porque llevas demasiado tiempo esperando el momento oportuno para hacer los deberes.

Yo también lo hago. Me aparto para más tarde. Me olvido de mí. Me invado la vida con esa sombra, con esa basura pendiente porque no me siento con fuerzas para enfocarla, para poner luz en esa oscuridad, para abrir la puerta de mi habitación de los recuerdos que arañan y salpican… Y mientras, me arrastro malviviendo sin ser, sin notar, sin ver el amor porque el rencor se me come las buenas ideas… Porque mi basura por revisar y tirar pesa demasiado ya y huele cada vez peor.

Si no sientes lo que tienes pendiente no piensas con claridad.

Si no piensas con claridad no creas nada hermoso.

Piensa sin culpa porque te has liberado de esa culpa. Piensa sin ataduras porque has descubierto que no te las mereces.

Siente lo que tienes pendiente y revisa tus creencias porque necesitas darte la oportunidad de mirar a la vida como lo que es, no como lo que esperas, no como te ves a ti.

Vemos a los demás como nos vemos a nosotros y una vez definimos esa versión de lo que somos, nos limitamos a esperar que no vida nos la ratifique y siempre lo hace, claro, porque el parámetro que usamos para medir su respuesta es el mismo embudo con el que miramos la primera vez…

Y toca decidir. Si somos lo que creemos que vemos o nos permitimos mirar más allá, si nos concedemos el honor de abrir la mente que todo lo crea y nos creamos una puerta grande por la que salir de nuestra oscuridad.

Y creer que cuando te dicen que estás guapa, en algún universo posible, esa persona te ve así y quiere que lo sepas y lo sientas… Y que en algún momento, cuando seas capaz de abrirte a ese universo que no es el que habitas sino el que otro ha imaginado podrás entrar en él y quedarte si quieres.

Y no hará falta que la sonrisa que ves sea para ti, ni ofensa ni reconocimiento, tal vez no sea nada, pero podrás escoger. Y cuando veas a alguien llorar, puesto que habrás encontrado el dolor que llevan impregnado tus propias lágrimas, podrás ver al que llora con la compasión que merece sin que su llanto seas tú… Y podrás elegir si va contigo o no…

Nuestra mente está ahí para que sobrevivamos pero nos juega malas pasadas como una madre superprotectora que no nos deja salir a jugar con el patinete porque el suelo está mojado o la madrastra que no nos permite ir al baile… Pero nosotros no somos nuestra mente y podemos decidir si nos quedamos con esa versión de la historia o nos abrimos a vivir otras versiones… Y eso no se consigue, creo yo desde mi mente que sueña con abrirse, sin sentir lo acumulado y remover lo que tanto nos asusta. La consciencia necesita de todo lo inconsciente para liberarse y permitirse vivir sin ataduras.

Para pensar hay que sentir.

Y una vez pensamos libremente, podemos decidir con qué corazón vivimos… Porque «no se puede tener un corazón para el amor y otro para el odio», sólo tenemos un corazón… Tú decides para qué lo usas.

 
¿Estás harta ya de pelearte con la vida? Echa un vistazo a mi libro «Manual de #autoestima para #mujeres guerreras» aquí.

Hola mundo

Hola mundo

nature-3189875_640

Hola mundo,

te escribo porque finalmente he comprendido que no puedo hacer nada para salvarte y voy a dedicarme a salvarme a mí. Me ha costado mucho darme cuenta, lo sé, pero ahora lo tengo claro… No puedo seguir desgastándome más mirando fuera porque lo que realmente tiene que cambiar está dentro. He consumido tanta energía buscando fantasmas y culpables que no me quedaban fuerzas para tomar las riendas y vivir. Voy a serte más útil si me centro en mí y cambio dándome de golpes contra el muro y queriendo que cambies tú… Porque eso no va a pasar. Mi única oportunidad de que  cambies es cambiar mis ojos sobre ti, mirarte con amor, comprenderte y abrazarte en toda tu inmensidad… Lo lo más dulce y lo más amargo que hay en ti, en lo más duro y lo más maravilloso…

No voy a batallar más ni a reprocharte nada, porque lo único que consigo es hacerme cada vez heridas más profundas. Me pierdo intentando que no te pierdas y me hundo intentando sacarte del agujero profundo en el que estás… De hecho, yo estoy en ese mismo agujero y te miro a ti y te culpo por no salir a flote cuando ni yo misma soy capaz… Y es porque miro a mi alrededor buscando respuestas cuando en realidad están todas en mí.

He mirado dentro de mí al fin y he visto que la solución a todos tus problemas es que te deje en paz… Que me solucione yo, que me dedique a mí , sin intentarlo, sea un ejemplo de lo que quiero ver en ti, de lo que espero encontrar… 

Por favor, comprende, no me refiero a pasar de ti ni vender mi conciencia, hablo de dejar de necesitar que todo en ti cambie y empezar a cambiar yo, que falta me hace.

Me he dado cuenta de que la única forma que tengo de ver en ti la belleza que a veces no encuentro es amarte. Que la única manera de encontrar lo que deseo en ti es convertirme yo en ello, ser lo que necesito encontrar.  Me he pasado la vida pidiéndote que no seas como eres, que las personas que hay en ti dejen de hacer cosas que yo mismo he hecho y que un día creí que nunca me podría perdonar, aunque no es cierto…

Ahora, sin embargo, voy a dejarte en paz y no esperar nada de ti ni de nadie. Voy a mirarte con ojos llenos de paz para ver tu paz… Voy a mirarte con ganas de encontrar luz, para ver tu luz… Y cuando no encuentre paz ni luz lo seré yo hasta donde sepa.

He sido muy testaruda al pensar que podía darte lecciones de lo que está bien o está mal. Te he juzgado tanto que me he salpicado con mis críticas, he sido incapaz de ver lo bueno que hay en ti porque estaba amargada sin ser capaz de ver en mí lo que en ti busco… He querido que las personas cambiaran, menuda osadía, como si mi visión de la vida fuera la correcta, la única posible, la que todos debían seguir… Y ahora me doy cuenta de que incluso lo que me parece más terrible puede que en otro de los mundos que conviven con el mío tenga algún sentido…

No voy a mentir. Hay muchas cosas en ti que no me gustan, que me duelen, que me arañan. Cosas que no comprendo y que afectan a seres humanos que sufren por ello y a mí su dolor me causa dolor… No soporto a veces las sacudidas que la vida nos trae y me cuesta aceptar que mucho de lo hermoso perezca a favor de algunas barbaries a las que no encuentro sentido… Me corroe que la vileza llegue a menudo a la cima y la bondad se quede por el camino. A veces lo bárbaro suplanta lo inocente y lo oscuro se traga lo puro y sincero, pero ¿quién soy yo para decir qué está bien o está mal? ¿Con qué derecho permitirme poner etiquetas a todo y levantar o el pulgar ante lo que según mis ojos merece la pena? Cuando te etiqueto, me etiqueto… Cuando te odio, me odio porque parte de lo que eres es lo que soy y consiento, permito, dejo que pase, asiento cuando se muestra ante mí. Lo injusto a veces pasa no sólo porque los injustos lo hacen, sino porque los justos lo toleran y permiten. Cuando señalamos con el dedo, nos quedamos prendidos en el juicio y nos convertimos en parte de él. ¿Qué es injusto, en realidad? hay tanto dolor que no conocemos y tanta dicha por surcar… Hace mil años que ya no odio nada ni a nadie porque nada destroza tanto por dentro como odiar…

Perdona mundo… Perdona vida… He sido arisca y osada. He sido poco generosa… Tenía tanto dolor acumulado en las entrañas que necesitaba decirte que eres horrible porque yo me sentía así… Veía en ti necedad porque yo era necia… Encontraba en ti injusticia porque yo no podía soltar mi rabia y eso me hizo injusta a veces, sobre todo conmigo misma. Y sigo viéndolo, pero ahora comprendo que no sé nada y que por más que batalle con algunos monstruos esos monstruos siempre van a devorarme… Porque me los he inventado yo… Porque sin darme cuenta y saber cómo a veces el monstruo soy yo y hay alguien luchando siempre contra mí y no soy capaz de darle la vuelta a la historia…

A veces no me gustas mundo, no me gusta nada, pero ya no voy a pelearme contigo ni con tu gente, porque por más que tape un agujero, saldrá otro y otro… Voy a hacer cuanto esté en mi mano para no acrecentar tu dolor ni añadir una nueva injusticia a tu larga lista de momentos terribles, pero no voy a juzgarte más… O al menos voy a intentarlo… Quiero centrarme ahora en mí, en ser mi versión más libre y pura, la más inocente y amable, mi yo más desnudo y auténtico, mi ser más sublime… Voy a amarme porque así podré amarte como eres, sin peros ni comas, y sólo así al verte podré encontrar el amor y dejar de lado el odio…

Porque cuando yo sea amor, tú serás amor. Porque si me amo como merezco podré amarte como mereces y tal y como eres. Porque si me acepto, aceptaré tus horrores más ocultos y podrá abrazarte cuando estés a punto de reventar y colapses de tanto asco y llanto almacenados… Porque si me comprendo y estoy de mi parte, cuando las personas que te habitan vengan a mí muertas de miedo y rotas, podré besar su dolor y aceptar tus heridas sin reproche, sin mirar con miedo y con lupa, sin pedirles explicaciones… Porque si me perdono a mí por no haber sido como creí que debía, es inevitable que te perdone por  no haber sido como creía que debías…

Voy a amarte mundo, sin condiciones, a ti y a tus criaturas más salvajes. Y lo haré a través de mí, siendo mi yo más honesto y amándome mucho…

Voy a amarte tanto como el amor que merezco…

Voy a amarte con todo el amor que soy.

Y cuando te mire, veré el amor que eres y a partir de ahí vamos a construir algo nuevo y definitivamente hermoso.

Gracias mundo.
 
¿Conoces mi último libro «Manual de autoestima para mujeres guerreras? echa un vistazo aquí.

¿Te atreves a sentir tus miedos?

¿Te atreves a sentir tus miedos?

compass-2946958_640

Alguien me dijo el otro día que cuando me lee se queda a medias siempre porque no le planteo soluciones y agito por dentro sus problemas, sus pensamientos, sus emociones más contenidas… Es verdad, supongo que a menudo cuando escribo no aporto respuestas ni nada a lo que agarrarse para encontrar el camino.

Llevo unos días pensando por qué. Lo que más me viene ahora a la cabeza son mis dudas, porque realmente, escribo sobre ellas… Porque no sé nada y lo que hago en realidad es poner negro sobre blanco lo que a mí también me agita por dentro. Lo que me zarandea y me ha zarandeado siempre, lo que me araña desde aquel día hace cien años cuando era niña e iba en tren y miré el paisaje que dejaba atrás con la mirada y me pregunté qué sentido tenía todo. Lo veo como si hubiese pasado durante el café de esta mañana. Creo que tenía cuatro años y vi la línea verde que se dibujaba al paso de mis ojos por el cristal y topé la mirada de una mujer joven que me sonreía y en aquel momento me sentí como una figura de una maqueta inmensa. Como una de las piezas minúsculas de un mundo en miniatura en el que yo no sabía cuál era mi destino ni mi función. Como si mi identidad dependiera de la identidad de otros, como si mi lugar en este mundo inventado e imaginario dependiera del lugar que ocuparan los demás o del que me dejaran libre. En ese momento, sentí un miedo terrible a no encontrar ese lugar o a tenerme que conformar con el lugar que dejaban los demás para ocupar… Como sucedía en el cole cuando había que hacer algo por parejas y yo siempre era la que me quedaba sola porque nunca me atrevía pedirle a nadie que se quedara conmigo… Porque no me sentía suficiente o no pensaba que tuviera nada por ofrecer.

Yo también dudo y mucho de cuál es mi camino. O a veces no dudo del camino sino de mí y de mi capacidad para transitar en él. Y lo admito, muchas, muchas veces tengo claro el camino y la solución (va con mi personalidad) pero lo que pasa es que me resisto locamente a aplicarla. Mis vísceras asustadas dicen que no y en mi casa mandan mucho las vísceras. Me resisto yo y se resiste todo mi mundo a soltar ese control imaginario que me hace sentir que manejo los hilos. Hay una parte de mí que tiene tanto miedo a descubrir que no es tan fuerte como se imagina, que es vulnerable y no llegará por más que intente mil cosas y haga mil barbaridades… Hay otra parte de mí que tiene tanto miedo a solucionar sus problemas y descubrir que realmente esos problemas no existían y que el verdadero problema era mi actitud e incapacidad hasta el momento presente de querer ver las cosas de otro modo… De descubrir que todo eran excusas y coartadas inventadas para seguir sufriendo porque es más cómodo que tomar las riendas… Miedo de tener la certeza absoluta de que llevaba años haciéndome trampas y fingiendo querer ser feliz cuando en el fondo me seducía más una sensación mediocre de efervescencia  para no tener que lidiar con la culpa… Esa especie de sombra pegajosa y maloliente que todo lo impregna y te deja seco y lívido.

La verdad es que estamos enganchados a nuestro dolor, somos yonkis de nuestro sufrimiento y de todo lo que nos asusta. Nuestros pensamientos y emociones más recurrentes nos invaden en cuerpo de hormonas y nos acostumbramos a ellas, nos sentimos cómodos con esas sensaciones y huimos de la novedad aunque sea deliciosa, maravillosa, extraordinaria…

Intentamos evitar a toda costa sentir aquello que nos asusta y nos quedamos presos de ello en esa sala de espera en la que estamos pendientes de decidirnos. Y eso de lo que huimos tiene y ha tenido mil caras.  Ha tenido cara de novio que te abandona, de trabajo en el que no te consideran, de sueño que se te resiste, de recuerdo que te asalta cada domingo por la tarde… En el fondo, todo eso es lo mismo. Es el mismo conflicto que encuentra otra rama del árbol con la que taparte el sol para que tengas que trepar hacia tu interior. Todo lo mismo. Todos los conflictos que se presentan ante ti tiene que ver con el hecho de no estar tratándote bien, no estar de tu parte y reconocer tu valor. La vida te pone a prueba una y otra vez y siempre está pidiéndote que te abras y te desatasques por el mismo lado… Que desenquistes lo que ya sabes desde siempre que tienes enquistado en ti y que no sueltas.  Tal vez te pida que dejes algo a lo que te aferras, que saltes al vacío sin red para que aprendas a confiar, que vayas hacia algo o que des un puñetazo en la mesa y digas basta… Puede ser que te pida que hagas mil cosas que nunca te has atrevido a hacer o que dejes de hacer esas cosas que haces de forma desesperada para que encuentres tu silencio. No importa lo que sea, es ese miedo de siempre, ya sabes cuál, no te das cuenta pero todo lo que te rodea te habla de él y te invita a sentirlo y aceptarlo.

Hasta que no aceptamos lo que nos asusta, cada persona con la que nos cruzamos lleva escrito un reproche en la mirada… Todo nos recuerda lo que tenemos pendiente para que decidamos acercarnos a ello y descubramos que no pasa nada, que no hay culpas sino temor a descubrir que no somos perfectos… Y que una vez te acercas a eso, todo se diluye. Hasta entonces la culpa sobrevolará tu vida y te sentirás provisional porque sabrás que tienes a medias eso de reconocerte y amarte. Al final todo lleva a que llegue un día en el que tengas que afrontar y caer a ese vacío en el que no hay nada a lo que agarrarse, para que descubras que vuelas, que te sujetas a ti y que de repente aparece algo que te da aliento… Algo que no parecía existir o que estaba ahí y no podías ver porque eras yonki de tu necesidad de sentirte incapaz y desgraciado.

No importa si te muestras al mundo o te quedas en un rincón, no importa si lo haces desde la calma interior de ser tú y no desde la necesidad de ocultarte o de ser aprobado y aceptado… Todo es lo mismo… Ese desamor que todo lo impregna mientras dudas si mirarte a los ojos.

Es verdad, me quedo a medias, pero creo que es porque esto de vivir en realidad no va de respuestas sino de preguntas… No se trata de resolver sino de disolver ese dolor y dejar espacio para lo nuevo, sea lo que sea. Desde hace un tiempo me he dado cuenta de que el noventa y nuevo por ciento de las veces, sólo es necesario presentarse al examen de la vida para pasarlo con nota… Es lo único que te pide y te pides, que comparezcas, que sientas el frío de creer que no eres para que descubras que ya lo eres todo… Que notes el miedo de imaginar que todo se esfuma para que te des cuenta de que ya lo tienes todo… Que admitas que no sabes para que eso deje de tener importancia… Que te mires y observes lo que piensas y sientes y notes que no hay para tanto… Que digas en voz alta que no te amas, para que inmediatamente te des cuenta de que eso no tiene sentido…

No tengo soluciones porque dar el paso para encontrarlas ya supone que muchos de nuestros miedos salgan por la venta… Porque sentir tu miedo es permitirte soltarlo y empezar a liderar tu vida. ¿Te atreves?

¿Quieres leer un poco de mi último libro? Manual de autoestima para mujeres guerreras… Haz click aquí.

La cruda realidad

La cruda realidad

model-2596054_640

Muchas personas creen que cuando escribo intento dar pautas para vivir al resto del mundo… En realidad, sobre todo, me estoy hablando a mí. Nada más lejos de mi intención que decirle a nadie lo que debe hacer cuando ni yo misma sé a veces a dónde voy… Cuando escribo me cuento la vida como creo que me hace bien comprenderla y sentirla, para que no se me olvide cuando esa vocecilla tremenda me asalta y sin piedad me dice que todo se está desmoronando. Cuando a media tarde, después de un día complicado (todavía no entiendo por qué) empiezo a cuestionarme otra vez (van cien mil, ya) todo lo que llevo años construyendo. Y es una construcción que va para largo, no tiene resultados de un día para otro, digan lo que digan y vendan lo que vendan. Conocerse y vivir desde «tu ser» e intentar fluir con la vida no es fácil, no lo es para mí, tal vez para otros lo sea (no querría que nadie se sienta limitado ahora por una de mis creencias).

Puesto que siempre he pensado que la vida era difícil, dura y llena de obstáculos, siempre la he vivido así. Con ello no quiero decir que si mi creencia hubiera sido que la vida es fácil, nunca hubiera encontrado muros por trepar ni resistencias, para nada, lo que pasa es que los hubiera percibido de otra forma… La vida no es como es, es como decides sentirla. Ya sé que hay momentos extraordinariamente duros, pero he visto a personas enfrentarse a la enfermedad con entereza y otras, a su lado, desmoronarse por haberse roto una uña…

Quiero llegar al hecho de que no sé nada y escribo muchas veces para mí. Para recordar qué hago aquí y cómo he llegado a la conclusión de que debo aceptar (sin resignación , que quede claro, sino con ganas de cambio) mi vida y dejarme llevar por ella, siendo yo. Escribo porque necesito ponerme en sintonía y equilibrio con mi yo que confía y en los momentos de desconcierto, cuando nada sale como sueño, me recuerda que todo es perfecto y que lo que anda mal son mis expectativas… Y me dice que de todas formas no pasa nada, que las mire de lejos y me dé las gracias y comprenda que no sé nada ni puedo mover los hilos de lo que pasa a mi antojo…

Escribo para conectar con esa parte de mí que ya ha comprendido que la realidad es y será como deba o como pueda independientemente de lo que yo desee. Y que realidad y deseo sólo se encontrarán cuando en mí haya coherencia y equilibrio… Escribo para comprender que tengo total libertad para hacer y deshacer desde la responsabilidad de mis pensamientos, mis emociones y mis actos y que eso me deja mucho margen para saber cómo tomarme esa realidad. Escribo para recordar que el mundo no va a cambiar, pero que sí que puedo darle la vuelta a mi mundo cada día, desde dentro, si soy capaz de comprender desde mi paz interior y desde el amor que necesito manifestarme.

¿Manifestar? nos pasamos la vida leyendo u oyendo esa palabra… Manifiesta lo que quieres, lo que deseas… Nos pasamos la vida soñando con materializar lo que necesitamos (o creemos necesitar, después a veces hay sorpresas) y nos manifestamos poco a nosotros mismos… Nos damos poca cancha para equivocarnos, nos culpamos, nos medimos, nos reprochamos, nos dedicamos poco tiempo, nos reprendemos, nos prohibimos, nos vetamos cosas hermosas y situaciones que nos apetecen… Nos hinchamos a café para rendir, nos atiborramos a pastillas para apaciguar los efectos del café que creemos necesitar para estar en forma y dar el máximo… Dar el máximo ante el mundo ¿Y ante nosotros mismos? Nos llenamos la cabeza de mil ideas que salen en las redes y el armario de nuestra vida de mil cachivaches absurdos (yo también) para no tener que encontrarnos a solas con nuestra propia escasez… Y no hablo de la falta de dinero o recursos. Hablo de una gran escasez, la más importante, la de amor, la de paz interior, la escasez de no conectar con nosotros mismos y sentir lo que sentimos… Y llorar, enfadarnos, decirnos a la cara que sentimos envidia, celos, miedos, una culpa atroz que se nos clava en la espalda y nos dice cada día que todavía no hemos hecho suficiente para apaciguar al un mundo que busca señalarnos con el dedo y pasar revista cada cinco minutos a nuestros fallos… Y sentir ese dolor de estar solo, de estar triste, de estar en una vida que no deseas, de romperse y recomponerse, de recordar demasiado un momento antiguo que punza y rasga… Sentir que estamos dejando de sentir y bailar con eso, un rato, hasta que te das por aludido y puedes pasar página. Hasta que de tanto mirar al miedo lo conviertes en una aliado para seguir…

¿Manifestar? manifiesta de una vez por todas que te amas, desde ya, para poder ver como la vida te responde… Manifiesta que te respetas y respetas a las personas con las que te cruces y deja de juzgarte severamente.  Deja de buscarte las taras y las imperfecciones y empieza a vivir desde lo que realmente eres.

Escribo para recordar que tengo que sentir cuando estoy escabulléndome de mí misma y huyo de mirar a la cara a una de mis penas más antiguas. Escribo porque siento que todavía no he hecho mis deberes, pero quiero decírmelo con cariño, sin obsesión, sin mas pretensión que saber que estoy en el camino.

Me escribo para sacar el dolor que no saber a menudo si estoy en el camino… Porque yo tampoco materializo ni manifiesto como deseo y a veces eso me resulta insoportable. Cuando oscurece y repaso mi día, hago balance y saco las cuentas y no veo nada a mi favor (seguro que lo hay, pero no lo veo) y me vuelvo loca porque no paro de hacer e intentar y voy en saldo negativo… Y entonces, me doy cuenta, he subido mil montañas pero no he sido capaz de dedicarme una palabra hermosa o de comprender que tal vez hoy no hacía falta esforzarse tanto, no hacía falta romperse para llegar ni culparse por no ser… Entonces me doy cuenta de que la caja está vacía porque yo estoy vacía de amor por mí y que esa falta de amor y de ver mi valor me empuja a ser a ratos egoísta y no ver el valor en los demás…

El mundo es como decides verlo. El mundo es como te ves a ti. No hay nada en el mundo que vaya llenar ese vacío que tú no llenas en ti. La realidad es muy cruda, tan cruda como tú cuando eres incapaz de abrazarte y sentirte, tan cruda como tú cuando huyes de sentir y decirte la verdad a la cara y permitirte notar qué pasa, qué quieres y hacia dónde vas.

Escribo para recordar esto y ver que el camino es hacia dentro y no hacia fuera. Y que si hoy logramos amarnos, respetarnos y no exigirnos demasiado, al llegar la noche, tal vez la caja de logros estará vacía pero nosotros estaremos llenos… Y eso a la larga, nos llenará la vida. Porque nuestra realidad se construye a partir de la forma en que decidimos verla y percibirla… No podemos cambiar el mundo pero podemos mirarlo de otra forma, con compasión, con amor, con ganas de perdonar y seguir. Y el primer paso es mirarnos de esa misma forma a nosotros…

Me escribo por si esto se me olvida y caigo en la trampa de limitarme a mirar la caja y culparme por no tener, no llegar, no parecer… Y como no, lo comparto por si te hace falta, por si puede recordarte algo a ti y te es útil… Sin más pretensión que decirte que estoy aquí perdida como tú buscando una luz que me indique quién soy… Porque esto va de compartir y compartirse.

Me escribo para soltar esa necesidad de mirar la caja al final del día y ponerme nota y suspenderme si no encuentro nada que demuestre mi valor.

Te escribo para que sepas lo perdida que ando a veces y, si quieres, dejes de mirar la caja y puedas soltar.

El mundo hace contigo lo que tú haces contigo. 

La realidad es cruda porque tú también eres muy crudo contigo.

 
Si quieres leer un poco de mi nuevo libro «Manual de autoestima para mujeres guerreras» haz click  aquí.