Porque todo lo bueno y lo bello está ya en ti

Porque todo lo bueno y lo bello está ya en ti

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Cuando me ignoran, crezco. Y crezco también cuando me miran mal.  Cuando me lo ponen difícil, sea por amor o por desidia, doy un salto enorme y me convierto en gigante. Cuando me equivoco, salto al abismo y caigo de pie. No es que crezca, es que incluso me desplazo y subo un peldaño más en mi escalera particular hasta la luna.

Cuando me ponen una barrera, me obligan a saltar. Cuando me apremian, corro. Me convierto en pájaro y vuelo. Y cuando me atan, me convierto en camaleón a la espera que no me vean y suelto los nudos que me mantienen inmóvil. Sólo tengo que imaginar que sé cómo, que puedo. Sólo tengo que verme saltando el muro, surcando el cielo y burlando el fiero control de unos ojos resentidos y cargados de ira. Sólo tengo que creer que es una prueba, un reto, un paso más hacia el final de una etapa que abre otra puerta. Que hay puertas más complicadas de abrir que otras. Que cada vez soy más experta en cerraduras.

Cuando me agitan, me expando. Cuando me golpean, a veces, lo admito, devuelvo golpe torpemente y otras veces reboto en una pared imaginaria… Cuando me lanzan al vacío, en osiones me resisto, me agarro a lo que pillo para no caer. Me desespero… Otras, me suelto, me dejo caer como una lágrima, como una gota de lluvia, en una especie de ritual necesario para aprender a romperme y pegarme, para encontrar el pegamento que me permitirá seguir cien años más plantando cara. Para encontrar la manera de resistir.

A veces callo, a veces lo digo todo. Lo importante es saber cuando callar y cuando hablar. No tragarse nada que duela. No fingir que no escuece, que no rompe, que no atormenta. No dejar de ser uno mismo por más que esconderse sea más fácil y las críticas te pillen cuando aún no sabes cómo reaccionar… Cuando ya has dejado de ser el cobarde que se oculta pero aún no eres el valiente que muestra la yugular ante sus oponentes. No hay nada que les de más miedo a tus adversarios que la ausencia de miedo en tus ojos… Mejor mirar de frente y encauzar su mirada hasta que lean en ti que estás de vuelta y sus arañazos no te molestan, que vienes a por más.  

Cuando me arañan, sueño. Y sueño más… Demasiado, tal vez. Es mi vicio más sagrado y delicioso. Imagino que mis sueños sellan mis heridas y mi piel es más elástica. Que ocupo el espacio y adopto cualquier forma que me proponga. Imagino que he aprendido a esquivar pupilas inquietas con ganas de herir. Imagino que su ira no me encuentra y desiste. Imagino que puedo decirles una palabra que les cambia la vida y les hace sonreír.

Cuando me critican, maduro. Duele, duele mucho pero se aprende a pasar. No voy yo a cambiar de forma de vida por lo que dicten otros que no habitan mi cuerpo ni sienten mis penas. Es un proceso largo, a veces inquietante. Me hago más rotunda, más esponjosa. Peso menos, pero cundo más. Mi yo se concentra, mi esencia se acentúa. Con poco, llego más lejos. Con la intención, me sobra. Con las ganas, me basta. Aunque necesito también caricias, palabras dulces y miradas sin hiel. También se crece a base de mimo y abrazo, a base de estímulo y serenidad.También se crece a golpe de beso y mano tendida, cayendo de vez en cuando en mullido y salpicándose de cariño y risa fácil.

Cuando me quieren, crujo y me oxigeno. Me elevo, me transformo y soy capaz de abrir diez puertas sin pestañear. Cuando amo, vivo. Me encuentro el sentido, me parcelo en mil pedazos y abarco el mundo sin moverme del metro cuadrado que circunda mis días. Todos necesitamos nuestra porción de alegrías, nuestro momento de gloria, nuestro pedazo de amor incondicional.

No sólo se crece a golpes y fracasos. No sólo se vive de risas. No sólo se aumenta de tamaño cuando te inflaman y pisan. Se crece amando y también se crece echando de menos. No sólo se aprende del dolor…

No sólo se vive de sueños, hay que tocar realidades, entrar en ellas. No sólo se pierde, también se busca. No sólo se anhela y desea, también a ratos se posee, aunque sea a medias.

No todo lo bueno se toca. No todo lo que no se toca es bueno. Mejor mil besos que mil heridas, aunque mejor una herida auténtica que mil besos falsos… Mejor una verdad cruda que cien mentiras piadosas. Mejor un invierno frío que una primavera fingida. Lo que duele no siempre es malo, al final. Lo que parece ser bueno, no siempre te conduce a donde quieres llegar. Lo hermoso no siempre está hueco. Lo vacío y sin fondo no siempre es precioso por fuera. Porque no hay belleza si no hay fondo. Porque el fondo si es bueno también es bello.

No se puede vivir de pan sin ilusión y tampoco se puede vivir de ilusión sin pan…. No se puede ganar sin fracasar. No se puede decir no, sin a veces decir sí. No se existe si un día no se muere. Y si no se vive, no se puede morir. A veces siempre es nunca y nunca es quizás. Todo es un juego constante, una carrera desesperada buscando términos medios y manteniendo un equilibrio imposible.

Cuando lloro, crezco. Cuando río, crezco, a veces incluso más. Al final, tengo que aprender a crecer sin más. Sin que importe lo que me rodea y acecha porque sólo tengo esta oportunidad. Porque puedo escoger como lo vivo, lo siento, lo recuerdo, lo asimilo.

La belleza y la bondad de todo lo que te rodea están en ti… Han estado en ti siempre.

Por si el mundo no se acaba

Un día se nos va acabar el mundo y nos quedarán mil palabras por pronunciar y mil esquinas en las que esperar a que el amor nos encuentre. Se nos fundirán las retinas y aún estaremos en la cola para pedir caricias y no habremos asaltado al repartidor de alegrías. No habremos dicho suficientes veces ‘te quiero’ ni habremos saltado los obstáculos necesarios para saber que lo intentamos. Nos quedaremos a medio saludo de conocer a alguien que nos iba a cambiar la vida y a medio perdón de alguien que suplicaba una segunda oportunidad. Diremos adiós con la puerta sólo entreabierta y la copa de vino también a medias. Se nos llevará el viento fresco sin haber pisado la tierra más firme ni habernos equivocado lo suficiente como para saber que ya no nos quedan más errores que los necesarios. Se apagará la luz sin haber roto todos los platos rompibles, ni habernos arañado siquiera las rodillas para arrastrarnos hasta un tesoro imaginario y plantar cara a nuestros miedos más atroces…

Nos quedarán heridas por cerrar, sueños por cumplir y llanto acumulado en la garganta… Ese que duele cuando se hace de noche y que al final oprime el pecho como una losa enorme. Nos habremos dejado en el camino un montón de risas que jamás habrán surcado nuestras caras. Nuestras mandíbulas quedarán agotadas de apretar por soltar consignas estúpidas y aguantar ofensas imaginarias o tan absurdas que no valga la pena contestar… Nos faltará un cúmulo de besos que dar… Un puñado de reglas sin sentido por romper y centenares de mundos por cambiar. Alguna pasión loca por apurar, alguna locura apasionante por vivir.

Habremos perdido un valioso tiempo pensando en lo vivido y recordando lo nefasto sin tocar el presente y notar como cada uno de los poros de la piel nos pide vida y cada una de nuestras fibras nos pide olvidar. Sin haber dejado atrás el dolor y habernos quedado con la moraleja. Sin olvidar el frío y quedanos el abrigo y la buena compañía. Desdibujar a quien nos decepcionó y dar la mano al que supo estar a la altura… Y estar nosotros a su lado, ser merecedores de ese gesto, decirle lo mucho que le necesitamos y darle las gracias por estar. Nos quedarán pedazos de cielo por contemplar y aromas por retener en la memoria.

Nos faltará llamar a todas la puertas por si nos queda alguien por conocer… Derribar todos los muros que nos quedan por si al otro lado hay más de lo que nos cuentan y el horizonte nos sorprende.

Callar más, hablar más, escuchar más, bailar más… Buscar más belleza en lo cotidiano y hermosear lo más sórdido.

Parar un momento y darnos cuenta de lo inmenso que es cada pequeño detalle y lo diminuto que puede todo lo que a veces nos parece grande.

Y tú te quedarás con las ganas de … Ser grande. Ser tan grande y que no se vea, pero se note. Ser grande y que nadie lo sepa. Ser enorme. Ser feliz por casi nada,. Ser feliz por todo… Cuando duela, cuando cueste, cuando arda. Ser feliz a contracorriente y no callarlo, que se contagie, que se difunda… Que te llamen iluso o mil cosas más porque están desconcertados… Lo que importa es acabar el camino con la sonrisa puesta y satisfacción colmada. Con amor de sobra en la mochila y la conciencia quieta. Sin punzada en el pecho ni reticencia en el ánimo… Y no esperar para hacerlo, ponerse hoy mismo a ello, por si el camino es corto… Por si se acaba el mundo, pero sobre todo por si no se acaba y estamos a tiempo de vivir más y mejor.

Sé grande ahora…

Deja que caiga

 

Deja que sueñe. Que me sumerja en mis atolondrados pensamientos siempre predispuestos a lo imposible, a lo desbocado, a lo volátil. Que me estrelle contra los más altos muros de la incomprensión ajena, que reciba el zarpazo de mil envidias sin sentido que no se atreven a imaginar como yo lo hago, que me rompa y recomponga como tantas veces antes… Que acabe en un rincón, exhausta de lucha, cubierta de cieno, con los ojos encarnados y esa mirada de loba que ya inventa la manera de volverlo a intentar.

Deja que ame. Que desee con tanta fuerza que mis pies apenas toquen el suelo y mis manos no noten más tacto que el tacto que persiguen. Deja que vuele imaginando que pasa lo que busco, que busco lo que pasa… Que el tiempo se detiene y todos los relojes marcan la hora de mi desnudez más absoluta, mi más desesperado juego de miradas, mis riendas sueltas y perdidas a cambio de una risa loca, una caricia absurda, un quejido casi franco.

Deja que llore. Deja que ahogue mis facciones y libere las paredes de mi conciencia revuelta. Deja que tenga mi necesaria pataleta… Que acumulo tanto llanto que arrastraría mis recuerdos más alegres al vacío y me congelaría las ganas inmensas de vivir que albergo intactas a pensar de los golpes y los encuentros con realidades muy crudas. Deja que me queje medio minuto y luego vuelva a la carga. Más serena, más imperfecta si cabe, más feroz y extraña.

Deja que pase lo que pase me absuelva a mi misma y me perdone los descuidos. Que mi plegaria sea tibia y mi condena ligera… Deja que te diga que sí, cuando sabes que no tengo propósito de enmienda, que soy alma dulce pero desatada, que prefiero el frío asfalto al algodón mullido si es a cambio de vida… Que no perdono ocasión porque la carcajada es corta y no veo el momento de consumir las emociones que se me agolpan en la garganta. Que busco más verdades que cuentos hermosos. Que a veces prefiero caer por confiar que andar de puntillas por la vida con cara agria… Sabes que no me encojo ni me achico, que no me rindo, que no me asusta encontrarme con mi cara después de cada fracaso y paso en falso. Sabes que no peso ni mido las caricias, que no quemo más allá de mis barreras, que no pongo etiquetas ni busco insignias ni glorias falsas. Que no tengo más ídolos que mis amores ni más credo que mis palabras.

Deja que suelte mis pasiones y rompa mis redes imaginarias. Que falle, que tropiece con mi falda y me cieguen mis lágrimas… Deja que salga de mí y camine un rato. Que encuentre donde terminan las arenas movedizas y plante mi destino. Deja que brille, aunque sea de ganas, de oído, de insistencia… Aunque mi risa a veces sea un poco forzada por el propio deseo de que llegue, por la necesidad de encontrarla. Por no perder la costumbre ni la querencia a la fantasía.

Deja que mi torpeza me arrastre. Que mis brazos sean alas. Deja que me calme y saque la angustia, que me quede un rincón para perder la cabeza y equivocar el paso. Que no me quede un pedazo de suelo por zapatear ni un hermoso sueño al que darle bocado… Deja que reine en mi metro cuadrado de selva y abdique de mis miedos más enraizados.

Deja que llueva en mi cabeza y salga en sol en mi cara. Deja que persiga mis sombras y encuentre mis retos. Que me entusiasme tanto que tome inercia y le dé la vuelta a mi mundo. Deja que pierda. Deja que caiga. Deja que sea esto que soy, sin más tregua que el puro cansancio ni más rendención que mi dura conciencia.

Perdamos el tiempo un rato…

Se me acaban los sueños antes de saborearlos. Se termina el aroma antes de inspirar… Vamos tan rápido… Bombeamos sangre a toda prisa para vivir sin parar, para llegar a un lugar que aún no se ha construido, ni imaginado… Un lugar que no existe, donde esperamos descansar y detenernos a pensar. Darnos cuenta de que vivimos y sentirnos cada músculo de este cuerpo agotado de correr, de abalanzarse hacia un futuro que aún no está dibujado.

Pruebo bocado sin degustar. El agua cae sobre mí y siquiera puedo sentir si está caliente o tibia, no noto su deliciosa transparencia ni su efecto sobre mí. Porque mientras, pienso sin pensar. Ocupo mi mente. Tengo la cabeza ya en los diez minutos siguientes, en mañana, en pasado mañana. Ese informe. Ese encuentro pendiente que a veces no llega a celebrarse. Una reunión maratoniana. Una discusión pendiente. Tengo cada minuto de vida programado para no vivirla. Cada una de las facciones de mi rostro preparadas para la risa o la pena. Sé qué pensaré cuando pase. Sé cuánto dolerá o el gozo que provocará cada buena nueva en mis neuronas sobreocupadas por la estupidez y la falta de sueño. Mis pensamientos comprimidos sin margen para volar, mis ansias ajetreadas sin saber escoger de qué preocuparse. 

No queda espacio para el momento perdido. No hay un centímetro cuadrado en nosotros para la risa inesperada, el encuentro fortuito, la sorpresa que desencadena un cúmulo de acontecimientos que nos cambia la vida en dos minutos.

No queda margen para el cachondeo ni el verso. Para notarse las puntas de los dedos y darse cuenta de que te estalla la cabeza porque no para, no cesa su actividad esperando más actividad para conseguir llegar a un punto en el que poder descansar.

No hay momento para oír la música, sentir la marea, notar el sol en la cara y el efecto de la luna. No queda espacio para caer, para dar el mal paso que nos lleve a levantarnos con ganas. No queda ningún rincón para recapacitar como los niños y percatarnos de nuestras faltas y carencias. No hay roce intenso en las caricias. Los besos son apresurados, faltos de substancia. Besos sin beso. Caricias sin roce. Abrazos rápidos y sin alma. Despedidas sin conciencia. Saludos sin apenas gesto. No queda sitio para perderse. No queda lugar para propiciar casualidades mágicas, vacilarse a uno mismo y reírse de sus banalidades… Hacer el ridículo y superar la cuesta. No hay paciencia. No hay rebeldía ante ti ni ante nadie… No hay brizna de ilusión en esta fábrica de monotonía generada en nuestras cabezas.

Todo está determinado por la rutina. Por fronteras autoimpuestas y límites absurdos que nos coartan emociones nuevas, nos ocultan senderos interiores por los que llegar a conocernos… Motivos por los que amarnos y amar. No soñamos, almacenamos sueños. No deseamos, imaginamos que poseemos. Lo dejamos todo para más tarde, para un luego que no llega porque el tren pasa con retraso. Fingimos las alegrías como si fueran orgasmos. No llegamos al clímax de nada porque nada se retiene en nuestras pupilas suficiente tiempo como para notar que es casi nuestro. Pasamos de puntillas por la vida en lugar de bucearla.

No queda espacio para la poesía, vivimos sujetos a una permanente prosa… Con palabras repetidas, frases conocidas, comas incrustadas… Puntos y seguido eternos y demoledores.

Si pudiera parar. Existir solamente por existir… Respirar por notar que respiro… Recordar por qué estoy donde estoy y preguntarme si aún me importa o conmueve… Si aún me motiva.

Vivimos casi sin vivir esperando tomar ventaja conseguir llegar a la meta y vivir sin tener que apurar, sin lamentarnos. Esa meta no existe. La vida es hoy. Ahora. Es presente. Es el abrir y cerrar de ojos y la bocanada de aire que te entra en los pulmones en este instante… El sabor del café y el calor de este instante compartido… Esta frase corta. Este momento que se escapa por el desagüe de nuestra vida en el sentido de las agujas de reloj. La perplejidad al pensarlo… La punzada al asumirlo. Ya está perdido.

Y no nos damos cuenta… Nos precipitamos hacia nosotros mismos. No nos dejamos espacio para intentar y sucumbir. Para perder, para fracasar, para luchar. No hay margen para el asombro ni el desliz. No hay margen para la vida, ni el disparate… No hay espacio para la risa tonta y la mirada insinuante. No queda lugar para la utopía. Hay que alimentar al pensamiento flojo y silvestre… Hay que permitirse perder el tiempo un rato.

 

Antes de que la tierra tiemble

Si lo tocas un instante, agárralo. No te lo pienses mucho, ese momento de magia se agota. Lo bueno es altamente combustible y se consume rápido. Lo breve hay que apurarlo, lograr que se meta en tu piel y puedas retenerlo. No te pierdas un segundo de su rostro mirando tus zapatos y pensando si das el paso, si te atreves a cruzar la calle, si doblas la esquina. Surca sus facciones y bucea en sus venas. Degústalo con avidez. Salta sin mirar al suelo porque sólo te interesa lo que hay al otro lado. Que no se escape lo que deseas, que no demore más el tacto de tus esquinas descuidadas y deseosas de caricia. Que no le alcance el viento a lo que sueñas y acabe en un rincón olvidado, en una calle oculta esperando ser encontrado por otro o tragado por el tiempo.

Si casi lo notas, haz que exista. Que sea algo más que una idea. Que habite en ti como sensación, como una punzada que quema y arrastra. Que tus entrañas no se resistan más a ser ocupadas por su calor dulce, su mirada tibia, sus palabras duras con voz sinuosa. Mécete en sus sílabas, déjate llevar por sus pupilas. Sucumbe. Mejor ahora que mañana. No pierdas tiempo.

Si lo buscas, que sea con todas las consecuencias. Que no temas encontrarlo y vaciar todo el asco que pueden acumular tus sienes agotadas de esquivar rutina, de sacudirse las lágrimas. Que lo sujetes con todo tu ser y sea capaz de hacerte dar la vuelta y dejar atrás todas esas tardes sin poder evitar preguntarte por qué. Que te coja con cariño por tus costuras deshilachadas para no romperte en mil pedazos y te convierta en un ser elástico y maleable al abrazo y firme en las convicciones.

Que te ocupe las sombras y los huecos. Que te revista de besos y te esculpa de caricias. Que no te falte, ni sobre. Que no te endurezca ni derrita. Que disipe tus nieblas y condene tus temores a la nada absoluta.

Sé tan grande a su lado que se sienta grande. Sé tan brillante que no tenga más opción que brillar. Sé tan libre que no pueda más que ser libre.

Y si lo sueñas aún, sucumbe otra vez. Frota la lámpara imaginaria y que salga ese genio que hay en ti que todo lo puede cuando lo imagina. El que todo lo vive de cabeza y lo toca antes que exista.

Que todo tu ser acabe exhausto de intentarlo. Que todo tu empeño lo consiga. Que lo celebre antes de tenerlo, que lo viva cinco minutos antes de alcanzarlo. Que tu carne suave note el roce y la efervescencia antes del contacto… Que tu columna vertebral se arquee esperando saltar la duna … Ve por delante de todo. No te conformes con las vistas, sé la montaña. No sueñes sólo con llevar la barca, sé la marea. Eterniza el beso, prolonga el abrazo. Haz que el paseo no se acabe nunca y toca todo lo tocable incluso antes de tenerlo cerca. Que se te acabe el fuelle por falta de aire no por falta de ganas. Que se te rompa el misterio y no el deseo.

Ama antes de ser amado. Ríe antes de que haga gracia. Baila antes de que la música suene. Siente lo bueno antes de que suceda. Ese es tu patrimonio. Esa es tu conquista. Y cuando debas esperar, espera, pero espera con entusiasmo, sin apatía, mirándolo todo con ojos de niño curioso, con la sonrisa puesta y notando cada fibra de vida que roza tu cuerpo. Sin perder detalle, sin dejar de lamer la brisa… Sin perder la mirada de león hambriento, pero sin la angustia… Que tu silencio sea fácil de quebrar. Que te pille la risa facilona. Que la alegría encuentre un camino recto a tu pecho y tu cuerpo baile al primer compás de la música. Goza ya, porque sabes que lo bueno se acerca. Que esta espera deseosa ya es parte de la recompensa. No aparques la emoción para más tarde. No postergues tu dicha. Que hay prisa por reír y sentir… Toda gira gran velocidad. Todo se apura nada más empezar. 

Suéltate. Deja las riendas. Cae en la tentación. Paladea tu sueño antes de que llegue a tus labios.  Sé tu sueño. Hazlo ya. Mejor ahora que mañana. Vibra antes de que la tierra tiemble…