Lo que somos
La crisis nos ha puesto a prueba. Nos ha hecho tambalear esa hoja de ruta que llevábamos escrita y en la que decía cómo queríamos que fueran nuestras vidas los próximos años. Nos ha arrebatado el espejo complaciente en el que nos mirábamos y lo ha substituido por uno de esos espejos que te deforman la cara y te achican las gracias. Todo se ha convertido en extremo, en frágil o extremadamente duro, de un duro que se rompe… en cóncavo o convexo… en maravilloso o repugnante.
La crisis nos ha dicho que nada es seguro, que nada es eterno, que nada es cómo era antes ni mucho menos cómo habías pensado que sería. Los cómplices son ahora traidores y algunos amores que iban camino de eternos son casi ráfagas, momentos de calor súbito combinados con ansia, miedo, premura y pura necesidad de cariño. Y los amigos se han convertido en enigmas, en mapas. Y son mapas complicados que llevan a lugares inhóspitos. Algunos de ellos han alterado sus facciones y los gestos y ahora no parecen lo que fueron… o tal seamos nosotros los mutantes y son ellos los que permanecen sin cambiar. Amistades selladas a fuego perecen, otras, sin embargo, a pesar de estar inmersas en este laberinto de vanidades y aspavientos, resisten y se hacen más y más fuertes. Algunos conocidos nos han mostrado sus entrañas y nos traen buenos augurios… algunos hermanos nos han mostrado los dientes. Algunas verdades inquebrantables son ahora ilusiones ópticas, algunos juicios dudosos son ahora dogmas.
Muchas lealtades se rompen.. El mundo se centrifuga. La crisis da pasos de gigante y nos obliga a modificar constantemente la hoja de ruta, la biblia, ese pacto con nosotros mismos… mientras miramos alrededor y no reconocemos nada… y esa nada tampoco nos reconoce a nosotros. Todo es efímero, todo se construye cada día y se desmorona cada noche. Generamos dioses a tiro de soplo y les hacemos caer del pedestal a golpe de tuit. Cada día nos tragamos un pedazo inmenso de lo que fuimos y tenemos que escribir un pedazo nuevo de lo podemos llegar a ser. Nos hemos convertido en peces, con memoria efímera, gastando cada día un nuevo cartucho de vida… apurando oxígeno, quemando vida… con cuerpos hábiles para bucear en este mar agitado y cambiante. Adaptarse es bueno, necesario… pero con tanta prisa estamos olvidando lo que fuimos, lo que aprendimos y la cara que teníamos antes de empezar a transformarnos. Tenemos raíces y tenemos esencia… No somos peces, somos personas.
A los que me quieren. Los que me aguantan las ironías y las quejas, las miradas corrosivas, el humor casi negro y las risas socarronas. Los que me recuerdan el camino y me dan el empujón que me hace falta. Los que me esperan y me zarandean si me pongo irreverente y pierdo el norte. Los que me sujetan cuando caigo, me secan las lágrimas y me estimulan las sonrisas.
Los que me miran y me ayudan, pero en lugar de unirse a mis miserias y halagarme las virtudes, me cantan los defectos y me tienden la mano, sin dejar que me regodee en las penas, sin permitirme revolcarme en el lodo y congerle el gusto a volverme arisca y huraña.
Los que me hacen pensar y los que me piden que, de vez en cuando, frene esa máquina incesante que tengo en la cabeza y que no para nunca. Los que caminan a mi lado y a veces saben ir delante y otras detrás. Los que ponen zancadillas y han hecho que sepa caer y levantarme. Los que se ríen cuando me equivoco, los que me buscan, los que me encuentran y los que siempre intuyen donde estoy, aunque esté perdida en un viaje interior. Los que me señalan con el dedo, para bien o para mal o para nada…
A algunos les han bastado dos minutos para bucear en mi mundo y a otros mil años arañarme el alma… pero todos han llegado a mis arterias. Los que me aguantan la impaciencia…
A las pirañas.
A los que me han regalado su tiempo y el lujo de sus palabras, conscientes de que para mí son un antídoto para todo lo que corroe y desgasta. A los que me buscan las cosquillas para darme luego besos y a los que las buscan porque son como garrapatas… Algunos me buscan el cuerpo y otros el alma… pero todos han hecho de este pequeño pedazo de vida lo que es ahora, una contadora de historias, una adoradora de palabras, alguien que se levanta cada día para engendrar de sí misma una versión mejorada.
Los que me han herido buscando la llaga y los que lo han hecho sin darse cuenta. Los que me despedazan y los que me reconstruyen… todos han dibujado mi cara, me han dado la fuerza para sentirme más aguda, a veces más ridícula, a menudo más humana. Me han hecho crecer, caer, morir, nacer y volver con más ganas… siempre sin dejar de sentirme pequeña pero con el ansia de ser gigante, al menos por dentro, y guardar un alma grande en un cuerpo pequeño.
Los que me han visto de cerca y me han querido lejos. Los que me han temido y los que han sufrido mi garra experta. Los que pisan y los que arrastran… quedan chicos ante los que me sonríen con la mirada y me estimulan. Los que me soportan el mal genio y el sarcasmo y a pesar de eso me encuentran la gracia.
Los que me han dado un pedazo de cielo… y han recibido de mi parte sólo una migaja.. porque no siempre he estado serena, ni tranquila, ni en paz…y tengo la lengua larga.
A los que me ven hermosa en el peor de mis días.
A todos los que conociéndome y habiendo probado mi veneno aún vienen a por mí buscando magia.
A los caballeros y a los dragones.
A todos, gracias.