Si no hubiera tenido miedo

Si no hubiera tenido miedo

boy-447701_1280
Si no hubiera tenido miedo, hace siglos que le hubiera dicho al mundo lo que quería. Que hubiera osado pedir y recibir lo que ahora pienso que merezco, como otros lo merecen.
Me hubiera atrevido a preguntar lo que no entendía sin temor a parecer una estúpida… Hubiera dado mi opinión en voz alta porque hubiera pensado que tal vez a alguien podría interesarle.
Para dejar de callar y asentir cuando, en el fondo, por dentro, el alma te pide que sacudas tu vida y seas capaz de decidir por ti mismo.
Si no hubiera tenido miedo, habría hecho aquel camino que me llevaba a un lugar donde pensaba que me pondría a prueba y podría aprender. Donde creía que podría mostrarme tal y como soy y ser feliz, aunque no me atreví…
Hubiera apostado por mí y no me habría ocultado tras los muros más densos que he construido jamás para escapar de mis complejos más salvajes.
Porque no sabía aún que el riesgo conlleva la sabiduría de confiar y creer. Que cuando apuestas por ti, siempre ganas porque cambias…
Que a veces la locura es hacer lo mismo que hacen todos sin preguntarse por qué.
Si no hubiera tenido miedo, me habría apuntado a todas las carreras a riesgo de quedar la última y habría bailado sin parar aún pensando que podría hacer el ridículo…
Porque tardé en saber que no hay ridículo que pueda con tu voluntad y que quién se ríe de ti es normalmente más desgraciado que tú.
Si no hubiera tenido miedo ahora no me sentiría aún a veces pequeña y comprimida. No tendría que hacer esfuerzos para expandirme y crecer todo lo atrasado. No tendría tantos deberes pendientes para llegar a quererme…
Porque tardé en darme cuenta de que si no te quieres a ti mismo, el mundo nunca dejará de ser un lugar huraño y triste para ti…
Porque supe que cuanto más te quieres y respetas, más capaz eres de amar… Y que al revés, también funciona y eso lo hace maravilloso.
No me hubiera ocultado tras todas las excusas posibles que se han ocurrido para no mostrarme tal y como soy. No hubiera aguantado según qué palabras ni según qué miradas…
Porque ignoraba que los demás te tratan muy a menudo como dejas que te traten y si aceptas lo que no mereces, te apagas por dentro y es muy difícil volverte a encender…
Si no hubiera tenido miedo habría amado igual pero sin sufrir, sin darle mil vueltas en mi cabeza por si aquel amor se terminaba y era culpa mía porque no era suficientemente maravillosa, sin haber tenido el corazón envuelto en un hatillo pendiente de una señal para desalojar mi cuerpo por si a caso…
Por si no estaba a la altura… Para poder salir corriendo antes de decepcionar.
Por si se me acababa el encanto y no me sentía con fuerzas para disimular y poner cara de que no pasaba nada.
Porque no sabía que quién ama no se equivoca nunca amando… Que el amor nunca debe hacerte sentir pequeño… Que a veces, la soledad es un regalo para aquellos que están aprendiendo a quererse.
Si no hubiera tenido miedo a fallar, a caer, a ser feliz, a equivocarme, a perder, a perderme, a encontrarme, a divagar, a dejar de ser yo, a ser demasiado yo… A subir demasiado y luego estallar, a bajar tanto que nunca pudiera volver a la superficie, a no soñar nunca nada que pudiera tocar… A soñar sólo aquello que tocaba. A dejar de llorar, a dejar de reír… A no ser capaz nunca de decir en voz alta quién soy y qué quiero.
Si no hubiera tenido miedo, tal vez tampoco hubiera crecido superándolo, rodeándolo, saltándolo… No hubiera encontrado algunos grandes compañeros en este camino que me han ayudado a seguir y a tropezar donde necesitaba tropezar.
Si no hubiera tenido miedo, tal vez ahora no sería yo. Y no hubiera descubierto que a veces es mejor pedir perdón que pedir permiso, si actúas con respeto.
Un yo que a veces tiene la tentación de buscar guarida cuando le flaquean las fuerzas y recuerda que construía muros y buscaba máscaras…  Un yo que no quería salir del huevo y soñaba que todos los días se acababan antes porque le parecían insoportables habitando su cuerpo imperfecto…
Si no hubiera tenido miedo, tal vez, no tendría ganas de seguir, ni sueños inabarcables que cumplir… Tal vez ahora no sabría que me queda mucho por aprender…
Y no es que me gusten mis miedos, ni el tiempo gastado esquivándolos, aceptándolos y entendiéndolos, es que me gusta lo que he sabido sacar de ellos. Lo que he conseguido a pesar de llevarlos muchas veces pegados a la espalda. Lo que el esfuerzo por superarlos ha dejado en mí… Yo.
Si no hubiera tenido miedo, ahora aún me creería que son molinos, cuando en realidad son gigantes y muchos no se dan cuenta … Y me ha costado mucho llegarlo a ver y creer que lo que pienso es válido aunque los demás no lo acepten…
Porque a veces, lo que imaginas es más real que lo que pisas. Lo que temes es lo que no te atreves a soñar y conseguir.

Vencer al dragón

Vencer al dragón

bailarina-pose
No tengáis piedad de mí, ya no me hace falta. Hace tiempo que dejé los algodones por las cumbres más escarpadas y las tardes plácidas por las montañas rusas de ideas imposibles.
No penséis que no podré, he llegado mil veces a la frontera de mis posibilidades y he engatusado al guarda que custodia la fortaleza para que me deje pasar… A veces, me he quedado a las puertas… Otras veces, he traspasado mis límites con una risa dibujada en los labios y una sensación loca de saber que ese momento es histórico… En mi pequeña historia de retos cumplidos aún por crecer y aumentar.
A veces, las fronteras se borran cuando imaginas que no existen…
No temáis, echad sal a mis heridas que me curtís el alma y me rellenáis los pliegues de noches sin freno pensando demasiado y mal. Ya nada que no esté en mí me para, nada que se imaginé más allá de los muros de mi conciencia araña mis defensas. Nada que no venga de mi esencia me importuna ni hace sentir diminuta…
Que no os importe criticarme ni murmurar a mis espaldas. Me divierte lo que a vosotros os escandaliza. Me gusta lo que a vosotros os parece ridículo. Me vacía lo que a vosotros os parece genial… Me gustan aquellas personas a las que vosotros dais esquinazo y gastáis bromas para recordarles que no caben en vuestro mundo, porque en el mío tienen un lugar preferente. A veces, los grandes se visten con trajes sencillos…
No tengáis miedo, no os voy a morder. Soy inofensiva y me reflejo en los espejos, aunque no dependo de ellos para planear mi vida ni forjar mi autoestima. Mi pasión por no perderme nada me agota tanto, que a veces, tengo que pasar varios días en mi crisálida para recordar que puedo volar. A veces, se me olvida cuando veo vuestros ojos cansados y vuestras pupilas tristes. Cuando recuerdo que un día dudé de todas y cada una de las locuras que ahora dictan mis movimientos, cuando pensaba que necesitaba que me dierais el visto bueno y  huía de los espejos porque no soportaba conocerme y sondar en mis facciones imperfectas… Cuando al bucear en mis entrañas encontraba mil razones para esconderme y no era capaz de ver que cada una de ellas era el reverso de algo hermoso por lo que luchar…
A veces, la belleza está oculta tras una piel llena de escamas…
Me falta mucho recorrido, pero soy más libre y me están saliendo alas, no sé si para volar o para ahuyentar a los moscones que buscan reírse un rato a mi costa, sin tener en cuenta que yo siempre me río con y nunca de… Porque me fascinan las personas que no cuestionan su autenticidad ni se venden a cambio de ser aceptados por la masa.
No sufráis si no me decís adiós, ni susurráis los versos torpes de mis poemas, no escribo para vosotros porque no sentís las palabras… Escribo para los que cuando miran ven más allá de la apariencia y cuando sueñan lo hacen tan a lo grande que crecen hasta sentirse gigantes y si les pilla de noche, al despertar, no caben en la cama.
A veces si no tienes un poco de miedo, no vences al dragón.
No busco vuestras lisonjas sino sus miradas sinceras, soy yo quién les da las gracias a los que toman una de mis palabras y saben construir un mundo más intenso… A los que cuando leen, se sienten a un palmo del suelo y buscan sin parar algo que tal vez no saben cómo es pero tienen claro para qué sirve… Para brillar, para crecer, para sentir, para ser mejores y vivir una vida que no sea copiada ni robada.
A veces, las palabras cosen heridas y hacen que las estatuas cobren vida…
No me preguntéis si siento lo que digo o por qué estoy en otra dimensión inventando historias y soñando nuevas palabras… No me alcanzan vuestros miedos, los míos ya me mantienen ocupada saltando al vacío y subiendo montañas rusas de palabras.
No me busquéis en la cima, no quiero estar allí sola más de un segundo si algún día llego… Estaré en la plaza, comprando fruta fresca, rodeada de cien personas que buscan pedazos de vida y surcan el paso de sus días sin parar de hacerse preguntas y sin dejar que vuestras respuestas les amarguen una tarde de lluvia.
No me busquéis en la arena, estoy en el agua. No me abrazan las rocas ni me esconden las esquinas, ni me encandilan los que venden alhajas donde se reflejan mis ojos llorosos y cansados.
No estaré esperando, nunca me quedo quieta y si me rompo, me habré recompuesto con pegamento y buenas palabras…No estaré inmóvil, seguro, mi imprudencia me habrá llevado a pisar la línea y tal vez habré quedado pegada en un cristal imaginario como los insectos que se golpean en las ventanas cuando vuelan entusiasmados…
No penséis que guardo pena ni rabia, las solté hace tiempo un día soleado y no han vuelto jamás… Creo que no eran para mí, si no, hubieran regresado.
A veces, caminas lento porque llevas un gran peso en el alma…
No os asustéis, esto que me pasa no se contagia si no deseas vivir con tantas ganas que pierdes el sentido del ridículo y descubres que lo que importa es sentir… Si no sentís la necesidad de darle la vuelta a la vida, esto no os afectará, este virus es sólo para los locos que bailan sin música y vuelan sin tener alas… A los demás, sólo les produce alguna molestia en el pecho que se pasa con una buena dosis de monotonía y un par de pensamientos tristes después de cenar…
A veces, poco es mucho. A veces, mucho es nada…
A veces, nada te sacia si cuando te miras no te encuentras ni soportas. A veces, nada te colma ni llena porque buscas algo en el camino que ya está en ti, aunque no lo ves.
No ves porque no miras donde debes… Porque buscas algo que ya tienes y no reconoces,  porque pides algo que sólo puedes darte tú mismo.
A veces, tienes que perderte para poder encontrarte y echarte de menos para saber en realidad te quieres como eres.
 

El primer paso

El primer paso

pies
Es tan importante dar un primer paso… Te da poder, te da fuerza. Te mete de golpe en el camino, a veces sin retorno, y te obliga seguir. Los primeros pasos nos dan la dignidad y nos devuelven la esperanza. Por ello, aunque sean pequeños, minúsculos, insignificantes… Siempre importan. Son más un símbolo que un hecho, a veces.
El primer no, el primer sí… La primera ocasión en la que eres capaz de no entrar o no salir. Cuando tomas la decisión… Cuando decides que eres tú quién escoge. Esa sensación de saltar y ver que no era tan alto, seguida de la emoción de saber que podrás saltar más porque ya sabes que eres capaz. Ayer una persona que ha dado un primer paso me decía que aquello la había reconfortado mucho y que tenía la sensación de haberse dado la mano a ella misma para poder seguir adelante…
Es ese primer paso que te remueve por dentro, que te modela, te cambia. Mirarse al espejo y dejar de ver a la persona que sueña con ser, para ver a la que ha empezado a serlo. Ver al emprendedor, al luchador, al valiente, a la que ha sabido vencer el miedo… Ver al que ha confiado en sí mismo. Esa fuerza que te impregna desde la cabeza a los pies y que te da la certeza de que vas a seguir. Tal vez porque ya no tienes más remedio, pero sobre todo, porque ya no eres la misma persona que no se atrevía. Porque ya no eres de los que nunca lo hacen. Formas parte de ese grupo selecto de personas que han sido capaces de vencer el pánico.
Siempre hay un antes y un después del primer paso. No sólo porque sea una declaración de intenciones, un manifiesto de tus valores, sino porque te transforma.
Porque una vez hecho, no hay marcha atrás. Y ves que puedes, sabes que puedes y eso implica mucho más, que a partir de ahora, siempre podrás.
Los primeros pasos te colocan en el tablero. Te abren la puerta. Te dan la llave. Y, puesto que una vez los has dado, ya eres una mejor versión de ti mismo, nunca sabes hasta dónde puedes llegar… Cada paso, te abre un nuevo camino con más posibilidades, más oportunidades, más mejores versiones de ti mismo por conquistar… Más rincones tuyos hasta ahora ocultos por conocer.
La mayoría de personas sueña con cambiar, con atreverse. Les encandila imaginarlo, les emociona pensar que algún día lo harán… Les emociona tanto pensar que lo harán que nunca lo hacen, porque lo que realmente les gusta es imaginarlo. Soñar que cambian se convierte en su droga, en su placebo. En una dosis de esperanza para seguir que nunca les llegará a suponer el esfuerzo de tener que arriesgar, de dar un paso y situarse donde hace frío y el viento sopla más fuerte y hay que hacer equilibrios para tenerse en pies y abrazar la incertidumbre… Esa mayoría de personas sólo se decide cuando luce el sol y ven que saltan sobre mullido. Esas personas que pasan la vida esperando una  oportunidad en lugar de fabricarla. Que dejan pasar trenes porque no les acercan a un metro de su casa y no tienen asientos reclinables. Esas personas que siempre esperan una señal, que creen que para hacer las cosas hay un momento correcto y adecuado y nunca cazan al vuelo las ocasiones.
Lo que pasa es que muchas veces las oportunidades llegan a destiempo, en el peor momento, cuando ya tienes planes, cuando hace más frío, cuando estás más cansado, cuando has llamado a mil puertas… Y llevan puesto un traje absurdo y tienen un nombre inesperado. Y por supuesto no tienen asientos reclinables ni te dejan al lado de casa para que estés cómodo.
Las oportunidades no son cómodas, ni fáciles. Casi no se distinguen de las complicaciones porque a menudo llevan puesto el mismo disfraz, se ven sólo si llevas puestas las gafas del entusiasmo, si estás alerta y con ganas de verlas, si las has dibujado tú desesperado, si las sueñas tanto y haces lo que sea para que sucedan…Porque, al final, todo llega pero debe encontrarte en la puerta aguardando, con los deberes hechos, los ojos hambrientos y las ganas puestas.
Si no eres de esas personas que adoran soñar que cambian para no cambiar, tienes un trabajo pendiente… Entre ellas y tú, sólo hay una diferencia, el primer paso.

Si crees que no lo mereces, al final, será cierto

Si crees que no lo mereces, al final, será cierto

hombre-colgado
Hace un tiempo que le doy vueltas…  Siempre he pensado que todas las personas merecemos lo máximo, que debemos hacer lo imposible para estar bien y que nuestro día a día sea feliz.  Creo firmemente que tenemos que luchar para que nuestros días sean del todo nuestros, propios, maravillosos… Que están llenos de lo que nos hace vibrar y nos llena de vida…
Sin embargo hay situaciones en la vida en las que te pasan cosas que te doblegan y dejan hecho hatillo, algunas de ellas duran sólo un momento, otras se repiten cada día en una especie de rutina dolorosa que nos deja exhaustos y atormentados.
Nuestro cuerpo no está preparado para esta ansiedad continua, ese dolor sin tregua que nos va lacerando por dentro hasta que nos sentimos distintos, pequeños, reducidos…Y puesto que nos sentimos pequeños, acabamos siéndolo.
Tragamos esa amargura día a día, como si fuera una medicina necesaria, como si nos pusiéramos un antifaz para no ver esperando no sentir. Nos abonamos a la tesis de que sufrir es normal, que no importa… Porque nos han educado para sentirnos mal por vivir, por disfrutar, como si cuando nos sentimos bien y soñamos con más, un castigo terrible fuera a enviarnos un rayo que nos parta en dos… Nos han hecho creer que debemos sentirnos culpables por no sentirnos culpables por algo… Y vamos por la vida buscando razones para apenarnos y, como la vida ya nos trae algunas por sí sola, a las que nos vienen dadas se añaden las que hemos atraído mientras nos sentíamos mal por existir, por desear tener una vida plena.
Lo que me lleva a darme cuenta de algo, que es a lo que le doy vueltas.  Al final, si vives una situación muy dolorosa que podrías evitar tomando decisiones y no lo haces… Es duro pero acabas mereciéndotela. Lo digo con cariño y pienso que no es irreversible. Creo que todos merecemos lo mejor, pero también pienso que cuando aceptas cosas que rebajan tu dignidad porque el esfuerzo por cambiarlas te da pereza o miedo o te supone cambiar demasiado, acabas tan reducido, tan vacío, tan agotado, que consigues merecerlas.
Tu cuerpo cambia para merecerlas…
Tu alma cambia para merecerlas…
Tu sustancia cambia para merecerlas…
Se te cambia la cara, el gesto, se te amarga el día a día. Te transformas. Igual que tus sueños más maravillosos te transforman y cambian, igual que tus metas y tu lucha por conseguirlas te hacen grande, inmenso… Tus pesadillas entran en ti y hacen un agujero en tus entrañas, se te instalan en ellas y empiezas a obedecer sus leyes.
Pienso que tus sueños te hacen más capaz de conseguirlos… Y en consecuencia, tu resignación también obra en ti los cambios necesarios para que vivas con ella. Te reduce la capacidad de darte cuenta de lo mucho que vales y a lo que puedes aspirar, para que te adaptes… Y luego te recubre de ignorancia para que puedas soportalo…
Somos también lo que aceptamos. Lo que tragamos. Cuando nos encerramos en un reducto oscuro, nos encogemos. Cuando decidimos que vamos a salir al mundo a mostrarnos, nos expandimos, nos dilatamos, nos convertimos en seres enormes y sin medida.
Cuando aceptamos dolor a cambio de nuestra sonrisa nos convertimos en seres opacos y tristes. Cuando no nos conformamos y luchamos por lo que realmente merecemos, brillamos con fuerza… Cuando agradecemos lo que tenemos y hemos conseguido volamos. Cuando maldecimos lo hermoso que hay en nosotros y no vemos nuestro talento vamos a ras de suelo.
Nos acostumbramos a todo, incluso al dolor. Nos acomodamos a él y nos deformamos física y emocionalmente para soportarlo. A veces, fingimos que no lo sentimos, pero siempre está si no decidimos apartarnos de él cuando podemos.
Un día dije que si soñamos algo es porque lo merecemos. Ahora pienso, es duro la verdad, que cuando dejamos de soñarlo y creemos que no lo merecemos, algo en nosotros capta el mensaje y nos hace diminutos como seres humanos… Algo hace que bajemos escalones en nuestra evolución personal y acabamos creyendo que no merecemos nada… O peor aún, que merecemos sufrir.
Si de pequeños nos hubieran metido en una caja, hubiéramos crecido dentro de ella, nos hubiéramos adaptado a su forma, a sus huecos, nos hubiéramos transformado por dentro para permanecer en ella…  Seríamos dignos de la caja cuando, en realidad, somos enormes, y podríamos crecer hasta superar nuestros límites.
Cada vez que nos resignamos, menguamos. No es que nos convirtamos en seres inferiores, eso nunca, es que perdemos el brillo, perdemos el hilo que nos une a esa parte maravillosa que tenemos y que nos ayudaría a salir de la caja… Nos olvidamos de nosotros mismos y perdemos el mapa para encontrar el camino de vuelta.
Cada vez que decidimos que no merecemos más, nuestro cuerpo se adapta a ello. Nuestra neuronas se adaptan a la nueva situación, nuestras emociones nos punzan el pecho y nos encogemos.
Cada vez que nos decimos que no, que nos vetamos, que nos limitamos, cortamos el camino, levantamos un muro, derribamos un puente, nos aislamos de nosotros mismos…
Cada vez que pensamos que no lo merecemos nos convertimos en una versión básica de nosotros mismos . Un nuevo yo que no lo merece porque no lo entiende, porque no lo sueña, porque no lo busca… Como ser humano sigue siendo maravilloso, pero ya no lo sabe ni se acuerda  porque sus pensamientos han modelado su vida y ya no recuerda quién era ni para qué vivía.
Cada vez que crees que no lo mereces estás más cerca de no merecerlo…
Aunque el remedio es no bajar el listón, recordar quién eres, sentirte entero pase lo que pase, creer que eres digno y decirte cada día a ti mismo que vales mucho y mereces lo mejor… Esas palabras irán abriendo camino de nuevo para que vuelvas a tu estado natural y brilles como realmente mereces.
No le abras la puerta a tus pesadillas, porque siempre deciden entrar y quedarse. Porque anidan en ti y les crecen las alas enseguida antes de que te des cuenta de que están y dominan tus pensamientos.
Y no bajes peldaños en tu escalera personal de ascenso a ti mismo, a ese tú que sabe que no puede escatimar en sueños y alegrías y no está dispuesto a ceder su vida…
Cada pensamiento que creas, genera un nuevo camino y lo condiciona… Si no nos apartamos del dolor, acabamos convirtiéndonos en lo que detestamos.
Al final, somos lo que toleramos, lo que consentimos, lo que aguantamos. Estamos creando nuestra vida a cada momento partir de lo que estamos dispuestos a aceptar, sea maravilloso o terrible. Si lo crees, al final, se hará realidad.
Ya decía Henry Ford que «tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto»… Cuando creemos, creamos.
 

Una vida que no te pertenece

Una vida que no te pertenece

chica-mapa
No se te ocurra ser normal… Aunque te desesperes. En los tiempos que corren, tienes que apostar por ti mismo y por cada una de tus rarezas y manías. Debes destacar por lo que sueñas y mostrarte como eres. De lo contrario, la masa podría engullirte si no enseñas tu talento ni haces nada para diferenciarte del resto. Si no tienes una meta que te haga zarandearte por dentro vas a quedar dormido para siempre…
Debes hacer justo todo lo contrario de lo que has hecho siempre, de lo que durante toda tu vida te han sugerido que hicieras… Pasar desapercibido para que no se rían de ti, ni te señalen con el dedo. No les has caso. Eso ya no tiene sentido, ni para ti ni para esta sociedad que consume cada día ideas nuevas y frescas. Asusta un poco, por si no gustas o por si no aciertas, pero aún aterra más no brillar nunca,  ser tragado por la mediocridad y arrastrarse en una vida plastificada donde tú no eres el protagonista. Y más que no brillar o no destacar, lo que realmente da miedo es no vivir como realmente eres, no ser tú.
La «normalidad» es ahora la mejor forma de quedarte al final de la fila y no llegar nunca. De quedarte sin premio y ver pasar los trenes sin subirte en ninguno. De quedarte con hambre de vida y ver que no le importa a nadie, tal vez ni siquiera a ti lo suficiente, porque si de verdad te importa, pides y arriesgas.
No puedes ir por el mundo sin saber quién eres ni pensar qué das a conocer. No puedes seguir sin encontrar la coherencia entre lo que eres y lo que dices que eres, sin que se note lo que te motiva y te hace grande… Eres grande, lo has sido siempre, incluso cuando te has escondido porque no te gustabas y has suplicado al cielo cambiar de cara o de cuerpo… Eras grande incluso cuando te sentías diminuto y algunos te decían que no eras nada… Eres grande porque te planteas como vivir tu vida sin sentirte atado… Porque tienes mucho por mostrar y a veces no sabes por donde empezar… Da igual cómo, empieza ahora, aunque sea a ciegas y sin atino. Empieza en este momento aunque sólo con pensarlo quieras salir corriendo… Empieza ahora y haz que este sea el último día de tu vida en el que te dejas llevar por el miedo.
Dentro de ti hay algo que el mundo necesita, aunque tal vez el mundo no lo sabe y tú desconoces que eso que haces y que te hace feliz sea útil para otros… Eso que tal vez hace años que te llena de emoción y no cuentas a nadie para que no crean que eres un tipo raro, un friki… No te preocupes, que el mundo crea que eres un  friki o un genio depende del día y de la forma en que proyectes tu imagen y tu marca, de la manera en que te comuniques. A menudo, los que te amargaban la vida en el instituto porque llevabas gorra, corrían a comprar CDs de tipos que llevaban la misma indumentaria que tú porque alguien les había dicho que aquello era «Cool». Si de verdad quieres alcanzar tus metas y  ser una de esas personas que dedica su vida a lo que le hace feliz, debes decirle al mundo por qué lo mereces y compartir tu sueño. Desplegar tus alas, sacar el león que llevas dentro. Atreverte a mostrar qué haces que te convierte en único y cómo eso va a mejorar la vida de los demás. Lo que buscas está ahí, dentro de ti, y llevas un siglo intentando encontrarlo en ojos ajenos, en vidas ajenas, en los sueños de otras personas y esperando descubrirlo desde su forma de ver la vida… Te has visto a ti mismo con sus ojos limitados y has dado por buena su versión. Ya no te sirve… Ahora, toca utilizar todo tu esplendor y compartirlo…
Ser normal es una verdadera locura.. Como vivir contenido, encerrarse en un envoltorio esperando a que alguien te tome por un regalo, te abra y te deje libre. Muchos han intentado ser normales durante años, yo lo hice. Quería estar tranquila y pasar desapercibida, esconderme para que nadie topara con mis ojos cansados… Aunque eso es vivir desde la barrera, ir a la playa y quedarse en la arena. Pedir el menú de la vida sin arriesgarse a buscar algo interesante en la carta. Durante un tiempo te permite sosiego, la verdad, pero si eres una de esas personas que se preguntan qué quieren hacer con el tiempo que van a estar vivos, este camino no te sirve. Es como tomar prestado el traje de otro y pretender que se te ajuste. Como vivir de recuerdos… Vivir a través de las canciones que suenan en la radio o llevar impermeable cuando la lluvia cesa.
Todos nos preguntamos lo que queremos hacer en la vida, en realidad, aunque no todos nos atrevemos a decirlo en voz alta o admitirlo. Y, sobre todo, dar el paso que marca la diferencia. El paso que no tiene retorno, porque una vez has activado ese mecanismo ya no hay vuelta atrás… Quemar las naves para no poder volver a casa si no es victorioso. Cortar la cuerda que te ata al pasado después de cruzar al otro lado. Tirar la llave después de pasar a través de la puerta de tu nueva vida… Hacer algo que no sea reversible, que no puedas deshacer ni enmendar cuando las miradas ajenas calen hondo y el pánico se te acurruque en el cuello.
Haz algo que no puedas deshacer. Toma un camino que tras tu paso se desvanezca.
No dejes migas de pan a tu paso para no poder volver cuando decidas que en realidad no tienes valor para enfrentarte al mundo. Que no puedas volver, aunque desesperes y creas que no vas a soportarlo… Barra el paso a tu vida anterior.
No les des tu nueva dirección a tus fantasmas de siempre.
No camines en línea recta para que los cobardes te sigan y te lleven de la mano de vuelta a tu antigua vida sin brillo.
Rodéate de frikis como tú, de personas que han hecho estallar el puente de retorno a sus vidas mediocres y transitan por la cuerda floja. Rodéate de personas que viven sus sueños e ignoran que sean imposibles o tal vez lo sepan pero les dé igual.
Rompe los mapas y dibuja los tuyos propios. Tira todos tus relojes porque ya no marcan tu tiempo, lo marcas tú. No sigas más brújula que tu visión… No metas en tu cabeza más sueños que tus sueños o los de aquellos que amas. No camines más caminos que los que te mueres por pisar… No sigas a ningún guía que no te lleve a tu guía interior.
Apaga la luz si la luz te lleva a un lugar donde hay sombra.
Sé tan raro como necesites para ser tú mismo. Sé tan auténtico que no te reconozcas, pero notes que nunca habías sido tan tú como ahora.
Haz lo que sea para que una vez des el paso no puedas echarte atrás.
Te juegas mucho en esto, tu esencia, tu dignidad, tu felicidad.
Al fin y al cabo, entre nuestras rarezas está nuestra riqueza como seres humanos. Y el mundo no tiene por qué aceptarlas, ni entenderlas. Sólo tienes que sentirte bien tú con ellas y respetar las rarezas ajenas.
Y que este sea tu último día en una vida que no te llena, que no te sirve, que no se ajusta a tus sueños ni hace que te levantes con ganas de más… La vida sin ganas es un sucedáneo insoportable que te devora por dentro.
Que éste sea el último día de tu vida mediocre e insulsa.  Tú ultimo día en una vida que no te pertenece…