Escribo para que sepas que no hay nadie como tú

Escribo para que sepas que no hay nadie como tú

mano-mujer-campo

No escribo para que te enamores de mí ni de nadie.

Escribo para que te enamores de ti mismo.

Lo hago para que dejes de pisar con miedo y empieces a llevar tus zapatos. Para que cuando vayas por la calle y te sorprendas con algunas miradas que se cruzan con la tuya, sepas que es por tu belleza… La que transpiras, la que compartes, la que irradias e invade todo lo que está cerca. La que siempre permanece.

Para que mires al mundo con los ojos de un niño que juega a conocer y comprender, con esas ganas inmensas de descubrir, sabiendo que nada le es ajeno ni lejano… Pensando que nada le está vetado ni prohibido. Para que te rías de todo y nada ni nadie te robe el aliento.

Escribo sobre ti porque te veo caminar y me doy cuenta de que no te has dado cuenta…

De que eres maravillosa.

De que dentro de ti hay mucha magia.

De que eres fantástico y lo impregnas todo con esa fantasía.

Te miro y veo tanta belleza desperdiciada sin salir de dentro por temor que no puedo soportar que no la compartas… Porque quiero verla, vivirla, notarla, percibir como se filtra por las rendijas de un mundo agrietado que busca personas como tú, con las barreras saltadas y los moldes rotos. Con la piel surcada, el alma revuelta… El viento en contra y las ganas cansadas pero intactas.

Te miro y lamento que no sepas que eres extraordinario, porque el mundo necesita de personas extraordinarias que se levanten y digan que pueden, que lo harán, que no importa si se cansan o les duele… Porque cuentan con su mejor aliado, ellas mismas.

Un mundo que llora porque no sabe aún que es inmenso, enorme, grandioso.

Te escribo porque quiero que te encuentres. Porque veo que te buscas pero a veces lo haces en rincones equivocados y te pones la máscara para que no se note que lloras.

Porque quiero que te veas a través de mis ojos y sonrías de felicidad al topar con esa imagen fascinante.

Porque amo cada una de tus rarezas como tú aún no las amas…

Porque soy tan rara como tú, pero hace tiempo que aprendí a sacarle punta a los desastres y convertirlos en fiestas improvisadas, aunque cuesta… Porque envolví mis defectos en papel brillante y me convencí a mí misma que eran el mejor regalo para aprender a vivir…

Escribo porque sé que al final lo verás. Tardarás dos días, dos minutos o dos décadas, pero un día, tal vez por una frase en un libro, un abrazo perdido  o una mirada en la calle, despertarás a ti mismo y te verás con los ojos del tiempo.

El tiempo hace que todo se impregne de magia…

Y te mirarás al espejo y verás que lo que emana de ti no se puntúa, ni se pesa, ni se mide, ni se califica… Verás que lo importa son las raíces, los pilares sólidos que soportan ese cuerpo que te ayuda cada día a vivir, sin que apenas sepas cómo…

Que cada día vences en mil batallas que no celebras y creas mil sueños que aún no persigues…

Que todavía no has llegado a tu tamaño real y aún miras a tus problemas y los ves enormes.

Que todavía compites con otros para destacar cuando no te hace falta porque ya eres único.

Que lo que buscas, ya lo tienes… Te viene de serie, con la risa y las ganas de abrazo, pero aún no has aprendido a usarlo porque no crees en ti, como creo yo.

Te escribo con la esperanza de que mis palabras te calen dentro y te zarandeen, para que despierten ese ser extraordinario que está dormido esperando una señal. Para decirte que la señal eres tú. Que no importa lo que pasa ni lo que dicen… Que la vida te cambia el vestido, te deja sin techo y te arranca los recuerdos, pero nunca te despoja de ti mismo… Escribo para despertar a la bestia y pedirle que ruja, que corra, que baile… Porque hay más en ti de lo que crees, de lo que sueñas, de lo que esperas.

Escribo porque no soporto que ignores tu valor. Porque noto que el milagro que esperas es posible… Porque tú eres el milagro.

Porque no eres la consecuencia de nada, eres la causa de todo. Porque eres sorprendente y merece la pena que explores tus diferencias y hurgues en tus miedos más oscuros…

Te escribo para que sepas que no hay nadie como tú…

 

A solas con ella…

A solas con ella…

nina-espejo
Ayer por fin me encaré a mi jefa y tuve el valor de decirle lo que pensaba. Es terrible esa mujer… Si oyeras cómo me habla…
Llevaba tanto tiempo retrasando ese momento, encogida, asustada y ya no podía esperar más, hay cosas que si las llevas dentro demasiado tiempo se acaban enquistando.
Le dije que no podía soportarla más, que ya no aguantaba sus maniobras por controlar cada uno de mis movimientos y exigirme cada vez más. Que me atosiga y me hace sentir aturdida y pensar que nunca llegaré a satisfacer sus expectativas. Que ella quiere que sea perfecta y que esa sensación me vacía por dentro porque es inasumible y al no dejarme margen para el error no puedo soltarme… Necesito soltarme, se lo he dicho, necesito  que confíe en mí y no tener que estar cada día demostrándole nada ni a ella ni al mundo… Le he dicho que no entiendo por qué me trata así porque yo nunca ha fallado. Que tratándome de esa forma se pierde lo mejor de mí, porque no me siento en paz y eso no me deja volar, no puedo ser creativa ni explorar nada nuevo, no puedo sentir la vida, ni notar nada, no puedo conectar conmigo y siempre tengo el pecho comprimido y apunto de estallar.
Le he explicado que me siento atada, encerrada, que me da demasiadas cosas por hacer y me pone el listón altísimo.
He sido muy sincera con ella. He sido dura. Me pone histérica sólo verla… Me pone enferma y lo digo en el sentido literal. No me gusta como me habla… Cuando me veo a través de sus ojos, me duele mirarme… Sus palabras me hacen sentir pequeña, diminuta, me encogen el corazón y me llenan de angustia…  Su exigencia me ha llevado mil veces a sufrir dolores terribles. La he llamado para decirle en algunas ocasiones que no podré ir a trabajar… Y aunque me encontraba fatal, era casi un alivio no verla, no estar con ella… Creo incluso que mi cuerpo ha llegado a provocarme esos dolores no sólo para avisarme de que se pasa de rosca conmigo sino para librarme de ella y de su obsesión por el control y la perfección… Para escapar de su rigidez y hacerme reflexionar sobre si ella me conviene.
Le he suplicado confianza para poder seguir, palabras hermosas para agarrarme a ellas, gestos de aprobación a los que aferrarme cuando estoy cansada…
Ella se ha quedado mirándome, perpleja. Tenía los ojos fijos en mí, llorosos, cargados de rabia y resentimiento. Sufría, lo he visto, cuando ha bajado la guardia un minuto, he visto lo mucho que ha sufre en silencio.
Entonces, ha llorado. Sus lágrimas infinitas han mojado casi mis mejillas cansadas. Ha llorado como una niña perdida que no encuentra su norte, ni su casa, ni a su madre. Justo en ese momento, me he dado cuenta de que fui yo hace mil años quién le dio las riendas de mi vida y la convirtió en mi jefa. Que no debía de habérselo permitido nunca…
Ella ha dicho que no puede más. Que sabe que se pasa pero que muchas veces no sabe evitarlo. Que es consciente de lo mucho que me exige pero que lo hace porque tiene mucho miedo a fallar. “No podemos fallar” ha dicho con esos ojos líquidos y resentidos…
Me ha contado que durante años se sintió distinta, acosada por ello, y decidió dar la cara ante el mundo pero siendo perfecta. Luchando por demostrar que valía la pena, que tenía talento, que tiene mucho por ofrecer,  que oculta mucha belleza… Para demostrar a los que no esperaban nada de ella que se equivocaban. Y que de tanto tiempo está agotada de intentar controlar no caer, no fallar, no dejarse llevar y quedar en evidencia…Por eso, siempre se excusa de todo, incluso cuando no hace falta.
Pobrecilla, se sentía tan sola, tan exhausta de intentar mostrarse al mundo para ser juzgada y pasar la prueba victoriosa…
Le he dicho que se calmara. Que no hace falta demostrar nada. Que aquellos que no esperaban nada no importan y ya no están. Que no necesita luchar contra el mundo porque eso sólo le hace daño a ella y a mí de rebote… Que ahora es el momento de soltarse y confiar en nosotros mismas porque somos extraordinarias y podemos ayudar a muchas personas… Para cambiar el mundo y hacer que nadie se sienta así ni mendigue cariño…
Le he dicho que confíe en mí, que estoy de su parte pero que para poder brillar necesito respirar y curar mis heridas y dolores…
Le he dicho que se muestre tal como es porque es hermosa y que en mí tiene una amiga cuando no se comporta como una déspota conmigo ni me exige demasiado…
Le he prometido que si me suelta las cadenas imaginarias con la que me ata, yo usaré palabras hermosas como merece y no la criticaré nunca más. Que dejaremos de juzgarnos y culparnos la una a la otra de nuestros problemas y buscaremos soluciones. Que ya basta de resentimientos y rabias contenidas, que le seré leal como ella es capaz de serlo conmigo.
“Juntas podemos volar si nos dejamos llevar por nuestros sueños… Si nos queremos tanto que nos deseamos todo lo bueno que merecemos y nos acercamos a cogerlo. Si nos creemos que valemos la pena y lo compartimos con el mundo… Si dejamos ver nuestra mejor versión sin que nos importe mostrar también nuestros defectos. Vamos a ser felices pero para ello tenemos que ser valientes y mirar a nuestros miedos de frente”.
Le he pedido que me deje cometer más errores y explorar el mundo. Le he dicho que sé que lo que buscamos está más allá del recinto que ha construido para que me mueva sin perderme la pista, que nunca podré conseguir lo que anhelamos si no me deja saltar los muros y tropezar, caer, arañarme las rodillas y fracasar. Le he asegurado que siempre estaré cerca y que hablaremos a menudo como hoy… Y nos hemos fundido en un abrazo. Había mucha calidez en ella, lo he notado.
Ella ha bajado la guardia y su gesto amargo ha dibujado un rostro tan hermoso que no parecía la misma…
Yo he sentido que me salían las alas para volar y he notado que era capaz de todo si ella me deja,  me suelta, me sonríe…
Lo necesitaba mucho ella. Lo necesitaba mucho yo. Estaba tan indefensa… Era tan rebelde… Luchaba y se hacía daño. Tenía la creencia que si conseguía lo que soñaba y todos la aceptaban y reconocían sus méritos, ella conseguiría quererse a sí misma, aunque ahora ya lo sabe… El amor no es nunca la consecuencia de tener o conseguir, es la causa, el origen, el paso previo para poder brillar y vibrar y acercarte a tus sueños.
Ya nada será igual. Ahora ella confía en mí y está de mi parte. Tengo una amiga, una aliada, una persona que apuesta por mí pase lo que pase.
Y ella sabe que no está sola.  Que ya nunca más se sentirá sola tirando del carro y llevando la carga, que puede soltar lastre y dejar que la gravedad se aligere a su paso…
Me alegro mucho de haber sido capaz de hablar con ella, de haberme sincerado, y haberme sacado ese dolor de encima… Hacía un siglo que se lo debía, que me lo debía…
Hacía un siglo que huía de los espejos y ayer al despertar me tuve que detener ante uno y ahí estaba ella, mirándome triste y huraña y supe que no podía dejarlo pasar…Era mi ocasión.
No hay nada más liberador que saber que estás de tu parte y confías en ti. Y que al quedarte a solas contigo mismo estás bien acompañado…
 

¿Quieres ser feliz?

Ser feliz es casi un trabajo, una gran responsabilidad para vivir como soñamos, ser esas personas que deseamos ser y tomarnos la vida con ganas. Vamos muy perdidos, pensamos que ser felices es estar siempre arriba, en el punto álgido, cuando en realidad es una paz interior, una sensación de amarte y estar bien contigo mismo… Saber que pase lo que pase tu actitud te respaldará y sabrás encontrar la enseñanza que hay en todo lo que pasa. Ser feliz es estar al mando de tu vida.
Muchas formas de ser maravilloso…

Muchas formas de ser maravilloso…

Voy caminando con mi hija, venimos de dar un largo paseo. De repente, me mira y me pregunta “mamá voy a tener que hacer dieta, verdad?”. Y me quedo perpleja. Tiene ocho años preciosos y no le sobra ni el falta nada. Come de todo, hace ejercicio y no para nunca. Es una niña saludable, está maravillosa… ¡No puedo creer que nadie piense que tenga que bajar de peso!! ¡Menos ella!! Me quedo alucinada… Aunque hoy mientras paseábamos un par de personas le han dicho que ha crecido mucho y que se la ve fuerte, al decir esa palabra han hecho esa cara de “digo fuerte como eufemismo”. Una de ellas, se ha permitido rodear su brazo con la mano (lo rodeaba de sobras) y hacer algún comentario sobre lo apretada que está… “Claro, porque come sano y hace mucho deporte-he dicho yo con cara muy seria-eso se llama salud”. Espero que la persona que me lo dice haya notado que no me gusta ese gesto, que mi hija no es una res, ni está esperando a que nadie la tase ni la valore…
Nos han acostumbrado tanto a ver niñas cadáver en los anuncios que si no parece que el niño sea transparente nos permitimos pensar que le sobra peso. Nos han dicho que la belleza son las costillas marcadas, las caras hundidas y pegadas a la calavera y las piernas de palillo… Y nos lo hemos tragado sin rechistar.
Y ahora me doy cuenta de que esas palabras la han afectado, que se ha sentido mal por esos comentarios y cree que le sobran kilos. Se mira la barriga y me mira a mí… Y no le sobra nada. Se lo digo. Le digo que su médico es quién debería decidir si le sobra o no y qué hacer. Que no es el caso, porque ella está en su peso y altura y está maravillosa. Que si come menos, se pondrá enferma porque está creciendo y necesita alimento. Que, en todo caso, podemos hacer algo más de deporte, aunque ella ya hace el suficiente. Le digo que no se preocupe por lo que dicen, que la gente critica porque se aburre, porque no se quiere no lo suficiente y necesita criticar, porque siente que tiene que decir algo… Le digo que  ella nunca ha sido menuda, que está preciosa y se la ve radiante tal como es. Porque cada uno es como es y eso lo hace diferente y que es una suerte. Si todo el mundo fuera igual, el mundo sería terriblemente aburrido. Por eso ella tiene amigas que está más delgadas y otras no tanto y que lo que importa es que estén sanas y se quieran como son.
La miro y veo sus ojos vivos que se fijan en los míos… Sé que me quedo corta, mis palabras no pueden llegar a expresar lo que me atraviesa el alma ahora, me gustaría que por un momento ella sintiera lo que yo siento, que se viera con mis ojos y quedara sorprendida de su asombrosa belleza…
Sus miradas inteligentes… Sus ideas para cambiar el mundo… Su preocupación por personas que no conoce pero que necesita que estén bien… Sus dibujos perfectos… Esa nadadora excelente que lleva dentro… Esa científica brillante que hace experimentos en su habitación…
Sus cabellos llenos de reflejos dorados, sus ojos impactantes, su cara preciosa, su cuerpo sano y perfecto…
Aunque no lo ve. Mis palabras le llegan, pero noto que tengo que borrar de su cabeza las palabras de esas dos personas que la han hecho sentir incómoda con su cuerpo.
¡Cuánto daño podemos hacer en un momento con nuestras palabras! ¡Cuánto dolor juzgando y criticando a los demás en lugar de mirarnos a nosotros mismos y ser compasivos!
Al fin y al cabo, cuando encuentras algo que te molesta en el otro es porque eso te molesta en ti o te preocupa. No nos damos cuenta a veces de la repercusión que tienen nuestros actos, sobre todo cuando afectan a criaturas que aún no son capaces del todo de distinguir entre lo que importa o lo que no, que no saben que es lo esencial y no han aprendido a quererse aún como merecen.
Vale la pena que revisemos entre todos un poco hacia dónde van nuestros valores… Si salimos a la calle y podemos hacer daño aunque sea sin querer para sacar de dentro nuestras frustraciones y aliviar nuestros traumas lanzando la basura acumulada que llevamos dentro sobre otros…Hay temas que no deberíamos tratar a la ligera, cuando afectan a personas vulnerables y no hacerlo sin criterio ni conocimiento suficiente.  Ya es complicado educar y lidiar con la intrusión masiva de imágenes y modelos de conducta que destruyen en dos segundos el trabajo hecho durante días explicando a tus hijos que deben respetar y quererse. Como sociedad tenemos muchos retos importantes, uno de ellos es contribuir a dar herramientas a nuestros hijos para que crezcan sanos y con valores sólidos. Quién no esté dispuesto a ayudar a ello, simplemente que no se meta… Si no puedes construir, mejor quedarte al margen…
Y me doy cuenta. Yo también he  fallado. Aunque he intentado cambiar de tema y he dicho que estaba preciosa ante esas personas, debería haber sido más contundente cuando han empezado a hablar de mi hija como si no estuviera…Debería haberles dicho… «Tú opinión no nos interesa. Estamos fantásticas y sanas. Nos da igual que tú creas que nos sobra por aquí o por allí, no queremos tu menosprecio ni tu risita irónica».
«Si tienes ganas de desahogarte por tus traumas, te deseamos mucha suerte, te enviamos mucho cariño y te recomendamos que te mires al espejo y te sinceres… Deja de jugar con las emociones ajenas porque ya eres adulto. Mi hija no es tu sparring, ni el pañuelo donde sonar tus mocos».
Hay gente alta, baja, rubia, morena, musculada, sin muscular, de piel clara, de piel oscura… La belleza no es un estándar. Tiene mil tallas y estaturas, es de mil colores y está por todas partes para quién sabe verla y apreciarla… Es una mezcla entre salud y autoestima… Entre libertad y felicidad. No está en un molde ni proviene de una fórmula matemática… Hay muchas formas de ser maravilloso. Hay muchas clases de belleza…
No tenemos que encajar, tenemos que ser felices.
foto-montaje

Ser feliz o tomar café

Ser feliz o tomar café

taza
Tienes que hablar seriamente contigo.
No te escuchas.
No te tratas como mereces.
No te gustas y tampoco haces nada para gustarte.
Ya hace tiempo que no te miras de reojo cuando vas por la calle en ningún escaparate. Y tampoco te imaginas haciendo nada que te haga sentir escalofríos. Has olvidado lo que es temblar de emoción y querer repetir…
Eres un actor de reparto en tu vida.
Desde hace un siglo no miras hacia dentro porque te da miedo darte cuenta de lo mucho que tienes que limpiar… En tu cabeza hay un vertedero de lágrimas acumuladas y frustraciones enormes que no consigues sacar a pasear. Has hacinado en tu alma cada punzada de dolor, cada momento de rabia, cada migaja de culpa del camino y necesitas soltar.
Te dueles.
Te cansas.
Te aburres de estar siempre en esta antesala de felicidad esperando el momento propicio para vivir tu momento ideal.
Vamos, admítelo, no llegará nunca. Ese día que citas cuando dices “algún día” no existe, está muerto. Lo matas cada vez que lo postergas en tus ganas y pegas el post-it donde lo has escrito un poco más adelante en la agenda de tu vida… Esa agenda virgen donde todo lo que pasa es gris y rutinario.
Te gusta pensar que lo harás.
Lo necesitas porque así la culpa que crece en ti grita menos por las noches. Y cuando le das de comer, se calma. Tú conciencia se ha convertido en un lobo que aúlla y que siempre pide más…
Lo haces porque necesitas soñar en balde, como un placebo para poder seguir sin morir de asco. Como una manera de dar carnaza a tus reproches eternos por no ser, no sentir, no despegar.
Has convertido tus sueños en eso que llaman zona de confort.
Llevas años dormido y, aunque necesitas despertar para saber que estás vivo, no lo haces porque sabes que abrir los ojos te hará daño la luz.
Porque ser feliz es un trabajo y suena cansado. Porque significa ser responsable y tú ahora prefieres poder quejarte sin parar. Y así poder juntarte en el bar, a media mañana, con todas esas personas que odian sus vidas y se quejan sin hacer nada… Para competir con ellos en desgracias y llevarte el primer premio a una vida de pena. Ahora llevas días sin ganar esa competición y lo necesitas, porque la compasión es algo que se parece demasiado al amor como para no mendigar un poco…
Te gusta más eso de apurar momentos sueltos y dispersos en tu vida, en los que te sientes bien en tu piel. Son como instantes entre comillas en un párrafo eterno y sin emoción…
Te gusta creer que la felicidad es como una película en la que todo pasa rápido, que es ese minuto de adrenalina, ese instante álgido… Esa sensación que casi se podría confundir con los efectos del café cuando no soportas tu cansancio.
Y entre ser feliz y tomarse un café, te quedas con la taza bien llena porque lo otro, cuando es de verdad, hay que sudarlo.
Si quisieras ser feliz tendrías primero que echar la basura que acumulas y las mentiras que te tragas sobre ti mismo y tus incapacidades de siempre…Esas, las que son ficticias, las que has inventado para poder decir que «no puedes» sin tener remordimientos, aunque sabes que no son de verdad.
Habría tantas cosas por cambiar, empezando por ti y por tu forma de mirar la vida y todo lo que te rodea.
Desterrar esa idea de que has venido a sufrir y de que el sufrimiento te hace mejor… Dejar de colgarte medallas por cada una de tus tragedias como si con ello ganaras puntos para conseguir vivir en un limbo de seres casi felices.
Arrancar de tus entrañas y tus neuronas atontadas que tienes lugares y sensaciones vetados.
Descubrir que la vida empieza cada día
Dejar de quejarte.
Dejar de soñar con el freno puesto.
Dejar de criticar y cambiar todo tu vocabulario. Encontrar esas palabras que son el detonante para que te pongas en marcha empieces a vivir de verdad…
Dejar de arañar migajas de lo que deseas y envidiar a los que se atreven a cogerlas a manos llenas…
Volver a mirarte y verte.
Volver a buscarte.
Crearte.
Dibujar esas partes de ti que se han borrado y que te daban fuerza.
Volver a tener cinco años y creerte un artista, un genio, un héroe.
Salir del armario de las estupideces y hacer lo que los demás creen que es el ridículo pero que a ti te hace sentir bien…
Dudar a rabiar.
Hacerte mil preguntas, sin importar las respuestas.
Agarrarte a ti mismo.
Y tener claro que ser feliz no es un estallido de cafeína, ni un golpe de suerte. Es saber existir. Llevar las riendas y no delegar tu vida… Estar contigo y tenerte de tu parte. Estar en calma y vivir sabiendo que pase lo que pase sabrás encontrar el lado bueno, aunque duela… Practicar la paciencia… Sacarle lo máximo a lo mínimo… Aspirar a lo más grande y disfrutar de lo más pequeño…  Saber que buscarás lo que quieres sin ansia, que vivirás cada instante con pasión, que puedes dar las gracias por estar y notar…
Conocerte y encantarte. Amarte en lo bueno y en lo malo… Y amar sin más atadura que el respeto y la ilusión…
Y  cuando pongas las pies en el suelo, asegúrate de que con la mano te agarras a alguna rama para poder columpiarte de vez en cuando y recordar que vuelas…
Asegúrate de que hoy estás haciendo algo que te acerca a tu sueño.
Y que pase lo que pase, no cambiarás lo que has conseguido por un momento de autocompasión,  que no confundirás la verdadera felicidad con una taza de café.