El último día

El último día

adult-book-boring-267684

Que sepamos agotar la vida hasta la última brizna, hasta el último aliento que deje nuestro cuerpo cansado de batallar y existir. De amar sin preguntar, sin pedir, sin esperar.

Seamos voraces. Que la noche nos pille sin haber decidido aún si somos bestias, pero satisfechos y exhaustos. Que se nos acaben antes las fuerzas que las ganas y el miedo que nos contrae nos deje sueltos para dar abrazos y erguir la espalda para recibir honores justos. Seamos dignos.

Que caminemos sin saber a dónde porque ya sabemos cómo, porque tenemos un sentido y un reto que contar en la punta de la lengua. Que el deseo se acurruque en nuestras entrañas y no deje nunca de morar en ellas para tenernos inquietos y espabilados. Que no importe qué sino cómo y por qué… Porque lo que nos mueva no sea destino sino el paso, el camino, la mirada compartida mientras este viento que arranca conciencias nos sacude ahora las sienes y nos recuerda que el otoño se acerca. Que amemos al otoño como retozamos en la primavera y jaleamos al verano… Que seamos libres, tan libres como nos deje nuestra mente y nos permita la conciencia.

Seamos sublimes. Que el sueño nos alcance la nuca, nos bese tras las orejas y caigamos hechos un ovillo de caricias y de recuerdos aún por engendrar… Llenos de grandes certezas sobre credos inventados, de alegrías por llegar e historias felices que aún tengan que escribirse en mundos que aún no existan pero que podamos soñar sin apenas cerrar los ojos. Y al despertar, que tengamos la risa floja y la mandíbula suelta y ávida de carcajadas sin medida y besos consistentes, de esos que largo rato después de recibirlos aún dejan calor en los labios.

Que el último día nada nos llegue rancio por desuso, que hayamos bebido de todas las copas y surcado todas las gotas de agua que nos quepan en la memoria. Que no haya pedazo de tierra sin pisar o soñar, ni remedio que no hayamos probado contra el desamor y la amargura. Que nadie nos pueda escuchar una mala palabra o un reproche… Seamos justos.

Seamos consistentes. Que los pies estén agotados de baile y los brazos rotos de abrazos. Que los ojos miren aunque ya no vean y los labios busquen beso. Que nos sepamos todas las palabras de todos los libros y todas las melodías que seamos capaces de recordar.

Seamos valientes. Que no nos queden espinas clavadas por lo que podría haber pasado si nos hubiéramos atrevido, que prefiramos acumular fracasos a quedarnos con asignaturas pendientes… Corramos todos los riesgos y caigamos en todas las trampas. Que no nos quede mirada por cruzar ni rostro que escrutar buscando verdades necesarias. Seamos felices… Que nuestro último baile sea el más dulce y frenético, el más sincero. Que se nos rompan las esquinas y las fronteras, que se abran nuestras puertas más cerradas y al aire más puro sondee en nuestros rincones más ocultos.

Seamos eternos. Que nos busquen y ya no nos encuentren porque no quede nada más de nosotros que bruma en el aire y unas huellas en la arena. Seamos mar y que nuestro legado sea la risa y nuestra prenda todo el amor que hayamos dado.

 

Vamos a ser felices

 

Venga, vamos a ser felices. Es simple y a la vez muy complicado, un ejercicio para nota, para la vida. Empezar es sencillo. Vamos andando por una linea mentalmente marcada y nos asombramos de todo lo que encontramos, aunque sea viejo y conocido… Lo miramos con pupilas nuevas, como si fuera la primera vez, con un hambre y unas ganas de devorar cada segundo que sonroje, que retuerza el ánimo y te coloque en ese punto agradable que hay entre el sueño y la vigilia… Cuando todo se ve claro pero es porque le has puesto el filtro del entusiasmo.

La linea está trazada por ti y puedes salir de ella cuando quieras, ahora mismo, de hecho. Sales de ella para soñar, para volar, para tomar aire, para que el oxígeno te llegue a las amígdalas y notes que vives, para que quede almacenado en ti que eres libre y decides tu camino, que tienes suficiente para todo pero que quieres más… Y ese más de todo es imposible y asequible al mismo tiempo, como un sol que brilla y sale entre las nubes de lluvia intensa, como unas ganas imparables de seguir pero sin poder parar de mirar alrededor y maravillarse…

El ejercicio consiste básicamente en eso, andar a trote, con los pulmones llenos de aire, con los ojos abiertos, tan abiertos que no puedas perderte nada que pase, nada que vuele, nada que salte… Nada que exista y pueda degustarse, tocarse, besarse, acariciarse, olerse… Y al mismo tiempo, pensando en la siguiente meta, sudando la cuesta, poniéndote a prueba…

De vez en cuando, nos detenemos y miramos atrás. Nos saltan las lágrimas por todo lo duro que hemos caminado y la fuerza que usamos… Miramos lo que nos rodea. Vemos todo lo hermoso que se nos acerca, lo mucho que tenemos, lo que nos toca el alma y lo que nos la araña… Lo que abrazamos con fuerza, lo que nos da el sentido para habitar este cuerpo que a veces se cansa de andar pero que no se rinde… Y miramos hacia adelante. Fijamos la vista en lo que deseamos acariciar, lo que buscamos sentir, lo que nos motiva y apasiona… Lo que esperamos conocer, sea dulce o amargo, alegre o triste, grande o pequeño… Lo que nos pone a prueba y nos llama a existir.

Venga, seamos felices. Recordemos lo bueno, lo hermoso, lo que hemos aprendido. Fijémonos en lo que tenemos la suerte de vivir y compartir y pensemos en lo que nos entusiasma lo suficiente como para levantarnos cada día y luchar. Una lucha pacífica, de mano tendida y carcajada fácil. Ese camino que nos imaginamos siguiendo hasta tocar el cielo y sentarnos a la sombra. La felicidad es una idea, un estado mental, un punto en el que posar la cabeza y dejar de pensar. Un camino sencillo cubierto de señales contradictorias, un campo abierto cercado por vallas imaginarias e impuestas. 

Surquemos el miedo y venzamos la pereza. Arriesguemos la posición en el tablero sin perder el centro de gravedad. Encontremos ese difícil equilibrio entre presente y futuro, con la moraleja del pasado, pero sin sus caras amargas, sin sus dentelladas profundas. Seamos conscientes de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. Perdamos la memoria para lo bárbaro y recordemos lo espléndido. Conformémonos con poco y aspiremos a mucho. Sonriamos con lo mínimo y busquemos lo máximo…

Lo máximo a veces es aprender a pedir y otras a recibir. Acumular o desprenderse. Sentir o ignorar. Saber y desconocer. Llorar o reír. Perder o ganar. Sujetarse o saltar… Amar o dejar de amar. Consumir o mantener. Seguir la linea o abandonar el camino trazado para explorar. Cada uno tiene su cielo…

No hay normas, no hay claves, no hay manuales que seguir. A veces sólo hay que cerrar los ojos e imaginar lo que queremos…Tiene mil formas y ocupa mil espacios. En algunas ocasiones, se coge con las manos y otras no puedes llegar a verlo. Puede ser enorme y sólido o etéreo y sutil para atravesar paredes y conciencias. Se mide por impulsos, por emociones, por jadeos y lágrimas. No pesa pero alimenta. No abulta pero crece. 

Es eso. Exactamente eso.

Y si no sale bien, nos reímos y volvemos a empezar. El intento es ya el triunfo. 

 

Un sucedáneo de felicidad

Un sucedáneo de felicidad

luna-media

Está cansado y furioso, aunque no sabe por qué o prefiere no recordarlo. Siempre mira los anuncios de complementos vitamínicos, por si dicen algo que tomar para poder cambiar su vida. Ha probado mil y con ninguno consiguió el efecto esperado. No hay magia en las cápsulas, tan sólo esperanza perdida. Y a él de eso le sobra, es experto en invenciones y en esperanzas. Está convencido de que la suerte le ronda. Es una cuestión de estadística. Un día cambia todo y te quedas con la boca abierta. Está convencido de que ese día se acerca.

Se ilusiona fácilmente. Siempre ha detestado esa tendencia a creer que todo irá bien incluso después de cien mil patadas en el estómago, pero no puede evitarlo. No quiere, le gusta. Luego, la realidad le devora las tripas, le sacude la dignidad y el zarandea la conciencia… Cuando no pasa lo que creía que tenía que pasar el alma se le cuartea, se le cae a pedazos y rueda por los peldaños de su autoestima hasta tocar fondo, pero ¡qué caray! Mientras crea realidades alternativas lo pasa en grande, está vivo, es sumamente feliz. Sueña despierto, sueña mucho y muy despierto. Imagina, imagina cada día más… Y se le va la cabeza y todo empieza a girar y casi nota que los pies se le elevan del suelo. No es cierto, son las ganas, el deseo… Un entusiasmo que no le cabe en el pecho. Parece que durante un rato inhale oxígeno puro, vida pura… Esencia de alguna substancia altamente dopante que le lleva a pensar que su vida dará un giro, que todo está a punto de dar el vuelco que espera. Se transforma, acelera el paso y sería capaz de ir a la oficina y tragarse todas las caras agrias de un bocado. Les diría lo que piensa, lo que busca, les diría incluso lo que sueña y esperaría a contemplar sus reacciones de asco y de mofa sin miedo. Sería capaz de mirarles a los ojos fijamente y soplar para ver cómo se esfuman. Son humo, en realidad…

Cuando imagina, vive más que cuando vive. Cuando sueña está más despierto que cuando lucha por estar despierto.

Ahora que lo piensa, ahora que cierra los ojos se da cuenta de que guarda rabia porque nunca toca lo que sueña, porque dura poco, porque sabe que no es real. Tal vez debería dejar de chutarse esas fantasías y pisar el frío suelo. Poner cara de melón demasiado maduro, como su compañero José, que parece que vive pero sólo es a medias. Que fabrica problemas para estar ocupado y no sentirse solo. Que cierra puertas para luego abrirlas y creerse hábil… Que busca sólo sueños asequibles para no dejar de muscular sus emociones y no reventar de dicha… José, viviendo en una burbuja y a medio gas. Lo suficiente como para acariciar una vida casi plena y no demasiado como para no desconcertarse y partirse en dos si luego no sucede lo que anhela que suceda. O como Laura, que nunca espera nada de nada. Desconfía y casi araña si te acercas. Laura, preciosa al extremo e ignorante de tanta belleza. Con el ego hinchado para contrarrestar una autoestima subterránea, hundida por un amante que le arrancó los pétalos y la despojó de todos los rincones donde guardaba locuras pendientes y deseos por conseguir. Si Laura le escuchara, si supiera que no necesita construir muros ni inventar dragones. Si se contemplara con sus ojos engulliría el mundo entero al mover sus caderas y pestañear. Es diosa pero se cree esclava.

Tal vez él podría vestirse de gris y guardar las formas. Vaciarse de historias absurdas y contener sus ganas de desbordarse e inundar todo lo que colinda sus paredes. Dejar de suplicar que algo nuevo suceda, que pase lo que tenga que pasar y que pase pronto porque teme que se le agoten las hormonas que chutan sus ganas locas de seguir. Porque se siente tan quieto que le asusta que le trepe la hiedra y le salgan raíces.

Quizás podría quedarse sentado y teclear un rato ante el ordenador, sin que sus pies bailaran solos y su cabeza saltara las paredes de la oficina, bordeara los más altos edificios, surcara mares y se hundiera en la tierra. Sin que pudiera imaginar una, dos, tres, mil, un millón de vidas paralelas que le llevan a despegar y salir por la ventana y vibrar sin moverse, sin dejar de mirar la pantalla, sin emitir sonido y con el ruido de la máquina de café de fondo y la impresora pidiendo papel como un niño reclama a su madre.

Quizás pero no… No podrá. Se quedará callado y regresará de golpe a su puesto sin haberlo dejado nunca. Cerrará los ojos para fijar en su mente la última imagen del sueño, un sucedáneo de felicidad completa que colma sus necesidades un rato. Un efecto placebo maravilloso.

Es tan placentero el sueño y el propio deseo como la felicidad que le aguarda. Tal vez, ser feliz sea este intento desesperado, este deseo gigante, esta noria continua en su cabeza en la que todo pasa sin que pase. Tal vez esto ya sea la estela de esa felicidad que casi toca, que huele, que saborea sin poderla coger y tomar. ¡Qué suerte! Piensa, tan cerca ya… Como un cometa.

Lo único que le molesta es ser tan feliz y que sea sólo en su cabeza. Y no compartirlo, no contarlo, no poder llevar a nadie a ese otro lugar donde es libre. Tal vez mañana toque su sueño. Sí, seguro, mañana todo dará la vuelta y la felicidad será completa.

Cada día piensa que mañana empieza su nueva vida. Un día de estos, será cierto. Tocará la luna… Las estadísticas están de su parte. Las ganas están de su parte…

Método infalible para no llegar nunca a ser feliz

Método infalible para no llegar nunca a ser feliz

nino-enfadado

No te cuestiones nada.

No preguntes. Calla. Espera.

Dí siempre que sí. Incluso cuando no quieras. Cuando el sí sea la carga más pesada que arrastras.

Traga, siempre. Aunque no tenga sentido. Aunque no sepas la razón y te des cuenta de que mereces mejor trato.

Intenta gustarle a todo el mundo. Cree firmemente que hay espacios de gloria que te están vetados porque sí. Porque eres tú. Como si en tu ADN hubiera un gen repelente a la dicha, a la fortuna, a la capacidad de conseguir lo que anhelas. Como si el mundo se dividiera en ganadores y perdedores y tú estuvieras enjaulado en el segundo grupo.

Esconde tus ideas por si ofenden.

Procura no destacar por si te miran y critican. No opines. No brilles por si a alguien le molesta.

No arriesgues por si te equivocas y eres el blanco de las burlas.

Procura no hacer nunca el ridículo. Ríele las gracias a todos. Siéntete común, vulgar. No te diferencies. 

Esconde tus sentimientos y emociones. Piensa que mostrar lo que sientes te hace débil, que tener miedo es de cobardes y que las dudas no son necesarias.

Cree firmemente que llegará un día en que serás feliz. Que todo estará controlado entonces, como por arte de magia. Que tendrás el hogar perfecto, la familia perfecta, el aspecto perfecto, el trabajo perfecto… Que podrás anotar esa fecha en el calendario como el primer día del resto de tu vida. Y decide esperar sentado a que llegue.

Cree que la felicidad viene desde fuera y no desde dentro. Que es absoluta y que llega del tirón. No escuches a otros. Lleva tu pena en silencio y convéncete de que eres el único que lo pasa mal.

Que no te importe sufrir mientras esperas que llegue ese momento de perfección. Aguanta malas caras y baja la vista. Pásalo mal, que el rencor te carcoma, arrastra una carga esperando que todo cambie por azar. No vivas esperando vivir. No ames si no ves un atisbo previo de amor en los demás.

Siéntete gusano y procura esquivar las pisadas de quienes crees que están destinados a ser mariposas. No confies en nadie.

Posterga el momento de parar y cerrar la puerta al asco que te da todo esto. Postérgalo todo hasta que pierda sentido.

Déjalo para mañana o para nunca. No te esfuerces, piensa que no merece la pena.

Sé altamente desdichado y no te rebeles. Aguanta situaciones injustas porque no hay más remedio que sobrellevarlas. Decide que no puedes cambiar nada. Que el destino está escrito. Que sentir dolor es habitual y necesario. Que encajar golpes forma parte de tu día a día. Que no mereces más.

Piensa que lo pequeño nunca será grande. No imagines. No sueñes.

Cree que no hay elección. Compádecete de ti mismo.

Decide que todo esto no es responsabilidad tuya. Que eres una víctima. Que nada está en tus manos. Que tu vida no es tuya, que no la diriges y que no puedes escoger a dónde va.

Laméntate y quéjate por todo y propaga tu desdicha. Que lo sepan todos, que lo compartan.

Etiquétate como el desgraciado. Que todos lo sepan. Que todos lo digan, el primero tú.

Lleva tu etiqueta con el mayor pesar posible. Regodéate en tu miseria, en tu imposibilidad de dar la vuelta a la situación.

Ah… Más todavía… Busca una excusa convincente para no haber sabido cambiarlo todo, por no haber tenido ganas de frenar a tiempo tu frustración y resignación vital. Y si no la encuentras, acarrea también la culpa y la rabia por no saber cómo llegar a la salida de este sucedáneo de vida. Y si te duelen demasiado estas emociones corrosivas, busca a alguien ajeno que parezca que lucha por vivir a su modo y que se esfuerza por encontrar respuestas. Alguien a quién descargarle tu ira. Sé injusto con él, pisa su dignidad, humíllale, critícale hasta la saciedad como si fuera lo más importante de tu vida, tu único tema de conversación… Y envidia su felicidad si no eres capaz de quebrar sus defensas, si no puedes derrotar su entusiasmo.

Ódiale a él por tu cobardía. Cúlpale y nota los efectos nefastos de este sentimiento en tu propia esencia y tu cuerpo cansado. Pasa de presa a depredador. De cordero sumiso a lobo voraz.

Y cuando termines, prepárate para volver a empezar. Esto es un círculo vicioso que no acaba nunca.

¿O no?

Un día más

Busca palabras. Busca miradas. Gira. Gira tan de prisa que altera el tiempo y el espacio. Le da la vuelta a la náusea hasta convertirla en suspiro. Convierte las lágrimas en respuestas. Las preguntas en ironías. Siempre lleva ventaja porque se acostumbró a caminar a tientas sin conocer el camino. Lleva trecho largo a paso lento pero insistente. Es elástica y líquida. Cálida. Adicta a las ilusiones y a los proyectos imposibles.
Sabe que no es fácil. No teme a nada más que al miedo. Regala alegrías.
Goza de todo. Se detiene en una gota de agua y la surca. Pasea en un punto minúsculo de luz y brilla. Bucea entre sus viejas cicatrices hasta encontrar la sonrisa. Se cose cada día las heridas. No pierde el aliento…
Nunca ha llegado suficientemente alto, ni suficientemente lejos. Nunca cree que ha reído demasiado ni que ha conseguido demasiados sueños. Busca emociones.
Siempre busca más y siempre encuentra. Devora poesía. Y sabe encontrarla entre las sombras, por los rincones. Rebosa entusiasmo. Sale por sus pupilas y sus poros… Y sabe inventarlo cuando el cansancio la derrumba, la hace caer, le come el cuerpo agotado de guerrear. Es una sirena que canta.
Se levanta cada mañana ávida de sensaciones y risas. Se dibuja un gesto de ansia enorme en la cara para poder seguir su camino. Un día más. Sin parar, sin dejar de buscar. Encuentra tesoros, busca locuras. Se estremece mirando un pequeño pedazo de cielo que a muchos pasaría inadvertido. Encuentra miradas voraces como la suya y las acumula en su cabeza inquieta que gira y no cesa. Ella nunca aparenta, nunca ostenta… Prefiere ser. Adora el mero hecho de existir.
Nota el viento. Nota el frío. Arde y luego tiembla.
Camina. Camina sin mirar atrás. Camina con ojos de niña. Todo lo mira, todo lo pregunta, todo lo engulle. Nunca se harta… todo le toca el pecho y le sorprende. Todo la fascina. Ella es el camino.
Camina sin más equipaje que esos ojos hambrientos y unos pies cansados. Se lleva pedazos de paisaje, almacena sueños… cree en milagros. Obra milagros.
Es una guitarra. Una bicicleta. Una tormenta. Una madre enorme y sabia. Una abeja reina.
Almacena pequeñas rebeldías. Busca fuego. Sujeta el mundo con alfileres. Cierra los ojos y todo lo puede porque todo lo intenta. Su corazón habita en cada celda de la colmena.
A veces, el cuerpo le pide pausa y le pide fiebre, pero no se asusta, porque sabe que eso le servirá de excusa para coger impulso.
Aún no lo sabe pero va a cambiar el mundo.
Para ti, en este especial momento de tu vida. Gracias por todo.