Porque nunca me canso…

Porque nunca me canso…

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A veces sigo porque existes, porque estás, aunque no sea cerca. Porque mientras camino vienen a mi cabeza cada uno de tus guiños rupestres y tus ojos salvajes, porque saber que respiras me calma y al mismo tiempo acrecienta mi ansia. A veces, camino porque sueño que mis pasos llevan a tu alma. Camino porque deseo llegar y andar en tu niñez dormida y ahondar en tu orgullo hasta encontrar una rendija, una brizna de piedad, una migaja de esperanza. Porque sé que en ti hay un hueco por llenar y quiero habitarlo. Porque nunca me canso de buscarte.

A veces puedo levantarme porque sé que en algún lugar del mundo, tú te levantas. Porque a pesar de no verte, noto que me alcanzas. Porque mientras me busco a mi misma, te encuentro. Por si no me buscas, por si deberías buscarme y no lo sabes, por si quieres que deje la luz encendida y no me lo pides. Por si no te quedan palabras a las que aferrarte para continuar con tu ruta y puedo dejarte las que a mí hoy me sobran… Llevo unas cuantas. Mi mundo es enorme pero cabe en unas cuantas palabras… Porque sé que en ti hay un cielo oculto bajo nubes grises y altas montañas… Porque casi siempre acierto cuando buceo en tus temores y te pido que des un paso al vacío mientras sujeto tu mano helada. Porque he visto tus fauces y tus garras y sé que asustan pero no hacen daño… Porque nunca me canso de intentar hacerte feliz.

A veces sé que podré porque sé que crees que puedo. Porque noto tu mano en mi espalda, dándome impulso y acariciándome las alas. Porque cuando ando a tu lado, la lluvia no es tan fría y el camino se hace corto… Porque robo al tiempo cada instante que te veo, intentando fijar en mi memoria de niña tu cara. Porque guardo en mi cabeza, como un tesoro, cada una tus miradas hambrientas y sinceras. Porque cuanto más fiero es el lobo que se aloja en tu esencia sé que más me necesitas… Porque cuánto más aúlla ese lobo, más llora el niño que comparte con él tu sustancia… Porque nunca me canso de quererte.

A veces digo que sí, porque no puedo negarte nada, si no me duele. Porque prefiero arriesgar y perder que quedarme sentada y rota. Porque prefiero caer sin red a nunca saltar o convertirme en piedra y dejar que la hiedra me devore las entrañas. Porque no dejo pasar sin probar, porque si puedo atrapo siempre lo que deseo y soy de un material inflamable que necesita cambiar de forma si quiere seguir, si quiere encontrarte en las esquinas… Porque sé que cuando estás a oscuras, brillas y quiero que el mundo veo ese brillo que yo atisbo cuando abro tus ventanas… Porque nunca me canso de intentarlo.

A veces, bailo en silencio porque la música está en mi cabeza. Porque no importa el reducto que habito, ni el muro que me rodea… Soy libre de memoria, de recuerdo, de compromiso con todo lo que me mueve. Porque me mueves y zarandeas. Porque sé que hay un enorme pedazo de ti que suplica que me quede.

Porque a veces si hay que seguir, se sigue. Si hay que saltar, se salta. Si hay lodo al pisar, se mira al frente. Si hay ramas, se apartan. Mientras haya camino, se camina. Y cuando no lo haya, se dibuja, se imagina, se sueña…

A veces, estoy porque estás, aunque disimule y parezca que no escucho y no vibro. Aunque creas que paso de largo y esquivo tus ojos voraces. Aunque me esfuerce en decir que no importa y cierre las puertas de mi conciencia cuando pasas. Siempre llevo el alma puesta para subir a tu sombra y alcanzarte si te escapas. Porque nunca me canso de rondarte…

A veces, a pesar de mis pies pequeños, doy pasos de gigante… Sólo a veces…Porque si es para ti, nunca me cansa.

Palabras

Palabras

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Dame palabras. Di mi nombre en voz alta, para que yo sepa que me recuerdas, para que note que me tienes en tu mente aunque a veces en las esquinas de tus pensamientos no veas mi cara. Dilo en voz baja, cerca de mí, para que mi piel perciba la caricia de tus labios sin tener que salir de la sombra. Dame todas las palabras que pasen por tu cabeza errática y desconcertada, para que lleguen a mí, aunque hieran a veces, aunque arañen… Aunque sean esas palabras que nunca deseo escuchar pero siempre tengo presentes.

Dame palabras y risas. Dame historias que se pierdan en el tiempo y dibuja mi rostro con palabras hermosas. Que me crea que existo. Que me crea que sabes que existo. Que nunca deje de existir si alguien me sueña. Dame palabras de esas que te hacen eterno, que te hacen inmenso, que te hacen inmortal e imperturbable al paso del tiempo. Palabras que me curen las heridas y disuelvan mis miedos más oscuros, que sean el viento que se lleva la niebla en el camino, que sean el sueño que llega esta noche para dejar que mi cansancio encuentre tregua. Dame palabras que recorran mi cuerpo exhausto y aviven mi piel dormida…

Grita, susurra, recita… Dame ironías y borra mis quejas. Que mis miedos sean recuerdo y mis recuerdos se aflojen en mi memoria. Quiero palabras que me hagan sentir que cuento, que mi cuerpo no es un espacio vacío cuando me miras, que mis ojos aún te acompañan…

Dame palabras para seguir buscando, para encontrar y volver al camino si me pierdo.

Palabras para el frío y la escarcha. Para la rutina y el cansancio. Palabras de amor y de fuego. Palabras para salir de la cáscara y encontrar el cielo. Palabras para refugiarme de la lluvia y para derribar el muro que circunda mi voluntad dormida. Palabras para levantarme y decir que no, aunque duela. Palabras para decir que sí, aunque asuste. Dame palabras para sujetarme cuando el vaivén de los días maree mi constancia agotada. Dame palabras para que no caiga cuando el peldaño de escalera que sigue está oscuro…

Dame palabras para saber que tu corazón no está dormido, que ya no es vagabundo… Para que sepa que hay camino, para que no me falte el aliento si me deja tu sombra… Para que sea libre aunque mi autoestima me mantenga atada. Para que sea feliz aunque mi mundo se acabe, aunque no haya mundo…

Dame palabras para mi conciencia, para mi alma encerrada, para mi cuerpo pequeño, para mi espalda dolida y mis ojos tristes que esperan tus… ¡Palabras! Palabras para esta noche larga que no termina. Que recuerde que habrá alba y que también es mía.

Palabras, palabras, palabras… 

Para aprendices de sabio…

Para aprendices de sabio…

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Rodéate de personas más inteligentes que tú. Huye de la mediocridad. Sólo los mediocres se rodean de mediocres… Busca personas a las que admirar, no lo veas como un problema, son una inversión, un reto. 

Cuando hablo de personas más inteligentes que tú, no me refiero sólo a más competentes y eficaces, sino también más sabias. Personas emocionalmente maduras, que saben afrontar retos y situaciones complicadas, que luchan, que sobreviven, que son sencillas pero grandes, que son generosas, que comparten, que tienen miedo pero lo superan. Cuando hablo de inversión, me refiero a una inversión emocional. A curarte de personas tóxicas e impregnarte de personas extraordinarias. Acércate a ellas con ánimo de aprender, con necesidad de superarte. No temas, no te harán sombra si se demuestran más hábiles que tú en algunas facetas, te ayudarán a brillar cuando sea necesario. Todos somos buenos en algo, tenemos que conocer lo que nos mueve y apasiona y hacer que crezca y nos haga crecer. Debemos descubrir nuestro talento y darlo a conocer…

Escucha, sé humilde, intenta aprender y entender. Defiende tus ideas y deseos, aunque sean un poco locos e imposibles, aunque susciten mofa y muchos no los entiendan. Aunque a muchos les parezcan ridículos y ni siquiera tú sepas por dónde empezar. El que sabe lo que quiere al final encuentra la manera de conseguirlo…

Comparte conocimiento. No temas. Puede copiar tus textos, tus ideas, pero no tus experiencias. Compartiendo puedes ayudar a otros, aportas valor y generas una cadena que acaba repercutiendo en ti mismo. Si das recibes, siempre… Dar es tanto o más gratificante que recibir. A veces parece que no te aporta nada, pero no es cierto. Nuca es en balde, siempre tiene recompensa.

Sé tú, siempre. Aunque no guste o genere malas caras. Sé tú y respeta a los demás. Vive y aprende. Siempre en positivo, siempre con una actitud abierta. Siempre puesto y dispuesto para aprender, para escuchar, para sentir. Las oportunidades están en una entrevista de trabajo o en el suelo de la estación de tren. Si andas ensimismado pensando que tu vida es horrible, no las verás. Abre los ojos, siente, vive cada momento. Ten una parte del cerebro en el presente y otra imaginando lo maravilloso que puede ser el futuro, recreando lo que sueñas, imaginando cómo llevarlo a cabo. Vive para hoy, para ahora y piensa que lo que haces hoy dibuja tu futuro. Sé capaz de formarte para saber más y ser mejor y al mismo tiempo no descuides que te de el aire y puedas conversar con otros y compartir historias. Sueña y vive.

No hables mal de otros. No plantes las semillas de un fruto que no comerías gustoso. No alimentes chismes ni engendres conflictos. Las mentiras nos estallan en la cara. Las conspiraciones malgastan energía y tiempo. A menudo, criticamos los demás nuestras propias faltas y errores. Atacamos antes de ser atacados y eso genera otra cadena, en este caso de negativa, que no beneficia a nadie. El dolor que causamos nunca es inocuo y siempre vuelve. El odio siempre pudre al que lo genera. Corta con este mecanismo y sonríe, piensa que nunca sabes lo que sufren otros. Ponte en su lugar, intenta comprender y si no puedes, olvida, perdona. Respira hondo y nota que no te afecta. Saldrás ganando y mucho. Perdonar es un don. La empatía es un regalo.

Ten miedo, pero no dejes que te paralice o te dirija la vida. Los valientes tienen mucho miedo pero lo afrontan, se lo comen a bocados mientras siguen su camino. Lo escuchan, lo aceptan, sacan la moraleja que conlleva y caminan. El miedo nos alerta, nos sirve para saber donde pisamos pero no debe evitar que pongamos un pie delante del otro… La vida es un puñado de maniobras y estrategias que inventamos para superar nuestros temores más arraigados. No somos nuestros miedos, somos el resultado de superarlos.

Da lo mejor de ti. Valórate. No te conformes con menos, mereces mucho, pero no te castigues cuando no llegues. Valora el esfuerzo y no la marca conseguida. Mira de dónde vienes y hasta dónde has llegado. Quiérete y sonríe. Muestra tu inteligencia. Esa inteligencia que te permite saber que a veces ceder es necesario, que se puede ganar y quedar el último, que son más importantes las personas que las ideas, que un paso atrás a veces es un paso adelante… Que los verdaderos guerreros luchan con palabras e ideas sin alzar la voz ni la mano. Usa las palabras con inteligencia, son armas arrojadizas y bálsamos que curan.

Equivócate todo lo que puedas. Admite tus errores y ríete de ellos. Ponlos como ejemplos. Escribe un libro para que otros los conozcan. Vívelos como tesoros, como enseñanzas. Apúntalos en tu currículum para que todos sepan que fuiste capaz de caer y levantarte y reconocer tus limitaciones para superarlos.

Ama lo que te rodea, lo que haces, lo que encuentras. Busca el lado hermoso de cada momento y de cada persona que se te acerca. Ama tus recuerdos amargos como si fueran dulces porque así los transformarás en tesoros. Ama tus errores y tus defectos porque te ayudan a superarte. Ama lo que sueñas como si pudieras tocarlo. Ama lo que eres.

Siéntete libre. En una jaula, en un piso diminuto, sujeto a una hipoteca, bajo el yugo de un dictador. No creas nunca que no mereces lo bueno, que lo tienes vetado, que no es para ti. Tú eliges lo que buscas y escribes tus sueños. Tú marcas tu camino.

Y cuando crezcas y seas sabio, recuerda tus responsabilidades. Las personas inteligentes deben administrar su sabiduría,  compartir lo que saben e impregnar al mundo de conocimiento para hacer que sea mejor. No te confundas, no sólo es sabio el que más sabe o el que más presume, a veces lo es el que más busca, el que más se esfuerza, el que más siente.

Y no olvides que todo esto no te hace mejor que nadie, te hace mejor que tú mismo ayer…

Deja que caiga

 

Deja que sueñe. Que me sumerja en mis atolondrados pensamientos siempre predispuestos a lo imposible, a lo desbocado, a lo volátil. Que me estrelle contra los más altos muros de la incomprensión ajena, que reciba el zarpazo de mil envidias sin sentido que no se atreven a imaginar como yo lo hago, que me rompa y recomponga como tantas veces antes… Que acabe en un rincón, exhausta de lucha, cubierta de cieno, con los ojos encarnados y esa mirada de loba que ya inventa la manera de volverlo a intentar.

Deja que ame. Que desee con tanta fuerza que mis pies apenas toquen el suelo y mis manos no noten más tacto que el tacto que persiguen. Deja que vuele imaginando que pasa lo que busco, que busco lo que pasa… Que el tiempo se detiene y todos los relojes marcan la hora de mi desnudez más absoluta, mi más desesperado juego de miradas, mis riendas sueltas y perdidas a cambio de una risa loca, una caricia absurda, un quejido casi franco.

Deja que llore. Deja que ahogue mis facciones y libere las paredes de mi conciencia revuelta. Deja que tenga mi necesaria pataleta… Que acumulo tanto llanto que arrastraría mis recuerdos más alegres al vacío y me congelaría las ganas inmensas de vivir que albergo intactas a pensar de los golpes y los encuentros con realidades muy crudas. Deja que me queje medio minuto y luego vuelva a la carga. Más serena, más imperfecta si cabe, más feroz y extraña.

Deja que pase lo que pase me absuelva a mi misma y me perdone los descuidos. Que mi plegaria sea tibia y mi condena ligera… Deja que te diga que sí, cuando sabes que no tengo propósito de enmienda, que soy alma dulce pero desatada, que prefiero el frío asfalto al algodón mullido si es a cambio de vida… Que no perdono ocasión porque la carcajada es corta y no veo el momento de consumir las emociones que se me agolpan en la garganta. Que busco más verdades que cuentos hermosos. Que a veces prefiero caer por confiar que andar de puntillas por la vida con cara agria… Sabes que no me encojo ni me achico, que no me rindo, que no me asusta encontrarme con mi cara después de cada fracaso y paso en falso. Sabes que no peso ni mido las caricias, que no quemo más allá de mis barreras, que no pongo etiquetas ni busco insignias ni glorias falsas. Que no tengo más ídolos que mis amores ni más credo que mis palabras.

Deja que suelte mis pasiones y rompa mis redes imaginarias. Que falle, que tropiece con mi falda y me cieguen mis lágrimas… Deja que salga de mí y camine un rato. Que encuentre donde terminan las arenas movedizas y plante mi destino. Deja que brille, aunque sea de ganas, de oído, de insistencia… Aunque mi risa a veces sea un poco forzada por el propio deseo de que llegue, por la necesidad de encontrarla. Por no perder la costumbre ni la querencia a la fantasía.

Deja que mi torpeza me arrastre. Que mis brazos sean alas. Deja que me calme y saque la angustia, que me quede un rincón para perder la cabeza y equivocar el paso. Que no me quede un pedazo de suelo por zapatear ni un hermoso sueño al que darle bocado… Deja que reine en mi metro cuadrado de selva y abdique de mis miedos más enraizados.

Deja que llueva en mi cabeza y salga en sol en mi cara. Deja que persiga mis sombras y encuentre mis retos. Que me entusiasme tanto que tome inercia y le dé la vuelta a mi mundo. Deja que pierda. Deja que caiga. Deja que sea esto que soy, sin más tregua que el puro cansancio ni más rendención que mi dura conciencia.

Casi todas las mujeres que habitan en mí

Casi todas las mujeres que habitan en mí

MUJERES

Hay tantas cosas que no sé… Tantas que ni siquiera imagino. Cosas que he vivido y que podría haber sentido de otra forma, que podría haber almacenado en mí con otra etiqueta. Cosas que escogí no vivir y aún arañan… Momentos que golpean mis muros y zarandean mis recelos. Punzadas en el pecho con doble lectura. Miedos que ocultan grandes sueños recortados. Sabores amargos que podrían ser dulces. Aromas y sensaciones que se me escapan y que continuarán existiendo el día que yo ya no esté. Vidas que dejé colgadas. Puertas que dejé cerradas al escoger entre un libro u otro, al esquivar una mirada o al echar a correr en lugar de detenerme a escuchar una disculpa. Instantes prendidos en un peldaño de escalera cada día menos frecuentado. Pequeñas eternidades retenidas en la memoria que continúan quemando a pesar de que el fuego ya está extinto.

Un día decides casi sin pensar no contestar al teléfono o no asistir a una cita y, al siguiente, te das cuenta de que han pasado diez años. El tiempo es como una losa pesada. Lo recuerdas y sabes que el hilo invisible que te unía a algo o a alguien está roto y por más que sigas lo que queda de él no te lleva ningún sitio. Y sabes que nunca más podrás recuperarlo ni tejerlo de nuevo, no podrás volver por más que tu cabeza se esfuerce en pasar los recuerdos hacia atrás. Y cuando rememoras lo que era, notas una soledad tan rotunda que puedes escuchar el ruido que hacen los ladrillos de tu alma cuando pasan del calor al frío intenso. Cuando se dan cuenta de que has perdido un pedazo de tu existencia sin avisar.

Hay vidas que se escapan por el sumidero del tiempo y dan paso a otras vidas. Decisiones que nos hacen saltar de rama en rama hasta cambiar de árbol, de bosque, de hemisferio, de universo… Nunca llegamos a saber cuáles son o serían mejores. Cuáles colmarían más nuestras ilusiones. Nunca descubrimos lo que podría haber sucedido. No sabremos si nos equivocamos. Sí, tal vez lo hicimos pero puede que eso forme parte del proceso. Quizás hiciéramos lo que hiciéramos acabaríamos en el mismo lugar y con las mismas incertidumbres. Esa sensación que tienes cuando notas que las situaciones se repiten e intuyes que es porque son asignaturas pendientes.

Cuando escoges, cierras los ojos a un mundo y te concentras en otro. Sin embargo, dentro de ti, continúan habitando todas las personas que podrían haber vivido esas otras vidas. Todas las posibilidades, todas las elecciones imaginables y algunas que parecen imposibles ahora. Ese tú que se atrevió a salir al escenario aquella tarde, ese tú que dijo sí a un viaje al otro lado del mundo, el que se quedó en casa aquella tarde trágica, el que tuvo el valor de dejarlo todo por un amor grande. Los “tú” que huirían de la rutina, los que darían un paso más y cruzarían la linea llevados por la pasión, los que siempre se levantan cinco minutos antes y cierran los ojos pasada la medianoche. Los más libres y los más asustados.

El tú que contestó la llamada y acudió a la cita y que ahora no leería estas palabras porque la vida le habría llevado a buscar otras voces y navegar por otras aguas.

Hay tantas cosas que no sé y no conozco. Tantas personas dentro de mi conciencia deseando salir y escoger camino. La que me dice que siga, que haga el ridículo si es necesario pero no me quede con las ganas. La que me recuerda que quizá no podría soportalo. La imprudente, la voraz y deseosa. La más divertida de las payasas sabias que me recorren la mente. La más recurrente de las mojigatas dulces y amables que se sonrojan y esconden tras unas gafas. La que lo explora todo antes con la imaginación y la que no se atreve ni a pensarlo. La que busca la tentación para caer. La que huye de cualquier ocasión que cree peligrosa para su ego reciclado y maltrecho.

Todas esas mujeres dormidas esperando turno para salir y pedir pista. Todas las mujeres que habitan en mí y buscan rezo para encontrar un destino, para notar la vida y no quedarse en la última fila mirando lo que pasa sin hacer nada. Para ser la acción. Para tomar las riendas. Ser su propio destino y abrir todas la puertas posibles… ¿Cómo saber cuál elegir? ¿cómo notar si aciertas?

Tal vez, a veces tenemos que cerrar esas puertas porque no es el momento de abrirlas. Y esperar. En ocasiones, nos pasamos la vida dando rodeos hasta escoger al final el camino que deseábamos en un principio. Deambulamos en círculos, como nuestros pensamientos más recurrentes. Como un baile que se repite una y otra vez que nos permite dilatar el tiempo hasta tener el valor de escoger, hasta saber que resistiremos la presión del momento en que decidamos seguir un rumbo y dejar otras vidas posibles atrás. Dejar encerradas en la conciencia todas esas mujeres muertas de ganas de intentarlo. Dejar en suspenso a todas la mujeres que habitan en mí… A casi todas … Menos a una. La liberada de esa prisión de mujeres marchitas esperando turno, la que ha sido escogida para seguir el camino… Las demás permanecen dormidas. Al final, siempre se paga un precio por la libertad.

Por ellas