Lidera tu vida

No podemos pasarnos la vida culpando a otros de los que nos pasa. No somos lo que nos pasa, somos la forma en que lo afrontamos y lo vivimos. No somos nuestros miedos, somos la manera en que nos enfrentamos a ellos. Somos las palabras que usamos y todas y cada una de las quejas que nos repetimos cada día. Es la hora de no cerrar nuestra mente y tomar las riendas, gestionar nuestras emociones y sacarles partido, porque todas nos traen algo positivo, aunque duelan o asusten. Ha llegado el momento de responsabilizarnos de nuestra felicidad y nuestra vida y dejar de culpar a las circunstancias. Lidera tu vida porque si no la liderarán otros.
 

Algunos errores son necesarios

Nos asusta equivocarnos y, sin embargo, es casi tan necesario respirar. Sin error no hay evolución, no hay madurez ni crecimiento. Sin fracaso, no hay victoria. Cada vez que nos equivocamos, abrimos un nuevo camino hacia otro lugar donde nos espera algo bueno, un aprendizaje que necesitábamos. Si sabemos sacar lo mágico, lo maravilloso, lo bueno de cada error, nos daremos cuenta de que salimos ganando y nos acercamos a nuestros retos, a nuestros sueños. Lo que cuenta es actuar. Decidir. Renunciar. Arriesgar. Equivocarse es maravilloso…
 

¿Quién es el líder?

Liderar es escuchar. Es motivar. Es decidir. Es observar de cerca y al mismo tiempo tomar la distancia necesaria para visualizar al equipo. Es formar parte del equipo, pero tener claro que se va delante. Es saber que ir delante no significa ser mejor sino tener más responsabilidad.

Liderar es valorar el esfuerzo y a cada persona del equipo desde su punto de partida. Es saber cuándo hay que ser invisible y cuándo es necesario destacar.

A veces, el líder no está, pero sigue presente… Porque el líder es siempre el que más trabaja.

Liderar es encontrar otra forma de hacer las cosas y lidiar con el día a día para que no te borre las ganas de cambiar y te engulla la creatividad. Liderar es abrir camino y dejar que otros también se abran paso.

El líder estimula. Enseña y aprende. Es exigente con todos, e incluso más consigo mismo, pero de una exigencia razonable. El líder siempre te pide más pero te recuerda que puedes, hace que te des cuenta de que puedes.

El líder huye de la mediocridad y busca la inteligencia. Se rodea de personas grandes, enormes, brillantes. No teme que acaben ocupando su puesto o rivalicen con él, al contrario. El líder busca talento, se rodea siempre de él, lo promueve, lo motiva, lo hace crecer… Porque sabe que siempre se aprende, porque siempre suma. El líder mantiene unido al equipo y se relaciona con él con firmeza pero con humildad. Allá donde haya un grupo de personas extraordinarias que trabajan juntas, es que detrás hay un líder.

Busca la armonía y huye del conflicto y la confrontación. Dialoga, negocia, cede. El líder no sólo valora aptitudes sino también actitudes. No busca excusas.

El líder a veces cambia de opinión si es necesario. Porque aunque tenga las ideas claras y la estrategia para conseguir sus metas bien diseñada, sabe que se equivoca, a veces, como todos y lo admite. No se deja llevar por el orgullo, aunque nunca pierde la dignidad. Tiene la mente abierta y busca retos constantemente. El líder no es fuerte, es resistente, es elástico y se adapta.

El líder inspira, suma, multiplica. Es compresivo y altamente generoso. Da mucho y pide mucho, pero hace que el esfuerzo que reclama no se vea como un sacrificio sino como un logro, como una meta conseguida.

El líder no manda, dirige, camina a tu lado, respeta. No da miedo, infunde respeto. No le molesta mezclarse con su equipo pero sabe cuál es su cometido. Es sencillo pero extraordinario. Busca la excelencia, busca talento, lo incentiva, hace que el talento procree aun a riesgo de perder a los miembros de su equipo si destacan… Prefiere tener a los mejores, formar a los mejores y que se vayan a rodearse de mediocres sin ganas.

A veces, el líder se pone en la última fila y se calla.

El líder no sólo valora resultados, tiene en cuenta la trayectoria, el esfuerzo, el camino, la actitud de las personas que le rodean.

El líder tiene valores y los defiende. Encuentra palabras para cada uno y son las adecuadas para motivarles, para recordarles que pueden y que lo conseguirán. El líder gestiona personas y emociones. Se guía por la razón y tiene en cuenta los sentimientos. Se anticipa a las necesidades. Arriesga, innova. Genera nuevas dinámicas y no se deja arrastrar por la rutina. Hace que todo sea más fácil pero huye de lo cómodo. Aprende cada día de todo y de todos. El líder se pasea cada día fuera de su zona de confort y hace equilibrios.

Porque liderar es también acompañar. Por eso, el líder no quiere llegar a la cima solo.

A veces el líder te deja llevar a cabo tareas con las que no está del todo de acuerdo porque confía en ti y valora tu criterio, porque quiere que le sorprendas y le demuestres que tenías razón.

Liderar es asumir. Es delegar. Es resposabilizarse y repartir resposanbilidad.

El líder acelera, si hace falta, pero es un corredor de fondo. Construye cada día.

El líder a veces también se cansa, pero sigue.

Reconoce errores, los exprime hasta que le sirven de trampolín para corregir y mejorar.

El líder no estorba ni hace de muro, hace de puente.

El líder escoge y mide sus palabras. Administra silencios. Espera, transmite calma y paciencia.

El líder también siente miedo y rabia pero los usa como energía para propulsarse.

El líder le da la vuelta a las situaciones adversas y las convierte en oportunidades.

No se es un buen o un mal líder… Los mediocres no son líderes.

Para aprendices de sabio…

Para aprendices de sabio…

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Rodéate de personas más inteligentes que tú. Huye de la mediocridad. Sólo los mediocres se rodean de mediocres… Busca personas a las que admirar, no lo veas como un problema, son una inversión, un reto. 

Cuando hablo de personas más inteligentes que tú, no me refiero sólo a más competentes y eficaces, sino también más sabias. Personas emocionalmente maduras, que saben afrontar retos y situaciones complicadas, que luchan, que sobreviven, que son sencillas pero grandes, que son generosas, que comparten, que tienen miedo pero lo superan. Cuando hablo de inversión, me refiero a una inversión emocional. A curarte de personas tóxicas e impregnarte de personas extraordinarias. Acércate a ellas con ánimo de aprender, con necesidad de superarte. No temas, no te harán sombra si se demuestran más hábiles que tú en algunas facetas, te ayudarán a brillar cuando sea necesario. Todos somos buenos en algo, tenemos que conocer lo que nos mueve y apasiona y hacer que crezca y nos haga crecer. Debemos descubrir nuestro talento y darlo a conocer…

Escucha, sé humilde, intenta aprender y entender. Defiende tus ideas y deseos, aunque sean un poco locos e imposibles, aunque susciten mofa y muchos no los entiendan. Aunque a muchos les parezcan ridículos y ni siquiera tú sepas por dónde empezar. El que sabe lo que quiere al final encuentra la manera de conseguirlo…

Comparte conocimiento. No temas. Puede copiar tus textos, tus ideas, pero no tus experiencias. Compartiendo puedes ayudar a otros, aportas valor y generas una cadena que acaba repercutiendo en ti mismo. Si das recibes, siempre… Dar es tanto o más gratificante que recibir. A veces parece que no te aporta nada, pero no es cierto. Nuca es en balde, siempre tiene recompensa.

Sé tú, siempre. Aunque no guste o genere malas caras. Sé tú y respeta a los demás. Vive y aprende. Siempre en positivo, siempre con una actitud abierta. Siempre puesto y dispuesto para aprender, para escuchar, para sentir. Las oportunidades están en una entrevista de trabajo o en el suelo de la estación de tren. Si andas ensimismado pensando que tu vida es horrible, no las verás. Abre los ojos, siente, vive cada momento. Ten una parte del cerebro en el presente y otra imaginando lo maravilloso que puede ser el futuro, recreando lo que sueñas, imaginando cómo llevarlo a cabo. Vive para hoy, para ahora y piensa que lo que haces hoy dibuja tu futuro. Sé capaz de formarte para saber más y ser mejor y al mismo tiempo no descuides que te de el aire y puedas conversar con otros y compartir historias. Sueña y vive.

No hables mal de otros. No plantes las semillas de un fruto que no comerías gustoso. No alimentes chismes ni engendres conflictos. Las mentiras nos estallan en la cara. Las conspiraciones malgastan energía y tiempo. A menudo, criticamos los demás nuestras propias faltas y errores. Atacamos antes de ser atacados y eso genera otra cadena, en este caso de negativa, que no beneficia a nadie. El dolor que causamos nunca es inocuo y siempre vuelve. El odio siempre pudre al que lo genera. Corta con este mecanismo y sonríe, piensa que nunca sabes lo que sufren otros. Ponte en su lugar, intenta comprender y si no puedes, olvida, perdona. Respira hondo y nota que no te afecta. Saldrás ganando y mucho. Perdonar es un don. La empatía es un regalo.

Ten miedo, pero no dejes que te paralice o te dirija la vida. Los valientes tienen mucho miedo pero lo afrontan, se lo comen a bocados mientras siguen su camino. Lo escuchan, lo aceptan, sacan la moraleja que conlleva y caminan. El miedo nos alerta, nos sirve para saber donde pisamos pero no debe evitar que pongamos un pie delante del otro… La vida es un puñado de maniobras y estrategias que inventamos para superar nuestros temores más arraigados. No somos nuestros miedos, somos el resultado de superarlos.

Da lo mejor de ti. Valórate. No te conformes con menos, mereces mucho, pero no te castigues cuando no llegues. Valora el esfuerzo y no la marca conseguida. Mira de dónde vienes y hasta dónde has llegado. Quiérete y sonríe. Muestra tu inteligencia. Esa inteligencia que te permite saber que a veces ceder es necesario, que se puede ganar y quedar el último, que son más importantes las personas que las ideas, que un paso atrás a veces es un paso adelante… Que los verdaderos guerreros luchan con palabras e ideas sin alzar la voz ni la mano. Usa las palabras con inteligencia, son armas arrojadizas y bálsamos que curan.

Equivócate todo lo que puedas. Admite tus errores y ríete de ellos. Ponlos como ejemplos. Escribe un libro para que otros los conozcan. Vívelos como tesoros, como enseñanzas. Apúntalos en tu currículum para que todos sepan que fuiste capaz de caer y levantarte y reconocer tus limitaciones para superarlos.

Ama lo que te rodea, lo que haces, lo que encuentras. Busca el lado hermoso de cada momento y de cada persona que se te acerca. Ama tus recuerdos amargos como si fueran dulces porque así los transformarás en tesoros. Ama tus errores y tus defectos porque te ayudan a superarte. Ama lo que sueñas como si pudieras tocarlo. Ama lo que eres.

Siéntete libre. En una jaula, en un piso diminuto, sujeto a una hipoteca, bajo el yugo de un dictador. No creas nunca que no mereces lo bueno, que lo tienes vetado, que no es para ti. Tú eliges lo que buscas y escribes tus sueños. Tú marcas tu camino.

Y cuando crezcas y seas sabio, recuerda tus responsabilidades. Las personas inteligentes deben administrar su sabiduría,  compartir lo que saben e impregnar al mundo de conocimiento para hacer que sea mejor. No te confundas, no sólo es sabio el que más sabe o el que más presume, a veces lo es el que más busca, el que más se esfuerza, el que más siente.

Y no olvides que todo esto no te hace mejor que nadie, te hace mejor que tú mismo ayer…

He sido yo

Los seres humanos son extremadamente complejos. Queremos una cosa y todo lo contrario. Buscamos como locos llegar al precipicio para decidir no saltar. Queremos salir y entrar a la vez. Estar fuera y estar dentro. A veces, queremos incluso que nos agredan para poder permitirnos agredir, para darnos el lujo de descargar en alguien nuestra ira acumulada durante siglos y nuestras frustraciones personales. Buscamos a alguien con quien topar en el tren y soltarle cada uno de los golpes que llevamos guardados en nuestro pecho ansioso por decirle al mundo que ya no lo soporta más. Usamos a otros como títeres cuando nos sentimos títeres. Damos desprecio porque recibimos desprecio y no somos capaces de cortar esa cadena de asco que entre unos y otros va tejiendo nudos. Porque no somos capaces de rebelarnos y decir que ya basta y defender nuestra dignidad.

Vamos engendrando la excusa para no tener que hacer algo que nos da pereza, nos molesta o nos asusta… O para poder hacerlo y sentirnos menos culpables, para tener el atenuante que explique porque caímos en la tentación.

En ocasiones, hacemos aquello que hemos criticado hace cinco minutos con saña. Somos lo que decimos que son los demás y les aventajamos en amargura. Nuestras palabras delatan nuestras emociones y sentimientos. Carecemos de lo que alardeamos. Deseamos lo que despreciamos. Buscamos lo que hemos perdido por no haberlo valorado lo suficiente. Salvando distancias, es como si nos identificáramos con nuestra propia basura… Lo que tiramos, lo que decimos no querer, lo que nos cuesta decir en voz alta que anhelamos y que nos hace sentir únicos, lo que aborrecemos en los demás es lo que nos da miedo encontrar en nosotros mismos y sabemos que es posible hallar si hurgamos… Lo que dejamos en nuestros despojos y queremos ocultar.

Somos adictos a catalogar situaciones y personas, cuando en realidad, estamos poniéndonos etiquetas a nosotros mismos. A menudo, nos asustan nuestros propios valores y el compromiso que supone ser fiel a ellos. Ser valientes y dar la cara, arriesgar por lo que creemos y por las personas que nos importan. Jugamos a ser superficiales y dibujamos un mundo donde ser eternamente niños. Esa inmadurez puede causar dolor a los que nos rodean que necesitan a su lado personas que estén dispuestas a asumir responsabilidades. Personas que reconocen sus errores y aguantan la mirada.

A veces, no sabemos lo que queremos o no nos atrevemos a quererlo. Porque pensamos no merecerlo, porque pensamos que es demasiado bueno para nosotros. Porque nos parece inalcanzable o tal vez porque tememos no estar a la altura. Porque nos da miedo ponernos a prueba. Por temor al compromiso, por no arriesgar, por no caer, por no dejar la comodidad de nuestra torre de marfil. Porque nos parece pequeño, porque nos recuerda que podemos ser pequeños. Porque preferimos dejarlo para más adelante o para nunca. Porque es mejor lamentarse que enfrentarse a ello. Aquí cada uno puede poner una de sus excusas y porqués, todos tenemos los nuestros, algunos son personalizados y otros universales.

Somos tan complicados que podemos llegar a querer al alguien y alejarnos de esa persona. Estamos diseñados para amar y destrozar al mismo tiempo. Para querer y usar a quiénes queremos para nuestros fines. A veces amamos, pero no queremos amar o no somos lo suficientemente maduros para hacerlo hasta sus últimas consecuencias …Y nos situamos en un limbo plácido que nos permite seguir en esa situación sin osar ni atrevernos a movernos demasiado, siendo el actor y el espectador al mismo tiempo. Sin importar el daño que hagamos, sin pensar que la otra persona tal vez no sea capaz de no escoger y no pueda soportar vivir en ese limbo, esa tierra de nadie que para nosotros es un espacio amable y para ella es un infierno.

Y para entender a los demás a veces no hay fórmulas. Hay situaciones de manual pero las personas son complejas. Un instante son básicas y después se refinan, se esconden, se aturden, se asustan… Dejan que el mundo pague sus culpas y mediocridades por no atreverse a decir que son ellos quienes se han equivocado. A veces salen corriendo de pánico, otras atacan y a veces se quedan quietas y ven pasar la vida… Como esos relojes de arena por los que se desliza cada grano de forma lenta pero acompasada.

Sin embargo, no hay que perder la esperanza. Somos también capaces de los mejor, de sorprendernos a nosotros mismos. De dejar a un lado el miedo y derribar el muro. De haber estado siglos sin atrevernos a bajar un escalón y de repente saltar al vacío. Al lado de alguien que nunca tiende la mano, camina otro que no sabe vivir sin amar y compartir. Siempre hay quien ha caminado el doble, ha sufrido el doble, ha llorado el doble y ha perdonado el doble… Siempre hay alguien que vuelve cuando nosotros tenemos miedo de ir. Siempre hay alguien que dejará la luz encendida en el camino para que veamos donde pisamos. Siempre tenemos un ejemplo a seguir y tal vez, un día, nosotros podamos ser un buen ejemplo.

Hagamos el esfuerzo… Lo mejor será no esperar a que otros den el paso y nos muestren ese camino. Mejor ser nosotros quién tiende la mano y quién enciende la luz para otros…  Quién desiste de su ira y abraza primero, quién pide perdón primero, quién arriesga primero… Seamos nosotros quién deja las excusas y vive como cree que debe vivir… Quién sale del escondite y rompe la cadena de la rabia acumulada… Quién deja de criticar, quién se pone delante de todas las miradas y afronta sus errores… Quién decide salir del limbo y amar sin temor.

Quién se levanta y dice el voz alta “he sido yo”.