Todavía

Todavía

pompas-de-jabon

Muta. Salta. Bucea.

Sal de la pecera y lánzate al mar. Agita las alas y cae, cae sin motor y sin freno. Deslízate por el precipicio, pon un pie en la arena y rueda por las dunas calientes… Nota como todos tus sentidos pierden el control, como dejas de saber quién eres y qué pasará por unos momentos. Aprende a sentir que no llevas las riendas o que las llevas pero las cedes al viento, para experimentar, para volar, para saber qué pasa cuando se agota este mundo en el que vives encerrado y tienes que mudarte al de tu imaginación. Recuerda que el día es noche y la noche es día. Todo es posible. Todo está por dibujar, todavía.

Piensa al revés. Vuelve a reconsiderarlo todo, esta vez sin encogerte de hombros, sin más limite que el infinito.

Recuerda que puedes cambiar a media partida, mientras escojas lo que te llena, lo que te mueve, lo que hace que cuando lo sueñas salten chispas.

La felicidad está en ese atajo que nunca tomas para ir al trabajo. Tus sueños están en esa esquina que nunca pisas justo ante la tienda en la que nunca entras porque no te gusta probar cosas nuevas. La fortuna nunca saca a pasear al perro a la misma hora, tendrás que sorprenderla. El amor de tu vida se sienta en las mesas del fondo del bar, esas a donde nunca llegas porque la rutina te frena… La rutina, nada tan cómodo como poco excitante. Nada tan absurdo como gris, mortecino, hastiante… Nada tan plácido. Te queda todo por sentir, todavía.

Mójate. Juégatelo todo por algo en lo que creas, por alguien que te haga sentir especial. Arriesga por amor, no por miedo. Rasguña tus manos, si hace falta, trepando muros y escalando montañas inexploradas. Deja que tus rodillas tengan rozaduras como las de los niños que juegan y saltan. Apura la última gota de pócima mágica. Besa al sapo. Bésale aunque estés segura de que no es un príncipe. Cambia de canción preferida. Cambia de melodía de fondo, de fondo de pantalla, de escena de película, de dimensión. Cambia de hemisferio.

Devora. Deja a medias la cena de todos los martes e improvisa un banquete. Tropieza y encuentra la aguja del pajar. Pisa esa zona oscura donde no hay red si caes, ni barandilla para sujetarse. Imagina, crea, engendra… Estimula tu cabeza, agita tu pecho… Aviva tus sesos y oblígales a ganarse las lentejas, a proporcionarte la ilusión necesaria para mover el eje de rotación de la tierra. Que tus neuronas se sacien de locuras, que te den la vuelta a la vida hasta que pierda la forma habitual y adquiera otra que te hace sonreír.

Haz el ridículo por defender lo que crees hasta extenuarte, hasta que otros se den cuenta de que lo ridículo sería no defenderlo. Hasta que tu ridiculez sea lógica y se convierta en tendencia.

Camina por la cuerda floja. Sé singular, sé distinto. Sosiega tus delirios y sigue tu intuición. Sé imprudente, a veces. Sé excesivo y luego descansa. Que la gente se ría al leer tu epitafio. Que tu cuerpo se canse de guasa y no de asco.

Tu mejor momento es este. Y te queda mucha mecha, todavía.

Cinco minutos

Siempre hay cinco minutos para detenerse a pensar y dar la vuelta. Para decir “adiós” y dedicar una mirada cuando se cierra la puerta.

Cinco minutos para encajar una crítica amable y dar un abrazo. Para frenar y a echar un vistazo, secar unas lágrimas y pedir perdón, si hace falta. Para compartir un bostezo y pedir un consejo.

Cinco minutos para tomar ese café postergado y alargar una carcajada.

Siempre hay cinco minutos para decir sí, recomponer el puzzle y deshacer el camino cuando es absurdo, cuando tienes la sensación de que no deberías haberlo andado nunca. Cuando sabes que cada paso que has dado ha generado una herida. Para ponerse en lugar de otro y estremecerse con sus miedos y cantarle al oído con voz suave. Cinco minutos para notar el frío y el calor, saber qué llevas en el hatillo de viaje y hacer recuento de daños y arañazos. Para darte cuenta de si te has quedado solo en el camino y de si los que te acompañan lo hacen por amor o por interés.

En cinco minutos se puede descubrir un gran secreto y aliviar un gran dolor. Escuchar un quejido, tomar la mano y chapotear en el agua buscando una mirada cómplice.

En cinco minutos se firman sentencias, se admiten derrotas, se asumen victorias… Se suelta lastre y se cierran puertas y ventanas para que no entre en invierno. Se sale a la calle a buscar el sol y se dibuja una silueta en la arena mojada.

Siempre hay cinco minutos para remediar una decepción y acurrucarse buscando consuelo. Dar la vuelta a la esquina y borrar una falta imperdonable. En cinco minutos se salva una vida y se rompe un silencio que parecía inquebrantable.

Cinco minutos más para gritar y suplicar, correr por las calles buscando encontrarte y decir lo siento y seguir la estela que forma tu cabello … Y saber que no dejará pasar un momento más sin estar a tu lado.

Cinco minutos para darte cuenta de que has sido necio. Cinco minutos para rectificar.

Siempre quedan cinco minutos para un paseo corto, un baile precipitado, un beso apasionado, un trago largo y una mueca divertida que te calme la angustia.

Cinco minutos para una caricia y un gracias. Cinco minutos para saber más de ti. Para hacerte más preguntas. Para escucharte y saber qué buscas y qué deseas.

Cinco minutos más para detenerse a mirar tu cara y saber que la podrá dibujar de memoria el día que ya no estés.

Cinco minutos para decirte que te quiere. Para que notes que te quiere. Para que sepas que desea que ese sentimiento dure siempre…

Siempre hay cinco minutos… Ahora, algún día ya no los habrá.

A Isabel y su forma maravillosa y positiva de afrontar la vida. Gracias…

 

Quítate el abrigo

Quítate el abrigo

¿Vas a ser la que no se quita el abrigo cuando va de visita? Por no molestar, por si dura poco, para que pase rápido… Para casi no notar que sales de tu gruta un rato y miras al mundo de frente… Te dejas el abrigo y pones cara de casi no querer tocar nada, no mezclarte, no sentir… Y sales como has entrado, como una sombra. Sin pena, sin gloria. Semi-nueva por la vida, con el precinto puesto pero con la garantía a punto de caducar.

¿Vas a ser de esas personas que van con guantes para dar caricias? Para no notar el calor de la piel, no impregnarse de vida, no contagiarse de la emoción… No caer en eso de que dentro de ti se engendre un sentimiento… Esas personas que besan sin soñar y caminan sin notar la firmeza de la tierra bajo sus pies. ¿Vas a ser un embudo? Una especie de canal por el que todo entra y sale igual, sin dejar mácula, sin filtrarlo, sin mezclarse contigo sin dejar huellas de su paso para modificar tu esencia…

¿Vas a negarte cinco minutos para respirar hondo y notar que existes independientemente de las prisas y el horario de los trenes? Vas a decirte “tú no, ahora no” y ¿vas a contener la risa, el llanto, las ganas de gritar y decir lo que piensas y que te sale por los poros aguardando llegar a tus labios?

¿Vas a mirarte al espejo y no ver que tus ojos gritan, arañan otras miradas buscando complicidad? Que tu cara amable, cuando está relajada y no cuenta los minutos que tiene hasta el próximo grito, es perfecta… Que cuando te inspiras cariño a ti misma, rozas la autoestima y eres capaz de devorar el mundo…

¿No vas a soltarte y flotar? Notar que te invade la espuma y puedes porque quieres y brillas porque estás serena y compuesta. Que eres compacta pero si hace falta te articulas, te mueves, te deslizas… Que eres translúcida, resistente, magnética…

¿Vas a perderte esa tú que “se apetece y se vacila” a ella misma? Esa que cuando oye su nombre tiene la sensación que lo que viene detrás será bueno y sonríe. Esa que sabe que mañana será mejor… No mejor que nadie, sino mejor que ella misma… Hoy.

No lo hagas, no compensa. Quítate los guantes. Siéntate a mirar como todo se mueve y tú te paras, respira. Y luego camina, en dirección a todo y a ti misma. Sé otra y sé tú, más tú que nunca. El tiempo se escapa. Basta de moratorias para encontrarte. Basta de sucedáneos de vida y estímulos falsos. Basta de destinos prefabricados y sueños prestados de otras cabezas más atrevidas. Basta de asuntos pendientes.

Sumérgete en tus pequeños abismos y hurga. Busca tus deseos y necesidades. Sacúdete los ogros que llevas pegados a la falda y te atan a tus miedos. Desnúdate de perezas. Quítate el abrigo. No hace frío ya. Lo sé, yo lo hice. El mío era suave y acogedor. Era una trampa amable. Me cobijaba de todo, me protegía del mundo, incluso de mí.

abrigo

¡Que nos tomen el pelo!

Venga… ¡Que nos tomen el pelo! Que nos miren a la cara y luego nos digan que sí, cuando es que no. Que nos cuenten un cuento triste para llegarnos al pecho. Que nos dibujen corazones rotos, sonrisas falsas… Ideas locas. Que nos bailen el agua, que nos sujeten la risa buscando lágrimas… Que nos alaben las formas y nos repitan palabras sordas y estúpidas.

Somos más de lo que ellos ven en nosotros. Nosotros escogemos quien nos decepciona y quien nos ama. Podemos cambiar de forma, girar sobre nuestros miedos, dar la vuelta al mundo y regresar sin perder esperanzas…

Que nos consuelen y nos mientan. Que nos digan que nos quieren y necesitan, mientras sujetan oculta una daga con mala intención. Tenemos la espalda repleta y nos queda espacio para otra y otra, hasta el final de los tiempos en la historia de las dagas. Estamos hechos de viento y de agua. Nos reinventamos cada día para soportarlo.

Que nos seduzcan con ojos burlones y muecas rebeldes… Que nos abriguen, nos persigan, que nos recen como si fuéramos dioses… Que nos castiguen luego sin su mirada, cuando no obedezcamos sus órdenes… No somos presas, no tienen redes tan gruesas para sujetarnos el deseo y la confianza.

No importa, no buscamos amores vacíos, ni almas huecas para llenar nuestras almas ansiosas y enamoradas. No somos sus esfinges esculpidas en la arena, ni sus héroes de barro, somos carne y hueso, somos risa … Somos vida que busca vida, sincera y en calma.

No importa que por ser como somos, confiados e inocentes, con ganas de compartir, nos tomen el pelo y nos dejen con esta cara … Mueca triste y cabeza baja. Tal vez lloremos y nos sintamos revueltos un rato, pero volveremos a encajar el golpe.

No importa que se aprovechen porque saben que cedemos y repetimos siempre, que somos carne de engaño y que sabemos perdonar… Somos más libres porque no dependemos de su estima, ni de que nos acepten en su casta.

Nosotros tenemos más suerte. Somos más flexibles, más resistentes. Tenemos la espalda curtida pero la ilusión intacta. Nos han arañado la cubierta y nos han arrancado la ropa, pero no nos han tocado las ganas. Podemos soportar cien decepciones a pecho descubierto a cambio de encontrar cinco expresiones auténticas que se nos acercan para compartir lágrimas… Y gozos… Y que duraran hasta que nuestra historia termine… Que valdrán la pena… Esas que sobreviven al paso del tiempo y al sueño. Que no necesitan rezo sino caricia. Que buscan respuestas y comparten preguntas, que caminan a tu lado y tienden la mano.

No importa, que nos tomen el pelo, ahora, aquí… No lo notamos, compensa. Sentir así lo compensa todo. 

 

Soy el mejor

Soy el mejor. Lo sé. Lo soy porque muchos días me levanto agotado y veo que en mis ojeras podría navegar una canoa, pero me lavo la cara y noto que me sonríen las pupilas. Y me siento amable conmigo mismo, hasta el punto de casi gustarme mi compañía. 

Lo soy porque a menudo paso la noche despierto. A veces dando vueltas a como solucionar un problema, otras porque estoy tan emocionado con mis planes de futuro que noto como el pecho se me agita. La adrenalina me invade, me convierto en un amasijo de movimientos sincopados… Me siento borracho de una especie de ansiedad por la vida, unas ganas gigantes de intentarlo todo hasta conseguir algo y me imagino llegando a una meta ficticia. Casi paladeo y degusto el momento… Puedo notar el olor y el calor, noto su tacto y una sensación de gloria inmensa me surca las venas. Soy el mejor, porque esto luego nunca sucede pero yo lo sigo soñando una y otra vez, porque estoy convencido de que cada día está más cerca. Y porque he notado un sinfín de pequeños momentos de gloria que no eran como ese, pero que me han dejado esta cara que ahora tengo de tipo prácticamente feliz.

Soy el mejor porque aunque sé que no soy el centro del universo, he aprendido a soportarlo y casi ya no me siento celoso de nadie por ello. Porque me siento niño y aún me parece encontrar tesoros en las esquinas. He sido durante mucho tiempo el mejor no aceptando las derrotas y las respuestas negativas.

Soy el mejor porque he aprendido a escuchar tanto que a veces, incluso, cuando acaba el día, oigo mi propia voz, aunque en seguida me doy cuenta de que a menudo me quejo demasiado. Soy el mejor buscando excusas, lo he convertido en arte, pero también soy el mejor echándolas a un lado para que no me tapen la vista.

Soy el mejor porque mis dudas son de enormes dimensiones. Se me tragan el aliento y me comen el sueño. Porque cientos de veces me he descompuesto y borrado del mapa y he vuelto a dibujarme con más ímpetu y sin gafas. Porque tengo tanto miedo que a menudo me oculto bajo una piel dura, un gesto arisco… Bajo una máscara de control sobre todo lo que me rodea… Aunque luego miro hacia adentro y me enfrento a él. Le busco los ojos y me río del tipo duro y frío del espejo. Y le obligo a tomar las riendas y salir de escena para que el tío sensato y vulnerable sea quién me saca de la cuneta. Y me recompongo, me calo el traje de bucear en las miserias y salgo al ruedo para que el toro más bravo me envista. Y cierro los ojos suplicando que el mal rato pase rápido. Soy el mejor suplicando, también.

Soy el mejor porque me he perdido mil veces en el camino y sigo dejándome migas. Vuelvo a empezar y fracaso y amontono las mismas caras y me siento en un recodo y me derrumbo. Lloro sin que me vean y me siento asqueado de todo. Y luego, tomo mi hatillo de recuerdos y necesidades básicas y sigo andando. Noto que cada vez pesa menos, será porque al final sólo llevaré lo puesto y esta ansiedad que me inunda y empuja para llegar al final. Porque voy despojándome de complejos y me he dado cuenta de que lo que me importa de veras está alojado en mi cabeza inquieta y rebosante de actividad.

Soy el mejor, sin duda. Soñando, rodeando obstáculos hasta atreverme a saltarlos, cayendo de cara sobre el pavimento, traspasando barreras mentales absurdas e inventadas por mí mismo, cavando zanjas donde protegerme para luego tener que tomar más impulso al salir de ellas… He sido el mejor achicándome y ahora seré el mejor convirtiéndome en gigante.

Soy el mejor porque amo y cada día supero amando el límite del día anterior. Porque ese amor me desespera, me llena y me vacía, porque no resisto su intensidad pero no soportaría su fin. Porque unas palabras pueden tumbarme pero podría mantenerme erguido tras un vendaval. Porque prefiero ir delante y encajar los golpes a quedarme rezagado y perderme el mínimo detalle de lo que pasa en mi vida.

Soy el mejor. Lo noto. Lo soy porque no desistiré hasta saber que he llegado y porque aunque ahora supiera que nunca llegaría, seguiría andando. Porque hace tiempo empecé un viaje rumbo a mi mismo con los únicos límites de mi imaginación y conciencia. Porque he tocado el perímetro de mi alma y sé que no puedo permitirme que se encoja.

Soy el mejor, me lo repito y me lo creo. Porque si no lo creyera, jamás hubiera podido dar el primer paso.