El porqué de las cosas que no tienen porqué

El porqué de las cosas que no tienen porqué

BAILAR
Tiene miedo, pero hará lo que haga falta para no esconderse nunca más y dedicarse a vivir…
Se subirá al tren. No importa dónde pare porque lo que quiere es sentir y sabe que vaya a dónde vaya encontrará lo que busca.
Porque la vida siempre te pone delante lo que necesitas aprender.
Porque sabe que lleva dentro las preguntas y las respuestas.
Porque lo único que le hace falta para vivir es notar que vive.
Soltar el lastre que lleva incrustado en su cuerpo menudo .
Y lo soltará, aunque tenga que hacer jirones su piel muda de besos.
Aunque tenga que arrancarse el miedo que le habla al oído y le duerme en las sienes.
Aunque no haya nadie en el mundo que la entienda y la miren como si estuviera loca.
Aunque a veces, al caminar, tenga la sensación de que nadie va a dónde ella va y se sienta muy sola, muy cansada, muy equivocada.
Aunque las únicas miradas que atraiga sean las miradas fijas de los loros del parque se controlan a las palomas.
A menudo, piensa que nunca sabrá lo es el sosiego, la calma, la paz de no luchar con ella misma por salir de un caparazón grueso.
A menudo, se desespera porque ve que ahí a fuera llueve y tiene muchas ganas de mojarse.
Y cuando se lo cuenta al mundo, cuando les explica que cada día se araña las rodillas y se magulla las manos intentando salir de la coraza, la miran con recelo… Porque ellos se pasan la vida intentando volver a dentro para que la verdad no les encuentre. Para no tener que ver lo minúsculas que son sus vidas podadas por el miedo.
Tal vez, quién sabe…
Sólo los locos podrán entenderla.
Sólo los locos podrán amarla.
Bendito ese amor que no nace de pesar ni medir, ni de razonar ni contar.
Bendito ese amor que no se puede explicar…
Ese amor donde las palabras se quedan cortas, las caricias se quedan cortas, las tardes se quedan cortas…
Ese amor que es capaz de los silencios más dulces y las envestidas más amargas.
Ese amor que borra lágrimas y abre ventanas.
Que vuelve a dibujarte las formas y te desabrocha el alma para que salga de su escondite más oscuro. Que te obliga a salir del mapa…
El amor que todo lo cura menos su adiós.
Aunque, a pesar del adiós, valga la pena, siempre…Porque es un amor real y no una copia barata. Y, pesar de todo, seguir viviendo, aún más, con más ganas, con más pasión, sin tanta medida y con más empeño.
Para descubrir que nada puede lastimar su piel si no se deja.
Para encontrar un amor verdadero en ella misma.
Para poder darse cuenta de que no importa que el mundo no sepa verlo si tú lo notas.
A veces, el mundo está esperando a que alguien como tú se atreva. Que se lance y le cuente una nueva versión de la historia… Que se lo cuestione todo tanto que lo conocido pierda forma y tengamos que fabricar una nueva entre todos… Para que tengamos que aprender a vivir sin estar pegados a nada que nos recorte… Para que las personas puedan buscar las respuestas que necesitan en su interior, sin esperar encontrar la razón de sus vidas en los anuncios de perfume y se pierdan la vida pensando que no llegan al listón que otros han inventado.
El mundo necesita a alguien que elabore una nueva teoría mediante la cual se explique el porqué de las cosas que no tienen porqué… Aunque muy dentro de nosotros ya sepamos la respuesta.
 

Gracias

Gracias

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Gracias por cada vez que me han dicho que no.
Las tengo todas guardadas en los cajones de mi alma y las miro de vez en cuando para recordar que supe remontar.
Gracias por las noches dando vueltas, porque me han obligado a descubrir porqués.
Gracias por los caminos oscuros y acerbos, porque curtieron mis pies y esponjaron mi alma.
Por cada vez que creí que no podía y supe ver que me equivocaba.
Por los errores maravillosos y los enojos sin sentido que me ayudaron a ver qué tipo de persona no quería ser.
Gracias por los amigos sinceros que no juzgan.
Gracias por los que planearon derrotarme y me hicieron invencible…
Gracias por los sueños…Están todos en el mapa de mi vida.
Gracias por la sombra, porque me impulsó a buscar la luz.
Gracias por todos y cada uno de mis miedos, han sido mis autopistas, mis catapultas… Mis caminos retorcidos hacia una versión de mí más libre, menos cansada.
Gracias por todas las risas.
Gracias por intuir y acertar.
Por todas las oportunidades, sobre todo las ocultas tras un semblante rudo o una capa de dificultad.
Por los saltos sin red que acabaron en fondo mullido.
Gracias por las decepciones, se han convertido en grandes amigas, en confidentes, en palancas…
Gracias por las cajas de tesoros. Gracias por la imaginación que permitió verlos e inventarlos.
Gracias por las lágrimas que sacaron de mí de todas las palabras que llevaba almacenadas.
Gracias por los cuentos y las moralejas.
Por mi amor la lluvia y mi gran necesidad de mar.
Por todas las personas que no me han entendido y han hecho que tuviera que aprender a explicarme mejor…
Gracias por ese viento fresco que viene y se lleva las miradas amargas.
Gracias por el otoño y su inmensidad ocre y roja.
Por el frío insoportable  y el abrigo dulce.
Por la pasión sin cauce y por todos los besos, los recibidos, los dados, los soñados.
Gracias por mis torpezas, porque son las semillas de mis aciertos, las madrugadas de mis amaneceres más hermosos…
Gracias por las caídas y los arañazos, cuando los recuerdo y revivo ya no siento el dolor sino la vida…
Gracias por las cuerdas flojas que he tenido que atravesar y todos los momentos incómodos que me han dejado desnuda…
Por la fuerza que me permite mostrar al mundo que soy vulnerable y que, muchos días, me siento diminuta.
Gracias por sentir.
Por desear.
Gracias por dudar y por vacilar.
Gracias por no saber fingir.
Gracias por no llegar y tener que volver a empezar.
Gracias por ser.
Por existir.
Por buscar sin parar.
Por apreciar lo pequeño.
Por aspirar a lo grande.
Por darme cuenta de que a veces lo grande es lo más pequeño.
Gracias por mis ganas de bailar.
Por el aire en mi cara y la arena en mis pies.
Gracias por amar… ¡El más grande de los regalos!
Por medrar.
Gracias por el camino de cada día.
Por haber aprendido a mirarme con los ojos de la conciencia.
Gracias por tanta belleza en todas partes y por ser capaz de verla sin tener que forzar.
Por aprender a perdonar.
Gracias por mi amor a las palabras ¡menudo lujo!
Gracias por darme cuenta de que debo dar gracias y alegrarme de hacerlo.
 
 

Confía en ti

Confía en ti

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No te compares con otras, ellas no visten lágrimas con tanta elegancia como tú.
No caminan en la cuerda floja por la que tu pasas cada día de puntillas sin apenas dejar de sonreír. Sin hacer más ruido que el del aire que te atraviesa y el de los sueños que acumulas y te surcan las venas…
Ellas no llevan el peso de cien vidas en sus espaldas ni buscan soluciones para llevar al mundo en el bolsillo y tenerlo a mano por si llora, por si se desborda… Por si se siente tan perdido que necesita que alguien le recuerde que hay esperanza. Tú eres esa esperanza, amiga…
Tan fuerte como las raíces inmensas de los árboles y la suave como sus hojas. Tan rotunda como una ola enorme, tan plácida como una marea dulce que besa la arena.
No te compares con otras que no libran batallas ni miran a los ojos a sus fantasmas… Ellas no se calzan el miedo para caminar sobre él cada día ni recorren las calles con tus ojos oscuros hambrientos de vida.
No tienen tus facciones preciosas ni usan tus miradas sabias.
No buscan nada que no se toque ni deguste, no saben ver la belleza en los rincones como haces tú.
No saben encontrar las palabras para levantar un imperio cuando se cae a media tarde y conseguir que anochezca en él sin que nadie se entere de que estuvo a punto de fundirse.
No te mires en los ojos de otras mujeres que no ríen como tú ríes con tus penas y que no susurran y cabalgan sobre bestias hasta dejarlas exhaustas y mansas.
No te pierdas intentando buscar sus espejos para verte en sus esquinas porque tu cara está en el reverso de las hojas y en el corazón de los que te aman y suspiran por abarcar tu grandeza.
No escuches a los que no saben qué sueñas ni pierdas tus sueños por más que el tiempo pase y no llamen a la puerta.
No te compares a diosas de plástico con sueños sin alma y almas sin sueños…
No desesperes… Estás hecha de selva y de brisa. Suave y salvaje. Del material que imanta las brújulas para no perder el norte… De la madera de un barco que surca mares adversos con una paz inmensa… De un pedazo de luna que brilla siempre, incluso por la otra cara…
Eres de cielo que se apaga buscando la noche pero regala un rastro malva y rojo.
Eres de agua clara y de canto redondo en un río que fluye y nunca para.
Eres de una lluvia espesa y de un sol caprichoso que busca filtrarse por las esquinas.
No mires atrás porque allí no queda nada…
No te dejes ahogar por el futuro porque es tan tuyo que podrías columpiarte en él mientras lloras de alegría.
No te entretengas con personajes secundarios, no te dejes llevar por palabras vacías… Tú eres quién lleva las riendas y escoge los caminos.
Que nadie que no te merezca te invada por un segundo… Que nadie que no te admire por tu sencillez excelsa se entretenga en tu puerta barrando el paso a los que sí saben verte como eres…
El camino siempre tendrá curvas… Siempre habrá noche y habrá día.
Siempre habrá aristas afiladas por donde pases y caras agrias que no sepan entender que la vida es corta.
No te preocupes por los que naufragan en gotas de agua ni te metas en sus cabezas diminutas…No escuches sus tragedias de diseño ni te arañes por no llegar a comprender lo que sienten…
Eres demasiado extraordinaria para encerrarte en ti misma, el mundo necesita que sigas adelante y le lleves la contraria a todo lo que no es justo o hermoso.
Sé que el cansancio, a veces, te habita las sienes y te borra la capa de entusiasmo que siempre llevas puesta. Sé que a veces, cuando el día acaba  y estás rendida de domesticar fieras, suplicas ser distinta y no tener que rendir cuentas a tu conciencia siempre firme y honesta… Aunque también sé que de inmediato das las gracias por ser tú y todo lo que eso implica.
Confía en tus pies, amiga, saben el camino.
Llevas las respuestas pegadas a la falda y los sueños impregnados en ti.
Que nadie te ate a nada… Que nada te ate a nadie … Y menos en tus momentos bajos, cuando olvidas que eres hermosa y venderías tu serenidad por un abrazo tibio…
Eres tan grande, tan inmensa… Que no se ve dónde empiezas ni dónde acabas.
Eres tan maravillosa… ¡Lástima que no puedas verte así!
Ni siquiera tú misma eres capaz de hacerte sombra…
Confía en ti, amiga, eres extraordinaria.
 
 

Fabricantes de oportunidades

No creo que la suerte exista. Al menos no tal y como nos la han vendido hasta hoy. Creo que las cosas pasan por algo, aunque muchas veces no les encontramos el sentido, no sabemos interpretarlas o no queremos porque nos duele demasiado. Todo lo que nos va pasando y decidimos nos ver, no sentir, no escuchar, se acumula en nosotros y se nos dibuja en la piel o se nos queda retenido esperando que llegue el momento.
Nos han educado para esperar castigos divinos si hacemos algo que otros creen que está mal o que vulnera un código ancestral, aunque para nosotros ese código sea en si mismo un castigo.  Nos da miedo ser felices porque, en el fondo, creemos que deberemos dar algo a cambio, perder algo, como si estuviéramos destinados a sufrir y la felicidad fuera una provocación, un ritual irreverente que debemos pagar caro… Porque nos han dicho que en esta vida no se llega a la plenitud. Porque nos han educado para no salir de las líneas marcadas ni explorar nuestra capacidad de ser libres. Nos han pedido que caminemos cada día por el mismo sendero, con la cabeza gacha para no desafiar a los dioses a esperar un golpe de suerte.
Aunque ese tipo de suerte cuando llega es efímera, porque no sabemos usarla o nos asusta tenerla entre las manos porque nos han dejado claro que nadie que no haya hecho un mínimo esfuerzo para conseguir algo, sabe cómo manejarlo. Porque nos han insinuado que  esa suerte que no nos pertenece y no pararemos hasta que no la malgastemos con la torpeza del que no sabe usar lo que no le está destinado.
Tal vez la suerte sea más cuestión de saber darse cuenta de dónde están las oportunidades, que a veces nos llegan disfrazadas de conflictos, y aprovecharlas. Una tarea complicada porque esas oportunidades no son a menudo cómodas ni fáciles, exigen esfuerzo y renuncia. Quizás la suerte sea hacer mil veces algo de muchas maneras distintas hasta que descubres cuál es la forma correcta o la soñada. Practicar para vivir. Darte cuenta de cuando cambiar y cuando aceptar y notar cómo eso te cambia también. Saber esperar, una espera activa, sin perder comba ni reflejo. Dejar pasar falsas oportunidades también que te ponen a prueba y que te llegan en forma de regalo maravilloso. Al final, quizás lo que convierte cualquier experiencia en una oportunidad es nuestra forma de verla, nuestra actitud… Los problemas son oportunidades, a menudo, cuanto más grandes, más recompensa supone superarlos. Por lo que, visto así, todo es una buena oportunidad… Y la suerte subyace en todo, tan sólo hace falta mirarla con ojos nuevos y agradecidos y estar dispuestos a exprimirla hasta la última gota.
A veces, ni siquiera somos capaces de ver la multitud de cosas que debemos agradecer hasta que las perdemos…
Tampoco lo bueno tiene porque ser complicado. A veces es sencillo, deseas algo y lo pides. Aunque a menudo no nos atrevemos a pedirlo, porque pensamos que no nos pertenece o que otros lo verán como una osadía o una impertinencia. El problema no es cuando llega a ti algo bueno y fácil y piensas que es un golpe de suerte… Eso es bueno. El problema surge cuando esa facilidad establece que tienes que dar a cambio algo que vulnera tu esencia o se interpone entre tú y tus valores. En ocasiones, no hay caramelo más envenenado que tener suerte de haber ganado la carrera sin saber por qué, ya que has aprendido nada de ello y no sabes si podrás repetirlo.
A veces, estás tan destrozado por dentro y aturdido… Vives momentos tan duros que cuando otros te dicen que tomes las riendas o arriesgues un poco para cambiarlo te asquea.
He sentido eso. Es como si llegaras a casa huyendo de la lluvia y tu cobijo no tuviera techo y miraras al horizonte y descubrieras que tu mundo es un lugar sin refugios y que en todas las casas que encuentras se duerme al raso. En ese momento, necesitas una mano tendida y la necesitas ya y todas las hermosas frases que te llegan al móvil donde te dicen que si lo sueñas harás que sea posible hacen crecer en tu interior una rabia descontrolada… Has soñado tanto y te has levantado tan pronto… Has amado tanto y ¿qué has recibido? Necesitas  suerte y la necesitas ahora. Uno de esos enormes golpes de suerte que te cambian la vida y que llegan de forma fácil, porque ni te quedan fuerzas para seguir, ni dinero en los bolsillos como para salir a buscarla…
Si tan sólo durante un rato pudieras despejar tu cabeza para pensar sin tanta angustia podrías empezar a construir algo nuevo, una alternativa, un nuevo comienzo para ti… Un refugio donde imaginar un futuro mejor que te ayudara a soportar este presente que se desmorona… No hay mayor ceguera que la del miedo. Te estruja el pecho para que respires rápido y corto, para que creas que vas a desfallecer. Te comprime las ideas y las acelera, abre la caja de estupideces que tienes herméticamente cerrada para evitar convertirte en un títere… Y te sientes acorralado, cansado, desesperado.
Siempre he pensado que la suerte se fabrica, se construye, aunque a veces esa creencia se tambalea y te golpea en la cara y te quedas con esa mueca triste y perdida. Aunque no te ves capaz porque estás muy cansado y lo que quieres es gritar…
Tal vez, la suerte, esa suerte facilona de los cuentos de hadas y princesas, la de las loterías y las comedias románticas exista sólo fruto del azar y haya personas tocadas por la magia… Quizás también haya varios tipos de magia. La que te llega un día, cuando entre una multitud topas con unos ojos que te calan por dentro y sacuden y agitan, y la magia que dibujas tú. Esa que sucede cuando dejas el camino marcado, decides que no te importa qué digan lo demás y que quieres descubrir por ti mismo hasta dónde puedes llegar. La magia del empeño, de la actitud y de la voluntad. La magia de los que van a contracorriente. Cuando vas a contracorriente encuentras respuestas que otros no encuentran y te haces preguntas que otros no imaginan.
Quizás la suerte es insistencia, impertinencia, osadía, cierta locura para imaginar lo que otros antes no han imaginado o no se han atrevido a soñar. Tal vez sea una fe gigante y conmovedora, una confianza enorme en ti mismo y tu capacidad de maniobrar por la vida corazón en mano y con ganas de tocar tu cielo particular.
Quizás sea tu propia forma de ver la vida y salir en su busca. Quererte lo suficiente como para creer que mereces lo mejor y no para hasta sentirte entero… Creer en ti.
Una solución distinta que antes nadie se ha atrevido a pensar para cambiar las cosas. Unos ojos nuevos con los que ver más allá del dolor y el miedo. Porque quizás ya tenemos mucha suerte y no sabemos darnos cuenta…
Tal vez la suerte sea una excusa a la que aferrarse para empezar, un amuleto en forma de trébol de cuatro hojas, un punto de apoyo desde el que mover el mundo, como Arquímedes. Tal vez, la suerte sea esa confianza en nosotros mismos que necesitamos para convertirnos en fabricantes de oportunidades.
 

El antídoto

El antídoto

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Algún día descubriremos la forma de curarlo todo… Tras mucho investigar y dar vueltas…  Después de soportar grandes conflictos y pelearnos por patentes y fórmulas…Después de perder la mayor parte del tiempo y del camino discutiendo quién se cuelga la medalla… Y ese día nos quedaremos perplejos al darnos cuenta de que el antídoto para nuestros males y dolores ha estado ahí siempre, ante nuestros ojos, y hemos sido incapaces de verlo.
Por nuestra manía de no ver lo obvio y despreciar lo sencillo. Por el hábito de no valorar lo pequeño y dar por hecho que todo es nuestro sin agradecerlo.
Por nuestra insistencia en no comunicarnos y ahorrar palabras y eludir emociones, dejarlas encerradas en la memoria y sacarlas solo para retorcernos de dolor y angustia. En nuestro afán por no demostrar y negar, por prohibir y callar, por reprimir cualquier gesto que parece que nos haga débiles, por el terror inconfesable que tenemos a sentirnos vulnerables… Cuando en realidad nos hace humanos, elásticos, asequibles… Nos convierte en seres amables capaces de sentir y decidir desde el corazón. Porque cada vez que demostramos lo que sentimos, somos más fuertes e inquebrantables.
Cuando nos digan que la vacuna contra nuestras penalidades eran las palabras que no hemos dicho y las lágrimas que no hemos llorado… Cuando nos muestren lo mucho que calma y cura un abrazo y un decir “lo siento” y admitir errores y aprender de ellos. Lo mucho que descarga una charla entre amigos y la placidez que se siente dejando de controlar al mundo para que no te arañe. Cuando nos cuenten que la medicina que necesitábamos era perdonar y perdonarnos…
Cuando nos digan que cada vez que pisoteábamos a otros era como si nos lo hiciéramos a nosotros mismos porque estamos fabricados de la misma substancia y todo lo que afecta a unos afecta a otros…
Cuando nos cuenten que cada injusticia que hemos cometido se nos ha enquistado en una parte del cuerpo y nos quema por dentro como si fuera propia, que algunos la llevan cargada en la espalda y les pesa y otros la acumulan en el pecho y les acelera el corazón… Cuando sepamos que mirar a otro lado no borra lo que pasa, sino que lo hace más terrible…
Cuando admitamos que  sólo nos hacía falta un poco de empatía y compasión para con otros y con nosotros mismos, que sólo necesitábamos escuchar y no pasar de largo ante el dolor ajeno. Cuando seamos capaces de decirnos a nosotros mismos que tenemos tanto miedo que a veces huimos y otras atacamos para poder soportar la angustia que nos supone sentir y no controlar lo que sentimos…
Cuando advirtamos que nos cubrimos de excusas para no hacer y luego nos dedicamos a culparnos y culpar a otros de nuestras «no decisiones» y del dolor que soportamos por ser incapaces de asumir responsabilidades…
Cuando sepamos que lo único que debíamos hacer era respetarnos y amarnos. Aceptarnos  y aceptar a los demás tal y como son.
Ayudarnos a superar las cuestas más duras para ser más grandes…
Hacer el camino acompañados y contemplar cada detalle como si fuera único, como si fuera aún más efímero, como si fuera mágico.
Cuando descubramos que sólo hacía falta dar las gracias por todo lo que tenemos y soñar con cambiar lo que no era justo…
Cuando nos demos cuenta de que el remedio estaba dentro de cada uno de nosotros y sólo necesitábamos creérnoslo y compartirlo… Confiar que sabríamos cómo hacerlo si éramos sinceros y humildes, si lo deseábamos tanto que no nos conformaríamos con menos y obraríamos milagros.
Algún día descubriremos que lo grande subyace en lo pequeño.
Que lo más difícil vive en lo sencillo, en lo básico.
Que la felicidad es salud y la salud es felicidad.
Que la belleza es el amor que damos.
Que, a veces, lo que más importa desaparece cuando dejas de apreciarlo y hay que cazarlo al vuelo.
Que la respuesta está en nosotros. Ha estado siempre esperando a ser rescatada de entre la maraña de egos y miedos absurdos.
Algún día descubriremos que sólo debíamos fluir y hemos pasado siglos contenidos, estancados, asustados, avergonzados de ser nosotros mismos… Que lo sencillo era la respuesta…
Algún día sabremos que el antídoto eran las palabras y que hemos pasado mil años sin aprender a usarlas…
Algún día… Quizás no está lejano.