El mar es hipnótico, me calma, me sacia de vida y me ayuda a conectar con todo…
Siempre estoy en ese lado de la vida donde pasan cosas, aunque asuste…
Ser madre es la aventura más apasionante de mi vida…

 

 

En ese lado de la vida donde pasan cosas…

No recuerdo un solo momento de mi vida en el que no haya estado fascinada por las palabras… Desde que era niña que me sentía atraída por la posibilidad de contar historias, así empecé a escribir.

Con la esperanza de poder vivir usando palabras, me dediqué al periodismo. He trabajado en la radio, la televisión y he colaborado en algunos periódicos. He disfrutado y difruto mucho en esa parte de mi carrera profesional, el periodismo es un ejercicio fantástico para observar al mundo. Así he pasado casi veinte años… Explicando noticias y moderando tertulias políticas… Hasta darme cuenta de que necesitaba ir un poco más allá.

Me apasiona la comunicación, en todos los sentidos… Me hace feliz ayudar a las personas a mejorar su capacidad de comunicarse con el mundo y con ellas mismas.

 

Saber comunicarse marca la diferencia, siempre…

Hace tiempo me sumergí en un proceso de autoconocimiento personal y todavía estoy en ello. Creo que es lo más duro que hecho y a la vez lo que más ha cambiado mi vida.

Si queremos vivir de otro modo, tenemos que hacer cosas distintas pero también tenemos que aprender a sentir y pensar de un modo distinto. El 90 por ciento del cambio se consigue borrando dolor, creencias anticuadas y límites absurdos. Todo eso se hace dentro de nosotros, aprendiendo a soltar y gestionar emociones… Ser feliz es una decisión personal.

Estoy aquí porque quiero compartir con los demás lo que he aprendido equivocándome mucho y cambiando mi vida.

El día que fui capaz de ponerles nombre a mis miedos, empecé a mirarles a la cara y me di cuenta de que yo era más sólida que ellos. Sin un poco de riesgo y un poco de frío, nunca se llega a la meta. 

Y la meta no es un lugar, es una sensación, un estado mental de paz que podemos aprender a sentir durante el camino…

Adoro mis cicatrices porque hablan de mis batallas...

Hace un tiempo descubrí que en la vida hay que asumir el riesgo de sentir y de perder para poder ganar y ser uno mismo. Que las oportunidades a veces te llegan en forma de problemas y que hay que saber sacarles punta para encontrar la moraleja y llevar ventaja… 

He caído mil veces y no me arrepiento de ninguna. Amo mis errores porque de ellos he aprendido a seguir. Estoy llena de cicatrices y cuando las miro me siento feliz por haberlas superado todas.

Por eso, siempre camino un poco en la cuerda floja, en ese lado de la vida donde todo es más complicado e intenso, pero cuando alargas el brazo, tocas imposibles.