Demasiada información para digerir en un momento, en una hora, en día, en una vida. Twitter, facebook, mi blog, tu blog… el futuro nos da una patada en la cara y es el presente. No tengo tiempo de pensar qué respondo antes de retwittear porque, en algunos momentos, casi no sé qué quiero. No sé qué pienso y si tardo unos minutos otro tweet mejor estructurado y más original me ha ganado la batalla.

Ahora podría decir que prefiero ese mundo que iba más lento y en el que recibir un e-mail era una aventura… pero este nuevo, que ya se hace viejo, se hace viejo por segundos, ¡me engancha!

Es muy grande. Sí, es a menudo superficial, etéreo y repleto de faltas de ortografía, pero es el nuevo mundo en el que los que no contarían para nada hablan. Y no se le pueden poner puertas. Es inmenso, global a la vez que imperfecto y peligrosamente vacío. Es semi-anónimo, reiterativo, descastado pero aún, a pesar de ser ya viejo, tremendamente virgen.

 Es el mundo en el que yo escribo esto y me convierto en mi pequeño altavoz. Y tú, seas quien seas, lo lees. ¡Tanto poder abruma!

Aunque sea para conseguir poco o acabar movilizando a miles de personas cansadas y hartas como tú.

Tanto hablar de crisis… tanto quejarse… estar tanto tiempo al final de la cadena alimenticia de los peces más gordos te seca los sesos y avinagra el gesto. Es mejor rebelarse, ponerse manos a la obra, movilizarse con palabras, engendrar nuestros puestos de trabajo y no esperar a que otros los engendren porque lo harán tarde y nunca a nuestro gusto…

Hartémonos de estar hartos y alcemos la voz, aunque sea a golpe de tweet.