El FMI, el BCE, la deuda externa, las agencias de calificación… un término tras otro, un ataque de pánico tras otro para hablar de mercados y de crisis. Al final, tantos organismos, tantas reuniones de ministros que se fotografían como clicks de Playmobil al término para descubrir que la economía es tan básica y rupestre como la prensa del corazón. Amarillea. No se basa en números sino en especulaciones. En lo que algunos opinan sobre un país a partir de lo que les interesa que otros crean. Si no estás de moda y además eres periferia, pringas. Alemania estornuda y la UE entera te coloca el termómetro y te da una aspirina a ti, pequeño e inmundo país de pandereta. Alemania necesita que suban el precio del dinero y sube, aunque tu gente, escuchimizado país, tenga que dormir al raso.

Y todo porque unos opinan y otros acatan y porque se corre la voz de que no eres de fiar. Al final, tanta Europa, tanto chantaje paneuropeo, y todo guarda la misma arquitectura que un patio de luces. A la vecina del quinto le ha dicho la portera que el del segundo primera no paga la cuenta y que su mujer le engaña. Y da igual si acuña certezas o miente. Da igual la letra, con la música ya basta para hundir la reputación y la bolsa. En el fondo, este invento de Europa no va ser muy distinto de un reality. Y España está permanentemente nominada porque no consigue share.