Manual básico del perfecto corrupto

La primera y más importante norma del Manual Básico del perfecto corrupto es aparentar que no se necesita dinero. Aún más, cuando pueda, el aspirante a corrupto dejará en evidencia que el tema del dinero no solo lo tiene solventado sino que no le importa. Que tiene abundancia de bienes materiales pero que, en realidad, no es eso lo que llena su vida. El perfecto corrupto deberá buscar la tapadera de una gran afición, una vocación y, en casos extremos, si no hay más remedio, una familia.

El problema es que, si no se sigue bien el manual y se destapa la trama, cuando el presunto corrupto es alguien revestido de dignidad aún duele más a la opinión pública. Una persona que llena con su cara los televisores y los periódicos, siempre con la mirada firme y con la vida solucionada. Una de esas personas que salían en los dominicales posando para las entrevistas con un gesto de auto-control inmenso. Destilando glamour y elegancia, con cara de victoria. Ejercían de salvavidas social con ojos de sobrellevar el éxito a pesar de no buscarlo y daban lecciones de solidaridad, ambición personal, superación deportiva o te explicaban sus experiencias en lugares exóticos donde no llegan ni la electricidad ni el gas. Y nosotros les leíamos pensando que eran grandes, que eran élite, que no sudaban… les perdonábamos que se forraran de pasta, pasta pública y nuestra, mientras no salieran de tono y despilfarraran lo justo para blanquearse la sonrisa o pasar el verano al sol.

Podíamos incluso soportar saber que nunca se daban una carrera para coger el tren o el bus o que no comían de tupper en el trabajo porque, en el fondo, les creíamos por encima del bien y del mal. Eran seres perfectos, de esos que huelen siempre bien y visten combinándolo todo. Esas personas que caminan sobre las aguas y caen siempre de pie.

Seamos sinceros, vamos… les creíamos casi mejores que nosotros y bendecidos con una gloria que les permitía privilegios vetados en nuestro mundo. Podían tener más coches, más casas, más vidas… incluso podían reproducirse mucho más que nosotros, porque no tenían que preocuparse por mantener a sus vástagos, ya lo hacíamos nosotros. Y lo comprendíamos, incluso mientras renunciábamos a tener nuestro segundo hijo por falta de ingresos a sabiendas de que con nuestro dinero manteníamos a los suyos.

La ignorancia ayudaba a soportar que “algunos” fueran los elegidos.

Y ahora, que nos damos cuenta de que solo lo parecían, nos corroen las entrañas pensando en lo inmundos que debemos parecerles a muchas de esas improvisadas glorias que estando en la cúspide con todos los gastos pagados, un día deciden viajar al inframundo y meter mano a la caja.

¿Os peguntáis por qué? ¿por qué con una vida solucionada, alguien puede arriesgarlo todo por más? ¿se es más feliz con mil tres que con mil dos? Y presuntamente lo han hecho unos cuantos… de diversas condiciones e ideologías… quien esté libre de corruptos, que tire la primera piedra…

Y ¿por qué? ¿Pensaban que nadie iba a notarlo? ¿Cómo se les pasó semejante barbaridad por la cabeza? Una y otra y otra vez con un descaro propio de la enfermedad mental o la estupidez profunda.Tal vez porque todo era solo fachada. Todo era ficticio. Las historias solidarias, los retos personales, las aventuras exóticas… en realidad nuestros héroes de dominical con rostro perfecto sudaban mucho y se sentían muy tristes y amargados por tenerlo todo. Y buscaron dentro, en sus cabezas, en sus almas… y no encontraron nada. Entonces bajaron al inframundo. Fue un viaje fácil. Lo dice el manual, aunque luego todos fallen y se salten la segunda norma : “Si la primera vez no te pillan, no repitas; incluso para los grandes es peligroso tentar a la suerte”.

Desde la cima todo debe verse distinto. Y desde nuestro mundo tal vez se vea todo muy distorsionado. Hemos llegado a tomar por casi dioses a seres que tan solo eran chorizos.