Un futuro sin excusas

Un futuro sin excusas

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Llegó vestida de lluvia y con esa cara que sólo tienen los que han ido a vivir a sus sueños y han vuelto. Sus ojos impregnaron de vida tu vida. Su manos cubrieron de caricias tus ansias, sembraron en tu mirada las ganas de ir vivir, de explorar, de sentir… De encontrar aquel lugar del que ella venía y que tú no habías sido capaz de encontrar. Porque buscabas fuera lo que llevabas dentro… Porque te asustaba tanto encontrar el camino a tu felicidad que huías cuando intuías que estabas cerca… Porque te daba miedo descubrir que conseguir lo que querías estaba en tu mano…
Porque hasta ahora te habías limitado al culpar al mundo de no ser, de no tener, de tanto llorar. Y ahora ella venía decirte “tú decides” y la cabeza de daba vueltas sólo con pensar que habías rozado tus sueños con la punta de tus dedos y no habías sido capaz de asumir esa responsabilidad…Porque te daba terror darte cuenta de que para que alguien te amara deberías haberte amado antes tú…
Ella te dijo “no acumules lágrimas, acumula pasos” y te dio la mano para guiarte en ese camino que tenías pendiente… En esa senda que llevaba a ti mismo… A ese tú más libre, más sereno, más dueño de sus días y sus pasos… Ese tú lleno de errores pero de errores sabios. De actos impulsivos y un poco locos, de acciones imprudentes que llevan a situaciones imprevistas y soñadas, a lugares donde nunca has estado porque hasta hoy no has hecho nada que no estuviera programado…
Ella te dio las ganas. Ella te regaló las riendas… Tú pusiste el pie en tu camino y echaste a correr para no tener vuelta atrás, para no poder arrepentirte, para no poder regresar si te arrepentías…Tenías tanto miedo de perderte y no volver a encontrarte que deseabas huir de ti mismo… Tenías tanto miedo de no volver a sentir que te querías como mereces que no querías quedarte dormido por si al despertar no recordabas lo que es amarte… Tenías tanto miedo de no volver a tener el valor de intentar ser feliz que preferías desaparecer a regresar a esa vida donde no eras capaz… Por eso, empezaste a andar y apretaste las manos tan fuerte que no las sentías… Y cerraste los ojos hasta no saber dónde estabas…
Y al mirar atrás, al buscarla a tu lado… Al querer darle las gracias por cambiar tu mundo, te diste cuenta. Ella sólo existía en tu cabeza. Ella era tus ganas y tu necesidad de salir de la cueva. Ella era tus miedos enterrados en un pasado triste… Ella era tu invención más maravillosa para salir de la rutina y poner rumbo a tu vida. Ella era tu lado salvaje llamando a la puerta de tu lado gris y arrastrándote a un futuro sin excusas.
Y ya nunca más te protegerás de la lluvia…

Cuando sopla el viento

Cuando sopla el viento

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Pones el freno, levantas el muro, coses las costuras de tu piel para no salir de ti mismo… Cierras puertas y ventanas, te quedas callado en una esquina… No importa, no puedes hacer nada. Lo que debe pasar, pasa. Lo que no buscas viene a ti esquivando montañas, bailando por los meandros de los ríos, surcando la noche más oscura, llamando a tu puerta.

Si es bueno o malo, ¿quién sabe? Habrá que sumergirse en ello hasta poder sacar la cabeza y flotar, hasta respirar y poder saber qué dirección seguir. Hasta decidir si te vacía o te llena. Hasta tocarte la cara y saber si ríes o lloras…

No es el destino, no está escrito. Es un cruce de caminos que nos lleva de un lado a otro, ahora nos atrae al precipicio, nos cita en el fondo de un valle desde donde sólo se ve poco más que cuatro nubes y algunos rayos de sol… Y mañana nos lleva a la cima para contemplar la vista. Entonces sabes dónde estás y ves lo que quieres, lo que buscas. Puedes seguir con tus ojos el sendero dibujado hasta llegar, el curso de tus días hasta fabricarte una vida… Puedes respirar y decidir si bajas y sigues dejándote llevar, si permaneces esperando en tu rincón escondido, para que no te pillen las circunstancias… Si estás más de cinco minutos en la cima, mirando, el viento llega, sopla fuerte… Cambia de sentido. El viento te aleja, te acerca. Juega contigo, te enreda para que sigas tu camino, te mete arena en los bolsillos para que te quedes o te da alas para que llegues a dónde necesitas llegar. A veces es dónde quieres llegar, por tu insistencia máxima, tu testarudez maravillosa. Otras, te conduce a un lugar desconocido que jamás has visto y te da una sacudida que te costará olvidar…

A veces el viento te lleva a dónde tú deseas para que te des cuenta de que estás equivocado. A veces, te lleva al lado opuesto de tus sueños porque es allí donde realmente moran tus deseos y no lo sabes. En ocasiones te acompaña, te da pequeños empujones y zarandeos para que no te pierdas, cuando te flaquean las fuerzas, cuando de tanto pisar valle oscuro pierdes el norte…

Aunque otras veces, el viento cierra las puertas de golpe y barra las ventanas. Cambia el curso de un río e inunda el paso que te lleva a tu anhelo, estruja las nubes, volca los árboles para que tengas que cambiar de camino… Y en el nuevo camino a veces está lo que buscas y quién buscas, que también ha tenido que dar un rodeo… Otras veces hay algo que trae una moraleja oculta, una experiencia distinta, una aventura necesaria, un tránsito que puede golpearte o darte la vuelta para que sepas que tu mundo no es firme y tu valores flojean.

A veces el viento es cálido y te empapa de aromas traídos de lejos que te invitan a bailar cuando tus pies aún están cansados.

A veces el viento es helado y te despierta de repente para recordarte que estás vivo…

Para bien o para mal ¿quién sabe?

No todo es ese viento azaroso, tú empeño cuenta, el hambre que tienes por lo que deseas dibuja tu camino. La sangre que toca tambores en tus venas lleva un mensaje que puedes escuchar si callas, cada noche y observas el cielo… Desde el valle o desde la cima. No hay viento malo porque el viento no manda…

Hay quién se encierra ante el viento y quién aprende a usarlo para propulsarse… Quién se traga las lágrimas y quién las llora todas para no dejar ni una brizna de pena en su cuerpo. Tú decides si te rindes o plantas cara. Tú eres quién dicta tus leyes. Quién busca la barca para pasar el río o cuando amaina la tormenta, lo intenta de nuevo. Tú eres quién sujeta su pasión con todas sus fuerzas y espera a momentos mejores para seguir luchando. 

El viento no siempre te susurra que cambies de opinión ni sentido. A veces, te pone a prueba para que sepas si tus convicciones son firmes, si tu propósito vale la pena el esfuerzo, si tu ilusión persiste… Si tu sueño sigue vivo a pesar de altibajos y golpes…

No todos los sueños se consiguen caminando el linea recta. A veces es necesario dar mil vueltas para volver al inicio y tomar la senda que nos lleva a nuestro cielo… No hay caminos correctos. No siempre hay que evitar las curvas… No todo lo desconocido asusta. No todo lo que ya conoces es bueno. Como las semillas o las hojas secas.

Cuando sopla el viento, el alma queda muda, el mundo calla…

No sirven de nada las murallas, ni los candados en las puertas forjadas… No hay excusas posibles, ni escondites seguros, ni pies demasiado cansados… No hay lugar donde ocultarse del viento cuando sopla. Mejor dejarse llevar y estar atento.

¿Oyes? se acerca… 

La máquina de fabricar excusas

Funciona a pleno rendimiento. De día y de noche. Fabrica excusas para todo. Sólo hay que concentrarse un poco y no dejar nunca la mente en blanco, pensar precipitadamente y desear con todas tus fuerzas sacarte un problema de encima. Repetir incansablemente la palabra problema, sin parar, hasta que no haya nada más que supere su rotundidad y existencia, siquiera la tuya. Sentir como se te estrecha la garganta y pensar más en el conflicto que se abre ante ti que en una posible solución. No asumirlo, sentir un miedo atroz y no querer remediarlo para sentarse en una esquina de cualquier habitación, a poder ser poco ventilada, a ver como crece. Como se hace grande, enorme, como el problema se desborda y como invade tu espacio vital y ocupa tus pensamientos. Sopesar empezar a correr, pero preferir quedarse sentado, mirar a otro lado, sentirse agredido, ser parte acusadora. Entonces, la máquina de fabricar excusas se pone en marcha. Es rápida, en esos momentos no se le pide calidad sino cantidad. Y la máquina empieza a soltar. Fabrica excusas para no querer, para no ayudar, para no dar ni darse, para no dejar de sufrir, para no bailar. Excusas para no poder y para no saludar. Excusas para no parar de comer, para no parar de caminar, para vivir sin vivir. Excusas para no decepcionar y para que parezca que algo te importa aunque no te importe. Para no quedarse corto, para no pasarse. Excusas para inventar nuevas formas de decir no, sin decirlo y de que parezca que dices sí, pero sin comprometerse.

La máquina, de hecho, es experta en crear promesas sin compromiso. Fabrica sin cesar y cuando termina, se reinicia y vuelve a empezar. Para adquirir esta máquina es necesario previamente asumir que estamos cediendo un alto porcentaje de nuestra libertad de elección. Para ponerla en marcha no hace falta estar en grave conflicto, de hecho, todos la hacemos funcionar en algunas ocasiones en la vida, dependiendo del grado de necesidad y madurez. Cuando funciona a pleno rendimiento es cuando empezamos a considerarnos una víctima. La asunción de este papel, a veces con razones de peso o otras no, es difícil y ardua, pero una vez asimilado, todo es más fácil. Es un combustible para ella, hace que funcione más ajustada, que no pare ni en invierno ni en verano, que se le saque todo el partido posible.

Si no se desea asumir este papel es más recomendable optar por algunas otras máquinas del mercado, más eficaces y rentables. La máquina de fabricar oportunidades, la de fabricar frases de ánimo y aliento en situaciones adversas, la de fabricar ganas para levantarse pronto cada mañana o la de sacar tiempo de donde no hay. Hay modelos antiguos que aún están en la brecha como la máquina de subir cuestas con equipajes pesados, la de sobreponerse a decepciones y entrevistas de trabajo o la de empezar diálogos positivos en lugares incómodos. En el stock acumulado de máquinas hay algunas otras no suficientemente valoradas como la de estimular el ingenio, la máquina de achicar complejos absurdos y estupideces, la de fabricar momentos para pasar en familia cuando el trabajo no lo permite o la máquina de potenciar talentos ocultos para tirar del carro de la vida. Ésta tuvo gran éxito y mucha demanda hace unos meses, los tiempos son duros y muchos lo pasan mal y quieren salir del agujero. Y no quiero dejar de citar una nueva en el catálogo, la máquina de fabricar soluciones. Es un modelo compacto, no hace falta tener mucho espacio ni hacerla trabajar muchas horas cada día para sacarle rendimiento. Para adquirirla y sacarle provecho es imprescindible una actitud abierta y a poder ser haber tenido en casa antes la máquina de fabricar pensamientos positivos.

Ajuste de cuentas

Al final, sólo importa lo que te dice la conciencia. El resto es ceniza, jerga vacía, calma ficticia … pan sin sal. Un camino que te llevaría a quedar inerte y sin vida. Nada que te permita cerrar los ojos y saber que pisas exactamente las baldosas indicadas… que tus pies te llevan a ese lugar donde no dudas de tus razones. Qué más da que se te acaben las caras de resignación, las sonrisas de segundo y medio y te canses de atravesar embudos. Las pruebas que merece la pena superar son las propias, las que aunque te cueste admitir, sabes que tienes que pasar por ti mismo… aquellas que te acercan a la persona que quieres ser. Un ser humano, no idílico. Alguien que desea ser mejor, pero que sabe que no será perfecto. Una persona un poco recortada por sus temores y faltas pero con ganas infinitas de superarse. Un ser imperfecto con capacidad para ir más allá de sus límites y encontrar el ojo del huracán para permanecer tranquilo mientras todo a su alrededor se tambalea.

Lo único que vale es saldar cuentas contigo mismo y respirar hondo. La galería de rostros embutidos con ojos de lechuza que te escrutan es falsa, huidiza, se cae como los patos de las ferias al mínimo soplo… No te conocen, no te aman… no esperan nada de ti. Después de hundir su dedo donde creen que se ubican tus llagas, seguirán su camino y tendrán sus propias rozaduras… siempre hay otra feria, otras caras, otros ojos, otras heridas. Y en ese momento, el fajo de excusas inútiles y acumuladas que llevas sobre los hombros te harán sentir estropajo, estúpido, minúsculo… Almacenamos muchas, muchas excusas. Las buscamos para todo porque nos aterra quedarnos desnudos y parecer frágiles. Nos desesperamos por ellas porque pensamos que nos ayudarán a que otros nos aprueben. Son nuestro opio. Nos agitamos por la dosis diaria. Las encontramos a puñados para todo porque creemos que cada excusa nos acerca al perdón ajeno por una culpa ficticia, imaginada… inexistente. Se convierten en nuestro flagelo. Las coleccionamos para los demás y para nosotros mismos, las usamos como freno para dar pasos que nos asustan… las utilizamos como altavoz cuando nos imaginamos en falso y nos acongoja dar la cara… son un muro tras el que ocultarnos. Y pesan. Cada excusa es una piedra. Un enorme bloque de granito que metemos en el saco de lamentaciones que arrastramos… mejor soltar lastre y dejar de buscar palabras redentoras. Mejor respetar y respetarse. Mejor hurgar dentro y recuperar el aliento y darse cuenta de que el único perdón que necesitamos, muchas veces, es el propio. Y saber que si tu crees que ese camino es el correcto poco importan las lechuzas y los patos de feria… que si tu conciencia está limpia, la noche se acaba.

Seamos libres

No somos libres.  Al menos no, todavía. Estamos atados por nuestros convencionalismos, algunos necesarios y otros totalmente faltos de sentido. Nos atamos a una idea de nosotros mismos que nos hace pequeños, nos jibariza el pensamiento, nos entumece las neuronas, ya muy chicas de tanta doctrina repetida. El agobio y el asco comprimen la conciencia.

A veces estamos atados a la estupidez de sentirnos ridículos, diminutos. Otras veces, lo que nos une a lo absurdo es el creernos divinos, sabedores del todo, capaces de entrar diez segundos en la vida de los demás y vomitar en ella todos nuestros complejos en forma de prejuicio.

No somos libres ni cuando nos creemos cucarachas, ni cuando pensamos que somos dioses. A veces, somos fuego y somos paja.

No somos libres. Nos educan para creer que sobresalir es malo, que la mediocridad es cómoda, que la excelencia es agotadora. Nos piden que pensemos en círculos como si fuéramos lavadoras, que no salgamos del decorado… que ensayemos tres gestos básicos para la risa, la tristeza y el miedo y cerremos los ojos. Y los cerramos. Al asco, a la incertidumbre, a la mentira; a todo lo que no es simple y necesita matices. La masa es facilona, se deja; medio narcotizada es mansa… y somos masa. Nos convertimos en masa amorfa capaz de ser usada para todo, tomando la forma que otros necesitan… permaneciendo quieta y silenciosa.

No somos libres porque en la cuna nos explican que hay modelos de vida y hay que seguirlos. Porque nos dicen que salir del camino tiene consecuencias. Y hacemos caso siempre, casi. Nos entretienen con historias inmundas, nos dan carnaza fresca… nos mantienen cansados…

Y luego cualquiera va y se levanta con ganas y dice en voz alta que quiere opinar distinto… que en su mundo interior hay matices, que su vida es suya. No nos atrevemos… nos han educado para el subsidio y no para el estímulo. Para saciar el instinto más primario y hacerse pocas preguntas… las preguntas son peligrosas.

Aunque si ahora no nos atrevemos a pensar distinto ya es cosa nuestra. No nos podemos pasar la vida mirando atrás y echando culpas. No podemos imaginar conjuras ni tragedias ni levantar el dedo para disculparnos por existir. Somos lo que queremos ser. Lo que buscamos. Lo que imaginamos y soñamos.  Somos lo que nos permitimos ser. Somos lo que permitimos a los demás que nos hagan.

Cada uno cultiva su huerto y sabe lo que en él planta. Todos sabemos si quitamos malas hierbas o si echamos las semillas a tiempo. Nadie espera cosecha si se tendió más de lo debido a mirar como otros sembraban.

Y somos responsables de lo que elegimos. Somos responsables también de pasar de largo y no elegir nada. Nos tragamos cada día nuestra consecuencia. Sobrevivimos a nuestra miseria. Somos lo andado y lo que nos queda por andar.

No somos libres del todo, pero somos responsables de intentarlo. Somos nosotros quienes debemos escoger a qué o a quién seguir atados. Somos nosotros quienes decidimos si nos quedamos con el gato o la liebre… ya nadie nos engaña…  basta de excusas.

 La libertad, si no se tiene, se busca. Se persigue, se araña.