Di que sí

Di que sí

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Di que sí y me vuelvo loca.

Me convierto en espuma y golpeo las rocas, me diluyo en el mar y abarco el mundo entre mis dedos hasta ponerlo en tus pestañas.

Di que sí y prometo risa. Prometo baile. A veces sin sentido. A veces sin fuerzas pero siempre con ganas.

Prometo encontrar el lado sencillo de la vida y complicármela al máximo en lo importante. Nunca supe quedarme mirando desde la barrera. Prefiero el error al misterio, el fracaso a la ignorancia… Prefiero perder a vacilar. El dolor a la indiferencia. El riesgo a la hipocresía. El exceso al defecto. El remedio a la ausencia de todo. Caminar hacia ningún lugar a quedarme parada… Prefiero el miedo a la desgana.

Caminaré lenta por tu mirada de plata, tan brillante, tan fría, tan arisca a veces, tan absurda y extraña.

Buscaré tu talón de Aquiles y entraré en tus defensas para anidar en tus sienes y bucear en tus sombras.

Prometo lluvia. Prometo sueño y avalancha de pensamientos y palabras. No puedo dejar de pensar. No sé estar callada. No consigo olvidar ni dejar de sentir… No lo intento. Soy de un material irreverente e irascible, altamente combustible cuando le llevan la contraria… Aunque resistente y maleable con caricias… Extremadamente poroso con las emociones y las malas caras…

Di que sí y me callo. Un rato, al menos, más no pidas… No diré más palabra que no sea mejor que este silencio mientras te miro y te esculpo con mis miradas curiosas y desgastadas. Mis pupilas furiosas por no tenerte cerca golpean tu piel suave y bailan ante tu cara. No tengo miedo de mirarte, no tengo miedo de nada cuando te rondo y noto que me salen alas.

Prometo hacerme pesada en lo necesario y lo básico. No me cuesta nada, me sale solo y sin entrenar. Prefiero pasar por loca a quedarme dormida. Prefiero ser una duna a una roca.

Prometo cansancio. Prometo torpeza. Prometo tardes soleadas haciendo nada y noches sin descanso fabricando utopías que nos avergonzarán por la mañana… No me molesta la vergüenza, me asquea la apatía…

Prometo rarezas innombrables y todas las susceptibilidades posibles. Eso sí, prometo dejar de buscar excusas y escudos imaginarios. Prometo intentar un ayuno de quejas y de rabias contenidas. Prometo error y también acierto.

Di que sí y prometo seguir prometiendo aunque me quede exhausta y vacía… Aunque me falte el aliento y me quede llena de escamas.

Busco cariño, a ráfagas intensas o pequeñas olas acariciando mis pies en esta playa imaginaria. Busco consuelo, todo de golpe o a pequeños sorbos como una medicina para mi alma.

Prefiero caer, prefiero rodar y seguir rodando sin conocer el final de la cuesta a estar sentada mirando el acantilado y soñando con el agua.

Prefiero lanzarme sin saber el fuego que me queda dentro para soportar la vergüenza necesaria como para conseguir mis sueños.

Que me miren mal, que susurren y mi vida plena llene de chismorreos y brillo sus vidas insulsas… Prometo soportar sus miradas de madera astillada y sus palabras de espinas. Prometo bailar sobre sus risas congeladas y cantar ante las tumbas de sus corazones encogidos y muertos de ganas de ser el mío…

Prometo que no habrá ni un solo segundo de aliento ni descanso.

Prometo un ridículo espantoso, un apetito gigante por todo, un baúl vacío por llenar de cachivaches inútiles que nos recuerden quiénes somos para cuando la memoria nos falle.

Di que sí y le doy la vuelta al mundo y donde hay sol pongo luna, donde hay agua pongo tierra. Pongo sueño en la histeria y risa en las estatuas… Bailo sin suelo y respiro sin aire…

Di que sí… Prometo un cielo asequible, una luna roja y fundirte la noche y la mañana.

La máquina de fabricar excusas

Funciona a pleno rendimiento. De día y de noche. Fabrica excusas para todo. Sólo hay que concentrarse un poco y no dejar nunca la mente en blanco, pensar precipitadamente y desear con todas tus fuerzas sacarte un problema de encima. Repetir incansablemente la palabra problema, sin parar, hasta que no haya nada más que supere su rotundidad y existencia, siquiera la tuya. Sentir como se te estrecha la garganta y pensar más en el conflicto que se abre ante ti que en una posible solución. No asumirlo, sentir un miedo atroz y no querer remediarlo para sentarse en una esquina de cualquier habitación, a poder ser poco ventilada, a ver como crece. Como se hace grande, enorme, como el problema se desborda y como invade tu espacio vital y ocupa tus pensamientos. Sopesar empezar a correr, pero preferir quedarse sentado, mirar a otro lado, sentirse agredido, ser parte acusadora. Entonces, la máquina de fabricar excusas se pone en marcha. Es rápida, en esos momentos no se le pide calidad sino cantidad. Y la máquina empieza a soltar. Fabrica excusas para no querer, para no ayudar, para no dar ni darse, para no dejar de sufrir, para no bailar. Excusas para no poder y para no saludar. Excusas para no parar de comer, para no parar de caminar, para vivir sin vivir. Excusas para no decepcionar y para que parezca que algo te importa aunque no te importe. Para no quedarse corto, para no pasarse. Excusas para inventar nuevas formas de decir no, sin decirlo y de que parezca que dices sí, pero sin comprometerse.

La máquina, de hecho, es experta en crear promesas sin compromiso. Fabrica sin cesar y cuando termina, se reinicia y vuelve a empezar. Para adquirir esta máquina es necesario previamente asumir que estamos cediendo un alto porcentaje de nuestra libertad de elección. Para ponerla en marcha no hace falta estar en grave conflicto, de hecho, todos la hacemos funcionar en algunas ocasiones en la vida, dependiendo del grado de necesidad y madurez. Cuando funciona a pleno rendimiento es cuando empezamos a considerarnos una víctima. La asunción de este papel, a veces con razones de peso o otras no, es difícil y ardua, pero una vez asimilado, todo es más fácil. Es un combustible para ella, hace que funcione más ajustada, que no pare ni en invierno ni en verano, que se le saque todo el partido posible.

Si no se desea asumir este papel es más recomendable optar por algunas otras máquinas del mercado, más eficaces y rentables. La máquina de fabricar oportunidades, la de fabricar frases de ánimo y aliento en situaciones adversas, la de fabricar ganas para levantarse pronto cada mañana o la de sacar tiempo de donde no hay. Hay modelos antiguos que aún están en la brecha como la máquina de subir cuestas con equipajes pesados, la de sobreponerse a decepciones y entrevistas de trabajo o la de empezar diálogos positivos en lugares incómodos. En el stock acumulado de máquinas hay algunas otras no suficientemente valoradas como la de estimular el ingenio, la máquina de achicar complejos absurdos y estupideces, la de fabricar momentos para pasar en familia cuando el trabajo no lo permite o la máquina de potenciar talentos ocultos para tirar del carro de la vida. Ésta tuvo gran éxito y mucha demanda hace unos meses, los tiempos son duros y muchos lo pasan mal y quieren salir del agujero. Y no quiero dejar de citar una nueva en el catálogo, la máquina de fabricar soluciones. Es un modelo compacto, no hace falta tener mucho espacio ni hacerla trabajar muchas horas cada día para sacarle rendimiento. Para adquirirla y sacarle provecho es imprescindible una actitud abierta y a poder ser haber tenido en casa antes la máquina de fabricar pensamientos positivos.

Política en blanco y negro

El domingo, algunos votamos. Saturados de campaña, de sonrisas tibias y enlatadas, algunas más o menos reales, otras estilo rigor mortis… uno tiene ganas de pensar que la sonrisa que escoge es la más sincera… pero en el fuero interno, ese espacio interior dónde todos nos hablamos cara a cara y no nos ocultamos nada, sabemos que no. Que el candidato/a estaba pensando que le molestaba la americana cuando le fotografiaron, que llevaba tarde o que el pueblo a donde iba a hacer el siguiente mitin es de mala muerte.

Votamos habiendo oído una larga lista de promesas y reproches. Frases repetidas hasta perder la cadencia… argumentos embutidos en preguntas improvisadas… La política es en blanco y negro. Atía la masa, el instinto primitivo… siembra radicalidades o queda en nada, no llega. Es un anuncio de perfume, no vende aroma… vende chica, vende glamour, vende humo… vende sueño. Vende imposibles. 

El contrincante siempre es malvado. No hay matices. Siempre se busca un héroe, alguien que queremos pensar que es normal… pero que, por favor, no se nos parezca. La política es el arte de llevarse la contraria, de no ponerse nunca de acuerdo aunque se proponga lo mismo… la técnica más depurada de sacarse las entrañas sin ensuciarse las manos… de vaciar palabras hasta que pierdan significado… de no cargar nunca con la responsabilidad de nada o a ser posible, cárgasela a otro.

El domingo, votamos. Compraremos la mejor oferta en un mar de rebajas, nos asiremos al salvavidas para no naufragar… pero se nos quedará la cara de idiota porque jamás estaremos satisfechos con la papeleta que pondremos en la urna… nunca estaremos seguros…

Saldremos del colegio electoral pensando que nuestra elección tal vez no cambie nada… que nuestro rey midas lo convertirá todo en deuda, que las promesas no podrán cumplirse… que la democracia que tenemos es aún chica y está en la edad del pavo…

A pesar de todo, votaremos. Porque algunos están metidos en este negocio porque creen en él, porque a veces se encuentran amapolas en un prado de cardos y porque hay que dar oportunidad a las palabras.

Votaremos para que los derechos no se conviertan en privilegios y porque podemos decidir aún quien nos conduce hasta el precipicio…

Suena a farsa, cierto, pero es lo que nos queda. Lo que nos separa de la nada… en un mundo que camina hacia atrás, las urnas nos alejan del pasado. Y porque es el único día en que nos preguntan y la respuesta no sólo cuenta, sino que es para nota…