Un cambio de paradigma…laboral

Andamos estos días preocupados los pobres asalariados sujetos a la crisis por saber qué nos deparará la nueva reforma laboral. Contamos los días que van a darnos por cada patada y se nos encoge el estómago pensando como con esas miserias vamos a llevar un plato a la mesa.

Un empresario sin piedad-no lo son todos, los hay con alma-dice que en este país es carísimo despedir, que le cuesta mucho sacarse de encima a los jetas que no trabajan bien o a los que le sobran si la crisis se le come los beneficios.

El trabajador le mira con cara de asco y piensa en los mil euros que le paga cada mes y lee la letra pequeña sobre flexibilidad laboral pensado que eso significa que va a ser un esclavo full-time.

En realidad estamos intentando enmendar algo que nació para morirse. La crisis se ha convertido en un pegamento eficaz para el inmovilismo y no nos deja coger perspectiva. Ponemos parches a un sistema productivo que agoniza, intentando perpetuarlo cuando un nuevo paradigma llama a la puerta. En la nueva era que llega, habrá que adaptarse a nuevas fórmulas y habrá que hacer concesiones por ambos lados, eso sí, siempre manteniendo la dignidad.

La flexibilidad laboral no debe ser la esclavitud a plazos para el pobre pringado que apenas ve a su familia. Se trata de buscar fórmulas para satisfacer a ambos y producir en mejores condiciones. La época de las jornadas interminables y de fábricas grises y sin alma ha terminado.

Estamos en una nueva etapa en la que debería primarse el talento y el esfuerzo y eso significa mejores sueldos y condiciones. Un estímulo para que el trabajador se sienta gratificado e implicado, un gran antídoto contra el apalanque y la desidia y la cultura del subsidio que gana adeptos cada vez que un empresario sin escrúpulos menosprecia nuestro trabajo.

Facilidades para contratar y para despedir si el trabajador no rinde, pero antes de que eso llegue condiciones dignas, estimulantes… concesiones, responsabilidad social. Un nuevo marco de relación entre ambas partes que permita agilizar procesos, aprovechar sinergias, asumir retos… y que permita vencer recelos y actitudes propensas a la cerrazón mental y a la cultura del subsidio.

Podríamos intentar construir de nuevo un marco laboral que aspire a fundamentarse en la innovación, la creatividad, la calidad y el valor añadido que nos permitirá luchar contra la copia barata de usar y tirar. Nos viene encima un tsumani que nos obligará a cambiar las normas de lo establecido hasta ahora en el terreno productivo… y no parece que estemos preparados ni con ganas. No parece que nadie se de cuenta.

Deberíamos caminar hacia una meritocracia y dejar en el olvido esta etapa oscura de los apaños, la falta de rigor y la chapuza. Nos merecemos esa gran oportunidad. Aún más, si no la tomamos, nos reventará en la cara.