Hormigas y Cigarras

Vivimos en una sociedad que potencia la mediocridad, se alimenta de ella. Está basada en el principio de la anestesia… en mantenernos dormidos y agotados para que no se nos ocurra salir de esa modorra inmensa, una especie de matriz gigante que engendra seres abúlicos y tristes y los suelta al mundo privándolos de esperanza. Una vez en él, los mantiene ocupados y exhaustos para que no piensen, para que no se detengan a decidir si les gusta, les apetece o les satisface. Parece que todo lo que nos rodea ayuda a caer en el desánimo, la pesadumbre… el mínimo esfuerzo… en el chiringuito montado para que la cigarra patee a la hormiga y la contemple luego muerta de risa… y ante el panorama, la hormiga, a menudo se vuelve vaga y remolona. Se transforma en un ser mediocre. De vez en cuando, algunas voces sabias, nos hablan de hormigas que tras mucho luchar, han salido de esa apatía, han logrado vencer el desánimo y subir el peldaño… se han colado en el mundo perverso de las cigarras… y lo han mutado y mejorado… Entonces, un atisbo de entusiasmo, nos recorre el cuerpo de hormiga cansada… “el sueño es posible” “ yo puedo”… y dura poco, hasta que otra hormiga un poco más grande que nosotras, venida “a más” nos hace bajar hasta en principio de la escalera… nos hace sentir culpables de haberlo intentado… culpabilidad… qué palabra tan horrible… deberían borrarla… lo aniquila todo…

Incluso hay hormigas mezquinas que cuando ven que otras hormigas como ellas, con esfuerzo, ilusión y un aplomo increíbles han empezado a brillar… usan todas sus energías para denostarlas. Las hacen sentir diminutas, inútiles… les dicen que nunca deberían soñar con dejar de ser mediocres… no se dan cuenta de que el triunfo de esas hormigas motivadas es el suyo y de que desperdician energía impidiendo brillar a otras, cuando podrían usarla intentando brillar ellas. Les aterra pensar que otras pueden y lo consiguen. Tanto esfuerzo malogrado…

A veces, somos hormigas caníbales. Engullimos al vigía que nos lleva al final del camino, pisoteamos todo lo que encontramos en él. No lo disfrutamos lo suficiente porque estamos encogidas,dormidas, asustadas ante nuestras propias capacidades y nuestras ansias de volar… nuestros miedos nos limitan. Nuestras limitaciones nos convierten en mediocres. Y la mediocridad lo acaba devorando todo… nos encuentra ella sola las excusas para no despertar, nos allana el camino del inmovilismo, nos ata a ras de suelo y nos corta las alas.

A menudo somos mediocres porque nos hemos dejado… Aunque hay esperanza, cualquier mediocre motivado llega más lejos que un genio al que ya no le quedan ganas… y hay muchas hormigas aún haciendo cola para subir la escalera…