ROSA BLANCA
Sabes amiga, has perdido demasiadas noches imaginando si pensaba en ti o te soñaba. Has vivido sin notar que vivías con la mirada perdida en el paso de las horas esperando un mensaje o una llamada…
Atada a una idea, a un sueño, a una angustia que te comprimía la garganta. Sujeta a la necesidad constante de estar perfecta para que surja el milagro, para superar un listón absurdo, para llegar a una meta efímera… Para poder soportar habitar un cuerpo que a veces crees que no te pertenece.
Te has encogido por dentro como una hoja seca, te ha quedado el alma hidrofilizada… Te has contenido tanto porque no te sentías cómoda en ningún sitio, que ahora que te das cuenta de que ya no lo soportas no sabes encontrar la puerta para salir de tu destierro voluntario.
Quemaste tus sueños y los reemplazaste por otros, más asequibles, casi prestados, más adecuados para alguien como tú, que se creía pequeño y frágil. Que se sentía cobarde y sin brillo… Que se moría por ser otra cada mañana al despertarse y acababa topando con la mujer del espejo a la que no sabía amar.
Y ahora, cuando te echas a volar y descubres que eres fuerte y puedes con todo, revisas tus metas y te parecen diminutas. Y miras a esa mujer y quieres abrazarla.
Has vivido en alma ajena. Esperando señales absurdas para pensar en ellas durante mil horas y darles la vuelta cien veces hasta que perdían el sentido, hasta que te arañaban las entrañas y hacían jirones tus momentos dulces.
Has aceptado que te colgaran etiquetas y te llamaran por otros nombres que no son el tuyo. Has aceptado un amor a medias y has dicho sí a quedar colgada de una cuerda imaginaria para ser migaja cuando en realidad eres el banquete.
Amiga, has vendido tus ojos enormes a precio de pequeñas canicas y tu sonrisa deliciosa por una tarde de besos presurosos. Te dieron rocío por lluvia y abrigo por promesa de amor. Te pidieron el mundo y a cambio te regalaron un vacío enorme que se alojó entre tu pecho y tu espalda y ahí sigue sin calmar cuando hace viento y estás cansada.
Caminaste por la cuerda floja porque pensabas que te seguirían y a medio camino descubriste que te habías quedado sola… Aullaste a la luna llena, como una loba parda, esperando una respuesta que nunca llegaba.
Soltaste el paraguas y desnudaste tu alma y luego te diste cuenta de que otros estaban bajo techo y con la ropa puesta. Compraste un cuento chino y lo quisiste transformar en una esperanza.
Tragaste promesas que no eran promesas, pero se parecían tanto y sonaban tan bien que necesitabas quedártelas y abrazarlas.
Trazaste un mapa y llevaste el equipaje más pesado y luego descubriste que estabas sola.
Te volviste loca por una camisa blanca…
Lloraste tanto que se te cayeron todas las hojas y se te cerraron todas la ventanas.
La hiedra se enredó en tus pies y creíste que estabas atrapada en ese mar de angustia esperando un beso falso y una risa congelada. Una de esas risas que se usan para no sellar las promesas con palabras, no aguantar la mirada ni reconocer la cobardía.
Amiga, te has cansado de esperar a que te vean maravillosa. Y ahora te das cuenta de que eres demasiado grande para meterte en una caja… Que pisas con demasiada fuerza para transitar un camino de barro…
Que vuelas demasiado alto como para que te preocupen las nubes y las miradas que buscan socavar tu esencia.
Que te sobra calor como para rechazar abrazos vacíos y noches amargas… Que no necesitas guardar ninguna ausencia ni esperar a nada que no lleve a nada.
Sin embargo, cuando la tarde es fría, recuerdas. Los pensamientos no pueden atarse, ni amarrarse y las emociones maravillosas y desbocadas son a veces nuestras enemigas más bárbaras y crueles.
Entonces, imaginas, hueles, recuerdas, saboreas y luego rechazas medio loca.
Ya no lo necesitas, pero crees que sería maravilloso tenerlo, sentirlo, notarlo…
Y esa mujer que eres ahora te coge por los hombros y te dice que ya basta… Que te sobran fuerzas para hermosear tu vida, que te sobran alegrías para bailarla… Que te sobran sueños a tu medida para llenarla y que tú misma fabricas tus días…Que el príncipe azul que esperabas eres tú…
Ya no te escondes porque no lo necesitas y porque no cabes ya en tus viejos refugios de lágrimas y quejas.
Tus ojos enormes valen un reino entero con sus ríos y sus montañas. Tu sonrisa deliciosa es carísima para los que quieran ahogarla.
Ya no habrá más hojas secas, ni ventanas cerradas, ni hiedra que te sujete los pies cuando quieras avanzar.
Callará la loba parda que aullaba desesperada a una luna ausente.
No habrás más noches buscando excusas para seguir encadenada a un amor de porexpan.
Nunca más vivirás de sombras, ni de sobras.
En tu mundo ya no caben los besos falsos ni las risas congeladas.