A menudo, me doy cuenta de que he perdido mucho tiempo pensando en el pasado. Dando vueltas y más vueltas a ideas repetidas y recalentadas. Sin tener el consuelo de buscar en ellas nada nuevo, sin esperar respuesta, sin aspirar a añadir nada que, terminado ese proceso, fuera a ser útil.
Recordamos mal, a veces. Nos abrimos las heridas sin compasión. Rememoramos las palabras más terribles que nos han dicho, las sensaciones más espantosas, las emociones más lacerantes… Y nunca extraemos de ello algo bueno, porque nos quedamos con el dolor sin ir más allá. Nunca revivimos el momento desde la distancia, como narrador y no como protagonista. Nunca pensamos “pasó y fue duro pero estoy aquí y lo he superado”. Nos engancha eso de sufrir, a veces. Suena mal, ya lo sé pero ser víctima de algo o de alguien es una experiencia dura pero cómoda. Y lo siento porque no está bien generalizar. Hay muchas víctimas reales que luchan por no serlo… Sin embargo, en muchas ocasiones, nos gusta saltar al lodo del recuerdo y rememorar ese dolor. Y ensuciar con él todo lo que rodea nuestro presente. Y aunque hayamos superado el tema, al revivir esas emociones terribles y dejar que nos desborden sin ponerles límites ni malearlas, ni gestionarlas, ni reconocerlas, dejamos que vuelvan a herirnos. Es como si cada vez que recordáramos un accidente nos lanzáramos contra el muro para partirnos la ceja o rompernos la cara y conmemorar la ocasión.
Dicho así parece un ejercicio bárbaro. Si lo hiciéramos físicamente, nos asustaríamos a nosotros mismos. Sin embargo, no dudamos en hacerlo emocionalmente. Ponemos en riesgo nuestra salud emocional y, en consecuencia, física, aferrándonos a nuestras tragedias. Y sobre todo haciéndolo como el primer día, con ojos de sorpresa, con dolor, con miedo, sin superarlas, sin ganas de oponer resistencia a esa sensación que nos hace sentir como carne de cañón a merced del destino… Nos impregnamos de pasado y de sus males sin tomar distancia, sin ser capaces de aceptarlo con ojos de persona madura que ha sobrellevado esa experiencia y la ha superado. Viajamos a otro tiempo sin ponernos el chubasquero de la madurez, sin llevar en el equipaje nuestras nuevas herramientas de persona evolucionada, sin saber por qué ni con intención de cerrar página.
Miramos a nuestros miedos desde abajo. Regresamos al pasado siendo niños y descubrimos el pecho ante los fantasmas, nos empequeñecemos ante lo que pasó…Volvemos a repetir aquel comportamiento que nos llevó al llanto, a quedar paralizados, a salir corriendo sin afrontar.
Perdemos la perspectiva. A veces, porque es difícil dejar de visitar esas lagunas que tenemos en la mente donde parece que no ha pasado el tiempo, esos recuerdos que tenemos guardados en una parte de nuestra cabeza y que nos hacen saltar como tigres cuando algo activa nuestros dolores pasados…
Otras veces porque nos han educado para que sufrir sea una especie de mérito. Como si por el hecho de regodearse en tu miseria fueras a ganar puntos para conseguir una gloria que tendrías vetada si nadie te pisa o hace sentir mal. Por eso, muchas veces, cuando conversamos, acabamos protagonizando con otros competiciones para descubrir quién lo ha pasado peor en su vida o es más desdichado.
Lo que cuenta no es el sufrimiento, es la alegría.
Estoy deseando el día que en una de esas conversaciones alguien diga… No quiero hablar del mi dolor sino de lo que conseguí gracias a superarlo. De mi evolución. De lo feliz que soy porque me convertí en una persona increíble saltando obstáculos… Porque cuando recuerdo lo que pasó, me veo enorme, gigante… Miro al niño que fui y le abrazo y le digo que podrá y que descubrirá cómo salir del laberinto. Porque no viajo mucho al pasado pero cuando lo hago, sonrío. Se me dibuja una sonrisa en los labios porque me veo ahora y me doy cuenta de que he caminado mucho y soy un superviviente. Porque estoy aquí gracias a mi esfuerzo y el de muchas personas que me han ayudado a ser como soy… Algunas queriendo, otras intentando lo contrario, pero no hay rencor. Hay gratitud. Hay ganas de seguir y olvidar. De engancharme al lado bueno, al lado que me hace crecer y sentir bien conmigo mismo… Al lado hermoso de la vida, a es parte preciosa que tiene todo lo que duele una vez lo superas, aunque parezca imposible…
Como si tuviera metidos los recuerdos en tarros y durante mucho tiempo, después de acumular dolor y pensamientos tristes, hubiera conseguido cambiarles las etiquetas. Cambiar las palabras que asocio a mi vida para cambiar la imagen y las emociones que la habitan, para ser capaz de ver su lado mágico, su lado sorprendente, su lado asombroso.
Donde ponía “el día que me humillaron en la escuela” puse “ cuando descubrí mis superpoderes”.
Donde había escrito “mis monstruos” ahora pone “mis motivos”.
Y me acuerdo de que el tarro que lleva escrito “el amor de mi vida” era antes uno donde ponía “esa chica que siempre me lleva la contraria y no sé por qué”.
Encontré un tarro con la etiqueta “aquella vez que estuve en el hospital muy grave” y recordé que “allí conocí a quién sería mi mejor amigo”.
Donde estaba mi sueño perdido de “ser piloto” por problemas de visión, hay una pegatina muy divertida que pone “soy pediatra y adoro lo que hago”.
A algunos, lo reconozco, me costó cambiarles la etiqueta porque habían sido golpes duros de esos de los que no acabas de reponerte nunca y siempre te hacen saltar las lágrimas. Aunque, a pesar de ello, también los reescribí…
Donde había escrito “Carlos se fue” ahora pone “tengo un ángel de la guarda” y una de las etiquetas más complicadas de reescribir… “Quimioterapia” que ahora se llama “batalla ganada”.
Tal vez sea un iluso, un ingenuo, un loco, pero me gusta verlo así. Doy gracias por ser capaz.
Hola Merce, me parece grandioso , una lección de vida . Un punto de vista que nos ayuda a ser mas felices.
Muchísimas gracias por este regalo .
un abrazo
Si te hace feliz, me alegro mucho! gracias 🙂
De tan grandioso escrito, me quedo con esto : … «Como si tuviera metidos los recuerdos en tarros y durante mucho tiempo, después de acumular dolor y pensamientos tristes, hubiera conseguido cambiarles las etiquetas» …. En eso estoy ahora mismo, agradeciendo cada experiencia que me ha traido a donde estoy ahora 🙂 cambiando etiquetas y viviendo mi instante presente.Un abrazo inmenso Mercè ♥
Que dificil resulta hacer borrón y cuenta nueva…y reescribir la historia vivida, ayudado por las enseñanzas extraídas del dolor y el sufrimiento experimentados . Pero los años nos hacen comprender mejor que esas incógnitas hirientes se van despejando y vemos la luz al final del túnel.
Gracias porque tus palabras nos ayudan al encontrar esas luces al final del camino y a que desaparezca la niebla del rencor que escocía el alma.
iAbrazos amiga mía!
Es difícil hacerlo pero es necesario… Lo que más necesario es para seguir y sentirse bien! gracias a ti 🙂
Me alegro de que te guste!! reescribamos nuestro pasado para ver su parte positiva! un beso! gracias a ti 🙂
Bonitas palabras Merce. De todo se sale.
El pasado es aprendizaje, fuera victimismos. (No soporto a l@s vampir@s psíquicos que los hay y en demasía)
Aquí una «extraterrestre» que ha salido con más fuerzas que nunca del infierno más profundo, doloroso, horroroso e inimaginable! del universo!, de esos en los que deseas morir. De esos en los que prima el frio oscuro, las lágrimas que no cesan cada milésima de segundo recordando a quien se ha muerto joven y con una belleza exterior e interior extraordinaria, ese ser maravilloso que te ha dado la vida, que quieres con locura, y que ya nunca más estará. Y duele!. Además de no entender nada, con rabia y con el pensamiento de que la vida es injusta.
Ese dolor infinito con el alma completamente rota, destrozada en mil pedazos, y que te arranca a jirones las entrañas! y te mata!. Esas eternidades con el alma llorando a gritos en las que parece que ya no puedas más y quieras irte. Ese agujero que no deseo a nadie.
De todo se sale aunque lo veamos imposible. Es bueno rodearse de personas que no de gente, personas que nos echan una mano tan necesaria en esos momentos tan tan tan tremendamente duros!, que nos impulsan para arriba y no nos golpean para abajo.
Me quedo con que TODO pasa y el pasado es aprendizaje. La vida es un camino con mil curvas, y las curvas nos moldean el alma.
Me quedo con mi «tarro»: Me he cruzado con piedras tremendas, y con gente con maldad. Gracias a las piedras soy fuerte, gracias a esa gente que pasó y quité he sabido valorar a las personas que realmente merecen la pena
Animo a las personas que lo esten viendo todo negro que luchen. No es fácil, pero es POSIBLE, de TODO se sale.
Vivir en el pasado es matar el presente, es vivir muerta, y la vida es un regalo.
Un abrazo
Gracias por tus palabras! seguro que ayudan a alguien que ahora está mal y cree que no pasará. Que le lleguen tus fuerzas y sea capaz de poner nuevas etiquetas a sus tarros… Y esté orgulloso/a de haber sabido sacar el aprendizaje del dolor.
Un abrazo! me alegro de que salieras de ese lugar oscuro 🙂
Muchas gracias por el post y por todo lo que contiene, que es muy importante como lección de vida. Es fantástico poder aprender unos de otros. «Cuando todos compartimos, todos ganamos»
Compartir forma parte de crecer. Aprendemos de todo y de todos! gracias a ti 🙂