Cuando no perdonas, te quedas atado al pasado. Una nube de dolor empaña tus días, tus pensamientos, tus decisiones… Dejas que alguien usurpe tu vida y anide en ella… Vives a través de otros ojos… Cuando no perdonas es porque en realidad lo que esa persona siente por ti o dice de ti es un reflejo de lo que tú crees de ti mismo, aunque no lo quieras ver y admitir… De otra forma, no te afectaría ni causaría dolor. Si no perdonas es porque la estocada recibida viene a traerte un mensaje sobre ti que aún no has aceptado y soltado… Sea o no sea real esa visión de ti, eso no importa… Si no perdonas, es porque no has asumido que el otro es como es y no lo vas a cambiar y, por tanto, eso te impide asumir que tú también eres como eres y aceptarte…
Aceptar también es admitir el cambio y prepararse para él. De hecho, es el paso previo a que todo empiece a dar vueltas a tu alrededor y des un nuevo paso… Cuando aceptas cómo eres, amas tus debilidades y tus fortalezas, adquieres el poder de decidir sobre ti mismo y volver a tu esencia. Y desde la conciencia más pura de lo que eres, puedes notar si cada paso que das va contigo o contra tu naturaleza…
El que no perdona, sin embargo, sigue atado a la mirada del otro. A la visión que esa otra persona tiene de él. Se ve a través de sus ojos y por ello es incapaz de perdonar la ofensa y “el atrevimiento y la osadía» de hacer que yo me vea como tú me ves y que eso me duela porque aún no he conseguido cambiarlo y asumirlo”.
Leí el otro día que la falta de perdón es la culpa que arrastramos por no ser como soñamos y por el hecho de que los demás nos lo hagan ver… La culpa porque no nos amen como creemos necesitar que nos amen, en una sociedad que educa para que el amor sea dependencia y necesidad pura… La culpa es dolor. Dolor en el alma y el cuerpo. La rabia, el resentimiento, el odio en algunos casos, se nos acumula en los pliegues y nos estalla…
Decía el texto que si no necesitáramos culpar al mundo ni a nosotros mismos de nada, no habría dolor… Porque esa herida abierta es la forma que tenemos de mostrar al otro el daño que nos ha hecho, de recordarle constantemente que actuó mal según nuestra forma de ver la vida, según nuestro mapa mental y vital. Sin necesidad de vengarnos sacando a relucir nuestro dolor, ese dolor no tiene sentido… Sin reproche, no hay herida.
A veces, la herida abierta es la forma en la que nos recordamos también a nosotros mismos lo culpables que somos por no ser como deseamos, por no llegar al altísimo listón que nos hemos impuesto… Nos miramos con tanto desprecio que esa energía negativa tiene que rebotar forzosamente en nosotros y en lo que nos rodea.
Todo lo que le pedimos al mundo es lo que nos pedimos a nosotros mismos.
Lo que criticamos al mundo es lo que vemos en nosotros, lo que soñamos tener y creemos que no podremos alcanzar.
Lo que detestamos de otros es lo mismo que detestamos en nosotros y no queremos admitir…
Las personas que nos rodean son ante nuestros ojos una proyección de nosotros mismos…
Nuestras quejas son las quejas que salen de sus labios y llegan a nuestros oídos.
Vemos al mundo tal y como nos vemos, como decía Kant: «Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros»
La vida que apuramos cada día es un reflejo del estado en que se encuentra nuestra autoestima… Un ejemplo claro de lo que creemos que merecemos…
Lo que deseamos para otros es lo que acaba llegando a nuestras vidas.
Por ello, cuando no perdonamos, no nos perdonamos. Nos quedamos sumergidos en una materia viscosa en la que no nos podemos mover ni pensar.
Perdonar es cerrar las heridas que son testigo de algo que fuimos antes y ya no somos. Es comprender, ponerse en el lugar del otro en un acto de empatía extraordinario que nos ayuda también a entendernos a nosotros mismos y comprender que a veces las personas vienen a nosotros porque lo vamos pidiendo a gritos…
Atraemos lo que somos y lo que necesitamos… Visto así, no tiene sentido enfadarse porque alguien venga a nuestra vida a ayudarnos a entender que merecemos más de lo que creemos y que nos amamos muy poco…
Las personas que llegan a nuestra vida vienen a empujarnos a dar un paso más, a que comprendamos más sobre nosotros…
Perdonar es decidir amarse tanto que ya no nos importe lo que mundo piensa de nosotros. Si no lo hacemos, no encontramos la quietud para seguir. La sensación de estar contigo mismo y saber que estás comprometido con tu felicidad.
Perdonar es hacerse feliz. Decidir que es mejor amar que ganar, que la paz que sentimos al cerrar puertas que quedaron entreabiertas vale más que tener razón e imponerse.
Perdonar es asumir tu responsabilidad y aceptar que no hay culpas porque cada persona vive su verdad y actúa en consecuencia.
Mientras no somos capaces de encontrar esa paz deliciosa de “no necesitar” ganar, imponernos, demostrar o encajar, somos un híbrido entre lo que ya no somos y lo que soñamos ser…
Hasta que no asumimos el perdón como un regalo y no como una pérdida no podemos agradecer la enseñanza y el valor de cada experiencia…
Si no perdonamos, no nos perdonamos porque seguimos dando poder a los demás sobre nuestras vidas… Les damos capacidad de gestionar e incidir en lo que sentimos, en lo que soñamos, en lo que merecemos y nos miramos a través de sus ojos…
Nos volvemos tan duros que nos rompemos y nos agrietamos con la esperanza de que algo de luz entre en nosotros…
No es fácil. El ego siempre necesita justificar y medir, comprobar y calcular… Siempre quiere vencer y necesitar. Siempre encontrará la excusa para demorar el momento y te hará creer que no ha llegado aún la hora… Te confundirá para que sustituyas tu autoestima maltrecha por un orgullo hinchado que no te deje ver más allá de tu nariz y te dirá que no hay más verdad que la tuya… Te hará creer que perdonar es sacrificio en lugar de la maravillosa recompensa de estar en paz contigo. Te susurrará consignas para que sigas luchando en una guerra sin sentido cuya victoria es la derrota más absoluta para tu capacidad de amar, tu generosidad y tu grandeza.
De todas las decisiones pendientes que tenemos, la de perdonar es la más complicada y valiente… La más dura, tal vez, pero es sin duda la que más cambia nuestras vidas. El mayor regalo que podemos hacernos a nosotros mismos es perdonar.
Perdonar es rescatarse a uno mismo de una muerte lenta de reproches y pensamientos amargos… Abrirse de par en par y dejar que corra el aire limpio y entren sensaciones nuevas y maravillosas. Perdonar es vivir en paz.
Si perdonas, encuentras todas las piezas del puzle y descubres que sólo depende de ti mismo que encajen.
A muchas personas no les gusta la palabra perdonar porque les suena a estar por encima del otro. Cada uno hace las cosas como sabe a cada momento y según su nivel de conciencia… Lo podemos llamar comprender y soltar ese dolor, cerrar la herida y desearle lo mejor a esa persona. Lo llamemos como lo llamemos, todos sabemos qué significa y hasta dónde nos compromete. Porque el compromiso real es siempre con nosotros mismos.
Estimada Mercé, me gusta muchísimo tu blog y te leo asiduamente. Tus textos son siempre balsámicos y transformadores y seguro que a todos, al menos a mí, nos haces ser mejores personas y mas equilibradas. Alguna vez he leído sobre el asunto que tratas en esta ocasión y nunca termino de entenderlo. Expresas ideas como, «La falta de perdón es la culpa que arrastramos por no ser como soñamos y por el hecho de que los demás nos lo hagan saber». NO entiendo qué tiene que ver que una persona te trate mal, te injurie o te haga una faena, con que tu no cumplas tus sueños. ¿qué relación tiene una cosa con otra? ¿Significa que todo el mundo es estupendo y maravilloso y que no existe la maldad? ¿Soy responsable cuando una persona se porta mal e injustamente conmigo?No, no termino de entenderlo. No dejes de escribir. Gracias y un beso muy fuerte.
Hola Ana Victoria, la pregunta que haces es complicada de responder. «La culpa que arrastramos por no ser cómo soñamos» no lo que debemos sentir o me he explicado muy mal, es lo que la sociedad nos hace creer… El uso de la palabra culpa no es de mi gusto,lo hago para que se entienda lo que sentimos, no hay culpas para mí ni nada parecido, es para que se entienda el peso que llevamos encima que se deriva de lo poco que nos queremos a nosotros mismos y como nos han educado para sufrir. Esa «culpa» nos la imponemos nosotros porque sentimos en que no encajamos en esta sociedad o no somos como deseamos o soñamos… Y tiene mucho que ver con conseguir o no nuestros sueños. Primero porque cuando uno no está bien consigo mismo, no brilla como merece y cuando estás siendo maltratado o lo has sido y no curas ese tema en tu interior, nada funciona. Cada uno es responsable de su vida. Y la vida nos pone delante las situaciones que necesitamos para aprender… No porque merezcamos nada de eso, nadie merece que le maltraten, pero las personas que se cruzan con nosotros traen una enseñanza, un mensaje que debemos asumir y superar… Mi texto no habla de maltrato ni de ningún tema en concreto, habla de perdón, aunque podemos hablar de maltrato y de la necesidad o no de perdonar al maltratador. Como digo en el texito, cuando no perdonamos, seguimos atados a esa persona, notamos ese dolor y nos vemos con sus ojos… Por tanto, nos sentimos humillados por él y cuando alguien se siente humillado, acaba creyendo que lo merece (y no es así). Si la gente se amara a sí misma, no dejaría que otros le maltrataran (y créeme que sé de qué hablo porque he sufrido todo esto y sé qué es pensar que no vales nada cuando alguien te lo repite día a día). Si perdonas, perdonas esa parte de ti que equivocadamente cree que ese maltratador tiene razón o da crédito a su actos porque los aguanta… No olvidemos que si alguien te golpea y aceptas es porque estás muy mal y no sientes que tengas otra opción y eso es lo que aprovecha quién maltrata, que ha minado tu autoestima lo suficiente como para aislarte del mundo y no ver más salidas… No hay maltrato físico sin maltrato psicológico, el segundo es el que hace que ganen la batalla día a día a pesar de lo injusto de la situación…
¿De verdad crees que no pasar página a eso no influye en conseguir tus sueños?
¿De verdad piensas que si otro te dice que eres un asco de persona cada día eso no hace mella en ti como para que no confíes lo suficiente como para llegar a tus metas? somos un todo, lo que afecta al alma, afecta al cuerpo y a todos los ámbitos de nuestra vida…
Y sí, somos responsables de no decir basta, pero eso no nos hace culpables de nada porque no lo merecemos… No somos responsables de que lo haga, si no de permitírselo. Decir que no tenemos la responsabilidad es dejarnos sin vida, sin poder para decidir, sin alma… Nadie se merece maltrato y creo humildemente que la forma de evitarlo es educar en la autoestima…
Para que la víctima sepa que no tiene que tolerar nada porque es un ser maravilloso y entero que merece amor y no dolor.
Para que el maltratador no maltrate porque no necesite pisar ni humillar a nadie para soltar la ira, la rabia o sentirse por encima y compensar su bajo amor propio…
Y quién esté mal, al psicólogo o al psiquiatra a cuidarse y superar traumas sin usar a otros de almohada para sus golpes…
No sé si respondo así a tu pregunta. No tengo la razón en nada ni lo sé todo, esto es lo que he aprendido y vivido… Gracias por tu aportación al blog, esto lo hace mejor y más rico! un abrazo 🙂
Estimada merce, muchísimas gracias por tu completísima respuesta que evidencia tu compromiso y coherencia con el contenido de tus textos y con las personas que tenemos la enorme fortuna de leerte y quererte por lo que dices y la pasión que pones en cómo lo dices. Efectivamente estoy totalmente de acuerdo en que una víctima de maltrato NUNCA debe tolerar ese maltrato. Si la víctima lo tolera es responsable por permitírselo. Y si se lo permite es, sin duda por una bajísima autoestima. Nadie merece ser maltratado. Te entiendo perfectamente cuando dices, «cuando no perdonamos, seguimos atados a esa persona…nos sentimos humillados por él y…acaba creyendo que lo merece». Estoy totalmente de acuerdo. En el caso del maltratador está clarísimo. No obstante hay otras afirmaciones en tu texto que me cuesta un poco interiorizar como que, «…lo que esa persona siente por ti y dice de ti, es un reflejo de lo que tu crees de ti mismo». Sin duda, el camino de la paz interior es complejo y a mí me falta mucho por recorrer. Muchas gracias por tu interés y tu tiempo y ¡Seguimos! Un beso muy fuerte.
Entiendo lo que dices, el caso es que cuando alguien nos hace sentir mal es porque lo que nos dice nos ofende y eso es porque damos crédito a sus palabras. Psicológicamente, nos vemos reflejados en el otro y nos pasamos la vida proyectando en otros nuestra forma de ver el mundo y nuestras frustraciones… Juzgamos a las personas y su comportamiento por nuestros parámetros y forma de ver la vida, a partir de lo que hemos aprendido nosotros, sin tener en cuenta su bagaje y experiencias. Un ejemplo de ello es el hecho de valorar las acciones de alguien según cómo creemos que nos sentiríamos nosotros al llevarlas a cabo. Y nos equivocamos porque cada persona es un mundo y nosotros la cuestionamos a partir de nuestros valores… Por tanto, siempre vemos mucho de nosotros en los demás… «Lo que esa persona siente por ti y dice de ti, es un reflejo de lo que tu crees de ti mismo”… Si alguien dice algo de ti ¿crees que te afecta por que no le das crédito o porque sí se lo das? no me gustan mucho los refranes pero hay uno que me encanta «Lo que dice Juan de Pepe, tiene más que ver con Juan que con Pepe» porque siempre vemos «la paja en el ojo ajeno» y la vemos a partir de nuestra forma de valorar la vida y de nuestro mapa de valores… Gracias por tu aportación! El tema es muy complicado, gracias por leerme! un beso 🙂
Muchas gracias, Merce por tu sabiduría y por dedicarme tu tiempo. Sí, lo entiendo perfectamente. Al final es solo una cuestión de autoestima y seguridad personal. Tengo que seguir trabajando en esta línea. A ver si lo consigo. Seguimos!. Un beso muy fuerte.
Seguiré leyendo tus palabras, que tanto me ayudan y me hacen reflexionar. Gracias.
Me alegro mucho de que así sea, gracias por las tuyas! todos aprendemos de todos 🙂 un abrazo!
Totalmente, sabes una cosa? detrás de todo subyace eso, falta de autoestima y de confianza en uno mismo. Yo también tengo que seguir trabajando, no sabes cuánto me ha costado, pero se puede, hay que insistir… Es muy hermoso cuando notas que estás contigo, porque ya nunca más estás sola… Y esa sensación es maravillosa. Podrás llegar, no lo dudes… Besos 🙂
Gracias por tu ejemplo y tus palabras. Un beso muy fuerte.
Ejemplo? uf, me falta mucho por aprender aún, no creas… Mil gracias 🙂