No eres nada que se rompa, nada que se desvanezca, nada que pueda olvidarse… Si no te rompes, ni te vas, ni te olvidas tú de ti mismo.

No eres nada que pueda perderse si no decides perderte, ni que pueda pisarse si no eres tú quien se pisa.

No eres nada que pueda ser callado o suprimido si tú no quieres callar ni esconderte, si no te levantas un día y te dices a ti mismo que te largas de tu vida y habitas el vacío. Que ya no cuentas en tu mundo y te desmarcas de todo lo que realmente te hace sentir. Absolutamente todo lo que pasa en tu vida te ha pedido permiso antes… Y a veces, aunque duela admitirlo, sabes que has dicho sí… 

No eres lo que no decides ser.

Aunque sí eres lo que imaginas y temes, al mismo tiempo… Porque todo llega a ti para ser comprendido, aceptado, expresado a través de ti, admitido, besado, sentido, perdonado, trascendido y soltado a un mar de nada que ya no vuelve a ti.

Eres lo que te das permiso para ser y creer que eres y todo aquello de lo que llevas tiempo huyendo y sabes que vas a tener que afrontar. Siempre llama a la puerta, siempre vuelve en otro lugar, con otra cara, en otras circunstancias, pero lo ves y reconoces, sabes que es lo mismo, otra vez… Que reaparece esperando que ahora, que has descubierto que eres capaz, sepas comprender qué significa y tomes la decisión de fundirte con la vida, que aceptes, que bailes con la incertidumbre y te des cuenta de que has estado huyendo de tu premio, de tu paz, de ti… 

Eres lo que te gusta pensar que eres mientras te culpas por no haberlo conseguido todavía y lo que llevas tiempo buscando por todas partes y aún no te has dado cuenta de que está prendido a tu espalda y te ha acompañado toda tu vida.

Eres lo que sueñas aunque te dé miedo soñarlo porque en el fondo no lo crees merecer… 

Eres esa persona indecisa que ves en todas la personas indecisas con las que te cruzas, la persona triste que ves en todas la personas tristes, la persona cansada que ves en todas la personas cansadas… Eres la persona maravillosa que ves en todas la personas maravillosas, incluso cuando no eres capaz de verlas así, tal y como son porque la rabia y el resentimiento te nublan los sentidos.

Eres esa roca que se queda quieta dejando que el mar le susurre palabras de espuma y la arena que se desliza diminuta en él y se deja llevar hasta encontrar una orilla donde descansar.

Eres todo lo que te asusta ser, justamente porque te asusta y la vida te lo pone delante para que dejes de huir. Para que puedas superar ese dolor y pases a la fase siguiente en la que hay otros fantasmas hasta que un día te des cuenta de que te estás buscando siempre a ti y que durante todo el camino lo que te daba miedo era enfrentarte a ti mismo.

Eres todo lo que amas, porque cuando amas el tiempo se para y eres uno con todo lo hermoso que te rodea y no hay nada que pueda arañar tu perfección.

Eres como eres y dejar de huir de ello va a cambiarte la vida… Eres tus esquinas más suaves y tus aristas más punzantes… Tus pensamientos más tristes y tus ideas más brillantes… Tus súplicas más ancestrales y tus ganas más locas por vivir… Todas tus espinas y todas tus risas. Tus lágrimas y tus certezas.

Eres el producto final de tus pensamientos.

Eres lo que callas y lo que gritas. Lo que quieres olvidar y vuelve a ti sin poderlo evitar precisamente porque quieres olvidarlo sin haberlo aceptado ni comprendido, sin haber sacado la lección de ese dolor y haberle dado la vuelta a la historia… Eres lo que intentas retener en tu memoria para que no se pierda y sin querer se desvanece, obviamente para demostrarte que no poseemos nada y que apegarse a algo es la forma más rápida de hacer que se esfume entre tus manos.

Eres la medicina que necesitas mientras vas por la vida buscando amor en brazos que no abrazan y regalando besos a cambio de respeto, de algo que se parece a la paz pero que en realidad es una calma tensa que precede a un llanto sordo… Algo que se parece a la felicidad pero en realidad es una descarga hormonal que te recuerda que estás vivo y que la biología se pone de tu parte cuando decides animarte un rato y nada más…

Eres esa persona que necesita el mérito y la medalla para amarse y conseguir que ese amor le dure sólo cinco minutos… El que confunde la adulación con la admiración  y el interés con la amistad. El que cree que ir intentando cambiar a los demás es ayudarles y aportar valor cuando en realidad es incapaz de tolerar la frustración de que el mundo no sea como él cree que debe… Porque mientras te decides a dar el paso hacia ti mismo el mundo no para de girar. Porque nunca te apeas de esa noria que hay en tu cabeza que siempre da vueltas sobre lo mismo y siempre te cuenta las mismas historias que nunca acaban esperando a que las escribas. 

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Eres el que por fin un día se da cuenta de todo esto y sabe renunciar a lo que no necesita de verdad y ponerse en marcha para lo verdaderamente importante. El que descubre que su paz y su felicidad son una decisión propia y que no tiene que cambiar el mundo sino amarlo tal y como es… El que se sorprende encontrando fácilmente aquello que parecía imposible, porque advierte que con humildad se hace visible lo invisible y con paciencia se llega a cualquier meta porque se ama el camino.

Eres el que al final conquista sus sueños porque se percata de que siempre habían sido suyos, pero nunca había creído lo suficiente en sí mismo como para acercar la mano y poderlos tocar. El que se levanta cada día a pensar del cansancio y confía en saber encontrar la forma de ser sin límites ni excusas, sin coartadas para negarse lo bueno que merece, sin postergar más lo que sabe que debe asumir. El que se mira a sí mismo  y, a pesar de la niebla, al despertar y dice siempre «buenos días, vida».