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Se ha quedado desnuda contando historias y derramando lágrimas. Ya no duelen, ya no arañan… Sólo calman… Ya no siente vergüenza de sí misma ni se esconde. Era más grande el dolor de necesitar encontrar su llanto perdido que el de las miradas sin piedad de los que siempre fingen y nunca se muestran al mundo como son y juzgan a otros porque sí se atreven.
Ya no le importa qué dirán porque sabe que lo que dicen es fruto del miedo, la envidia y el aburrimiento. Porque los que viven a medias suelen necesitar vivir a través de emociones ajenas y llevarse prestados los lamentos a casa para no escuchar sus propios lamentos. Porque aquellos que critican su osadía son los que pagarían por llegar a la mitad de su coraje y recibir la mitad de su paz… Porque sueñan tener una brizna de su valor dibujando la vida y encontrando nuevos mundos cuando su mundo se acaba.
Porque los que murmuran hacen jirones su piel con sus labios, pero la devoran con sus ojos inquisidores esperando contagiarse de su alegría, esperando mirarse al espejo y poseer un destino del que no tengan ganas de salir corriendo.
No le importa que la miren, tanto si la miran porque brilla y aman ese brillo, como si lo hacen esperando que se apague porque no lo soportan.  Medio mundo osa mostrar su luz y el otro medio la oculta porque no cree merecer ese gran regalo… Ella se cansó de vivir con la luz apagada y se dio cuenta de que si no se arriesgaba a compartir su imperfección maravillosa y necesaria,  tampoco podría compartir con el mundo su enorme talento. No le importa que eviten si la evitan porque remueve conciencias y zarandea emociones, porque no necesita deslumbrar, ni demostrar, ni medir, ni colgarse ninguna medalla… Ya no. El tiempo de las medallas pasó y quedó lejos. Ya nada se mide ni pesa, nada se tasa ni valora ni se espera resultado concreto. La vida se sincroniza sola, se busca sola, se sucede en el momento justo en una especie de danza improvisada y al mismo tiempo perfectamente calculada. 

No le importa que la despedacen con mentiras si ella es fiel a su verdad… Ellos no viven como ella, lo hacen siguiendo normas ajenas a sus voluntades ahogadas y  mediocres porque no reconocen su propio valor.
Los que habitan vidas robadas siempre viven con gozo las tragedias ajenas y aplauden los fracasos de otros. Y siempre penan de dolor las alegrías de los que viven sin pedir permiso y sólo preguntan a su conciencia el camino a seguir. No les guarda rencor porque sabe cómo se sienten. Sabe que sus arañazos son súplicas de cariño y sus gritos e insultos son su forma de pedir que les miren y tengan en cuenta.
Son los que cuando su mundo se acaba, saltan a otro mundo y empiezan a buscar una cabaña y a soñar un cielo bajo el que sobrevivir. Los que gritan para no oír en su cabeza la voz que les dice que no son perfectos y nunca lo serán y todavía les seducen… Los que balbucean esperando amor y se conforman con caricias a medias y se acercan a ti buscando ver cómo te esfuerzas y te quedas a medio centímetro de la meta y sonríen al notar tu dolor.

Está desnuda y vulnerable porque ha soltado las amarras y surca su vida sin imaginar tragedias por anticipado, sin esperar nada más que a sí misma. Porque vuela sin más alas que sus ganas y ha roto con todo lo que la ata a ese lado de la calle donde se reparten miserias y los tristes hacen cola, una y otra vez…

Le da igual si la compadecen o si les escandaliza su risa loca y su mirada llena de alma. No busca que la aprueben, sólo necesita que sentirse libre y agarrarse a esa sensación amable de saber que está consigo misma y que no se fallará… No busca que le digan que sí, quiere decirse que sí a ella misma y no parar nunca de amarse y contarse tantas verdades como su cuerpo dulce y salvaje pueda admitir.

Le dan todos igual porque ha aprendido a amarse y no ve enemigos, sino personas tan perdidas como ella que buscan encontrarse la cola para mordérsela y creerse que han atrapado al culpable. Sabe que lo que nos lleva a detestar a otros es a menudo el dolor no saber quiénes somos y no encontrar nuestro propio camino.

No busca que le abran puertas… Ella es la llave de su vida. Es ahora ya su noche sin miedo y su tarde sin desesperación ni monotonía. No quiere que la admiren, quiere que comprendan que ella es como es y eso no va a cambiar por nada… Y seguir su camino, tanto si gusta como si escandaliza y remueve, tanto si encandila como si molesta.
Está desnuda y sola,  pero no tiene frío porque sus historias son cálidas y sus sueños la cubren de emoción. Sueña con ella misma ahora y no necesita nada más. Con el tiempo, aprendió a usar los sueños para crecer y no para atormentarse con ellos. Sabe que al final del camino no hay ningún premio, sino una versión de ella misma transformada por todos y cada uno de sus pasos. 

Está desnuda, pero no teme haberse quedado sin hojas, ni poner al descubierto sus heridas y sus miedos porque su osadía la convierte en todopoderosa… Ha llegado ese momento en el que su propia desnudez  la protege de las miradas porque hace evidente que no le importan ni arañan.  Y nada aleja tanto al que critica y censura como alguien que no lleva puesto el el disfraz...

Nada le es tan grato a la vida como la coherencia. 

 

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