Alma gigante

Alma gigante

Navego en la arena caliente y me encojo en un caparazón demasiado blando para cobijarme. Escojo mal mis lealtades… Oigo que me silban un par de cuerdos para llamarme loca, mientras yo me busco en los espejos y me encuentro en las lagunas que tengo en la memoria. Ahora me veo distinta, más remota. Como una araña que trepa por la pared y mira al mundo desde lo más alto. Descubriendo que todo es minúsculo y relativo. Como una diosa diminuta en un mundo de hombres gigantes. Sin ganas de aparentar y dibujarme una sonrisa forzada en la boca. Si no me deseáis, no me toquéis. No pido limosna de cariño con objeción de conciencia. No busco caricias faltas de deseo, ni besos a oscuras. Merezco la luna. No voy a tolerar menos. Incluso voy a pedir más…

caparazon

Soy una niña que mete los dedos en los agujeros de las sillas viejas y que se calma la sed de historias observando a la gente en los ascensores. Todos tienen sabor amargo en la boca y disimulan el pánico encogiéndose de hombros.

Me miran algunos que no se encuentran a ellos mismos con cara de congoja y se creen que no tengo consciencia de mi forma y mi esencia. Me sonríen sin ganas, lo noto, y me dan pena. Y yo lamento volver a excusarme por habitar mi substancia, por ser tan mental como corpórea, por pertenecer sólo a unos pocos y seguir protegiendo a la niña que reside en mis lagunas. No volveré a detestar mi naturaleza efímera. Se dónde empiezo y dónde acabo, pero aún no he descubierto hasta dónde puedo llegar. El dolor y el tiempo me han hecho infinita, cíclica, rotunda. Soy más que este cuerpo que habito. Mi yo enorme ya no se detiene en las costuras, se expande, se derrite y circula calle abajo en busca de más fantasía.

Soy un pájaro incómodo que sueña, la boca de un pez pegada al cristal de un acuario, un gato que camina sobre una muralla estrecha. No caigo, no tengáis miedo, y si pasa, sobreviviré. Me escurro entre unas manos enormes y sueño que un día mi pecho estará en calma.

Hay quien se cree que por las noches aúllo, mientras yo, pliegue sobre pliegue, me convierto en una mujer de bolsillo y les miro sin piedad y sin abrir la boca les recuerdo que no existo. Para ellos no existo… Eso alivia. Sé que cada vez que me obvian pierden una de mis ironías más finas, una de mis risas salvajes.

Anhelo un alma gigante. No deseo volver a decir en voz alta que me perdono, mientras me busco, ni quedar afónica de nuevo persiguiéndome el eco.

La niña callada está delirante y juega otra vez a meter los dedos en los agujeros de las sillas viejas. Se disculpa de nuevo, revienta de excusas por existir sin darse cuenta de que debería callar. Es una niña diminuta. Tiene los ojos salpicados de verde y destellos rojos en el cabello castaño. Es casi guapa, casi feliz… Está casi rota, pero se aguanta asida a la vida porque ella misma es el pegamento. Es fuerte y elástica. No lo sabe aún pero los próximos años tendrá que cambiar mil veces de forma. Tiene miedo, pero le dará la vuelta hasta convertirlo en escudo… Y eso la ayudará a vencer, pero la aislará del mundo. Hasta que un día, estará sola. Tremendamente sola. Sola a rabiar. Y tendrá que salir y hacerse enorme. Saldrá de la crisálida y su tamaño aumentará hasta invadir su mundo. ¡Pobre niña triste e ingenua! Ignora todos los pasos que le quedan hasta que pueda vencerse a si misma. La tengo perdida en mi cabeza mientras aplasto la cara en el cristal de este acuario repleto de peces que resbalan al tocarse.

A los caballeros y a los dragones

A los que me quieren. Los que me aguantan las ironías y las quejas, las miradas corrosivas, el humor casi negro y las risas socarronas. Los que me recuerdan el camino y me dan el empujón que me hace falta. Los que me esperan y me zarandean si me pongo irreverente y pierdo el norte. Los que me sujetan cuando caigo, me secan las lágrimas y me estimulan las sonrisas.

Los que me miran y me ayudan, pero en lugar de unirse a mis miserias y halagarme las virtudes, me cantan los defectos y me tienden la mano, sin dejar que me regodee en las penas, sin permitirme revolcarme en el lodo y congerle el gusto a volverme arisca y huraña. 

Los que me hacen pensar y los que me piden que, de vez en cuando, frene esa máquina incesante que tengo en la cabeza y que no para nunca. Los que caminan a mi lado y a veces saben ir delante y otras detrás. Los que ponen zancadillas y han hecho que sepa caer y levantarme. Los que se ríen cuando me equivoco, los que me buscan, los que me encuentran y los que siempre intuyen donde estoy, aunque esté perdida en un viaje interior. Los que me señalan con el dedo, para bien o para mal o para nada…

A algunos les han bastado dos minutos para bucear en mi mundo y a otros mil años arañarme el alma… pero todos han llegado a mis arterias. Los que me aguantan la impaciencia… 

A las pirañas.

A los que me han regalado su tiempo y el lujo de sus palabras, conscientes de que para mí son un antídoto para todo lo que corroe y desgasta. A los que me buscan las cosquillas para darme luego besos y a los que las buscan porque son como garrapatas… Algunos me buscan el cuerpo y otros el alma… pero todos han hecho de este pequeño pedazo de vida lo que es ahora, una contadora de historias, una adoradora de palabras, alguien que se levanta cada día para engendrar de sí misma una versión mejorada.

Los que me han herido buscando la llaga y los que lo han hecho sin darse cuenta. Los que me despedazan y los que me reconstruyen… todos han dibujado mi cara, me han dado la fuerza para sentirme más aguda, a veces más ridícula, a menudo más humana. Me han hecho crecer, caer, morir, nacer y volver con más ganas… siempre sin dejar de sentirme pequeña pero con el ansia de ser gigante, al menos por dentro, y guardar un alma grande en un cuerpo pequeño.

Los que me han visto de cerca y me han querido lejos. Los que me han temido y los que han sufrido mi garra experta. Los que pisan y los que arrastran… quedan chicos ante los que me sonríen con la mirada y me estimulan. Los que me soportan el mal genio y el sarcasmo y a pesar de eso me encuentran la gracia.

Los que me han dado un pedazo de cielo… y han recibido de mi parte sólo una migaja.. porque no siempre he estado serena, ni tranquila, ni en paz…y tengo la lengua larga.

A los que me ven hermosa en el peor de mis días.

A todos los que conociéndome y habiendo probado mi veneno aún vienen a por mí buscando magia.

A los caballeros y a los dragones.

A todos, gracias.