Cuando sopla el viento

Cuando sopla el viento

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Pones el freno, levantas el muro, coses las costuras de tu piel para no salir de ti mismo… Cierras puertas y ventanas, te quedas callado en una esquina… No importa, no puedes hacer nada. Lo que debe pasar, pasa. Lo que no buscas viene a ti esquivando montañas, bailando por los meandros de los ríos, surcando la noche más oscura, llamando a tu puerta.

Si es bueno o malo, ¿quién sabe? Habrá que sumergirse en ello hasta poder sacar la cabeza y flotar, hasta respirar y poder saber qué dirección seguir. Hasta decidir si te vacía o te llena. Hasta tocarte la cara y saber si ríes o lloras…

No es el destino, no está escrito. Es un cruce de caminos que nos lleva de un lado a otro, ahora nos atrae al precipicio, nos cita en el fondo de un valle desde donde sólo se ve poco más que cuatro nubes y algunos rayos de sol… Y mañana nos lleva a la cima para contemplar la vista. Entonces sabes dónde estás y ves lo que quieres, lo que buscas. Puedes seguir con tus ojos el sendero dibujado hasta llegar, el curso de tus días hasta fabricarte una vida… Puedes respirar y decidir si bajas y sigues dejándote llevar, si permaneces esperando en tu rincón escondido, para que no te pillen las circunstancias… Si estás más de cinco minutos en la cima, mirando, el viento llega, sopla fuerte… Cambia de sentido. El viento te aleja, te acerca. Juega contigo, te enreda para que sigas tu camino, te mete arena en los bolsillos para que te quedes o te da alas para que llegues a dónde necesitas llegar. A veces es dónde quieres llegar, por tu insistencia máxima, tu testarudez maravillosa. Otras, te conduce a un lugar desconocido que jamás has visto y te da una sacudida que te costará olvidar…

A veces el viento te lleva a dónde tú deseas para que te des cuenta de que estás equivocado. A veces, te lleva al lado opuesto de tus sueños porque es allí donde realmente moran tus deseos y no lo sabes. En ocasiones te acompaña, te da pequeños empujones y zarandeos para que no te pierdas, cuando te flaquean las fuerzas, cuando de tanto pisar valle oscuro pierdes el norte…

Aunque otras veces, el viento cierra las puertas de golpe y barra las ventanas. Cambia el curso de un río e inunda el paso que te lleva a tu anhelo, estruja las nubes, volca los árboles para que tengas que cambiar de camino… Y en el nuevo camino a veces está lo que buscas y quién buscas, que también ha tenido que dar un rodeo… Otras veces hay algo que trae una moraleja oculta, una experiencia distinta, una aventura necesaria, un tránsito que puede golpearte o darte la vuelta para que sepas que tu mundo no es firme y tu valores flojean.

A veces el viento es cálido y te empapa de aromas traídos de lejos que te invitan a bailar cuando tus pies aún están cansados.

A veces el viento es helado y te despierta de repente para recordarte que estás vivo…

Para bien o para mal ¿quién sabe?

No todo es ese viento azaroso, tú empeño cuenta, el hambre que tienes por lo que deseas dibuja tu camino. La sangre que toca tambores en tus venas lleva un mensaje que puedes escuchar si callas, cada noche y observas el cielo… Desde el valle o desde la cima. No hay viento malo porque el viento no manda…

Hay quién se encierra ante el viento y quién aprende a usarlo para propulsarse… Quién se traga las lágrimas y quién las llora todas para no dejar ni una brizna de pena en su cuerpo. Tú decides si te rindes o plantas cara. Tú eres quién dicta tus leyes. Quién busca la barca para pasar el río o cuando amaina la tormenta, lo intenta de nuevo. Tú eres quién sujeta su pasión con todas sus fuerzas y espera a momentos mejores para seguir luchando. 

El viento no siempre te susurra que cambies de opinión ni sentido. A veces, te pone a prueba para que sepas si tus convicciones son firmes, si tu propósito vale la pena el esfuerzo, si tu ilusión persiste… Si tu sueño sigue vivo a pesar de altibajos y golpes…

No todos los sueños se consiguen caminando el linea recta. A veces es necesario dar mil vueltas para volver al inicio y tomar la senda que nos lleva a nuestro cielo… No hay caminos correctos. No siempre hay que evitar las curvas… No todo lo desconocido asusta. No todo lo que ya conoces es bueno. Como las semillas o las hojas secas.

Cuando sopla el viento, el alma queda muda, el mundo calla…

No sirven de nada las murallas, ni los candados en las puertas forjadas… No hay excusas posibles, ni escondites seguros, ni pies demasiado cansados… No hay lugar donde ocultarse del viento cuando sopla. Mejor dejarse llevar y estar atento.

¿Oyes? se acerca… 

La mejor versión de ti mismo

Alguien acaba de pedirme que sea feliz. Y para serlo me aconseja no pensar demasiado, cerrar un poco los ojos, hacerme la tonta… soltarme sin condiciones y dejar la mente quieta. Me aconseja que olvide por un rato lo que me inquieta porque tal vez no todo tenga que ser siempre trascendente, que no todo contenga un significado que vaya a cambiarme la existencia… Sé lo que me pide. Me pide que me mantenga pegada al suelo y note la vida, que si como pan note el pan, que pise el camino, que acumule risa y que me beba el viento cuando sople en mi cara. Quiere que me olvide de lo que me falta y de lo que dejé atrás. Que hoy haga pocos balances y olvide los números rojos. Que me circunscriba a este pedazo de vida que hoy me toca y que mañana se habrá escurrido… que no exista más que esta hora, esta frase, esta palabra… que me note la respiración … que me agarre a cada sensación como si fuera la última, que no me pregunte si está bien o mal… que exista. Que me ate a este pedazo de realidad.

Esta petición me agita aún más. La hiperactividad mental… me subleva… siempre hay demasiadas preguntas pendientes, demasiadas necesidades por satisfacer… demasiado control para buscar una perfección que nos acaba alejando del día a día… Demasiado rato en la nube buscando migajas de eternidad y olvidando lo efímero, lo que se puede tocar y se escapa entre las manos… perdiendo lo humano mientras intentamos arañar un ideal casi divino. Y se nos pasan las miradas, los gestos de los que nos rodean, se nos pasa el invierno y el verano, la noche y el día… se nos pasa y no vuelve.

¿Cómo se puede encontrar el equilibrio y … sin perderse esta función no dejar de pensar en cómo será la siguiente? ¿cómo detenerse a disfrutar del paisaje sin dejar de preguntarme a dónde me lleva la senda que escogí?

Miles de pensamientos me vienen a la cabeza, con tantas ideas… no voy a poder ser feliz… demasiadas ramificaciones en la mente, enciclopedias de emociones… millones de recuerdos por archivar… la noria de mi cabeza no se detiene… da vueltas y sé que las dará siempre… está programada para no cesar nunca, hasta el final.

Y entonces me doy cuenta. La felicidad es este momento… una mirada, una risa tonta, un temblor extraño, una palabra… un sabor, un pellizco… pero también es saber que vas en el camino correcto y persigues tu sueño. Saber que te haces las preguntas y que buscas las respuestas, que lo has imaginado todo, que lo has intentado todo… que solo te has detenido para gozar y no para esconderte y abandonar… que puedes más, que anhelas más… que hay más de lo que ves y más de lo que imaginas. Que la felicidad está en el suelo y en el cielo. Ser feliz es un dar las gracias y un seguir buscando nuevos retos. Consiste en agarrarse a lo que te rodea con una mano y acariciar con la otra un sueño… vivir intensamente y al mismo tiempo imaginar… saber, al final, que no te has dejado un pedazo de vida por apurar y que hasta el último instante has intentado ser la mejor versión de ti mismo…