Escribamos nuestro futuro

Las horas de este 2012 se agotan. Cierro los ojos y casi no quiero sumergirme en él. Hago balance y me asusto, medio triste y medio cansada. Me vienen a la cabeza momentos difíciles. Se me agolpan en la memoria los rostros, las personas, las voces… Me observo harta, quejosa, caminando en una cuerda floja, haciendo equilibrios… mirando a un lado y a otro y suplicando no caer. Sin recordar cómo me subí ahí, cuándo me convertí en equilibrista… por qué todos me observan y gritan “uy” cuando las fuerzas me fallan… Este 2012 ha sido asco sobre asco, hambre sobre hambre, cansancio sobre cansancio. Nos ha dejado las baterías del “nosotros podemos” agotadas y nos ha saturado de risas forzadas, lágrimas contenidas, gemidos de pánico ahogados… miserias compartidas…mensajes vacíos. Es un dolor colectivo. Nos hemos quedado casi tan yermos de esperanzas que aterra pensar en el año que empieza por si nos da una patada en la cara y se nos pasan las ganas de esperar algo bueno… Nos hemos quedado secos, rancios… a veces hemos sido mojamas humanas esperando que alguien nos devolviera el alma. Que nos considerara dignos, que nos dedicara un gesto. Buscábamos un soplo, un atisbo de cambio. No ha pasado. Hemos sobrevivido solos. Lo hemos soportado gracias a las palabras de los amigos, los manos pequeñas de los nuestros buscando nuestras manos, las tardes soleadas, nuestras propias ganas y nuestros propios rincones para la risa… Nos hemos reído a carcajada de los gurús, de los falsos héroes, de las princesas sin cabeza y de los líderes de paja… si algo de bueno ha tenido este 2012 es que nos ha dejado un catálogo de vendedores de humo… y ahora ya les tenemos identificados… no volveremos a caer… ¿verdad?

Nos hemos reído de nuestras desgracias, de nuestros números rojos… nos hemos reído de cosas que hace un año nos habrían hecho llorar a reventar … Hemos llorado por los que no lo han sobrellevado, por los que se han apeado en el camino, demasiado hartos, los que se han quedado atrás y ya no siguen.

Ha sido duro, pero ahora somos más sabios. Nos hemos adaptado. Hemos sobrevivido y ahora no nos asustamos por la sombra, solo nos aterra ya, llegar a tocar al monstruo… aunque si viene le plantaremos cara… y quizá salga corriendo… porque somos más libres, al menos por dentro. Somos más dueños de nuestras lágrimas y de nuestras risas… Le hemos dado la vuelta a la historia y hemos encontrado la moraleja. Sabemos que hay momentos complicados pero también momentos hermosos. Hemos encontrado la belleza de las pequeñas cosas y la hemos incorporado a nuestras vidas. 

Ha sido duro, pero mantenemos el equilibrio. Ha sido un esfuerzo diario y constante por no venirse abajo, por no ceder al desánimo. Eso nos ha hecho resistentes. Tenemos los zapatos gastados pero pisamos más firme. No conocemos el futuro pero sabemos que, en gran parte, lo construiremos nosotros. Estamos agotados… pero con una brizna de aliento y una mirada cómplice nos levantamos y nos reímos de lo que nos espera tras la puerta.

Estamos aquí y eso es mucho. Somos más fuertes. Y lo somos sin ponernos la coraza que nos aleje de sentir y vivir, para no aislarnos del mundo, ni de otros que como nosotros están agotados y necesitan nuestras palabras. Estamos preparados para seguir, estamos blindados de ganas. Nos hemos convertido en una plaga… de vida. Si queremos, nada nos detiene. Escribamos nuestro futuro…

La crisis contada a mi hija

Si le tuviera que contar a mi hija qué es la crisis, le explicaría que es un día eterno sin pan, ni música, sin juego, sin sorpresas. Como un enorme dolor de tripa sin moraleja ni sentido, porque las chuches se las zamparon otros. Una de esas noches en vela largas y pesadas que hemos compartido juntas, con fiebre y delirios absurdos, esperando que llegue el amanecer y el termómetro de tregua. Un parque sin columpios donde siempre llueve y nunca hay otros niños con quien jugar.

Le diría que es un cuento donde las princesas ñoñas y empalagosas no son cándidas, ni hermosas, ni esperan dormidas un beso. Son señoras con tacón alto que huyen de los fotógrafos, que ponen cara de pocos amigos y toman el sol en las cubiertas de los yates. Y los príncipes no son valientes, ni gallardos porque tampoco nadie se lo pide nunca, por si se agobian. Son señores con cara triste y verbo poco ágil.

Le diría que esta crisis es una escuela vacía, una vacuna, un día de verano sin playa, sin sol. Le contaría que hay personas que tienen que hacer cola para que alguien les de algo para comer y les deje un lugar donde dormir.

Le diría que en esta crisis, hay quien hace trampas cuando juega pero no pasa nada porque cuando se dan cuenta nunca le castigan al rincón de pensar. Las normas no son iguales para todos.

Si tuviera que explicarle a mi hija qué es la crisis, le diría que hay un montón de personas, que se llaman políticos, que están buscando la manera de solucionarla y que nunca se ponen de acuerdo. Y que a menudo parece que no les importa, porque para ellos la crisis no es tan dura como para el resto, porque tienen un cargo y un buen sueldo.

Le explicaría que la crisis se llevaría por delante a todas las crueles madrastras, a los monstruos y a los malvados de los cuentos. Y a los buenos también, de hecho, a los buenos, se los llevaría primero. Le hablaría de cansancio, de agotamiento… no le contaría lo de los mercados ni lo de la prima, claro, porque los niños aplican la lógica a rajatabla y nunca lo entendería… porque no tiene sentido. Le diría, eso sí, que es como descubrir que a partir de hoy Tom siempre ganará a Jerry en sus peleas y que Plankton descubrirá la fórmula secreta de la Cangreburger sin que Bob Esponja pueda evitarlo.

Le explicaría que esta crisis empezaba a despuntar cuando ella vino al mundo. Que es uno de los momentos más complicados que hemos vivido y que tengo suerte de ver su cara cada mañana para contrarrestar tanto asco y angustia. Que ha cambiado muchas de las cosas que yo conocía y tenía por sagradas e inamovibles, que ha derribado torres y ha puesto, eso sí, algunas cosas en su sitio.

Y también le diría que no se asustara, que lo superaremos, que en la vida real, pase lo que pase, hay que continuar en pie. Y que los verdaderos héroes, si existen, tienen tanto miedo como nosotros.