Vive una historia de amor, contigo…

La autoestima es la base de todo. La asignatura que debemos cursar toda nuestra vida y que debemos aprobar con nota para tener una vida feliz y saludable. Si nos amamos a nosotros mismos, seremos capaces de todo y llevaremos las riendas de nuestra vida. Para ello, debemos fijarnos en cómo nos tratamos y nos hablamos… Vale la pena invertir amor en nosotros mismos.
Para que nunca se te olvide…

Para que nunca se te olvide…

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Lo que eres no se mide por lo que pesas ni por lo que tienes, ni por llegar a mil lugares al mismo tiempo si para hacerlo no puedes ni respirar. Eres lo que imaginas y lo que sueñas. Y sobre todo, eres lo que tú quieres ser y no lo que otros deciden que seas, no les des ese poder sobre ti. Eres maravilloso, aunque hoy nadie te lo diga o tú no lo percibas en las miradas y los gestos, aunque necesites palabras que te lo confirmen… Aunque parezca que nunca llegan esas palabras.

Mereces lo mejor, no regatees cariño ni bajes el listón por nadie. Mereces un amor entero, no un amor a medias. No te conformes con una simple caricia si necesitas un abrazo. No pidas un minuto si deseas una vida entera…

Si no te quieres, déjalo todo ya porque nada saldrá bien. La autoestima es la base sobre la que se edifica el resto de tu vida. Si te quieres, puedes querer a otros… Si te quieres, te quieren. Las personas que se respetan infunden respeto y son capaces de valorar a los demás. El amor a uno mismo borra el rencor y el resentimiento, te da aliento para continuar, te hace saber que puedes y te da fuerza para aspirar cada día a ser mejor. Perdónate por no ser perfecto, nadie lo es, ni siquiera los que te miran por encima del hombro y te secuestran la sonrisa, esos menos aún porque si se respetaran no lo harían.

Pide lo que quieres porque no tienes nada vetado por ser tú. Di en voz alta lo que sueñas e imagina que es posible. No te limites, no te recortes, no te borres ni chantajees a ti mismo dándote migajas ni menguando tus esperanzas para que quepan en unas expectativas reducidas. Agiganta tus esperanzas para que tus sueños quepan en ellas… Puedes conseguir lo que quieres, decide qué quieres y ponte en marcha, nada llega solo.

No eres imprescindible, tal vez,  pero sí útil y necesario. Importas, sobre todo a ti mismo. Lo que piensas, lo que quieres decir y callas, lo que haces y lo que no haces por temor al ridículo es importante. No calles, no te quedes quieto, no te cierres a nada. No dejes pasar ningún tren en el que desearías ir.

Busca objetivos y encontrarás los caminos para llegar a ellos y, sobre todo, disfrútalos y mucho… Piensa qué y surgirá cómo.  Sigue tu intuición para guiarte y planifica tu trabajo, esfuérzate mientras vives, mientras te entusiasmas con cada detalle que llega a ti… Mira cada paso que das en tu camino pero alza también la vista para ver las caras y lo todo lo que te rodea. En algún momento, sabrás que haces magia, pero pasará tan rápido que creerás que lo has imaginado.

Lo llaman suerte y puede ser tuya, aunque en realidad no es más que la certeza de saber que pase lo que pase sabrás cómo afrontarlo y tendrás ganas de hacerlo. Es confianza en tus posibilidades y tu resistencia ante la adversidad… No es suerte, es esfuerzo y aplomo, entereza para dar cada día un paso hacia donde quieres encaminarte y valor para saber que serás capaz de plantar cara a lo que surja… Lo llaman suerte, pero en realidad es intuición para acercarse a lo bueno, es esa capacidad de encontrar el lado positivo en todo y no caer en la auto-compasión… Saber que le darás la vuelta a la situación y le sacarás partido.

Puedes cambiar. Puedes empezar ahora de cero y en diez minutos sacar de dentro esa persona que llevas oculta y que se lo pasa bien, que se ríe de sí misma y encuentra su espacio. La que no se preocupa de si desafina o tropieza, la que cree en sí misma y acierta… Está ahí, sólo espera a que la rescates y le des una escena en tu obra. No importa el pasado, cada día el marcador se pone a cero para que puedas dejar el equipaje que más pesa y empezar una nueva vida.

Da miedo, pero pasa. Cada miedo que superes dará paso a uno nuevo, pero al mismo tiempo te permitirá bromear con todos los anteriores. Cada miedo que te sacas de encima es una sombra que se disipa, un escalón que subes hacia tu destino, un soplo de aire con el que tomar impulso… Los miedos se acaban, se achican cuando los miras de cerca… Escoge el que más te perturbe y ve a por él primero.

Piensas que te queda tiempo. Que es una gran idea que pondrás en práctica mañana… Aunque no es cierto. El tiempo es finito y las ganas cuando no encuentran estímulos que les den coba se quedan diminutas… No des opción para que la pereza entre en tu vida. No hay más demora, el tiempo es ahora, mañana puede ser tarde.

La mayoría de ideas que contradicen lo que acabo de escribir y que ahora te vienen a la cabeza son excusas. Las fabrica el miedo, la desidia, la pereza, la tristeza, la rabia, el resentimiento… y ninguno de estos términos te beneficia. Ninguno de ellos es tú, ni tiene por qué decidir tu vida. Las distinguirás porque se esconden bajo formas distintas pero todas llevan al mismo sitio… La nada, la rutina, el tedio, el sofá… Todas llevan a ese tú que no quieres y te alejan de la imagen de ti que sueñas y de lo que podrías conseguir si no las escucharas. Los llamamos razones, motivos, explicaciones pero  son excusas… En realidad son muros que construimos cada día nosotros mismos para no tener que dar el paso… La reconocerás porque en cuanto te ilusionas por algo, desaparecen todas. Las excusas nunca resisten ante la pasión, se desvanecen.

No cierres la puerta. No te des por vencido. Faltan cinco minutos para que la oportunidad que buscas pase por tu lado, si andas con la cabeza baja  y miras al suelo no podrás verla…

Cosas que aprendí en la cuerda floja

Cosas que aprendí en la cuerda floja

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Que prestamos poca atención a nuestras emociones
Cuando, en realidad, somos un amasijo de ellas. Lo que sentimos nos guía y remueve. Nos dice si vamos bien o mal, nos dibuja el camino como si fuéramos niños y nos desplazáramos por la vida a base de “frío, frío, caliente, caliente”. Nuestras emociones son la brújula para saber si lo que hacemos nos hace grandes o nos hace pequeños. Si nos lleva la pasión y el entusiasmo o nos vendemos a la rutina y el hastío… Si somos extraordinarios o decidimos ser corrientes y vivir con poco riesgo y mucho control sobre nuestra vida. Si nos soltamos o nos amarramos, si amamos o buscamos sucedáneos…
Que no hay fórmulas magistrales ni pócimas mágicas
A menudo necesitamos aferrarnos a indicaciones que nos dan otras personas. Frases que nos motiven, palabras que despiertan en ellos un subidón de adrenalina que les ayuda a subir sus montañas particulares y que esperamos que nos lleven a la cima a nosotros sin pasar por todos la peldaños de la escalera que ellos ya han subido. Preguntamos a otros para saber qué debemos hacer para poder salir del callejón oscuro en que nos encontramos, pero sólo pueden ayudarnos a hacernos más preguntas porque cada uno tiene sus respuestas. Los mantras que nos repetimos para poder seguir son individuales e intransferibles. Están diseñados con el ADN de lo que soñamos y deseamos, con nuestros miedos y nuestros triunfos… Como la canción que nos hacía dormir cuando éramos niños o la caja de secretos que teníamos escondida bajo la cama.
Que ya tenemos las respuestas que buscamos
Las llevamos dentro. Las sabemos siempre de antemano, pero a veces no queremos verlas o no podemos porque nos falta perspectiva. Porque ponemos el foco en el lado equivocado y hay una parte que nos queda oscura y no visualizamos. A menudo, incluso somos conscientes de que no lo vemos todo, pero no sabemos cómo cambiar esa perspectiva. Damos vueltas en un rincón, en una esquina reducida de una gran extensión de terreno que está ante nosotros y casi no nos atrevemos a explorar. Como si nos pasáramos la vida subiendo y bajando el mismo escalón y quisiéramos llegar al cielo o nuestra vida se limitara al metro cuadrado que nos rodea.
Que a veces nos hace falta que alguien nos ayude a ver lo que pasa desde fuera
Que alguien nos ayude a saber qué evitamos y nos dibuje con ojos realistas pero amables. Que nos haga una composición del paisaje que tenemos ante nosotros y nos diga esas obviedades que no queremos o no podemos oír y que son tan necesarias… Porque a veces estamos ante el mar y sólo vemos la arena y cada vez que miramos al cielo encontramos una nube que nos tapa la luz que necesitamos… Aunque ahí está, siempre.
Que lo importante no son las respuestas, sino las preguntas
A veces creemos que sabemos mucho porque hemos madurado. Porque a base de tanto tropezar, hemos encontrado muchos trucos para sobrevivir y levantarnos. Porque cada día nos conocemos más a nosotros mismos y eso nos permite gestionar mejor nuestras emociones y no traicionarnos… Aunque a menudo, no nos damos cuenta de que no nos hacemos las preguntas adecuadas para pasar al siguiente nivel evolutivo de nuestra vida. Que las eludimos o las pasamos por alto, que debemos replanteárnoslo todo desde el principio porque tal vez nuestros credos están equivocados o ya no nos sirven porque hemos cambiado y no nos representan. A veces, pensamos que estamos en la casilla de salida y en realidad llevamos tiempo en la cárcel y debemos empezar a jugar y apostar por nosotros. ¿Cuál es la ruta? tus valores, tu forma de existir, tus lineas rojas, aquello que quieres ser y lo que no… Lo que nunca dejarías de lado y lo que no te importa perder. La imagen de ti que tienes cuando das rienda suelta a tus pensamientos e imaginas un futuro mejor…
Que el miedo nos cierra los ojos y nos fabrica excusas.
Nos maneja y achica, nos hace pequeños y nos paraliza como estatuas donde las palomas hacen algo más que anidar… Todo lo dicho antes no sirve de nada si no estamos dispuestos a pasar frío y saltar. Porque a veces lo que nos conviene es incómodo y nuestro sueño está al final de una pasarela que se tambalea y se agita con el viento, que tiene cien años y al sujetarse en ella, te araña las manos… Que por el camino hay muchas dificultades pero que son nuestras, escogidas por nosotros y conllevan la esperanza de llegar a la meta… Y que lo que buscamos está fuera de nuestro circuito habitual, pasando por la cuerda floja.
Que al llegar a la meta, todo vuelve a empezar…
Dar las gracias a dos grandes personas que hoy conversaron conmigo Leocadio Martín  y Maite Finch Vuestras maravillosas palabras me han animado a seguir… 
 

Vivir sin paraguas…

Vivir sin paraguas…

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Sabes que has madurado porque te importa más lo que sientes que lo que piensas. Porque has aprendido que en realidad son “los medios los que justifican el fin” y que “lo bueno si es breve es un fastidio”. Porque llevas siempre la sonrisa puesta por si acaso y de quién más te ríes es de ti mismo…

Te has hecho mayor porque cuando caminas estás tan pendiente de lo que ves que a veces olvidas a dónde vas pero siempre llegas. Porque persigues lo que quieres con ganas, pero nunca permites que el esfuerzo te borre el entusiasmo. Porque para ti es tan importante disfrutar como conseguir tu sueño.

Sabes que has crecido como persona porque ya no te peleas ni empiezas batallas para demostrar quién eres, ni lo que vales. Porque no necesitas que te entiendan y no te importa lo que piensen de ti.

Porque te aceptas y te quieres tal y como eres. Porque madurar es aprender a quererte y respetar tu esencia. Porque lloras más pero es de emoción y alegría.

Has cambiado porque dices mucho más que “no” que antes y ya no besas sapos esperando encontrar príncipes… Porque ya no buscas príncipes sino parejas de baile… Has cambiado porque ahora encuentras belleza en todas partes y no alcanzas a comprender cómo no te diste cuenta antes de lo hermoso que eras.

Has madurado porque ya no necesitas ganar para sentir que mereció la pena la carrera. Porque encuentras oportunidades a puñados cada día en los lugares más comunes y sabes que puede haber magia en todos los rincones.

Has crecido porque ya no esperas que te llegue la inspiración, la fabricas. Porque te has dado cuenta de que prefieres los zapatos gastados a los zapatos nuevos, porque cuando quieres algo lo pides y no estás sujeto a un pasado que te golpea y limita.

Porque madurar es entrar por la ventana y nunca cerrar la puerta…

Eres mayor porque luchas por conseguir lo que sueñas pero valoras lo que tienes. Porque cada día te gusta más jugar y arriesgar y estás dispuesto a superarte. Porque cada vez que caes, no buscas la salida para huir sino que prefieres quedarte y dar la cara… Porque valoras los fracasos tanto como los triunfos y sabes que si no caminas por la cuerda floja nunca aprenderás a tener equilibrio. Porque has descubierto que todo lo que realmente importa se consigue dando pasos en falso y corriendo el riesgo de fallar.

Porque para ser, no necesitas aparentar. Porque para llegar no necesitas pisar a otros. Porque no temes mostrarte y no te importa que las miradas de otros no te aprueben.

Has cambiado y ya no quieres gustarle a todo el mundo, ya no lo necesitas… Y te das cuenta de que cada vez estás más dispuesto a hacer el ridículo por lo que crees o quieres.

Porque madurar es a veces quedar en evidencia y decir en voz alta lo que muchos sólo se atreven a susurrar.

Sabes que has cambiado porque el deseo supera el miedo y todo lo que ahora te parece coherente antes pensabas que era una locura. Porque no tienes que esperar a que suene la música para dejarte llevar y a pesar de tu impaciencia has aprendido a esperar lo bueno.

Porque madurar es vaciar el equipaje y arriesgarse a seguir el camino sin paraguas. Madurar es aprender a vivir sin paraguas…

Madurar es quitarse el abrigo y salir de la cueva, tocarlo todo aunque tenga espinas, ensuciarse y salir a la calle para que te toque el sol y la lluvia te inunde los sentidos. Madurar es arriesgarse con la partida perdida de antemano y ponerse en primera fila… Madurar es mostrar lo que eres sin temor a brillar ni destacar, llevar la contraria y aguantar la embestida, si hace falta, para no vivir una vida que no te llena.

Porque cuánto más creces más niño eres y más historias fantásticas imaginas…

Sabes que ya eres esa persona que deseas ser porque cada día tienes miedos nuevos y desconocidos pero consigues que ninguno de ellos te paralice… Porque has abandonado la concha y aunque hace frío, no te planteas volver a esconderte.

Has dado el gran vuelco porque sabes que pase lo que pase, tendrás fuerza para superarlo aunque ahora no sepas cómo. Porque tus amigos son personas extraordinarias y sencillas y escoges a tus compañeros de viaje por las risas… Ya no esperas demasiado, pero sueñas mucho… Y la mayor parte de tus sueños no son nada que se pueda tocar o meter en una caja.

Porque madurar es sentirse cada día más joven y más libre, más ligero, menos sujeto a la gravedad…

Sabes que has cambiado porque has dejado de pensar demasiado y dejas que tu cuerpo se estremezca con nuevas sensaciones… Porque te lo replanteas todo, incluso aquello que pensabas que era inmutable y se había convertido en credo. Porque te apasionas por todo, sea grande o pequeño…

Te has hecho mayor y más sabio porque has aprendido a dominar tus silencios y escoger tus palabras…

Eres grande porque te das cuenta de que las únicas cadenas que te pueden atar son las que te pones tú mismo. Porque nada te ciñe a ningún destino, ni siquiera tus prejuicios ni tus temores más profundos…

Has madurado porque amar te hace tan feliz como ser amado…

 

Mala memoria

Mala memoria

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Una vez oí decir a un sabio que para ser feliz hace falta tener buena salud y mala memoria. Dijo que los dos conceptos estaban intrínsecamente relacionados. Para estar sano es necesario soltar todo lo que nos amarra al sufrimiento, al dolor, a la frustración, al miedo y al resentimiento. Impedir que el recuerdo nos reconcoma… 

Yo siempre he tenido en mi vida muy presente mi pasado y, en aquel momento, pensé que me iba a ser muy difícil. Levar anclas es un trabajo arduo cuando llevas años hundiéndolas para no perder el amarre por temor… Curiosamente, no hacía demasiado, alguien que no era sabio sino todo lo contrario, se había despedido de mí para siempre con una frase como “quiero que olvides el pasado, no vivas pendiente de él porque te impide ver el presente”. No sé por qué lo dijo, no creo que me hubiera conocido lo suficiente como para saber de mi querencia a los recuerdos y a la pátina dolorosa que a veces siguen encerrando. Ni siquiera creo que su inteligencia emocional estuviera lo suficientemente crecida como para entender el significado extraordinario de la sentencia con la que me dejaba atrás… Con el tiempo, he llegado a creer que era un bárbaro con un momento de lucidez ilustrada inexplicable. Nunca se sabe… Tal vez la oyó en alguna película y la memorizó para decirme algo impactante como despedida. Quizás no supe valorarle. El caso es que mi consejero involuntario me regaló desde la ignorancia un hermoso regalo de adiós. Y durante muchos días, puesto que el mensajero era un poco limitado en esto del desarrollo personal, lo admito, valoré aquella sentencia sin justa medida… Pensando que lo que viene de un tonto, tontería es.

Hoy en día, yo he madurado un poco (eso creo) . Y no sólo sé que la vida está llena y repleta de héroes involuntarios que te salvan sin querer y que, como he dicho en alguna ocasión, no es necesario que tus maestros sean más sabios y emocionalmente desarrollados que tú. Y ya no llamo a nadie tonto, por respeto. Procuro buscar en él siempre algún tipo de inteligencia, todos la tenemos, como mi ignorante necesario.

Aunque, vuelvo al sabio. Mala memoria para ser feliz. Luego me di cuenta, consiste en olvidar lo que duele. Recordar de lo ocurrido esa parte blanda y dulce o esa parte amarga que lleva consigo un aprendizaje valioso. Y borrar culpas, resentimientos, rabias y asco acumulados. Nada cura más que el perdón a quien lo concede… Y es tan complicado de aplicar, a veces. Sobre todo el perdón a un mismo por los desatinos, por las faltas, por no cumplir expectativas que nada tienen que ver con nosotros, por no saber reconocer nuestra autenticidad…

Buena salud y mala memoria. Vivir el día a día. Planificar cosas maravillosas sin agobiarse ni obsesionarse. Tener claro a dónde vamos, pero sin dejar de mirar al paisaje…  Con los pies en el suelo y las manos tocando el cielo…

Olvidar el zarpazo y quedarse con el proceso de superación que nos conllevó cerrar la herida. Olvidar las malas caras y las malas intenciones y quedarse con el resultado del proceso, nosotros ahora, nuestra versión mejorada. Somos el resultado de todos esos golpes.

Y no recrearse en la caída, mejor recordar la bravura que tuvimos al levantarnos. La valentía, la fuerza, las ganas… 

No somos el que cae, sino el que se levanta. No somos el que queda en evidencia, sino el que se atreve a pedir lo que quiere. No somos el que se pone enfermo, sino  el que se cura. No somos el que llora, sino el que consigue volver reír. No somos el que  se equivocó, somos el que aprendió de su fracaso. No somos el que perdió la carrera, somos el que fue capaz de enfrentarse a ella y superarse a cada paso.

Y mi héroe involuntario no es el que me dejó, es el que me dijo la frase mágica que me llevó a olvidar un poco el dolor.

Y Yo… Yo no soy la que no sabía cómo enfrentarse a la vida pendiente de pasado angustioso, soy la que aprendió a hacerlo poco a poco e insiste cada día para superarse.

Mala memoria de la buena…

Como las madres que cuando miran a sus hijos no recuerdan el dolor del parto o la gran espera hasta poder adoptarlos sino la felicidad de tomarlos en sus brazos por primera vez y quererlos sin límites… 

O como las águilas, que me contó una buena amiga que viven setenta años y al llegar a los cuarenta vuelan hasta una cueva  para renovarse por completo y dejar atrás su cuerpo cansado. Allí se golpean el pico hasta arrancarlo, para luego, con el pico nuevo poder arrancarse las uñas y, con ellas renovadas, las alas. El proceso dura cinco meses y cuando termina, el ave se ha desprendido de lo viejo y está totalmente renovada y preparada para vivir treinta años más. Sin lastre… Porque a veces, hay que arrancar lo viejo y gastado que hay nosotros y renovarse. Sacarse los pensamientos tristes y amargos de encima y empezar otra vez… Hace falta tenacidad para dar el vuelco… Porque ser feliz es una tarea de gran envergadura… Las águilas se atreven y lo consiguen.

Buena salud y mala memoria… ¡Qué gran sabio! 

Por cierto,  el sabio era el prestigioso psiquiatra Luís Rojas- Marcos, al que tuve el placer de escuchar en una conferencia hace unos años.

El héroe involuntario… ¿importa? ya sólo existe en mí a través de su frase… ¡Gracias a ambos!