Un solo corazón

Un solo corazón

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«No se puede tener un corazón para el amor y otro para el odio» eso leía en voz alta Luís Castellanos dando voz a Svetlana Alexievich el pasado jueves hasta que me saltaron las lágrimas… Nada tan cierto, la vida es tomar decisiones. Decidir si estás aquí para construir o para destruir, si te apuntas a perdonar o a mantener viva esa llama que todo lo devora cuando el rencor te llena… Si quieres ceder o tener la razón en la soledad más absoluta, si te resistes a lo que es o te dejas llevar a ver qué pasa… Me dijo Luís el otro día (tuve la suerte inmensa de comer con él y con otras personas maravillosas) que todo está en la mente. Si tengo que decir la verdad, a pesar de estar muy de acuerdo, yo siempre he creído que hay algo más (tal vez la forma más apropiada de expresarme sería decir que he sentido, porque lo que creo quizás forma parte de esa gran inventora que hay en mi cabeza y que a veces por la noche me cuenta historias para no dormir y me las creo). Y quería hablar de ese algo, de lo que siento, aunque tengo que decir que eso tal vez sea una invención más de mi mente imparable que siempre maquina.

Todo es mente. Si creo que es posible, lo es… Aunque eso no haga que pase, no todo pasa, ya lo dije y ya me da igual que algunas personas se enfaden, les deseo lo mejor incluso si  todavía no lo han pensado o imaginado, igualmente no depende de mí, mis palabras no pueden abrirles o cerrarles puertas, tan sólo lo que ellos hagan con mis palabras lo hará… Aunque para que exista primero hay que imaginarlo, cierto. Hay que hacer los planos y comprar la idea ahí en tu cabeza, hay que creer que somos capaces e ir a por ello. La primera parte de esto es la más importante, la otra, una vez crees, llega casi sola…

Lo que sucede es que todo lo imaginamos desde una mente dormida, una mente que mira y no es capaz de inventar porque se niega a sí misma lo que es, su capacidad para crear, para ver, para imaginar algo más de lo que se sale de la rutina… Dibujamos con el mismo lápiz en nuestra cabeza a pesar de tener todo el estuche de colores… Creas lo que crees, dicen, pero es que crees que hay poco, que está sucio, que no sirve, que es feo, que jamás llegarás… Creas lo que crees a partir de como te ves a ti mismo… Y el mundo que nos rodea se convierte en una imagen fiel de lo que no nos damos ni permitimos. El más cruel y necesario de los espejos…  Uno vive a través de lo que se imagina que es, lo que ve, lo que percibe. Hace un rato decía María Jesús Giménez Caimari en Facebook, de forma acertada, desde mi perspectiva mental y parcial seguramente,«escribes «me gusta la lluvia» y hay gente que piensa que escribes eso porque a ella no le gusta la lluvia. Porque estás ofendida, porque le envidias, porque yo que sé. Hay gente que ve daño en un «no me gusta el café». Y es verdad, mi verdad, vemos la vida a través del embudo de nuestras creencias y lo que pensamos que es acaba siendo para nosotros… No es que sea, es que así lo percibimos. Cuando sales a la calle ofendido con la vida todas las personas con las que te cruzas te ofenden, aunque te sonrían y atraes toda ofensa posible… Y esto se puede explicar desde la psicología, desde la antropología, desde la física cuántica, desde la espiritualidad y desde las recetas de mi abuela que decía eso de «tú tómatelo todo con buena cara, niña».

Vamos por la vida sin sentir lo que somos y lo que llevamos almacenado dentro y necesitamos sacar toda esa basura que llevamos agolpada, esperando turno para ser vomitada, quemándonos las garganta, el pecho, el estómago, retorciéndonos los dedos de las manos… Y si no sale, pudre, quema, araña, explota, supura… Y vemos a alguien que sonríe y nos duele su sonrisa porque no es la nuestra… Y vemos a alguien que llora y nos llora porque nos recuerda que tenemos tanto llanto acumulado que ya es insoportable…

¿Sabéis una cosa? A veces, cuando me dicen que estoy guapa me rompo por dentro porque me ofende, me golpea, me aturde… Porque no me siento guapa y creo que no puede ser verdad, que se ríen de mí, que esperan que lo sea y les decepciono … Aunque cuando lo dice un buen amigo, te das cuenta de que eso no puede ser y entonces una marea de lágrimas me sacude por dentro y me siento en una tierra de nadie en la que noto que el mundo ve algo en mí que yo soy por ahora incapaz de percibir… Comos si estuviera desnuda por más que me cubriera, como si nunca hubiera llevado la máscara que hace tiempo me puse para poder sobrellevar mi absoluta imperfección. Como si no tuviera más remedio que enfrentarme ya con la insufrible verdad de que me queda mucho recorrido por hacer en mi interior hasta llegar a mi esencia.

Vemos el mundo tal y como nos han dicho que era, como lo construimos a partir del dolor que almacenamos, a través de las rendijas que nos deja libre nuestra mente asustada y atada a las creencias. Es ella la que hacen que nuestras pupilas se posen en el dolor y no en la belleza y vean la ofensa y no la sonrisa… La que hace que vean mis lágrimas en lugar de las lágrimas de los demás.

Si ignoras tu dolor te conviertes en una ser incapaz de comprender el dolor de los demás. Si no te escuchas, te conviertes en un ser incapaz de escuchar… Si no hurgas en tu basura, cada persona a la que mires te recordará ese trabajo pendiente… Vemos lo que creemos ser y lo que llevamos tiempo escondiéndonos esperando a que no sea, a que desaparezca…

No va a desaparecer. Se hará más grande, más intenso, más omnipresente. Lo invadirá todo hasta que no te quede más remedio que aceptarlo y acurrucarte a su lado y descubrir que no eres eso… Que no hay ofensa sino en tu necesidad de sentirte ofendido porque te crees digno de serlo… Porque no te amas suficiente. Porque llevas demasiado tiempo esperando el momento oportuno para hacer los deberes.

Yo también lo hago. Me aparto para más tarde. Me olvido de mí. Me invado la vida con esa sombra, con esa basura pendiente porque no me siento con fuerzas para enfocarla, para poner luz en esa oscuridad, para abrir la puerta de mi habitación de los recuerdos que arañan y salpican… Y mientras, me arrastro malviviendo sin ser, sin notar, sin ver el amor porque el rencor se me come las buenas ideas… Porque mi basura por revisar y tirar pesa demasiado ya y huele cada vez peor.

Si no sientes lo que tienes pendiente no piensas con claridad.

Si no piensas con claridad no creas nada hermoso.

Piensa sin culpa porque te has liberado de esa culpa. Piensa sin ataduras porque has descubierto que no te las mereces.

Siente lo que tienes pendiente y revisa tus creencias porque necesitas darte la oportunidad de mirar a la vida como lo que es, no como lo que esperas, no como te ves a ti.

Vemos a los demás como nos vemos a nosotros y una vez definimos esa versión de lo que somos, nos limitamos a esperar que no vida nos la ratifique y siempre lo hace, claro, porque el parámetro que usamos para medir su respuesta es el mismo embudo con el que miramos la primera vez…

Y toca decidir. Si somos lo que creemos que vemos o nos permitimos mirar más allá, si nos concedemos el honor de abrir la mente que todo lo crea y nos creamos una puerta grande por la que salir de nuestra oscuridad.

Y creer que cuando te dicen que estás guapa, en algún universo posible, esa persona te ve así y quiere que lo sepas y lo sientas… Y que en algún momento, cuando seas capaz de abrirte a ese universo que no es el que habitas sino el que otro ha imaginado podrás entrar en él y quedarte si quieres.

Y no hará falta que la sonrisa que ves sea para ti, ni ofensa ni reconocimiento, tal vez no sea nada, pero podrás escoger. Y cuando veas a alguien llorar, puesto que habrás encontrado el dolor que llevan impregnado tus propias lágrimas, podrás ver al que llora con la compasión que merece sin que su llanto seas tú… Y podrás elegir si va contigo o no…

Nuestra mente está ahí para que sobrevivamos pero nos juega malas pasadas como una madre superprotectora que no nos deja salir a jugar con el patinete porque el suelo está mojado o la madrastra que no nos permite ir al baile… Pero nosotros no somos nuestra mente y podemos decidir si nos quedamos con esa versión de la historia o nos abrimos a vivir otras versiones… Y eso no se consigue, creo yo desde mi mente que sueña con abrirse, sin sentir lo acumulado y remover lo que tanto nos asusta. La consciencia necesita de todo lo inconsciente para liberarse y permitirse vivir sin ataduras.

Para pensar hay que sentir.

Y una vez pensamos libremente, podemos decidir con qué corazón vivimos… Porque «no se puede tener un corazón para el amor y otro para el odio», sólo tenemos un corazón… Tú decides para qué lo usas.

 
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Eufórica

Su mente siempre va por delante. Da mil vueltas. Imagina formas e historias, recuerda palabras, repite diálogos intentando encontrar respuestas. Se detiene en cada detalle hasta que lo disuelve y convierte en algo gigante y pierde un poco el sentido original. Gira tanto por dentro, que toma inercia y se consume en una espiral de calor. Es una llama humana. Energía pura en estado sólido. Intensidad máxima. Pasión desbordada.
Sus ojos incansables lo escrutan todo y deambulan por los rincones buscando pistas, ensayando soluciones a sus enigmas.
Nunca calla. No da tregua al desaliento. No se detiene jamás. No deja de pensar. Su cabeza centrifuga sueños y los repite en voz baja. Los susurra sin cesar hasta crear ilusiones que fabrican pequeñas realidades… toca lo que sueña, ebria de alegría por ser tan afortunada de vivir con un pie aquí y otro allá. En dos mundos que se atraen, se sujetan uno al otro… Dos mundos unidos por su cabeza en incesante ebullición. Está satisfecha a pesar del cansancio. Imaginar le supone instantes de felicidad suprema, de un éxtasis incapaz de describir. Se siente tan viva por ser capaz de fabricar momentos que jamás existirían si no los imaginara…
Fabrica vida. Crea esperanza. Tiene el poder de recoger sus ganas enormes de todo y engendrar ideas que engendran palabras, palabras que engendran emociones, emociones tan intensas que acaban por tomar forma y descomprimirse hasta ser sólidas y ocupar un espacio. Hasta rebotar en las paredes y darle un golpe en la cara para que sepa que lo ha conseguido.
Nunca desiste. Es una máquina de fabricar posibilidades. Siempre encuentra salidas. Encuentra senderos ocultos por donde colarse y arañar migajas de aquello que anhela. Se aferra a los peros y los porqués sin saber los cómos… No le importan, porque sabe que su cabeza se pondrá en marcha y encontrará la forma de dibujar en ese lienzo blanco un nuevo delirio, una nueva ansia… y un nuevo sentimiento. Se agarra a la vida con toda la fuerza que le da el deseo y se suelta sin red. Tiene miedo, sí, mucho a veces, pero le pueden las ansias y los desvelos. Vive de ellos, se alimenta de sentir, de buscar, de necesitar. Consume más oxígeno que el resto de seres mortales porque lo transforma en euforia, en estallido constante.
Su mente va por delante. Siempre genera. Siempre desordena su entorno. Siempre alborota su mundo. Lo muta, lo cambia de forma. Siempre arrastra su cuerpo al son de su pecho agitado y libre. Su cabeza vuela mientras ella imagina. Acaba cansada y exhausta pero apenas se detiene un instante para volver a reiniciar la búsqueda, el sueño… Hasta encontrar nueva ruta. Hasta que el sueño le moja las manos o le golpea las sienes o nota su sabor en los labios. Y si lo nota, ya existe. Y sabe que lo ha creado ella, a base de poner en marcha esa máquina de generar emociones, de fabricar mundos paralelos. Esa máquina que toma las palabras y las convierte en material maleable que se puede tocar. Y cuando tocas un sueño… cuando lo notas pegado a las puntas de los dedos y ves que te quema… sabes que has tocado cielo. Has iniciado una nueva realidad. Has llegado al final de este trayecto y estás lista para comenzar otro aún más ambicioso y enorme. Todo empieza otra vez con una sonrisa en la cara.
Su mente no cesa. No puede. No debe. No desea detenerse nunca. Traga bocanadas de aire para respirar sin parar. No puede quedarse quieta. Sabe que si lo hace, en algún lugar, un mundo dejaría también de girar. Sabe que es una locura, pero cierra los ojos y sigue porque confía demasiado en el poder de sus ganas y no puede fallar.
Es ilusiópata.

La mejor versión de ti mismo

Alguien acaba de pedirme que sea feliz. Y para serlo me aconseja no pensar demasiado, cerrar un poco los ojos, hacerme la tonta… soltarme sin condiciones y dejar la mente quieta. Me aconseja que olvide por un rato lo que me inquieta porque tal vez no todo tenga que ser siempre trascendente, que no todo contenga un significado que vaya a cambiarme la existencia… Sé lo que me pide. Me pide que me mantenga pegada al suelo y note la vida, que si como pan note el pan, que pise el camino, que acumule risa y que me beba el viento cuando sople en mi cara. Quiere que me olvide de lo que me falta y de lo que dejé atrás. Que hoy haga pocos balances y olvide los números rojos. Que me circunscriba a este pedazo de vida que hoy me toca y que mañana se habrá escurrido… que no exista más que esta hora, esta frase, esta palabra… que me note la respiración … que me agarre a cada sensación como si fuera la última, que no me pregunte si está bien o mal… que exista. Que me ate a este pedazo de realidad.

Esta petición me agita aún más. La hiperactividad mental… me subleva… siempre hay demasiadas preguntas pendientes, demasiadas necesidades por satisfacer… demasiado control para buscar una perfección que nos acaba alejando del día a día… Demasiado rato en la nube buscando migajas de eternidad y olvidando lo efímero, lo que se puede tocar y se escapa entre las manos… perdiendo lo humano mientras intentamos arañar un ideal casi divino. Y se nos pasan las miradas, los gestos de los que nos rodean, se nos pasa el invierno y el verano, la noche y el día… se nos pasa y no vuelve.

¿Cómo se puede encontrar el equilibrio y … sin perderse esta función no dejar de pensar en cómo será la siguiente? ¿cómo detenerse a disfrutar del paisaje sin dejar de preguntarme a dónde me lleva la senda que escogí?

Miles de pensamientos me vienen a la cabeza, con tantas ideas… no voy a poder ser feliz… demasiadas ramificaciones en la mente, enciclopedias de emociones… millones de recuerdos por archivar… la noria de mi cabeza no se detiene… da vueltas y sé que las dará siempre… está programada para no cesar nunca, hasta el final.

Y entonces me doy cuenta. La felicidad es este momento… una mirada, una risa tonta, un temblor extraño, una palabra… un sabor, un pellizco… pero también es saber que vas en el camino correcto y persigues tu sueño. Saber que te haces las preguntas y que buscas las respuestas, que lo has imaginado todo, que lo has intentado todo… que solo te has detenido para gozar y no para esconderte y abandonar… que puedes más, que anhelas más… que hay más de lo que ves y más de lo que imaginas. Que la felicidad está en el suelo y en el cielo. Ser feliz es un dar las gracias y un seguir buscando nuevos retos. Consiste en agarrarse a lo que te rodea con una mano y acariciar con la otra un sueño… vivir intensamente y al mismo tiempo imaginar… saber, al final, que no te has dejado un pedazo de vida por apurar y que hasta el último instante has intentado ser la mejor versión de ti mismo…