Política en blanco y negro

El domingo, algunos votamos. Saturados de campaña, de sonrisas tibias y enlatadas, algunas más o menos reales, otras estilo rigor mortis… uno tiene ganas de pensar que la sonrisa que escoge es la más sincera… pero en el fuero interno, ese espacio interior dónde todos nos hablamos cara a cara y no nos ocultamos nada, sabemos que no. Que el candidato/a estaba pensando que le molestaba la americana cuando le fotografiaron, que llevaba tarde o que el pueblo a donde iba a hacer el siguiente mitin es de mala muerte.

Votamos habiendo oído una larga lista de promesas y reproches. Frases repetidas hasta perder la cadencia… argumentos embutidos en preguntas improvisadas… La política es en blanco y negro. Atía la masa, el instinto primitivo… siembra radicalidades o queda en nada, no llega. Es un anuncio de perfume, no vende aroma… vende chica, vende glamour, vende humo… vende sueño. Vende imposibles. 

El contrincante siempre es malvado. No hay matices. Siempre se busca un héroe, alguien que queremos pensar que es normal… pero que, por favor, no se nos parezca. La política es el arte de llevarse la contraria, de no ponerse nunca de acuerdo aunque se proponga lo mismo… la técnica más depurada de sacarse las entrañas sin ensuciarse las manos… de vaciar palabras hasta que pierdan significado… de no cargar nunca con la responsabilidad de nada o a ser posible, cárgasela a otro.

El domingo, votamos. Compraremos la mejor oferta en un mar de rebajas, nos asiremos al salvavidas para no naufragar… pero se nos quedará la cara de idiota porque jamás estaremos satisfechos con la papeleta que pondremos en la urna… nunca estaremos seguros…

Saldremos del colegio electoral pensando que nuestra elección tal vez no cambie nada… que nuestro rey midas lo convertirá todo en deuda, que las promesas no podrán cumplirse… que la democracia que tenemos es aún chica y está en la edad del pavo…

A pesar de todo, votaremos. Porque algunos están metidos en este negocio porque creen en él, porque a veces se encuentran amapolas en un prado de cardos y porque hay que dar oportunidad a las palabras.

Votaremos para que los derechos no se conviertan en privilegios y porque podemos decidir aún quien nos conduce hasta el precipicio…

Suena a farsa, cierto, pero es lo que nos queda. Lo que nos separa de la nada… en un mundo que camina hacia atrás, las urnas nos alejan del pasado. Y porque es el único día en que nos preguntan y la respuesta no sólo cuenta, sino que es para nota…

El fin de la ineptocracia

 

La crisis no se soluciona con unas tijeras, seamos serios. Hace falta usarlas, cierto, pero sin cometer una sangría y llegar al hueso.

La austeridad y racionalización del gasto público no pasan por cerrar quirófanos o reducir aulas, pasan por la eficiencia de la gestión de quien administra. Junto con la información de los recortes en todos los ámbitos de nuestra vida diaria, subidas de impuestos y tarifas nos llegan cada día noticias de gastos irracionales. Que si el cuadro del político de turno, que si las dietas abusivas, los sueldos rotundos del directores de fundaciones inútiles … sí, son casi nada ante esta crisis que todo lo engulle… pero son la punta de un iceberg de incompetencia enorme. Incompetencia de quienes gestionaron mal y de los que no generaron mecanismos para que cuando el listillo de turno eche mano de la caja, ésta se le trague un dedo… hemos sido y somos paganos y encima, nos comen las vísceras los corruptos … pero no pasa nada. Da la sensación de que nos cambian las normas a media partida y no pasa nada.

No podemos tolerarlo. No podemos levantarnos cada día con las ganas recortadas y sacar fuerzas para seguir mientras sabemos que con nuestro dinero, el de todos, se mantienen fundaciones estériles sin finalidad alguna más que colocar viejas glorias, mausoleos vacíos esperando aviones que nunca aterrizan en sus pistas y trenes que apenas tienen viajeros… es insostenible y, a estas alturas, desgarrador. Cientos de miles de euros de dinero público enterrados en cemento sin alma mientras algunos dejan atrás sus vidas y hogares porque no pueden pagarlos. Mientras el dinero de todos pasa a manos de la banca y mantiene a cuatro privilegiados que pasaron por la gestión pública dejando tras de sí un rastro de ineptitud y mediocridad que asquea. Me asquea a mí y debería asquearles a ellos mientras miran como en sus cuentas bancarias siguen entrando sueldos a cargo del Estado o gracias a él cobran de una gran empresa donde han ido a morir… cementerios de elefantes mediocres que seguimos pagando todos. No pasa nada.

Es intolerable que las administraciones se dupliquen y con las competencias cedidas a otros otras administraciones territoriales continúen dotadas de presupuesto, y personal. Una duplicidad innecesaria y abusiva siempre y casi inmoral ahora. Si dos organismos hacen la misma tarea, es que uno de los dos sobra. No diré cuál, casi ni me importa. Y no pasa nada y el error nunca se corrige.

Leo sobre la futura Ley de Transparencia y espero que funcione, suplico que funcione. Alguien tiene que empezar a pedir responsabilidades a los gestores públicos que trabajan mal porque en sus manos hay vidas.

Por desgracia, ninguna ley será retroactiva. Lo pasado, está pasado, cubierto de polvo y si hiede demasiado, ya saldrá a la luz o no. Al menos, que a partir de ahora, los listillos sepan que si se van a acercar a la caja para meter mano, se les quedará atrapada. Y los vividores que se acercan a la política buscando una silla donde relajarse y mirar la vida pasar… que sepan que se les pueden exigir responsabilidades.

Tanta mediocridad y nepotismo tenían que pasar factura… habrá que empezar a usar las tijeras empezando por los que están arriba.

Pongamos fin a la ineptocracia en la que hemos estado viviendo.

 

 

 

 

Silenciar al mensajero

El oficio de periodista se ha puesto casi imposible. Siempre fue deporte de riesgo, ya no por ir de corresponsal de guerra donde muchos compañeros se han dejado la vida, si no por el día a día en las redacciones. Los periodistas siempre hemos estado sometidos a algo, sujetos a una llamada incómoda de algún político de turno que, mande o no mande, quiere hacer una demostración de poder enviando a un pobre plumilla al banquillo. El poder mal gestionado y mal entendido es como el vino peleón, emborracha sólo con olerlo. Y nosotros somos una presa fácil y minúscula. Las mentes poco lúcidas siempre han pensado que silenciando al mensajero se acaba haciendo callar a todo un pueblo. ¡Qué gran tentación!

Siempre hemos andado en terreno minado de intereses, de preguntas incómodas, de respuestas inadecuadas… a veces una entrevista es una lotería y matar al mensajero es la mejor forma de sofocar la pataleta de niño chico y querer quedar como un señor.

Ahora, sin embargo, ya no basta con calzarse las botas de hundirse en el fango, ahora el ataque a la profesión es sistémico. La socorrida crisis se está convirtiendo en una coartada perfecta para desahuciar a los mensajeros, a los testigos de todo aquello incómodo. Pasa en todos los sectores, es cierto, por desgracia, la situación de las arcas públicas y las no públicas está devorando todo lo que hasta hace unos días era sagrado. Cierto, quizás mucho de lo sagrado o intocable jamás debió serlo. Habíamos cebado muchas vacas absurdas hasta convertirlas en sagradas y ahora, hay hambre y vamos a comérnoslas. A pesar de todo, no nos engañemos. No todo es prescindible, no todo es tocable, hay lineas rojas y a menudo se cruzan. Se cruzan en la educación, en la sanidad y han empezado a cruzarse en los medios. Mientras tanto, otras vacas siguen echando mano de lo público sin temor a sufrir escasez.

La crisis va a ser la comadrona de todo lo bárbaro y va a sacar a flote actitudes intolerantes y obtusas. Todo empezó con “no se admiten preguntas” y acabará con que ya no quede nadie para hacerlas.

Y lo más divertido de todo, si es que en este escenario que compartimos todos hay espacio para la risa colectiva en el ámbito laboral, es que las preguntas nunca han sido el problema.

Todo buen periodista lo sabe. Y también lo sabe el entrevistado inteligente. No hay preguntas inconvenientes, solo lo son las respuestas.

Si el juego de matar al mensajero siempre ha estado en el adn de muchos aspirantes a cacique, en todos aquellos que esconden demasiado mal sus miserias, ahora han encontrado la excusa perfecta para evitar que uno tras otro lleguen más mensajeros. Van a chapar cuantos más medios mejor. Van a dejarnos sin voz, sin conocer opiniones distintas… y no parece que vaya a pasar nada. El pánico lo paraliza todo.

Se nos vende cada día que vamos a tener que prescindir cada vez más de todo lo que nos hace la vida fácil. Nos dicen en tono reprimenda que nos hemos acostumbrado a lujos que ahora no tienen cabida en la nueva sociedad. Y permanecemos callados. Por si acaso, por si en algún momento decidimos volver a opinar y reivindicar nuestras posiciones, van a encargarse de que no nos queden altavoces.

Los periodistas no somos perfectos. Nuestro trabajo es esclavo de nuestra humanidad y vivencia personal. A veces nos hemos vendido y traicionado a nosotros mismos de forma bastante degradante, cierto. Sin embargo, sigo convencida de que el mundo sin nuestro trabajo es más injusto, más pequeño, más oscuro.

Vamos  hacia una sociedad de silencios.