Amor básico

Balbuceo. Me agito. Casi no puedo articular sonido. Pensar en pronunciar una palabra se me hace arduo y complicado. Es tan grande sentir así. Amar, soltarse y dar la vuelta a todo lo que antes he pensado e imaginado… Saltar hacia el precipicio y gritar notando como el viento me acaricia la cara y la piel me arde. Está helado el viento y yo soy brasa. Sé que ya será para siempre. Noto en mi interior una incandescencia extraña y desconocida. Ardo, quemo y doy vueltas sobre mi misma como una bola de fuego. Sé que podría tragarme el mundo de un bocado… saltar al abismo con un solo paso. Que quepo en una lágrima pero me siento enorme, titánica, descomunal… sin límites, ni medidas. Salvaje, fuera de mi propia presencia, de mi piel. Informe, indomable, masiva.
Ya no importan mis muecas tristes, ni mis manías locas. No hay donde ocultarme, ni donde redimirme. El brillo de mis ojos delata algo inmenso bajo mi piel, que invade mis entrañas revueltas… Mi risa insistente y mis cabellos alborotados me delatan. Lo llevo escrito en la mirada. Lo transpiro. Impregno de esta sensación todo lo que toco.
Sé que floto. Noto como puedo elevarme a dos metros del suelo y ver el mundo sin notar que está frío, sin arañarme los pies al paso. Noto un alivio gigante. Puedo beberme todas las penas que llevo acumuladas y reírme de mis faltas y mediocridades.
Soy espuma. Una molécula de vida suspensa en el aire que se balancea de un lado a otro. Noto como a cada paso se me van borrando las historias tristes, las más reales y las más imaginadas. Pierdo lastre y trago sueño. Soy mar. Mar que baña la arena. Arena que se deja arrastrar y cambia de destino. Ya no empiezo ni acabo. Soy esférica.
Sé que no tengo que encogerme, ni meterme en ninguna caja, ni ocultarme, ni medirme, ni disculparme por ser poco o ser demasiado. Que no debo borrarme, ni añadirme nada. Ya no soy un dibujo. He tomado forma, he salido del papel de mi vida y llevo las riendas. Soy el lápiz. Soy el pensamiento que me acompaña. Engendro mi propia vida. Me dejo llevar pero me sujeto a mis ansias de sentir, de devorar, de existir.
Ya no llevo ataduras. Me noto las escamas y asperezas de este cuerpo cansado, pero esta sensación las apacigua, las transforma… Las convierte en bruma.
Ya nada me achica, me entumece o me aplasta. Ya nada es tan grande como este sentimiento, esta calma inmensa metida un cuerpo silvestre y agitado, conmovido, hambriento, vivo.
Nada es tan grande, tan rotundo, tan definitivo. Esta sensación lo inunda todo. Abarca hasta las costuras de mi vestido más amargo. Llena mis pliegues y mis huecos. Lo funde todo. Se incrusta en cada mota, en cada minúsculo pedazo de vida. Confiere sentido a cada momento. Es amor, sin duda. Amor propio. Amor básico. El más necesario. El primero.
 
 
 

Antes de caer

Otra vez. No sabe por qué, ni cómo. La vida le da la vuelta de nuevo a su piel blanca y cansada. Jadea en su cara de niña y despierta todos sus temores. Grita su nombre.
El mecanismo ha fallado. La red se ha convertido en telaraña y se ha roto al caer. Su cuerpo pequeño ha golpeado contra el suelo y, aunque no muestra rasguño, ha quedado astillado. Por fuera, se ha colocado una sonrisa floja, fácil de llevar. Se ha coloreado las mejillas y ha rebuscado entre todos sus siglos de existencia una mirada firme con la que contemplar el mundo. Ese lugar extraño donde anidar sueños y luego contemplar como mueren antes de nacer.
Sabe qué ha sucedido. La historia se repite. Se ha dejado llevar por la emoción y el brillo incandescente de unas pupilas oscuras, se ha intoxicado de ilusiones y su cabeza ha bailado sin cesar hasta pensar que eran realidades… y casi las toca. Ha rozado con la punta de los dedos fríos una piel caliente, un deseo incapaz de sofocar. Las ganas le han cambiado la cara y las facciones. Ha sido niña y diosa. Se sintió volar. Se sintió todopoderosa y por un instante grandioso de esa sensación, pagará una eternidad de lamentos…
Era pequeña pero su deseo era gigante.
Ha creído que podía… Y en algún momento, ha podido.
Ha pensado que era distinta… Y en algún momento, lo ha sido. Ha cerrado los ojos y ha confiado ciega, cogida de la mano, asida a su sueño. Tiritando de ganas ha tocado a tientas el futuro y ha creído que era suyo. Por un instante, lo era. Él lo dijo y ella lo creyó. Ella soltó la mano para volar y él la dejó caer. Ella lo sabía, siempre lo sabe cinco minutos antes… Y sin embargo, no lo evita.
Ha permitido. Ha consentido. Ha dicho sí, sin preguntar. Ha aceptado una sonrisa a cambio de regalar un cielo. Ha dejado hacer. Ha olvidado. Ha decidido ceder y dejarse guiar. Ha confiado tanto que se ha quedado casi vacía.
Y ahora, se siente agotada, rota, descompuesta. Se siente minúscula, aislada, floja. Se toca la cara e intenta reír. Logra tan sólo una pequeña sacudida que le recuerda que está herida y amoratada, que en cualquier momento se puede descoser.
Ha quedado colgada, sola, casi muerta. Está triste, dolorida, encogida, sucia. Se siente barata, vulgar, mezquina. Se siente usada y fácil de engañar. Se siente polilla atraída hacia la luz.
Está seca, por dentro, como un árbol seco que se sujeta a la vida sólo por la raíz. Ahora, hay tanto llanto y rabia almacenados en su pecho que apenas consigue respirar.
Se siente revuelta pero también se siente orgullosa de sentir. Por ser capaz de levantarse y esculpirse de nuevo. Abrir los ojos y disimularse las heridas. Por saber cauterizarse las penas y volver a imaginar. Por no poder tener la mente quieta, ni los deseos a raya. Por ser ilusa y fácil. Por saber amar sin medir. Por poseer verbo fácil y nunca callar… Por dejarse engatusar y creer. Saber que arriesga y asentir. Intuir lo que viene y, a pesar de todo, lanzarse. Asumir la derrota por un instante de placer…
Debería odiar, pero no sabe. Debería endurecerse pero entonces no podría bailar y se rompería del todo al caer… Ella es arena fina y siempre se esculpe de nuevo. 
Quién realmente le da pena es él, porque no sabe querer. Porque jamás sabrá cuanto amor tenía ella guardado y apunto de darle, justo antes de caer.

Política con mayúsculas

No todo vale. Ya no. Ese momento pasó.

No todo sirve. Ya no compramos a peso, ni al mayor, buscamos calidad. No nos conformamos con las sobras. Los pequeños gestos ahora importan. Los detalles lo son todo.

Exigimos que nos escuchen, que se tatúen en la piel lo que pedimos, que lo tengan presente siempre… Que sea su mantra desde que se levantan hasta que se acuestan. Que carguen con ello hasta que lo consigan… Que noten en el pecho la presión que nosotros sentimos… Que empaticen con nosotros y lleven parte de nuestra carga, que se mezclen. Somos arrieros. Somos lo mismo, estamos hechos de su misma materia… Aunque a veces lo olviden…

Sabemos que no todos ustedes son iguales, pero si no se nos acercan, cuesta distinguirlos… los tópicos son terroríficos, no caigamos en poner etiquetas… Veámonos las caras, de cerca.

Queremos que cuando acabe el día nos hagan sentir más cerca de nuestros anhelos y que se sientan orgullosos de sus logros. Estamos cansados de las lecciones de ética improvisada. De la dialéctica vacía y los reproches. De los trucos de escapismo, de las frases repetidas de las pancartas.

Queremos que pisen mucha calle y se mezclen con nosotros, que nos respiren y enjuguen nuestras lágrimas y oigan nuestras penas y pequeñas glorias y que lo hagan sin cámaras, ni micrófonos… Que se acerquen a nuestro mundo sin buscar contrapartida, que nos toquen sin guantes porque no somos carne, somos sueños y responsabilidades. Somos nuestros miedos y nuestras risas. Tenemos rostro y nos agarramos a ustedes para no caer al vacío, para seguir en pie para sujetar a nuestros hijos y darles pan.

Queremos que se ensucien en nuestras aceras y compartan nuestros autobuses. Que noten el frío de las pocas certezas que ustedes nos deparan y que hagan nuestras colas. Que se pellizquen para saber que también son humanos… Que les duela. Queremos que cuando no encuentren remedio, empiecen de nuevo para buscar otro camino. Queremos que sientan como sentimos nosotros esa punzada de incertidumbre al pensar en mañana… y verles la piel de gallina, los ojos cansados, los pies hinchados y ver como se aflojan el nudo de la corbata. Saber que les duele y que les aprieta. Que les preocupa.

No nos conformamos con un “tal vez”, un “quizás” o un “a finales del segundo semestre del año que viene” porque tenemos miedo hoy y lo arrastramos desde hace eternidades. Nos gusta el “ahora” y el “ya” y el “basta”… Y tenemos prisa porque el tiempo se nos escapa. Muchos ya no estarán cuando ustedes encuentren soluciones y se lo debemos. Se acaba el plazo. Se acaba el nuestro y el suyo… porque ustedes también son ahora vulnerables, también caducan… El baile de las sillas ha empezado para ustedes igual que para nosotros.

Ha cambiado todo. El juego se renueva. Ya no hay ni reyes, ni reinas, ni caballos… Todo son peones… Hay que cambiar de mirada, de ojos, ponerse las botas de pisar fango y atravesar el lodo que todo lo inunda. Ahora ya nada es seguro ni perpetuo.

Pónganse las pilas. Trabajan para nosotros. Somos sus jefes. Seremos implacables. Les estaremos vigilando. Sin apartar la vista. Con el ojo puesto en cada gesto y palabra. Fiscalizando su tarea. No vamos a pasar ni una. Lo queremos todo de ustedes. Lo merecemos todo… Y ustedes nos lo deben. Los que no estén dispuestos a darlo todo, que se apeen en esta estación. Este tren no para. 

Se acabó la fiesta… Ahora va en serio. Hagan política, con mayúsculas.